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¿De qué sirve la lectura? Karl Marx, una buena razón

Una invitación a la reflexión por parte del Grupo de Estudio Marx Pensamiento Vivo de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.

¿De qué sirve la lectura? La pregunta puede parecer obvia o trivial, pero no lo es. Es posible que la lectura simplemente nos distraiga de los problemas más urgentes de nuestras vidas. Por supuesto hay quienes diferirían, aficionados de los libros que ven en ellos el pleno sentido de la vida, pero la defensa que montan suele ser estética, no ética – perderíamos la belleza o el conocimiento (los dos concebidos como bienes en sí), u otra experiencia semejante si nos deshiciéramos de la lectura. Desde otro punto de vista, ni la belleza ni el conocimiento son valores soberanos que se justifican a sí mismos. Si leer sirve, entonces sirve para algo.

Hasta este momento de la historia humana, el escritor que mejor ha planteado y contestado esta pregunta es Karl Marx. Para él, la lectura y el análisis de los textos producidos por este mundo nos permiten llegar a un entendimiento crítico del mismo, y así procurarnos las armas para cambiarlo. A diferencia de otros socialistas del siglo XIX, Marx entendía muy bien la necesidad de estudiar en lugar de confiar en primeras impresiones. Pero contrario a los economistas burgueses, no se dejó embelesar por su propia inteligencia, siempre mantuvo su atención centrada en el mundo de los seres humanos, en la necesidad urgente de acabar con el capitalismo, y así, con la sociedad de clases. Esta es la vigencia de Marx hoy. Si no hemos superado al capitalismo, tampoco hemos superado el único horizonte ético digno dentro del capitalismo: el comunismo.

Lo único que se necesita para generar todos los males del capitalismo es la producción de mercancías para el intercambio y el trabajo asalariado. Estos son los elementos esenciales del capitalismo y tienen consecuencias claramente inhumanas: el trabajo excesivo y el mantenimiento de gran parte de la fuerza laboral en el desempleo, la dominación del mercado, la clase capitalista y el Estado, la concentración simultánea de la riqueza más absurda y la miseria más cruel, la ruina de las prácticas tradicionales por la violencia estatal o por la competencia del mercado, y la explotación incesante del medioambiente. No importa realmente qué principios tenga una persona, si los tiene, el capitalismo tiene que burlarse de ellos. Una persona dominada sufre un impedimento a su búsqueda del buen vivir, sin importar qué concepto tenga de este. Por eso toma prioridad la solución del problema del capitalismo (y como prerrequisito, la dominación masculina, blanca, heterosexual, etcétera, dentro del movimiento) por encima de los demás proyectos éticos.

Tal vez habría sido posible llegar a estas conclusiones sin Marx. Pero este no fue su único aporte – también nos dejó su ejemplo, que ante todo se caracteriza por su curiosidad inagotable. Para Marx, su trabajo demandaba familiarizarse con la biología, la matemática, la economía política, la ley, la teología, la antropología, los idiomas, la literatura, y, por supuesto, la historia. También requería una atención constante, no a los grandes personajes de la historia, sino a la actividad productiva de las masas para sostenerse a sí mismas y a sus amos. Todo esto se mezclaba con un escepticismo hacia las pretensiones de la filosofía misma y una preocupación por asuntos mundanos (que filósofos antes y después de Marx han despreciado): “El arma de la crítica, sin embargo, no puede reemplazar la crítica de las armas, la fuerza material debe ser derrocada por la fuerza material, solo la teoría se convierte en fuerza material tan pronto como se apodera de las masas. La teoría es capaz de apoderarse de las masas tan pronto como demuestre ad hominem [al hombre], y demuestra ad hominem tan pronto como se vuelve radical. Ser radical es echar raíces. Pero la raíz del hombre es el hombre mismo.”[1]

Este enfoque ad hominem suele llamarse “el método de Marx”, también conocido como el materialismo histórico o dialéctico (términos que no utilizaba él), consiste en investigar las relaciones de producción y reproducción predominantes en cualquier sociedad para entender sus interrelaciones y cómo influyen en la vida ideológica, científica y política de la sociedad (y viceversa). Si esta manera de proceder ya nos parece obvia, es porque con ella fundó Marx las ciencias sociales como las conocemos hoy. Su ciencia comprometida tomó la forma de “la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder”.[2] Hay pocos teóricos hoy que logran cuestionar el porqué de sus acciones y creencias tan profundamente, y son menos los que además muestran la misma determinación de mejorar la condición humana.

