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“Ley de tercios” para los medios comunitarios en Colombia: espejos latinoamericanos

En el Encuentro Nacional de Medios Alternativos, Comunitarios y Digitales que se realizó los días 12 y 13 de septiembre en Armenia, Quindío, el presidente Petro hizo anuncios importantes para el sector. Presentamos la ponencia que realizó en el evento el argentino Pablo Solana, colaborador de Lanzas y Letras.

En su discurso ante los delegados y delegadas de los diversos procesos de comunicación popular, el presidente Petro anunció que “la tercera parte, el 33,33 % de la pauta oficial, debe ir a financiar los medios alternativos de Colombia”. Aclaró que más allá de presentar la ley que establezca ese criterio, ya tomó la decisión de implementar la norma de hecho, como medida de gobierno. La idea de una “ley de tercios”, como la denominó, resuena de otras experiencias latinoamericanas. En Argentina, sin embargo, la división en tercios que menciona la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual conocida como “Ley de Medios” no se refiere a la pauta estatal sino al espectro radioeléctrico, que debía repartirse en partes iguales entre medios empresariales, públicos y comunitarios.

Para valorar las perspectivas que se abren en Colombia a partir de esta alianza de un sector de los medios alternativos con el gobierno de Gustavo Petro, se invitó al evento a panelistas internacionales.

 

Aprendizajes, aciertos y errores

Palabras de Pablo Solana en el Encuentro “Uniendo voces”,

Quindío, 13 de septiembre de 2024

 

Es muy importante el debate que están protagonizando los más de mil medios comunitarios de Colombia reunidos en este evento, porque cualquier avance en el plano institucional solo podrá sostenerse si cuenta con el empuje determinante del pueblo organizado, en este caso de los diversos colectivos de comunicación.

Es muy importante también que estos debates cuenten con el apoyo, la sintonía y la comunión de intereses que está expresando el gobierno nacional. La presencia de Petro en este evento es un dato relevante, porque el presidente escuchó de primera mano las múltiples demandas y los reclamos por promesas de campaña demoradas en su cumplimiento.

Quiero empezar esta intervención compartiendo una anécdota que grafica la importancia de este encuentro que ustedes están protagonizando. En 2015 participé de un Foro por la Democratización de las Comunicaciones que se realizó en el Centro Nacional de Memoria Histórica en Bogotá; yo era editor de la Agencia Colombia Informa, había llegado hacía poco de Argentina y me parecía importante dar a conocer las experiencias de democratización en mi país, pero también en Bolivia, Venezuela, Brasil y Ecuador, donde se habían dado procesos similares. Recuerdo con claridad una intervención de alguien del público, que dijo algo más o menos así: “gracias por los aportes, pero no sé para qué nos van a servir las experiencias latinoamericanas aquí, si en Colombia es distinto, en este país no va a haber democratización, nunca vamos a poder cuestionar al poder concentrado”. Esa persona argumentó con bastante precisión sobre los grandes grupos económicos, la brutal concentración de los medios tradicionales, que en ese momento asocié con la concentración de la tierra, como si se tratara de un verdadero latifundio mediático. Pero, a la vez, mantuve mi convicción de que también en Colombia podría darse un proceso de cambio como estaba sucediendo en otros países de la región. Procesos limitados, ya sabemos, pero de avances que no hay que subestimar.

Pues bien, casi una década después, a fuerza de luchas, estallidos sociales y el protagonismo de la juventud en las calles, las oligarquías perdieron posiciones de poder en el Estado y se abrieron algunas posibilidades de avance. Ojalá estuviera aquí esa persona, y podamos abrazarnos y celebrar que aquel “imposible” hoy se hizo posibilidad: Colombia está debatiendo cómo potenciar y reconocer el protagonismo de los medios de comunicación popular. Felicitaciones, porque es un logro de todos ustedes.

Ahora sí, entonces, vayamos a lo que anuncia el título: los aprendizajes, aciertos y errores que será bueno tener en cuenta para nutrir el propio proceso que ustedes deberán protagonizar.

Protagonismo popular, avance institucional, contraofensiva reaccionaria

El proceso de la Ley de Medios en Argentina tuvo tres momentos bien claros:

Primero, la gestación desde abajo del programa de democratización de las comunicaciones, que acumuló años de trabajo y articulación de distintos colectivos y espacios; fue un largo período, más de una década, de militancia popular casi a espaldas de las instituciones.

Segundo, el momento del debate institucional y la aprobación de la ley; eso sucedió en 2009, a instancias de los gobiernos progresistas de Cristina Kirchner, cuando su fuerza política entonces llamada Frente para la Victoria (FPV) tomó esa lucha, por intereses propios coincidentes con la agenda popular.

Tercero, el momento de la contraofensiva de la derecha empresarial, que consistió en la derogación de los puntos sustanciales de la Ley cuando asumió el gobierno Mauricio Macri en 2015, quien decretó las modificaciones más drásticas entre las primeras medidas de gobierno, para dar cuenta de la importancia que los sectores del poder económico daban a esa batalla.

El primer momento, el del protagonismo popular desde abajo, fue fundamental. Espacios como éste que ustedes están protagonizando se multiplicaron por decenas en todo el país. En 2004 se conformó la Coalición para una Radiodifusión Democrática, integrada por la Federación Argentina de Radios Comunitarias, la Red Nacional de Medios Alternativos y otro centenar de procesos de base, populares, que acordaron los 21 puntos por una comunicación plural, federal y democrática. Fue muy importante también el aporte de las Universidades, profesionales y académicos en diálogo con los colectivos de comunicación de base. Solo con los años el gobierno de Kirchner, y después el de Cristina Fernández, prestarían atención a esa fuerza popular surgida desde abajo.

