Un Poulantzas para el siglo XXI
Estuvimos conversando con el profesor Jorge Orovitz Sanmartino acerca de la obra de Nicos Poulantzas, el panorama actual de la crítica del Estado capitalista y los retos para pensar el Estado en América Latina. Les dejamos a continuación la charla completa.
Bueno, agradecer enormemente la invitación que me han hecho. Agradecer a la Revista Lanzas y Letras por su desinteresada invitación. Y bueno, la propuesta es conversar un poco. Tomando como excusa la presentación del libro voy a hablar, hacer alguna presentación del tema. Pero mi interés también está en escucharlos, en conversar, en dialogar, en entender las particularidades y en comprender en esta ida y vuelta qué podemos hacer.
Nosotros hace bastantes años en Buenos Aires venimos trabajando en la cátedra de Sociología Política y en los grupos de investigación algunos temas sobre Teoría del Estado y la lectura de Poulantzas es una lectura que hacemos crítica, es una lectura a partir del contexto en el que se ha desarrollado y pensado desde esa categoría. Nicos Poulantzas es un autor que nació en Grecia, profesor griego, pero desarrolló casi todo su trabajo académico y de investigación en Francia, en la Francia de los años sesenta y setenta, básicamente en el clima todavía de una hegemonía y, por lo menos, en los años sesenta, de una fuerte impronta marxista en la teoría del Estado. Poulantzas fue discípulo, primero tuvo un pequeño paso por Sartre, por los círculos sartreanos, pero básicamente fue un autor muy asociado, muy ligado a los círculos althusserianos, al estructuralismo francés y, de alguna manera, Poulantzas es importante por varios motivos.
Poulantzas es importante, o fue importante en su momento, porque proviniendo de la tradición marxista, él planteó una serie de cuestiones que colocaron el problema del Estado, del poder y de la política en el centro de la teoría marxista, cosa que no era habitual porque los estudios marxistas, básicamente, desarrollaban el aspecto económico de la crisis capitalista, la evolución del capitalismo, etcétera, pero muy poco desde el punto de vista de la teoría del Estado. Poulantzas marcó entonces, así como lo hizo Gramsci en su momento. Antonio Gramsci en los años treinta marcó una diferencia desde el punto de vista de sus categorías, de la categoría de hegemonía, de consenso, etcétera.
También Poulantzas en los años sesenta va a plantear la idea de que, así como Marx desarrolló una teoría del capital, la crítica de la economía política, había que desarrollar, en el campo del marxismo, la crítica del Estado desde el punto de vista marxista, la teoría marxista del Estado. Ese por lo menos era su objetivo. Entonces planteó dos elementos que me parecen importantes: al principio planteó la idea de autonomía del Estado, la autonomía relativa del Estado, en el sentido de que el Estado no siempre responde directamente a las clases dominantes y que hay mediaciones entre las clases y el poder político. Existen mediaciones, no están directamente relacionadas, el Estado no es un instrumento directo de la clase capitalista. Entonces, la idea de la autonomía del Estado le permitía a Poulantzas, tomando muchas de las categorías althusserianas, plantear la autonomía de la política y le permitía cuestionar, de alguna manera, las miradas más conservadoras u ortodoxas en el seno del marxismo, que planteaban la idea de la base económica, la superestructura política, etcétera.
Entonces, esa idea de la autonomía del Estado, de la autonomía relativa, le permitía pensar la política y eso le permitió, a su vez, decir… bueno, hay que estudiar el Estado, hay que pensar el Estado, conocer sus instituciones, su dinámica, sus conflictos, sus crisis, etcétera, etcétera. Entonces lo que él abrió (porque en muchos casos no logró dar respuesta a todo) planteó más preguntas, más inquietudes, más interrogantes que las respuestas que él mismo dio al plantear en el campo mismo del marxismo: necesitamos conocer las instituciones y conocer el Estado. Esto ya abre un campo de debate, un campo de estudio político en el seno de la teoría crítica del marxismo, pero no solo del marxismo, sino del conjunto de las teorías críticas.
