Del 21N a la lucha contra el capitalismo en Colombia
De una fiesta democrática a un laboratorio de utopías, la persistente sorpresa del 21N nos invita a apuntar más alto, hacia los inesperados lugares en que se cuajan otros mundos posibles. [Foto de portada: Rubén Torres, @merbencho].
La columna de la semana pasada se llamó La fiesta de la democracia y decía que lo que iba a ocurrir el 21N era una oportunidad de ampliar las discusiones sobre lo colectivo en Colombia; y llevar el debate a las calles, escenario natural de la política. Lo que hemos visto desde el jueves 21 y que se ha extendido hasta hoy domingo, ha sido eso.
La tarea grande que tenemos hoy es mantener la movilización activa y en la calle. Hasta que Duque renuncie o hasta que el diálogo con los diferentes sectores sociales en movilización se concrete en: congelamiento inmediato de reformas, cambios inmediatos en términos de la política de paz, de las políticas tributarias, pensionales, ambientales y laborales, entre otras exigencias que se han venido planteando.
Dos cosas, entre muchas otras, quisiera resaltar a propósito de estas jornadas de lucha.
La primera es acerca de dónde viene este renovado espíritu de lucha y de colectividad masiva en Colombia, que muchas personas anhelábamos y veíamos como necesario, pero no creíamos posible. O no de esta forma. Pues este es el segundo paro citado en el año, ya se había intentado impulsar uno para el pasado 25 de abril, que no logró el mayor alcance. Cuando salió esta nueva convocatoria, escuché a varias personas decir: “¿Otra vez la convocatoria de paro nacional? Cada año se convoca uno y siempre es apenas una marcha”.
Ahí hay una clave de lo que ha pasado hoy. Esta jornada fue convocada por los mismos actores que han lo han hecho en los últimos años: sindicatos, organizaciones sociales, campesinas, indígenas, afros, estudiantiles, barriales, de mujeres, etcétera. Organizaciones que durante muchos años nos hemos dedicado a construir espacios colectivos en los barrios, lugares de trabajo o comunidades de las zonas rurales. Organizaciones que han realizado jornadas históricas de lucha, como las estudiantiles en el 2011 y en el 2018, como los paros agrarios y étnicos de los años 2013, 2014 y 2016, como las Mingas indígenas que por allá en el 2007 sacudieron el país y la más reciente lo hizo en febrero de este año; como el paro de Buenaventura, como los paros del magisterio, de los trabajadores del Estado, y como la creciente y contundente organización de las mujeres.
La reciente conciencia política de la gente en Colombia se ha ido transformando por las luchas que se han librado en los últimos 10 años, que a su vez están conectadas con los más sentidos reclamos del pueblo colombiano, por lo menos, desde la época de los comuneros. Esta es nuestra herencia. Nunca dejamos apagar la llama de la esperanza en Colombia. Y ya nunca más se apagará.
A este hecho se suma el ejemplo de los pueblos que, como Chile y Ecuador, han luchado en América Latina. Jugó un papel determinante, en igual medida, el proceso de paz con las FARC que convocó a cientos de miles de personas a las calles, a defender un acuerdo, que con todas sus limitaciones e incumplimientos, hizo que la gente se interesara en la política y viera allí un espacio para hacerla. De la misma forma, las últimas elecciones en el 2018 y el 2019, han mostrado que en Colombia se ha ido conformando una nueva conciencia política.
Es fundamental el lugar que han ocupado las nuevas tecnologías y formas de comunicación en este impulso de la lucha popular en Colombia. Las redes sociales, los medios de comunicación alternativos, perfiles individuales dedicados a la información, así como un instinto comunicativo, han roto el cerco mediático que los grandes medios de comunicación habían impuesto. Ahora la mayoría de los colombianos y colombianas sabemos que lo que dicen los grandes medios de comunicación está sesgado y manipula la opinión; tenemos otras fuentes de información y otros criterios para opinar.
El segundo aspecto que quisiera resaltar son las ganancias de esta movilización. Sin duda lo más importante ya lo ganamos. Con toda la incertidumbre que teníamos, lograr estas jornadas de movilización que han acorralado al gobierno, lo han hecho reaccionar con violencia, patrasearse y gaguear, ya es una victoria estruendosa. Estamos escribiendo la historia, estamos dejando una huella profunda en el presente, para que en el futuro, ante las injusticias, nunca más callemos, para que nunca más guardemos silencio ante la muerte, para que nunca más los gobernantes oligarcas se rían de nosotros. Para que, definitivamente, nunca más se construya el proyecto de este país sin la gente que, precisamente, lo construye y lo trabaja con esfuerzo y dedicación, la gente a la que nos toca muy poquito.
Por eso es muy importante lo que se logre en el diálogo social que la movilización imponga, y las reformas que allí tengan lugar. Pero más importante es que ganemos la conciencia de que debe irse de Colombia el capitalismo neoliberal que han querido imponernos liberales, conservadores y hasta verdes. Que no sirve como modelo de vidQue tiene agotada la naturaleza y la vida de la gente y ha llenado de corrupción nuestras instituciones.
No basta con el diálogo nacional, ni con detener las reformas nefastas que Duque anunciaba. Hay que ir más allá, ir por el país que queremos, sin desigualdad, sin pobreza, sin hambre, sin corrupción, sin persecución por pensar diferente. Un país donde las mujeres, los indígenas, los negros, los campesinos, los urbanos, las clases medias, los intelectuales, los trabajadores formales e informales de todos los sectores, logremos sintetizar las aspiraciones colectivas en un proyecto de país para la vida digna. Y el capitalismo neoliberal no es ese modelo. Esta crisis es producto suyo. Hay que cambiar el modelo. Inventar. Para eso seguirá la fiesta de la democracia en las calles, como debe ser.