El segundo momento también fue fundamental. La Ley de Medios no hubiera sido posible sin un gobierno y una fuerza política mayoritaria que abrazara la causa popular de la democratización de las comunicaciones (aun cuando tras esa bandera se colaran intereses no sólo populares, por ejemplo, los de empresarios que se asociaron al gobierno para fundar medios que manejaron de manera mercenaria, incluso vulnerando los derechos básicos de los trabajadores de prensa). Hubo y sigue habiendo críticas a la forma en que el kirchnerismo abordó la relación con las organizaciones de base, en particular con las que no se le alinearon acríticamente. En algunos divorcios entre gobierno y organizaciones seguramente haya habido responsabilidades de parte y parte. Con el beneficio que da el tiempo transcurrido, podemos despejar la paja del trigo y concentrar la observación crítica en algo sustancial, que sí fue responsabilidad de aquel gobierno: la falta de decisión política para avanzar en la práctica una vez que la Ley estuvo sancionada. El kirchnerismo estuvo seis años más en el gobierno después de la aprobación de la Ley, pero no se avanzó en la democratización concreta del espectro radioeléctrico, más allá de la nueva legislación. No se concretó el proceso de desinversión de los grandes conglomerados del poder económico para dar lugar a la ocupación del espacio por parte de proyectos públicos y populares en función de la distribución de tres tercios, como establecía la ley.

Así se llegó al tercer momento: la contraofensiva reaccionaria, aun cuando la “ofensiva” de la Ley no había alterado el poder concentrado de las grandes empresas en los medios. Pasó a lo largo de todo el ciclo progresista de la primera década del siglo en Nuestra América: las derechas encarnaron procesos casi que contrarrevolucionarios, con la particularidad de que, al menos en Argentina, no había sucedido ninguna revolución. Los organismos de control y regulación quedaron en manos de la derecha, que llevó a vía muerta cualquier cambio a favor de los medios comunitarios. Para más complejidad, el gobierno posterior que tuvo a Cristina Fernández como vicepresidenta en 2019 tuvo por encima de ella, en la presidencia, a Alberto Fernández, quien siempre había estado en contra de la Ley y durante toda su gestión se mantuvo servil a los grandes medios empresariales.

Aprendizajes

  • Quedó mencionado en la descripción del primer y segundo momento: para plasmar en derechos los reclamos populares, es fundamental que el movimiento social y los gobiernos llamados progresistas, o que expresan una vocación popular, hagan causa común, logren algún tipo de comunión de intereses contra el mismo enemigo que los combate. El quiebre de esa relación llevó sin excepciones a la retoma del control del Estado por parte de las derechas, tal vez el caso más dramático en Nuestra América haya sido el enfrentamiento que el correísmo en Ecuador libró contra el movimiento indígena y parte del movimiento popular. En Argentina la relación del kirchnerismo con el diverso y heterogéneo movimiento social organizado fue dispar, con altibajos, nunca logró ser de plena confianza mutua. Para la aprobación de la Ley de Medios sí se dio, en gran medida, esa confluencia de intereses. No voy a referirme a la situación del movimiento social en Colombia respecto al gobierno de Gustavo Petro, porque ustedes conocen esos vericuetos mejor que yo. Pero no está de más tomar nota de esa particularidad.
  • Es bueno que se sancione una ley que institucionalice derechos para el pueblo, pero solo una ley no garantiza derechos. Lo mencionamos más arriba: después de la aprobación legislativa, no hubo voluntad política de profundizar el camino de la democratización en la práctica, ni de las comunicaciones ni de la sociedad. En un momento histórico inestable como el que transita Nuestra América y el mundo, es fundamental avanzar cuando se tiene la posibilidad, y no dejar para más adelante la concreción de procesos de cambio, simplemente porque no sabemos cuánto se sostendrán estos gobiernos que proponen cambios en el marco de la democracia liberal. Lo que no se avance cuando la correlación de fuerzas es favorable, será mucho más difícil cuando las cosas se pongan bravas y el impulso transformador empiece a flaquear.
  • Por último, algo que ya todos ustedes saben, porque vienen luchando desde hace mucho tiempo y lo han hecho en circunstancias dificilísimas: más allá de los ciclos políticos de gobierno, no hay que bajar la guardia; habrá que afincarse en las trincheras de avance y buscar ir por más, cuando se pueda, o saber resistir, cuando los tiempos cambien. En estas democracias amañadas, controladas por los dueños del poder económico, los gobiernos pasan pero las luchas quedan. Los desafíos son grandes y los cambios, cuanto más decididos sean, más serán resistidos por una derecha que no suele jugar limpio y maneja grandes resortes del poder real. Pero aun así hay condiciones favorables para avanzar, porque –permítanme citar a una figura muy querida en mi país, Evita— “no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que toma conciencia de sus derechos”.

Estas reflexiones se proponen apenas como un insumo, como una forma de compartir experiencias entre compañeros. La lucha por una comunicación popular, democrática, diversa y potente deberá ser en Colombia “creación heroica” —como señaló el peruano José Carlos Mariátegui más allá de cualquier referencia, por más cercana y amistosa que resulte. Este evento, en el que están participando delegaciones de cerca de mil procesos de comunicación popular, es un excelente punto de desde el cual apalancar esta lucha. Lo mismo el aval del gobierno actual, y el compromiso que expresó el presidente Petro, que vino en persona a escuchar y tomar nota del pulso del reclamo que ustedes están llevando adelante.

De este modo, cualesquiera que sean los pasos de avance que decidan dar, allí estaremos desde cada rincón de Nuestra América dispuestos a rodearles de acompañamiento y solidaridad.

Autor

Articulista y editor. Colabora con distintas publicaciones latinoamericanas. www.pablosolana.blogspot.com