Los dulces días de la Alfabetización [Serie “Cuba, 1961: ejército de alfabetizador@s”]
Segunda crónica del profesor Arístides Rondón Velázquez*, en aquel entonces un joven campesino de 16 años, sobre la épica campaña de alfabetización que convirtió a Cuba en el primer país libre de analfabetismo de América.
Llegué a la casa del campesino Enrique Feria, un pequeño propietario de campos de caña de azúcar, que tenía un increíble nivel cultural y había visitado los Estados Unidos evadiendo un juicio por un accidente del tránsito en el que resultó muerto una persona de origen chino. Él había leído mucho, pero por razones que no vienen al caso contar en estas líneas, su prole era iletrada. Su esposa Poderosa Almaguer era una mujer encargada de la atención de su casa y sus hijos: Enrique, (El Mozo) Nelson, Arnaldo, José Luis (Putico), Juventino (Papo), Gladys y Mildrey la más pequeña.
Yo, nacido en 1945, acababa de cumplir 16 años, había interrumpido mis estudios en la Educación Primaria cuando cursaba el quinto grado para inscribirme en la Brigada Alfabetizadora. Una de las personas que estaba en esa labor en Holguín era Addis Arias Torres que me conocía de cuando yo laboraba en la redacción y en los talleres del periódico Norte en Holguín como mozo de limpieza con solamente 14 años. Ella simuló creer que yo tenía sexto grado. Mis padres no se opusieron.
Al llegar a la casa que me habían señalado, me recibió la familia con agrado. De ese momento lo que más recuerdo es que al llevarme al lugar donde dormían los varones, Arnaldo me dio su cama y armó mi hamaca y allí durmió durante toda la campaña.
Al día siguiente iniciamos las clases. Los alumnos eran tres de los hijos de Enrique y Poderosa y siete campesinos que venían solo a aprender de “números”. Los nombres de los campesinos no los recuerdo, solo memorizo el de Francisco (Pancho). Era admirable el interés de todas aquellas personas por aprender, no faltaban a clases, había disciplina y seriedad. No me decían Maestro sino Brigada. El tiempo de clases era variable pero el inicio era sobre la una de la tarde.
Por la noche funcionaba en la escuela un aula de superación. Al faltar el brigadista que la atendía me indicaron que yo fuera a sustituirlo. Se reunían más de 20 personas con admirable sed de aprender.
Es costumbre campesina en Cuba hablar de muertos y aparecidos lo que provoca terror en muchos. Entre las narraciones estaba la referida a que en una ceiba cerca del camino aparecía un jinete sin cabeza a caballo. Al regresar una noche de la escuelita a la que iba a dar clases con mi farol y regresaba con él encendido cuando pasé por el lugar alguien azoró las reses y hubo ruidos extraños.
Mi reacción fue sacarle el aire al farol para que se apagara, salir del camino y seguir a la casa por entre los sembrados. Me asusté. Ya habían asesinado a compañeros brigadistas. Llegué a la casa y poco después llegaron los muchachos. Lo comprendí todo.
Una noche estábamos solos en la casa Mildrey y yo con los viejos y sentimos que en donde dormían las gallinas estas cacareaban Enrique dijo que era un majá buscando gallinas. Allá fuimos con el farol y un machete con Enrique y Mildrey y pudimos encontrar el reptil al cual de un machetazo neutralicé. Me lo eché al hombro y se movía. Enrique me dijo:
-Usted le haría igual al imperialismo.
Recuerdo que le dije que sí.
Colgamos en un árbol el majá para descuerarlo y con el cuero hacer cintos. Aun sin el cuero la osamenta se movía. Arnaldo buscó una cazuela en desuso y frio algunas porciones con un grato aroma. Yo lo iba a comer cuando vi el cuero. No pude probarlo. Conservé manteca del mismo por sus propiedades curativas.
Cuando la Campaña pasaba por un momento de intensificación había una campesina que aún no avanzaba nada. La jefa de la brigada me seleccionó para que yo fuera a alfabetizarla en la medida de lo posible. Fui. Traté de persuadirla. Le mostré la página de la cartilla con las vocales O E A. Con la punta del dedo iba señalando las mismas y mencionándolas, lo hice dos veces como estaba indicado y le pregunté:
-¿Qué dice Lola?
Y ella respondió:
-Lo mismo que dice usted.
Es importante señalar que los campesinos no aceptaban que les dijeran analfabetos porque Fidel Castro había llamado así a Kennedy y a Nixon en las Naciones Unidas el 26 de octubre de octubre del 1960. Obsérvese asimismo que a través de las vocales hablábamos de lo que sería el feudo de Almagro.
El fin llegó en diciembre cuando tuvimos que trasladarnos a La Habana en vagones de carga de ferrocarril con unas pencas de guano por techo y alimentos en todas las paradas que hacía el tren.
En la capital me hospedé en San Pedro y Cocos en una carnicería en la casa de un trabajador de la revista Bohemia. De allí fui a la Plaza de la Revolución para declarar a Cuba Primer Territorio Libre de Analfabetismo en América. Era la mañana del 22 de diciembre de 1961. En la presidencia estaban todos los dirigentes de la Revolución incluido el Che por supuesto. No me acerqué a la tribuna, no conocí al Che, por tanto, algo que aún me duele y lamentaré hasta el final.
Han pasado más de 60 años de estos episodios y los recuerdo con admiración casi devota, guardo especial afecto a Pode que me trató como a uno de sus hijos pero en mi recuerdo hay una imagen inolvidable: se trata de Niurka Victoria Sánchez González. La más hermosa trigueña brigadista que alguno vio en Cuba. Tenía más o menos mi estatura, una deslumbrante belleza, era una hermosa flor con uniforme de brigadista, ojos negros, negrísimos y expresivos, pelo largo, linda sonrisa. Siempre la vi uniformada y así la recuerdo con increíble nitidez. Niurka fue mi primera novia. Lamento, sin solución ni consuelo, que ella nunca lo supo.
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Primera parte: Apuntes personales sobre el “ejército de alfabetizadores”
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Arístides Rondón Velázquez es profesor y fundador de la Casa del Mate en Santa Clara, Cuba.