Isabel Restrepo Gaviria: fotos y última entrevista
Fue “la mamá de Camilo Torres” pero, sobre todo, una mujer luchadora de quien poco se sabe. Esta es la última entrevista concedida a la agencia ´Prensa Latina´ en Cuba, un año antes de su muerte. Las fotografías pertenecen al libro “El revolucionario sonriente”*.
[Imagen de portada: Isabel sostiene al niño Camilo. Playa de Sitges, España (1932-1934, aprox.)] . Es entendible que la imagen del hijo, uno de los principales referentes políticos y éticos de Colombia y de Nuestra América, empañe en parte la figura de Isabel. Es entendible, pero injusto: “la Restrepo”, como la llamaban sus amistades y el propio Camilo, ha sido una mujer con ideas firmes y actitud digna a lo largo de toda su vida, merecedora de la reivindicación propia sin necesidad de ser referida como “la madre de”…
Sin embargo, poco se sabe de su vida y su compromiso. Por ejemplo, la fecha de su nacimiento es un dato prácticamente desconocido en Colombia: no se conocen biografías sobre ella y en las de Camilo -al menos en la decena que hemos consultado- no se menciona ese dato. Los sitios de genealogía en Colombia que muestran con precisión el árbol familiar de los Torres Restrepo mencionan 1895 como el posible año de nacimiento de Isabel, sin mayor referencia. Pero esa fecha parece ser errónea. En Cuba encontramos el dato que muestra la imagen y motiva esta efeméride: allí yacen sus restos -como ella quería: “Mis huesos los quiero dejar en Cuba, no en Colombia. En Colombia, después que haya la revolución”, dice en la entrevista-, y en la lápida que la recuerda se establece la fecha de su nacimiento (ver la última foto de esta nota). El hecho de que haya pasado sus últimos días rodeada de familiares y afectos cercanos que acompañaron la inhumación de sus restos, convierte la información en un dato difícilmente cuestionable.
Se había visto forzada a partir a Cuba por la persecución que padecía en su propio país después de la muerte de Camilo. Allí fundó y dirigió la Fundación Científica Camilo Torres Restrepo, destinada a rescatar la memoria y los trabajos dispersos de su hijo. En esta entrevista que presentamos a continuación confiesa cuáles eran sus referentes ideológicos y afectivos: “Mis tres grandes amores: mi hijo Camilo, Che y Fidel”, dice.
Queda pendiente la elaboración de una biografía completa que haga justicia con una de las mujeres que aportó a la historia de luchas de nuestros pueblos, injustamente dejada en segundo plano, como tantas otras.
Última entrevista a Isabel Torres Gaviria, por Prensa Latina (Cuba)
La Habana, (PL) Isabel Restrepo, la madre de Camilo, se encuentra nuevamente en Cuba. De blanca caballera. 72 años cumplidos. Cinco hijos y 12 biznietos no son un impedimento para conservar una mente clara y un optimismo en el porvenir que resulta envidiable.
Para una madre hablar de su hijo es siempre agradable. Pero, para Isabel, hablar de Camilo Torres no es solo hacerlo del hijo amado, sino del compañero, del hermano. Pocas veces una madre y un hijo han estado tan compenetrados.
Antes de comenzar la conversación, de una pequeña cartera color negro, extrae tres fotografías. Me la muestra a la vez que dice: “Mis tres grandes amores: mi hijo Camilo, Che y Fidel”.
– ¿Cuántos hijos tiene?
Cuatro. Un varón y una hembra del primer matrimonio, con un alemán, de quien enviude a los cinco años de casada; y dos varones con mi segundo esposo Calixto Torres Umaña, un médico colombiano.
De este segundo matrimonio nacieron Fernando y Camilo. Esperaba una hembra y resulto varón. Le pusimos Jorge Camilo. Fue el tres de febrero de 1929.
-¿Cómo era Camilo de niño?
Como otro cualquiera solo que era bastante rebelde y un poco más inquieto. Hacía todas las tonterías de muchacho y fue el único que recibió unas cuantas nalgadas. Yo era quien le pegaba. A su padre no le gustaba darle. En Bogotá permanecimos hasta que tuvo dos años, en que nos trasladamos para Europa.
¿Por qué a Europa?
