Los verdaderos culpables
El caso Andino muestra, como pocos, el estado de putrefacción del sistema judicial colombiano. Con varios de los montajes judiciales desmentidos y las supuestas pruebas del establecimiento descartadas, queda por preguntarse, ¿quiénes son los verdaderos culpables? Un testimonio de algunos prisioneros que prefieren “ser y temer, que dejar de ser por temer”.
Por: Boris Rojas, Andrés Bohórquez y Camilo Pulido.* Los verdaderos culpables del miserable atentado en el centro comercial Andino en junio de 2017 no están entre los sospechosos de siempre, entre los que llevan tres años detenidos sin juicio y con otro montaje a cuestas, a la espera de que la fiscalía termine de “cuadrar” el caso para asegurar la impunidad de los agentes que perpetraron y ordenaron el atentado.
La decisión política de ese encubrimiento se manifiesta claramente desde las primeras actuaciones de las instituciones:
Primero dejan de lado los testimonios de los testigos presenciales que vieron a dos hombres extraños, uno de acento extranjero, y otro con paquetes que dejó en el baño y que eran muy pesados para ser una torta, como sugería el empaque. Además dejaron de lado los retratos hablados que en un principio los medios difundieron ampliamente; finalmente abrieron al público el centro comercial en lugar de concentrarse en la investigación forense correspondiente.
Así, alegremente, se desvaneció esa línea de investigación y se impuso la idea de que el grupo MRP era el culpable. De ahí a presentarnos a nosotros como miembros de ese grupo solo pasaron siete días. La condena mediática fue intensiva y los más altos funcionarios del Estado nos declararon culpables porque tenían las “pruebas reinas” con las que nos aseguraron, pero que a la hora de presentarlas para el juicio, no resultaron pertinentes según el fiscal del caso.
El afán de funcionarios de la fiscalía, la policía, procuraduría y muchos jueces que atropellan el derecho (salvo algunas excepciones), son muestra del funcionamiento del partido de gobierno en el ámbito judicial. Todos, conmilitones que deben o esperan favores de sus patrones. De resultas: una maquinaria judicial postrada a los designios del poder.
Fuerte es decirlo, pero los culpables de esa atrocidad se encuentran bien arropados, en la horda fanática del fascismo criollo más recalcitrante del partido de gobierno, y por esa razón nuestra condena es obligatoria. Por esa razón las normas procesales y las garantías jurídicas no valen en nuestro caso. Por esa razón llevan tres años construyendo “la investigación” y el proceso.
Quedando, como último recurso para conseguir su objetivo, la presión para obtener “colaboraciones, autoincriminaciones y confesiones” de una persona inocente y vulnerable por su situación mental y emocional a cambio de quiméricos beneficios, en una especie de tortura psicológica muy metódica a largo plazo.
Los más recientes hechos son suficiente para demostrar ese afán: los esfuerzos por impedir las órdenes de libertad emitidas por jueces independientes, la aplicación de una ley improcedente para ampliar términos indefinidamente, la pretensión de legalizar procedimientos de captura abiertamente ilegales, además del ocultamiento de pruebas fundamentales para establecer la verdadera autoría del atentado.
Todo en el contexto de hechos que no pueden ser inadvertidos:
Los funcionarios que han participado en este proceso se han destacado por ser fieles servidores de la mano criminal que hoy gobierna. Por poner un ejemplo: el fiscal 21 DEOC, encargado del caso Andino, además de haber mantenido engavetado el informe que la policía francesa hizo sobre el atentado al centro comercial Andino desde el 15 de diciembre de 2017, es el mismo que intentó ocultar las interceptaciones hechas al Ñeñe Hernández sobre el fraude electoral promovido por el narcotráfico para garantizar la victoria electoral del proyecto político de Uribe-Duque.
No podemos permitir olvidar que fue la postura del partido que gobierna este país la que celebró y se vio favorecida con esa bestialidad del Andino y que, con un oportunismo sin escrúpulos, vociferó para imponer su discurso irracional. Justo en el momento en que el fiscal “anticorrupción”, amigo de Néstor Humberto Martínez, caía de la gracia de los nobles y era apresado; momento en que las FARC entregaban las armas y se abrían las posibilidades del diálogo con el ELN, iniciativas que intentaban hacer su aporte a la ampliación de la democracia tan odiada por la derecha colombiana sea verde, santista o, especialmente, uribista.
Cuando la mayoría de funcionarios que, se supone, deben buscar la justicia, tienen una moral deformada puesta al servicio de un proyecto político criminal que ve a la vida de las personas como simples instrumentos útiles para propósitos mezquinos, ya sea para justificar su corrupción, para acumular tierras y riqueza, para asesinar o para ocultar el actuar criminal desde el poder; no se puede caer en la “ingenuidad” de la “presunción de legalidad” de sus actuaciones. Cuando se trata de conseguir a toda costa la condena de inocentes para garantizar, ante todo, la historia oficial, llena de impunidad, que elabora la fiscalía (¿se sabe lo que pasó con Odebrecht?, ¿se va a saber quién ordenó las chuzadas y los perfilamientos?, ¿conoceremos los bajos fondos de la ñeñepolítica?, ¿se sabe quién puso el cianuro para matar testigos?), no importa desaparecer todo vestigio de un derecho penal moderno y democrático e implantar doctrina y costumbres jurídicas propias del derecho penal del enemigo: todo un manual de ese tipo de derecho retorcido puede sacarse de la interminable cadena de irregularidades e ilegalidad que ha rodeado nuestro proceso.
Cuando eso sucede no es posible, para nadie con decencia, hablar de democracia, ni de Estado social de derecho o de respeto a la Constitución. Lo que existe, sin ambages ni dudas, es una vulgar dictadura: metafóricamente un gorila maloliente y destructivo pero vestido de smoking y sombrero de copa.
Claro que sería más fácil callar o tratar de congraciarse con unas instituciones al servicio de poderes criminales que decir todo esto y enardecer fanatismos fascistoides. Pero es mejor ser y temer, que dejar de ser por temer; y es mejor ser libre aunque prisionero que ser un sirviente al servicio de cortes y reyezuelos. De pronto por ahí empieza a cambiar este país.
* Presos por el montaje del centro comercial Andino.