En segundo lugar, él planteó, a mediados de los años setenta, una idea que fue muy potente y muy poderosa respecto al Estado. La plantea en un libro del año 68, Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. Pero ya desde mediados de los años sesenta, creo que un poco bajo la influencia de la lectura sobre Foucault y sobre otros autores franceses, va a plantear lo que él denomina una teoría relacional del poder, y esto significa la idea de que el Estado no es ni un sujeto ni una cosa.
¿Que significa que no es un sujeto? Significa que nosotros a veces decimos “el Estado argentino” o “el Estado colombiano”, “tal cosa, tal otra”, “actúa”, “dice”, “el representante del Estado argentino dice tal cosa”. Es decir, lo personificamos al Estado y ese no, no es una persona, no es un sujeto, es una multiplicidad. El Estado no es un sujeto, es una relación social. Así como Marx decía que el capital es una relación social, él va a decir que el Estado también es una relación social, no es un sujeto unitario con una voz única o una idea única sobre a dónde hay que ir, cuáles son los objetivos, cuáles son los mecanismos, etcétera. Tampoco es una cosa, no es una cosa que la clase dominante agarra a su servicio y la maneja a su servicio y punto. Primero, porque no hay una clase dominante unificada, hay bloques, sectores de poder, lo que llamaba bloques de poder. No es unificada la clase dominante, tiene enormes diferencias entre sí y, además, el Estado no es algo que se pueda tener directamente, ¿por qué?, por esto mismo, porque tiene enormes contradicciones a su interior. Poulantzas dice: “el Estado es un campo de disputa”, dice: “es la condensación material de las relaciones de fuerza”.
Entonces no es directamente las relaciones de fuerza, es la condensación a través de normas, leyes, instituciones, etcétera. La historia institucional del Estado es esa condensación de historias y luchas pasadas que se cristalizaron en leyes, en normas, en modalidades, en culturas políticas, en tradiciones políticas. Y esto constituye una mirada muy distinta a lo que los marxistas tenían pensado previamente respecto al Estado, porque ahora el Estado, al ser pensado como un Estado heterogéneo, un Estado lleno de contradicciones con instituciones que van para distintos lugares, que en el fondo es que patean para distintos lados (hablando de fútbol), es un Estado contradictorio y no tiene la coherencia que uno a priori piensa que tiene. Al interior del Estado también se reflejan las luchas de clase, las luchas políticas, las luchas populares, entonces eso significa que el Estado es un terreno de disputa y esto, como decía, es algo que para el marxismo de la época era muy innovador, pues permitía, al mismo tiempo que con la idea de la autonomía del Estado, empezar a estudiar el Estado y no quedarse con la figura “ahí está el Estado, que es el representante de la clase dominante”, sino empezar a estudiar realmente el Estado.
Esta teoría relacional le permitía entender esas contradicciones. Estudiar y comprender las diferencias y heterogeneidades que hay entre un ministerio y el otro, entre una región y la otra, entre un Estado provincial y el otro. Entender la multiescalaridad del poder, que el poder no es unificado o único en un territorio, sino que hay relaciones internacionales, nacionales, regionales, de ciudad, y esas relaciones de poder se intersectan. Hay relaciones de poder en donde los ministerios y los sectores son distintos y hay luchas, entonces lo que está mostrando es un agrupamiento de instituciones vivas, no una voz pública del Estado.
El Estado y la radicalización de la democracia
Poulantzas no fue un militante político, pero era un investigador y un académico muy ligado a la actividad política, muy relacionado con el Partido Comunista Francés y con el Partido Comunista del interior de Grecia.
En Grecia había habido una discusión importante en el Partido Comunista. Se terminó dividiendo a raíz de un golpe militar. ¿Qué respuesta debía dar frente a esa dictadura el Partido? El Partido Comunista del interior se le llamó a un grupo renovador de ideas dentro del Partido Comunista, y Poulantzas en Francia estuvo relacionado con un movimiento en el exilio de griegos de izquierda que fundaron en Francia el Partido Comunista del interior. Este partido llegó hasta nuestros días, con distintos nombres, a Syriza. No sé si lo recuerdan, pero Syriza llegó hace unos años al poder en Grecia. Después, bueno, hubo toda una historia, y hubo muchas esperanzas de renovación en la izquierda, como pasó con Podemos en España. Algo así fue.