Mi marido iba a Ginebra de consejero científico pero no nos quedamos a residir allí, debido a que la vida era muy cara y el sueldo no era muy bueno. Nos instalamos en Bruselas con mi mamá y los chicos. Posteriormente nos mudamos a Barcelona, donde permanecimos algunos años. En Bruselas, Camilo se enfermó. Tuvo la escarlatina y quedo muy débil. Se le irritaron los pulmones y comenzó a tener problemas en los ganglios. Durante nuestra estancia en Barcelona, lo llevamos diariamente a la playa. Un día lo enviamos al colegio alemán. Lo mandamos por la mañana, comenzó a llorar y mi mamá que lo quería mucho, estaba muy preocupada, debido a que el niño no cesaba de llorar. A la hora de almuerzo lo fuimos a buscar y lo trajimos de regreso a la casa. No volvió más a la escuela. Era el niño mimado de todos nosotros.
¿Cuándo regresan a Colombia?
Camilo tenía cinco años cuando volvimos a Colombia. Su padre, que era pediatra, lo cuidaba con mucho esmero y le preocupaba que se juntara con otros niños, no fuera a darle la tosferina, el sarampión, todas esas enfermedades que le dan a los chicos, debido a que tenía una constitución física muy débil.
No lo dejaba salir de la casa y solamente podía jugar con sus primitos y con sus hermanitos. Nada mas salía al campo en automóvil. Camilo se sentía mal con esto. En Colombia, a los chicos de la calle les llaman chinos. Son los muchachos más pobres. El siempre me estaba preguntando por que no lo dejábamos ir a jugar con ellos y me decía: “Yo quisiera ser un chino de la calle”. Un día se me perdió y no lo encontraba por ninguna parte. Al fin lo hallé, abrazado a un muchacho de esos y le digo: “¿Pero cariño, que estas haciendo?”. Y me contestó:”Dejame, que estoy con mis amigos”. Siempre estaba averiguando por que a los niños pobres les llamaban chinos de la calle. Le explicaba porque eran muy pobrecitos, y él me respondía:”Bueno, si son chicos de la calle porque no le dan para que no sean más chicos de la calle, ¿por que tienen que ser diferentes a mí?”. Desde pequeño tenía muy buenos sentimientos. Sí alguien llegaba a la casa pidiendo limosna y no se la dábamos se ponía muy bravo y me decía: ” ¿Cómo le vas a decir que no hay, sí aquí esta mi comida? Yo no tengo hambre y puedo comer después”. Desde pequeño tuvo gran amor por los pobres. Cuando tenía ocho u nueve años, a mí me gustaba llevarlo al cine los domingos y me decía:”No, mamá, no voy al cine habiendo tanta gente pobre. Me voy a los chacales donde están los trabajadores más pobres”. Y se iba con todo lo que encontraba en la despensa, incluso hasta su propia ropa. Era tanto lo que tomaba que le decía: “Camilo, tienes que confesar que eres un ladrón porque te lo llevas todo”. A lo cual me respondía: “Mamita, hay otros que tienen menos que nosotros”. Tenía un tremendo instinto de caridad.
¿Practicaba algún deporte?
Como a todos los niños, le gustaban los juegos. Lo que más le entusiasmaba era el boxeo. Le dieron clase de este deporte, pues su padre decía que unos buenos puños a veces lo salvaban a uno de un balazo. También pulseaba. Al separarme de su padre, lo mandé al colegio alemán. Allí estaban sus hermanos. Le encomendé a su hermano mayor que lo cuidara. Al regresar por la tarde me dijo que a los que había que cuidar eran a los otros niños. Camilo escuchó a un muchacho alemán hablar mal de Colombia y le tumbó dos dientes de un trompón. También en el colegio alemán, un profesor de gimnasia le pegó muy duro porque le puso un traspié a otro muchacho y este sé cayó. Cuando llegó a casa y me contó lo que ocurrió fui para el colegio y le dije al director que el profesor tenía que pedirle perdón a Camilo, delante todos los niños o le haría una denuncia. Les advertí que había autorizado a Camilo para que, si le volvían a pegar, le tirara un tintero o lo que tuviera a mano por la cabeza al profesor. Y tuvo que pedirle perdón a Camilo. Camilo tenía un carácter muy fuerte. Después de grande aprendió a dominarse de una forma increíble. Yo sabia cuando estaba bravo porque los ojos se le ponían de color acero. El continuo la secundaria en el colegio alemán, hasta que fue cerrado por motivos de la guerra. Lo trasladé a la Quinta Luz, que era una dependencia del colegio El Rosario, un plantel de curas. Quinta Luz era un colegio que estaba en el campo. Allí sé convirtió en el presidente de los alumnos, pero tuvo un año muy malo en los estudios. Lo trasladé para otro colegio. El Liceo Cervantes que no era de curas. No paso muy bien los años y cuando fueron a dar los premios de fin de curso me pidió que le comprara un par de zapatos y le dije para que si a ti ni te llaman para saludarte. Le gustaba mucho el campo, la siembra, cuidar los animales, estar siempre con los peones. Estaba disgustada con todas esas cosas, ya que el muchacho no era como yo quería. Entonces me prometió que en el próximo curso seria diferente y obtendría el primer puesto en el aula. Realmente cuando finalizó el sexto año de bachillerato y fueron a repartir las notas, todos los premios fueron para Camilo. Cada vez que escuchaba que mencionaban a Camilo Torres, me decía: “Ese no puede ser mi hijo”.
