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El absurdo criminal

¿En qué consiste ser víctima de un montaje judicial? En buena medida se trata de hacer parte de una obra de teatro, más exactamente, un teatro del absurdo protagonizado por “diestros maestros de lo siniestro” en que el cinismo, la ironía y la injusticia son la boleta de entrada. Un texto de Boris Rojas*, prisionero político recientemente liberado por el caso Andino.

“E: ¡Magnífica! ¡Es usted magnífica! ¡Es usted exquisita! Le felicito calurosamente, señorita. No merece la pena continuar. En lo que respecta a la suma es usted magistral. Veamos la resta. Dígame solamente, si no está agotada, cuántos son cuatro menos tres.

-L:  ¿Cuatro menos tres?… ¿cuatro menos tres?

-E: Sí. Quiero decir: quite tres de cuatro.

-L: Eso da… ¿siete?

-E: Perdóneme si me veo obligado a contradecirle. Cuatro menos tres no dan siete. Usted se confunde: cuatro más tres son siete, pero cuatro menos tres no son siete… Ahora no se trata de sumar, sino de restar… ¿Sabe usted contar bien? ¿Hasta cuánto sabe usted contar?

-L: Puedo contar… hasta el infinito…

-E: Eso no es posible, señorita.

-L: Entonces, digamos hasta dieciséis.

No es la transcripción de un diálogo entre fiscal y Ministerio Publico. Es una muestra del Teatro del absurdo, en una pieza de Eugène Ionesco.

Pero es ilustrativa porque así está el derecho y así están los derechos históricos en Colombia. Una palabrería hueca, sin sentido, repleta de lugares  comunes, incoherentes y disparatados. Pero a diferencia del teatro aquí los crímenes y los abusos grotescos son absurdamente reales, producen muerte y sufrimiento.

Así puede verse en el nuevo eslabón de la ya larga cadena de arbitrariedades, abusos y maniobras viles de fiscalía, policía y directivos del INPEC en el llamado “caso Andino”.

Eslabón que suma, pero que pasa desapercibido en tiempos de masacre carcelaria, hambre extendida como enfermedad contagiosa, tragedias ocultas en cada casa pero maquilladas con  aplausos desde altas ventanas, banderitas y miedo pandémico a domicilio.

Las ya clásicas mentiras, omisiones, silencios de funcionarios públicos que homologa en moneda corriente sus referentes éticos o en conveniencia política y elevación burocrática su sentido de justicia.

Mismos funcionarios que después de ordenar una masacre en plena capital del país, sin disimular sonrisas felicitan a los autores materiales, al tiempo que hacen el ejercicio pedagógico de separarse dos metros en sus alocuciones. Pero, al mismo tiempo, obligan a miles a apoyarse hacinados en espacios insanos y cerrados en sus prisiones y hasta casas; otros, de los mismos, ocultan pruebas del más grande y vulgar fraude electoral de la historia de nuestro país y mienten con gran éxito para salvaguardar intereses de poderosos señores.

Personajes de esos, ajenos a la angustia de familiares y queridos que, encerrados, sin ingresos, con pocos alimentos, tos y en total incertidumbre se enteran del traslado injustificado, peligroso e inmoral de varias prisioneras del Buen Pastor, entre ellas, las amigas y  compañeras de infortunio y alegrías Lizeth Johana Rodríguez, Alejandra Méndez Molano y Lina Jiménez Numpaque, acusadas injustamente del crimen del centro comercial Andino y detenidas por otro fraudulento y tramposo proceso por rebelión.

Además de soportar las condiciones de reclusión en el Buen Pastor (donde habían llegado a negarles el ingreso de elementos de aseo, y otros abusos) ahora fueron trasladadas a la prisión de Coiba en Ibagué. Prisión en la que permanecen más de 20 horas diarias encerradas en celdas de 2×3 metros cuadrados, SIN AGUA (una hora en la mañana y, a veces, una hora en la tarde) sin ventilación, sin espacios para ejercicio, sin luz del sol, sin visitas de abogados ni de nadie, sin toldillos, en  un ambiente malsano y lleno de zancudos y sin que nadie se preocupe de la suerte, la salud mental y física de las mujeres allí recluidas.

Sin duda es otro de “los trucos” ingeniosos de algún funcionario (tipo Miguel Olaya Cuervo, el “ñeñefiscal”) para ablandar a las prisioneras políticas y presionar “confesiones” y colaboraciones como las que ya logró aplicando esos métodos “sutiles” de tortura psicológica y física.

Denunciamos —otra vez— está ridículamente interminable y tragicómica serie de bestialidades cometidas en este proceso político-penal que busca encubrir a los culpables de un crimen atroz, del mismo modo que encubren otros crímenes (narcotráfico, homicidios, compra de votos, fraude electoral, tráfico de influencias) para proteger a diestros maestros de lo siniestro.

Lean esta denuncia, compártanla, denúncienla, plágienla, háganla canción, pintura, danza, performance, elévenla, distribúyanla, indígnense y guarden esa indignación en un rincón que algún día saldremos todos del encierro.

Notas

* Preso por el montaje del centro comercial Andino.