Recordar y celebrar a Karl Marx es, a la vez, un reto. ¿Somos capaces de mirar nuestras relaciones sociales así, con ese grado de desilusión? ¿La crítica puede escapar de su existencia trivial en la mera intertextualidad y agarrar las condiciones materiales? Afortunadamente no es un reto que enfrentamos solos. La tradición marxista ha cambiado el mundo en los 150 años desde la publicación de El capital. Estos cambios imposibilitan una lectura directa no mediada por esa tradición. Si no fuera por las revoluciones socialistas del siglo XX, Marx no tendría ni el renombre ni los lectores que tiene. Sería simplemente otro intelectual en vez de lo que es: la mala conciencia de nuestra sociedad, un espectro que se cierne sobre la modernidad.

Dado el tamaño de las obras completas de Marx y Engels, que comprenderán 114 volúmenes una vez se terminen de publicar, tener una guía es indispensable. Y como mostró el bicentenario de su nacimiento, hay muchas entre las cuales elegir. El interés en Marx viene en ascenso.

Ni siquiera los portavoces burgueses podían dejar pasar el día de su cumpleaños sin comentar. Sus ataques eran trillados pero también reveladores, porque demuestran el nivel de ansiedad que el pensador le sigue provocando a la clase dominante. Un artículo de The Economist empieza: “Un buen subtítulo para una biografía de Karl Marx sería ‘un estudio del fracaso’”[3] y sigue con una letanía de tergiversaciones. The New York Times, cuya cobertura es más simpática, se limita a llamarle “peligroso y delirante”[4] al legado de Marx.

Jefes de Estado también marcaron la fecha. Xi Jinping, presidente de la República Popular China, además de regalar una estatua de Marx a Trier, la ciudad alemana donde nació, dio un discurso parado al frente de un retrato enorme del filósofo: “Hoy conmemoramos a Marx para rendir homenaje al pensador más grande en la historia de la humanidad y también para declarar nuestra firme creencia en la verdad científica del marxismo”.[5] Nicolás Maduro, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, simplemente hizo un tweet, en el cual dijo: “Gracias a él la historia tomó un nuevo camino”.[6]

Por supuesto, los más numerosos son artículos como este, publicados en revistas o periódicos de las miles de ramas de la izquierda. Aquí Marx se vuelve legión: encontramos a Marx el humanista, el científico, el profeta, el demócrata, el autoritario, el anarquista, etcétera. El legado de Marx sí puede ser delirante por su tamaño y diversidad. Para novatos, afortunadamente, hay muchas introducciones a su vida, su pensamiento y al movimiento que lleva su nombre. Para devotos, hay todo un mundo de controversias y preguntas sin resolver. La riqueza (o ferocidad) de este debate es buen índice de la pertinencia de Marx. Todos sus conceptos caen bajo la lupa –la reproducción social, la alienación, el fetichismo de la mercancía, el ser de la especie, la dictadura del proletariado, la acumulación primitiva, y más– pero también se cuestionan sus presuposiciones, los fundamentos no explícitos de su pensamiento. ¿Marx creía en una naturaleza humana, y si creía, tenía razón? ¿Qué es la libertad para Marx, y deberíamos pensar lo mismo? ¿Qué es el comunismo? ¿Es bueno, o justo, o deseable, o inevitable?