¿Cuándo le empieza la vocación religiosa?
Por aquella época llegaron a Colombia unos curas dominicos, los cuales fueron presentados a mi hijo en una casa de la alta burguesía, cuya cabeza de familia era padre de una joven que tenía sus amorcillos con Camilo. Ahí comenzó la amistad con los dominicos. Los dominicos comenzaron a hacer relaciones con jóvenes de la alta sociedad y sugestionaron a Camilo de tal forma que al poco tiempo se retiro a hacer unos ejercicios espirituales. Un día, en casa de mi madre, me avisan que Camilo ha tomado una maleta y se ha marchado de la casa dejándome una carta. Después de leerla, me fui inmediatamente a la estación de ferrocarril. Allí me lo encontré, y le pregunté:”¿Tú qué estas haciendo aquí? Tú no te vas, tú no tomas el hábito de los dominicos, tú no eres mayor de edad, solo tienes 18 años”. Sí te montas en ese tren será por encima de mi cadáver. A lo que me contestó: “Sí está de Dios”. Le respondí enérgicamente: ” Lo que está de Dios son los dos detectives que tengo en el auto que no te dejaran marchar”. Todo esto, gritado, en medio de la estación. La gente se ponía a nuestro alrededor a escuchar y como yo, en esa época, era bastante hermosa, y Camilo era un muchacho muy bien parecido, le gritaba: “Yo soy tú madre me tienes que obedecer”. No fueran a pensar otra cosa. Los dominicos le habían dado dinero para que se fuera escondido de mí. Estaba muy embullado, muy impresionado. Nunca antes había hecho nada a escondidas.
Cuando nos marchábamos de la estación llamé a los dominicos y les dije que, si volvían a molestar a Camilo, iba a publicar en los periódicos que eran unos corruptores de menores, etc..etc…
Rápidamente me fui a ver a un amigo y este me recomendó que metiera a Camilo en el seminario secular para ver si le pasaba la idea de los dominicos. Fui a ver al director del seminario y le plantee que recibiera a Camilo, a lo cual me respondió que no podía, debido a que el curso estaba finalizando. Pero como los seculares siempre han estado en pique con los frailes, le explique que si él no resolvía se iría con los dominicos. Entonces accedió. Hice las diligencias sin consultarle a mi marido, que era muy anticlerical. A Camilo le dije que estaría en el seminario hasta los 21 años y que después él decidiría lo que habría de hacer. Lo convencí a escondidas de mi marido. Cuando este se enteró se puso furioso. Llamó a Camilo y le ofreció que se fuera a Europa a estudiar una carrera. Camilo le respondió que no.
Ingresó en el seminario. Los dos primeros meses fueron muy duros porque quería cambiar su personalidad totalmente. Una noche, el vicerrector del seminario se lo encontró acostado en el suelo, encima de unos ladrillos. Le dijo que no hiciera eso que él era una persona normal, y lo mandó acostar a la cama.
¿A que edad se ordenó?
A los 25 años se ordenó como clérigo secular, después de haber realizado unos estudios brillantes. El cardenal me llamó y me dijo que era un muchacho muy inteligente, con una inteligencia superior, y que lo iba enviar a la Universidad de Lovaina. Marchamos entonces para allá. Nos pagaron los gastos. Allí estaba en contacto con todos los muchachos sudamericanos. Nuestro departamento siempre estaba lleno. Camilo los aleccionaba y les hablaba de la revolución y que teníamos que liberarnos del dominio norteamericano. Cuando regresa a Colombia, lo nombran capellán de la Universidad Nacional, funda la cátedra de sociología y lo hacen miembro del consejo directivo. A principio, los estudiantes lo miraban con recelo, como era natural, ya que veían que era cura. Pero con el tiempo se fue ganando la amistad y el cariño de todos los jóvenes, que siempre le llamaban como Camilo y nunca le dijeron padre Camilo.