Bueno, ellos venían del Partido Comunista del interior fundado, entre otros, por Nicos Poulantzas. Entonces, Poulantzas siempre estuvo ligado a la política, siempre relacionado con la política. Su pensamiento, sus libros, sus textos, sus artículos siempre estaban relacionados con las estrategias políticas, y esta concepción relacional del poder estaba muy articulada justamente a una estrategia política, a una revisión de la estrategia política. Él empezó siendo algo maoísta en los años sesenta, pero a principios de los años setenta él va a girar a lo que se denominó en Europa el eurocomunismo. El eurocomunismo, es el movimiento de renovación de las ideas comunistas en Europa, aunque también era muy heterogéneo, muy diferente. Una cosa era el Partido Comunista de Berlinguer en Italia, otra era Carrillo en España… en medio de todo, hubo distintas tendencias.
Poulantzas, de alguna manera, era parte de una corriente de lo que podemos denominar el eurocomunismo de izquierda, que tenía unos referentes en Italia, en Francia y en otros lugares. Pero básicamente, la idea que él tenía era una revisión y una disputa política a dos puntas. Por un lado, él denunciaba o polemizaba con la mirada de la socialdemocracia, a la cual acusaba de reformista, de gradualista, de no querer profundizar en rupturas anticapitalistas. Por el otro, polemizaba con las viejas tácticas o la táctica de los partidos comunistas muy ancladas a la experiencia rusa del doble poder, a la perspectiva de Lenin del desarrollo del doble poder tal como se había dado en Rusia. Así como Gramsci en su momento había cuestionado que la estrategia de oriente pudiera también calcarse o aplicarse en occidente así no más.
Entonces, por un lado, él polemiza con el reformismo, pero por el otro lado polemiza con esta idea del doble poder y plantea en esta teoría relacional una disputa al interior del Estado y al exterior del Estado. Una disputa doble en todos los terrenos. Uno de los terrenos basado en una lucha frontal contra las clases dominantes, contra el Estado capitalista desde los movimientos sociales, desde las bases exteriores. El otro terreno al interior del Estado. Si el Estado es un campo de disputa heterogéneo, ese también tiene que ser el lugar de los comunistas, de los socialistas, etcétera. Poulantzas planteaba, entonces, una detenida mirada de algo así (él no lo dice exactamente) como una democracia doble, una democracia representativa en donde el pueblo pudiera votar, porque él no consideraba que un movimiento socialista pudiera abstraerse del voto popular, y al mismo tiempo un poder político basado en la democracia directa, podríamos decir, una democracia representativa y una democracia directa. Por decirlo de alguna manera, no en palabras exactas de él, pero básicamente esa era la perspectiva. En otras palabras, la idea de la radicalización política de la democracia.
Muy parecido al británico, Ralph Miliband, un teórico marxista con el cual él polemizó mucho, y sin embargo, coincidía en algo: Miliband lo decía con otras palabras, pero hablaba algo así como de un reformismo revolucionario. La idea de que la presión y la exigencia de los movimientos subalternos por reformas políticas llevaban a la crisis de acumulación capitalista y a sobrepasar las instituciones capitalistas. Poulantzas rescataba esta idea de la democracia política a diferencia de Lenin. No sé si lo recuerdan o lo saben, pero Lenin decía, en otras palabras, que la democracia es la democracia de los ricos, es la envoltura, la mejor envoltura del dominio del capital. Poulantzas no estaba del todo de acuerdo con esto, pero no desde una perspectiva vulgar de la democracia o de un fetichismo de la democracia, como se había puesto de moda con los intelectuales de izquierda que abandonaban el marxismo en plena crisis del marxismo de los años setenta. Él planteaba, primero, la idea de la democracia como una conquista popular contra las clases conservadoras, contra la derecha. De hecho, a lo largo de toda la historia, cuando la burguesía instaura la representación política, no instaura la democracia, sino meramente la representación política. La democracia entendida como voluntad popular implicó mucho más, e implicó una cantidad enorme de luchas populares.