Pero el marxismo sería una cosa muy pequeña y opcional (y poco peligrosa) si fuera sólo un club de estudio y debate. La tradición marxista tiene, además de textos y preguntas, logros históricos. No hay nadie en el mundo cuya vida sería igual si no fuera por las revoluciones en Rusia, Vietnam, China, Cuba, Nicaragua, Burkina Faso, y otros países. La textura de nuestras relaciones laborales, íntimas y políticas, se forma bajo la influencia de la historia. La balanza de poder entre jefes y trabajadores, esposos y esposas, o Estado y ciudadanía, está condicionada por lo que cada participante espera del otro (y claro, de otras personas), una expectativa producida por los ejemplos históricos que tienen presentes. Así podemos apreciar el impacto de la revolución Rusa, por ejemplo, que asustó mortalmente a las clases dominantes en los países desarrollados de occidente, y que por eso provocó una reacción hasta genocida. El “socialismo realmente existente” jugó un papel decisivo en la descolonización, la derrota del fascismo, y (como ejemplo negativo amenazando a la legitimidad del capitalismo) la formación del Estado de bienestar y la conquista de derechos civiles en los países colonizadores.

Obviamente el marxismo no es lo mismo que Marx, el pensador. Pero este hecho no deslustra ni lo uno ni lo otro. Marx no pretendía legislar un dogma socialista desde su escritorio, sino “ayudar a los dogmáticos a ver claramente sus propias proposiciones”.[7] Del mismo modo, los marxistas no han pretendido obedecer al maestro Marx al pie de la letra – de hecho, hay una especie de campeonato a ver quién puede afirmar más categóricamente que “no es un mesías”[8] y “si buscas la respuesta a todo en Marx, te perderás”.[9] Lo importante, la razón por la que seguimos leyendo a Marx doscientos años después de su nacimiento, es que hizo una revolución en la relación entre el conocimiento y la praxis, entre saber y deber. Este es su verdadero legado, y su reto, para nosotros, los sujetos del capitalismo.

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[1] Marx, K. (1844). “Zur Kritik der Hegel’schen Rechtsphilosophie.” Wikisource, The Free Library. <https://de.wikisource.org/wiki/Zur_Kritik_der_Hegel’schen_Rechtsphilosophie>. Acceso 20 Mayo 2018. Traducción propia.

[2] Marx, K. (1843). “Carta a Arnold Ruge.” Marxists.org. <https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm> Acceso 20 Mayo 2018.

[3] Rulers of the world: read Karl Marx! (2018, Mayo 3). The Economist. <https://www.economist.com/books-and-arts/2018/05/03/rulers-of-the-world-read-karl-marx> Acceso 20 Mayo 2018. Traducción propia.

[4] Barker, J. Karl Marx, ¡tenías razón! (2018, Mayo 5). The New York Times. <https://www.nytimes.com/es/2018/05/05/opinion-barker-marx-revolucion-comunismo/> Acceso 20 Mayo 2018.

[5] Stick to Karl Marx’s true path, Xi Jinping tells China’s communists. (2018, Mayo 4). South China Morning Post. <http://www.scmp.com/news/china/policies-politics/article/2144716/stick-karl-marxs-true-path-xi-jinping-tells-chinas> Acceso 20 Mayo 2018. Traducción mía.

[6] @NicolasMaduro. (2018, Mayo 5). Twitter.com <https://twitter.com/NicolasMaduro/status/992741218747584512> Acceso 20 Mayo 2018.

[7] Marx, K. (1843). “Carta a Arnold Ruge.” Marxists.org. <https://www.marxists.org/espanol/m-e/cartas/m09-43.htm> Acceso 20 Mayo 2018.

[8] Gramsci, A. (1918). “Nuestro Marx.” <http://www.gramsci.org.ar/1917-22/03-nuestro-marx.htm> Acceso 20 Mayo 2018.

[9] Stalin, J. (1941, Enero 29). “Notes from the meeting between comrade Stalin and economists concerning questions in political economy” <http://digitalarchive.wilsoncenter.org/document/110984> Acceso 20 Mayo 2018. Traducción propia.