Por aquellos días se conmemoro el aniversario del asesinato de un estudiante, con una gran agitación estudiantil. Quisieron castigar injustamente a un estudiante. Camilo se opuso, además de haber ofrecido una misa en memoria del estudiante asesinado. Las autoridades le llamaron la atención. Le plantearon que como iba a decir misa por los comunistas, a lo que les contestó: “Si están en buena fe se salvan, ya que Cristo no vino al mundo por los santos sino por los pecadores”. Más de una vez me escribió: ” Yo quiero ser un santo, pero no de esos que se ponen en los altares; solo quiero seguir los pasos de Cristo, simplemente ser el perfecto cristiano. Después del incidente, comenzaron hacerle una guerra terrible. El cardenal lo mando a llamar y le quito todos los atributos. Lo obligaron a renunciar a todas las actividades en la Universidad y lo trasladaron a una iglesia del centro, con 300 pesos colombianos de sueldo. Logró conseguir algún dinero y fundó una granja en el llano. Era una granja experimental, que comenzó a dar resultados maravillosos. Naturalmente, Camilo no estaba en la granja trabajando solamente en la agricultura. El ya estaba trabajando para la revolución. Encontrándose de viaje en Lima, se produjo una gran revuelta en Bogotá con motivo del asesinato de un estudiante y se declaro el estado de sitio. El día antes de su regreso, algunos que creíamos que eran sus amigos vinieron a insinuarme que Camilo no debía ir a la Universidad. Hasta un sacerdote que estimábamos como amigo me sugirió que llamara a los periódicos y dijera que Camilo no iba a la Universidad al día siguiente. Le respondí que no. Eso sí que no. No voy a poner en ridículo a Camilo. Si él quiere, va a la Universidad, y si no quiere, no va. No me meto en las cosas de Camilo en esa forma.
A su regreso le hicieron tremendo recibimiento en el aeropuerto. Después de darle un beso, le puse el brazo por encima y le conté todo. Me expresó claramente que iba a la Universidad. Ya en casa se sentó frente a mí y me dijo:”¿Dime una cosa mamita, tu tienes fé en mis ideas, vas conmigo a donde sea? Vas a estar conmigo hasta las ultimas consecuencias”. Le respondí que lo seguiría hasta después de muerto. Me beso, abrazó y me comentó que yo iría con él a la Universidad. A la Universidad fuimos. El recibimiento fue extraordinario. Camilo, con su sotana puesta, hablando de revolución. Algo inolvidable. Les explico a los estudiantes que no había que echarle piedras a los policías, porque estos descienden de la misma clase de ellos y que inclusive son muy mal pagados. Ellos creen que están sirviendo a la nación. Ellos no tienen la culpa de lo que les obligan a hacer. No es la piedra el arma. Ustedes tienen que armarse, tienen que alfabetizarse, les aconsejaba Camilo. Era un discurso muy lindo, muy lindo. Se puso la bandera a media asta por el asesinato del estudiante y se realizó un entierro simbólico. Ahí fue donde se destapó como revolucionario. Comenzó a predicar en todas partes y constituir sindicatos. Discutíamos mucho, porque discutía con él como si fuera un compañero. El me decía que lo que le interesaba era unir a todo el mundo. Ya fueran liberales, comunistas, conservadores. Había que unir a todas las personas que estaban inconformes y las que estuvieran resueltas a transformar las estructuras del régimen. -¿En que momento la cúpula de la iglesia se le enfrenta? Camilo ya estaba en la plaza pública. El cardenal Luis Concha Córdoba, le mando una carta diciéndole que su plataforma iba en contra de la iglesia católica. Camilo lo exhortó a que le explicara él porque y en que iba contra la iglesia. El cardenal no le contestó.