Cuando Poulantzas piensa en la democracia, piensa también en este sistema representativo, y él denuncia ese sistema. Él sabe que los padres fundadores de la representación norteamericana, la idea de la división de poderes, del poder judicial como balance del poder, del poder ejecutivo, del poder legislativo, de la doble cámara y de toda una serie de instituciones de la Constitución norteamericana, están en función de recortar la voluntad popular y de limitar la posibilidad de que la masa popular, la chusma se haga e imponga su voluntad. Poulantzas entiende perfectamente eso. Entiende que la democracia está recortada de tal manera que el poder siempre caiga en la nobleza, en la oligarquía, en el poder político de turno, en las élites, y que no llegue al poder popular. Por eso él ve como una conquista popular al derribe del voto indirecto, o a la ampliación del sufragio hacia otros sectores de la población, pues antes era censitario, y tenías que tener una propiedad o ingresos declarados para poder votar. Entonces, siguiendo ese contexto de ampliación de la democracia, de voto femenino, de conquista popular, Poulantzas plantea la idea de la radicalización de la democracia, y no está pensando precisamente en esta democracia que defiende el status quo.
En América Latina estamos viendo, por ejemplo, cómo se instrumentaliza el poder judicial para oponerse a gobiernos populares, más o menos de izquierda, más o menos radicales, más o menos reformistas. Vemos cómo el sistema judicial funciona para imponer, para bloquear cualquier perspectiva de cambio. ¿Cómo funciona la Corte Suprema?, ¿cómo funcionan distintas instituciones?, ¿cómo tienen que funcionar los bancos centrales independientes para que gobiernos populares no tengan la capacidad del manejo de la economía, del manejo de la moneda, de las tasas de interés, etcétera? Es decir, cómo hay instituciones de esta democracia que tratan de recortar el poder popular. Entonces cuando Poulantzas habla de esa democracia plantea, justamente, el proceso de radicalización de la democracia.
Entonces me parece que, en ese sentido, él tiene una mirada que es mucho más rica que la de aquellos intelectuales que abandonaban el barco y decían: la democracia está bien, la democracia es lo mejor o lo menos malo. Aquellos pensadores del lado de la vulgaridad, de la defensa de las instituciones y de la democracia sin entender que en la génesis de este fenómeno democrático está también la voluntad de las clases dominantes de impedir gobiernos populares. Entonces vienen los golpes militares, los golpes blandos y los intentos golpistas. Desde Dilma en Brasil, Correa en Ecuador o Chávez en su momento. O como ahora por ejemplo con Cristina, tratando de montar permanentemente acusaciones, lo que de hecho es una proscripción política por la vía judicial. Independientemente de los grados de radicalización de izquierda o de lo que fuera de Correa, de Dilma o de Cristina, independientemente de esto, no son personajes a gusto de las clases dominantes, a gusto de las élites políticas, a gusto de la oligarquía judicial en América Latina. Entonces son distintos los instrumentos que tienen para impedir esa voluntad popular.
Del estatismo autoritario al neoliberalismo autoritario
Poulantzas también desarrolló otro concepto que es el de estatismo autoritario. Él pensó en el Estado en crisis a mediados de los años setenta, pensó que la crisis del Estado de bienestar y del keynesianismo iba a ser respondido por las clases dominantes mediante un mayor acercamiento entre clase dominante y Estado. Para Poulantzas íbamos a ver un Estado de mayor control de las políticas de seguridad, mayor concentración del poder ejecutivo frente al poder legislativo y deliberativo, un Estado más represivo dentro de la democracia, dentro de lo que es el sistema democrático y la representación electoral. Él decía que, por lo menos la europea, iba a ser una sociedad y un Estado cada vez menos democrático, cada vez más restringido, cada vez más autoritario. Estas tendencias circulares al autoritarismo, que él consideraba que eran fruto de la crisis del Estado y consustanciales al sistema capitalista, no se dieron exactamente como lo pensó Poulantzas, pues no hubo un reforzamiento del aparato del Estado en ese conjunto. Lo que hubo fue un reforzamiento del poder de las clases dominantes en el mercado, hubo un proceso de privatización, de neoliberalización después de los ochenta. Lo que vemos es una tendencia distinta a lo que imaginaba Poulantzas. Pero muchos otros autores neo-poulantzianos o post-poulantzianos toman esta categoría para repensarla como neoliberalismo autoritario, es decir, como tendencias.