Camilo, en sus discursos y en todo, no iba contra el cristianismo, porque él era cristiano, sino contra la cúpula de la iglesia. Decía que no había derecho a que los sacerdotes tuvieran riquezas mientras el pueblo se moría de hambre. Comenzaron a acusarlo de comunista. Algún tiempo después, el cardenal le prohibió hablar en público y amenazó con excomulgarlo. Camilo habló conmigo y me dijo que, entre un sacerdote excomulgado y un sacerdote que colgaba los hábitos, en el último caso era menor el escándalo. Se decidió por lo último. Pidió una entrevista al cardenal para comunicarle su decisión. Solo lo recibieron cinco minutos. El cardenal aprovechó la ocasión para decirle que el no era sagrado. Quería decirle que podían hacer lo que quisiera. El cardenal hirió a Camilo con una espada de dos filos. Con una mató a Camilo y con la otra golpeó a la iglesia. Porque después de la muerte de Camilo es que los sacerdotes comienzan a rebelarse en todo el mundo. Ya hay hasta obispos que se rebelan. Yo digo que no son rebeldes, sino conscientes. En Colombia hay muchos sacerdotes que siguen el ideario de justicia social de Camilo. A mí me parece que les falta un poquito de politización, que tal vez a Camilo también le faltaba. Igualmente, en la juventud colombiana hay muchos que están muy firmes. El movimiento camilista se desarrolla, pero existe una represión muy violenta. Al camilista que toman preso lo torturan, lo martirizan de una forma increíble. Los campesinos lo adoran. Yo estaba presente cuando él iba a colgar los hábitos, ya que tenía miedo que el pueblo no lo siguiera y entonces él me dijo: “Si, me siguen es porque el sacerdote les inspira respeto, pero no amor, no cariño, ni confianza”. Realmente, cada día fue aumentando más su popularidad. Era una cosa increíble. La gente lo seguía pero los curas le hacían sabotajes. Las compañías de aviación se negaban a trasladarlo al interior del país. Hubo oportunidades en que se hicieron recolectas entre los trabajadores para que pudiera alquilar una avioneta y poder trasladarse a las ciudades del interior. Muchas veces llegaba a la casa chorreando sangre y lleno de golpes por sus enfrentamientos con la policía, y me decía:”Esto sé esta poniendo bueno”. Le comentaba que estaba bien pero que esperara a que se curara. No cesaba de repetir esto se esta poniendo bueno…” Entre los dos editamos un periódico al que le pusimos por nombre “Frente Unido”. Yo misma salía a venderlo con los muchachos. La gente me pagaba casi siempre mucho más de su costo. En un día llegamos a vender varios miles de ejemplares.
¿En qué momento decide irse para las montañas?
Camilo no se dejaba aconsejar por nadie. Hacia lo que le parecía. Yo comprendí que tenía que irse para las montanas. Ya no lo dejaban hablar en ninguna parte y si a Camilo lo hubieran matado en una esquina hoy no se hablaría de Camilo. El nunca me dijo: “Me voy para las montañas”. Yo tampoco le dije:” Sé que te vas para las guerrillas”. Una noche simplemente me dijo que no vendría a dormir. Como estaba acostumbrada, no le presté mucha atención. Esa noche no se me ocurrió pensar que podía pasarle nada malo. Fue a fines de octubre de 1965. En la guerrilla, el no dejaba, según me han contado compañeros suyos, que le hicieran nada. Ni que le lavaran la ropa ni el plato. El ayudaba en todo. No aceptaba que le dijeran comandante y decía que era solamente soldado raso, ya que para ser comandante había que ganárselo. Dicen que tenía muy buena puntería, aunque nunca había cogido ni un revolver de juguete. El no quiso ir a la retaguardia. El se dejó matar, él tenía que dejarse matar… Cuba le llamaba mucho la atención. Siento que no haya podido conocer a Fidel y al Che porque si Camilo conoce al Che y a Fidel lo hubieran aleccionado un poquito y quizás no lo habrían matado tan pronto. Camilo ascendió muy rápidamente. El pueblo colombiano lo adora. Los choferes de alquiler me ven y me dicen: “señora, usted es la madre del padre Camilo. Si no tiene apuro, pudiéramos hablar de él”. Y comenzamos a hablar. Luego me llevan a la casa y no quieren cobrarme. Estoy vieja y me encuentro enferma. Mis huesos los quiero dejar en Cuba, no en Colombia. En Colombia, después que haya la revolución, pero no creo que alcance a ver el triunfo, debido a mi edad. Camilo tampoco lo vio, pero es querido en todo el mundo. Desde que lo mataron el 15 de febrero de 1966 he estado reclamando su cadáver, pero nadie me ha dado respuesta de dónde lo tienen enterrado y no me lo han querido entregar. Realmente, Camilo no nació el tres de febrero. El nació 15 de febrero de 1966. Nació el día que lo mataron.
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* Las fotografías biográficas que acompañan esta entrevista pertenecen al libro El revolucionario sonriente, compilado por Nicolás Herrera Farfán y Lorena López Guzmán (Editorial La Fogata). Se trata de “la mejor colección de fotografías de Camilo”, según su principal biógrafo.
La última fotografía fue tomada recientemente por una colaboradora de Revista Lanzas y Letras en el cementerio de La Habana, Cuba.