Son las tendencias que emergen de una sociedad neoliberal en la cual se refuerzan los sistemas de control poblacional y de control sobre los cuerpos, como ya lo había previsto Foucault. Pensemos en las redes sociales o en el mundo digital actual, en el tratamiento y el control de los datos que tienen de cada uno de nosotros. Todo esto implica el manejo y el control sobre los estilos de consumo a través de los datos que nosotros mismos le proveemos a las grandes corporaciones. Ahora bien, esto lleva a que hoy en día haya muchos autores que hablen del capitalismo de vigilancia, hay muchas categorías para pensar estos fenómenos. Pero al mismo tiempo esto me sugiere la idea de que el control de nuestra vida privada en el mercado refuerza el poder político de los Estados. Lo vimos con Cambridge Analytica en Estados Unidos, vimos cómo los datos que trataban empresas privadas como Facebook fueron el insumo para dirigir la opinión pública en las elecciones norteamericanas. Luego se descubrió que justamente Cambridge Analytica manejaba los datos de cada uno y segmentaba a las poblaciones, ofreciendo discursos políticos y manejando los miedos como si fueran un producto de consumo. Esta es una clara relación del mundo del consumo y el mundo del poder político, del cómo se han tendido a fusionar estos mundos a partir del control de los datos que tienen de nosotros.
Yo me imagino a los servicios secretos en la Unión Soviética en su momento. Decían que era temibles. Uno se imagina una cortina de hierro, el poder policíaco del régimen de Alemania oriental, del estalinismo, ¡una cosa tremenda!, ¡controlan todo!, ¡saben todo de nosotros! Esto se veía en las películas de espionaje, veían hasta la basura que uno tiraba, espiaban, sabían todo de uno. Cuando se abren los archivos de la Stasi se decía que este órgano conocía la vida privada de más de un tercio de la población, ¡una cosa tremenda! Más de un tercio de la población de todo un país. Eso sí que era un poder político-jurídico tremendo.
Ahora bien, hoy en día eso es un juego de chicos al lado de lo que conoce el capitalismo corporativo de cada uno de nosotros. Porque conocen quiénes somos, hacia dónde viajamos cada día y desde dónde nos movemos; dónde vivimos, dónde trabajamos y qué consumimos. Conocen si hacemos deporte y cuánto caminamos. Conocen nuestra vida. Si alguien usa un reloj que provee datos, conocen la salud de la persona. Conocen tal cantidad de información de cada persona que, si consideramos los sistemas de inteligencia de la Stasi, parecen hoy un juego de niños, principiantes al lado del manejo de datos que hoy día tiene el capitalismo de vigilancia.
Entonces esta idea de estatismo autoritario de Poulantzas, que después la podemos reformular como neoliberalismo autoritario, nos hace pensar en estos nuevos procesos, en cómo el neoliberalismo a través del empoderamiento del mercado controla cada vez más, y cómo el mercado y el Estado ejercen un control fortísimo sobre la sociedad, sobre las poblaciones y sobre las opciones políticas. Esto no significa que no hay brechas, hay una enorme cantidad de brechas. Como lo había dicho Poulantzas, el Estado es un campo de disputa. Así como existe control social, existen revueltas populares y movilizaciones. Ustedes las vivieron, las protagonizaron hace poco tiempo y la protagonizaron los estudiantes y las mujeres en Chile, y también las protagonizamos nosotros en Argentina en 2001. Es decir, hay rebeliones populares y por eso el Estado es un campo de disputa. Entonces son dos conceptos, dos motores muy fuertes que aporta Poulantzas para pensar procesos actuales: el concepto de estatismo autoritario y el concepto de Estado relacional.
Pensar otra vez el Estado en América Latina
No nos interesa simplemente hacer una exégesis o una lectura pasada de las categorías poulantzianas. Nuestro interés está en la actualidad de América Latina. Por ejemplo, el papel del Estado en América Latina y, en este caso, la idea del Estado instrumental que tiene muchos problemas para pensar la región. El Estado siempre ha cumplido un papel relevante en América Latina, ya sea para para el control social a través de las dictaduras militares o de gobiernos de derecha, o ya sea para movimientos nacional-populares que de alguna u otra manera —basados en el apoyo popular— ejercieron o imprimieron transformaciones sociales durante el siglo XX o en los gobiernos post-neoliberales de los años 2000 (Chávez, Evo Morales, Néstor Kirchner, Lula, etcétera). Entonces existe una dialéctica entre Estado y sociedad que es importante no atraparla en esa categoría de Estado instrumental, sino en categorías que nos permitan pensar históricamente la idea.
Bob Jessop, que es uno de los continuadores y reformuladores de la obra de Nicos Poulantzas, decía que cuando Poulantzas pensó que había terminado finalmente su obra, su teoría marxista del Estado, paradójicamente lo que hizo fue abrir muchas preguntas. De acuerdo con Jessop, Poulantzas no logró una teoría marxista del Estado porque el Estado es histórico y está contextualizado, está determinado. Si es el producto o la condensación material de relaciones de fuerza, pues estas relaciones de fuerza son enormemente cambiantes. Entonces hay teoría del Estado, por supuesto, pero no es una teoría de un rango abarcativo o metafísica, sino que apuntaba a una teoría de rango intermedio. La idea de que podemos servirnos de instrumentos teóricos, de categorías teóricas, pero para pensar la realidad, para pensar históricamente. En este caso también en América Latina se trata de pensar históricamente.
A partir de estas categorías es que otros autores van a desarrollar la teoría del Estado. Bob Jessop o Fred Bloch, por ejemplo. Por un lado, Jessop trata de pensar lo que Poulantzas había definido como una condensación estructural, como la idea del Estado capitalista. Para Poulantzas el Estado capitalista es una relación de fuerzas y está en disputa, y sin embargo, es capitalista pues hay determinadas orientaciones, determinadas tendencias innatas de las estructuras capitalistas que lo hacen decidir, volcarse, inclinarse o inclinar la cancha (volviendo al fútbol) a favor de la clase capitalista. Jessop va a decir que no es algo estructural, sino estratégico. ¿Y qué significa “estratégico”?, que la cancha está volcada, pero podría no estarlo, que los actores también pueden actuar sobre esa cancha torcida y torcerla para el otro lado. Es decir, se trata de superar esa mirada más estructuralista que provenía de los aportes de Althusser y que, si bien le habían brindado muchas buenas ideas a Poulantzas, Jessop trata de mirar para el otro lado. Dice algo así como: hay un campo estratégico de lucha y en este campo estratégico hay unas restricciones estructurales, pero esas restricciones estructurales pueden ser respondidas.
Otra cosa que dice Jessop es: las instituciones importan. Tomando determinadas categorías del institucionalismo histórico y del institucionalismo discursivo. Jessop es consciente que los institucionalistas en general tratan de mirar la historia de las instituciones por fuera de la sociedad, por fuera de las luchas, por fuera de la lucha de clases. Pero es una ciencia que no nos interesa así, pero sí nos interesa pensar que las instituciones realmente actúan e importan. Una vez que las relaciones de fuerza condensan la materialidad institucional, esas leyes, esas instituciones, también delimitan un campo de opciones. Entonces por eso dice que las instituciones importan, y no solamente importan las instituciones, sino que importan también los discursos y las narrativas.
Ahí tenemos algunos de los aportes de Bob Jessop frente a la obra de Nicos Poulantzas. Para Jessop Poulantzas es el clásico moderno: “Es un clásico moderno, volvemos siempre a él, pero al mismo tiempo necesitamos superarlo”. Y entonces por eso, al plantear la importancia de las instituciones y del Estado, Jessop va a cuestionar esta idea de la autonomía relativa del Estado en el marxismo. Pues básicamente encarna la idea de que, llegado a un punto, la economía termina primando sobre cualquier otra esfera de la vida social. Para Jessop, Poulantzas dijo eso porque en el campo en el que se movía en los años setenta, no podía decir otra cosa. Para decir que era marxista tenía que respetar esta idea de la determinación en última instancia de la economía. Pero en realidad, va a decir Jessop, es que no hay una última instancia, nunca llegamos a la última instancia. En el proceso histórico, cuando queremos descubrir cuál es la última instancia, lo que vemos son eventos políticos, no vemos eventos económicos que nos indiquen un punto final de los eventos políticos. No dominan las relaciones sociales de producción abstractas, sino que siguen dominando los fenómenos políticos. Ahora bien. por supuesto hay restricciones estructurales económicas que hacen a los actores, que imprimen límites a los actores, pero no una teoría de la última instancia. Jessop va a plantear entonces la importancia de los factores políticos hablando de la importancia del Estado.
Hay otro autor que se llama Fred Block, es un sociólogo norteamericano crítico e hizo sus primeras apariciones en Berkeley, en un momento de efervescencia de lucha por los derechos civiles y la lucha contra la guerra de Vietnam. Él va a plantear que hay que ir más allá de la última instancia y pensar la política, como nos invitó a hacer Poulantzas, pero ir más allá. Por ejemplo, la idea de las élites políticas. Block va a decir que las élites políticas no son un instrumento ni tienen relación directa con el poder económico, sino que son un actor más. La élite política no tiene por qué subordinarse a los intereses del poder económico. En general lo hacen, y en general la élite política se subordina a los intereses económicos de la clase capitalista. De igual modo el Estado, en muchas ocasiones algunas instituciones están capturadas directamente por determinados sectores de la clase dominante, eso es indiscutible, pero pudiera no pasar. Puede ser que bajo determinadas circunstancias de crisis, donde se debilita el poder de la clase dominante, la élite política, la burocracia política pueda utilizar a las clases populares o aliarse a las clases populares en contra de las clases dominantes. Y también puede ser al revés. La élite política puede más bien aliarse a la clase capitalista en contra de los sectores populares. En América Latina hay mucho de eso, la región está plagada de caudillos políticos, caudillos militares, dirigentes políticos, partidos en alianza con sindicatos o con movimientos sociales que han generado los fenómenos de lo nacional-popular que conocemos desde la época de Cárdenas en México hasta hoy.
América Latina es una fábrica ilimitada de movimientos nacional-populares, de fenómenos que son incomprensibles para un sociólogo europeo. Los sociólogos europeos no pueden entender algo como el peronismo o el varguismo… son incomprensibles, y muchas veces son incomprensibles incluso para nosotros mismos. Los europeos no pueden, no les entra en la cabeza, por ejemplo, fenómenos como el peronismo, que tienen derecha, izquierda y centro; que un día son neoliberales y al otro no lo son. Es muy difícil entenderlo, pero mucho más difícil para un europeo que tiene una mayor delimitación de la ciencia política.
Retomando un poquito los aportes del neoestatismo de Fred Block, de Peter Evans u otros autores, se puede pensar también el desarrollo en los países del tercer mundo, del mundo periférico. Por ejemplo, Fred Block compara el proceso de industrialización de los países del sudeste asiático con los países de América Latina. Para Block, en su un rastreo de las diferencias que hay entre estos, el Estado en el sudeste asiático logró —por determinadas circunstancias que no vienen al caso— liderar procesos de desarrollo y de innovación liderados por el Estado y no por el mercado. No fue el mercado, fueron procesos de desarrollo más bien estatistas los que permitieron la industrialización, e incluso, la transformación en plataformas exportadoras como las de Corea que, por ejemplo, terminaron ganando una gran parte del mercado automovilístico norteamericano. Esto tuvo que ver con cómo el Estado lideró procesos de innovación tecnológica e industrial y subordinó a las corporaciones; tiene que ver con cómo en América Latina justamente esto no sucedió, y el Estado siempre ha sido liderado por las oligarquías, la burguesía agraria y la burguesía industrial. Estas oligarquías y burguesías latinoamericanas, lejos de impulsar procesos de innovación, desarrollaron ganancias rápidas, ganancias espurias o directamente ligadas a la exportación de materias primas, así debilitaron los procesos de industrialización, los deformaron o crearon contradicciones muy fuertes en los procesos de industrialización.
Y otro autor, Michael Mann, que es quizás el más alejado de Poulantzas, plantea —en un chiste medio cierto— que a Poulantzas le importa más la teoría que la realidad. Mann coqueteó, digamos, con las ideas de Poulantzas y después se fue abriendo y desarrollando una enorme sociología histórica, una historia del poder, del poder social desde la época de los asirios y los babilonios hasta nuestros días. Perry Anderson llegó a decir que era el Weber contemporáneo. Es un monstruo de la sociología histórica y desarrolló también una teoría del Estado, pero no les quiero aburrir con toda la reseña histórica de Michael Mann, sino mencionar simplemente dos o tres aspectos que trabajó en un artículo sobre la crisis del Estado en América Latina. Allí Mann planteó, básicamente, el hecho de que en América Latina el origen del Estado no estuvo en el ejército o en la monarquía absoluta, como sí lo fue en Europa. Tampoco estuvo en la guerra que fortaleció la extracción fiscal también en Europa, sino más bien en el comercio. Este hecho, contradictoriamente, debilitó la capacidad misma de los Estados.
La capacidad fiscal de los Estados en América Latina siempre fue muy débil, de ahí que las oligarquías y la burguesía no tributaran o tributaran muy poco. Se fortalecen las oligarquías y, al mismo tiempo, debilitan la capacidad de los Estados. En cambio, en Europa las monarquías absolutas tuvieron que dar representación porque: “no pago impuestos sin representación” (“no taxation without representation”). La monarquía se vio obligada a dar la representación política, pero logró un nivel de fiscalidad enorme, un nivel de fiscalidad que nunca antes en la historia se había dado. En América Latina esto no sucedió, y los Estados no fueron burocracias fuertes sino débiles con relación al poder que tenía la burguesía agraria principalmente, con relación a las oligarquías en el siglo XIX. De alguna manera esto selló un derrotero para el Estado en América Latina con idas y vueltas, con capacidades infraestructurales debilitadas y, por tanto, con problemas para las clases populares, pues el debilitamiento fiscal del Estado implicó una desigualdad enorme, una incapacidad estatal de igualar socialmente, una incapacidad fiscal del Estado en la región. No por casualidad América Latina es el continente más desigual de todos los continentes. En la historia, estas desigualdades solo se mitigan muchas veces a través de catástrofes, de guerras, en períodos de colapsos estatales o en pandemias.
Pero bueno, tenemos la capacidad fiscal debilitada, y por otro lado, la intervención norteamericana en nuestro continente. A diferencia de Europa, los Estados Unidos han impedido o bloqueado el juego político y los procesos de modernización política en la región. Han impedido gobiernos de izquierda, contrario al caso europeo donde sí hubo alternancia entre gobiernos de izquierda y derecha. Por el contrario, los Estados Unidos boicotearon gobiernos como el de Allende, a muchos otros los atacaron con golpes militares. El papel que Estados Unidos ha tenido en América Latina también es un dato, es un elemento para pensar el Estado en América Latina y las capacidades debilitadas de los Estados en la región para lograr procesos de integración social como los generados en Europa con los Estados de bienestar.
Bueno, este es el panorama, solo quería transmitirles un poco de algunos de los autores que hemos trabajado. La idea es pensar el Estado contemporáneamente, y simplemente tomamos a estos autores como una referencia, porque pensamos que algunas de esas categorías siguen vivas, son útiles, son instrumentos adecuados para pensar al Estado. Algunas categorías ya no lo son, y entonces hay que reformularlas. Quizás la teoría de clases de Poulantzas, y algunas otras, han quedado más desactualizadas que otras, en fin… las tomamos en la medida en que nos permiten abrir la cabeza y pensar por nuestra propia cabeza en la sociedad en la que vivimos.