“El pueblo se salva a sí mismo en la medida en que asuma que es poder”: Una entrevista a Francia Márquez
Francia Márquez, mujer negra y caucana, es un símbolo de lucha en todo el país. Su presencia en el escenario político hoy pasa por el reconocimiento de las reivindicaciones medio ambientales, por las negritudes, las mujeres, la paz, y ahora, en el fútbol. ¿Cómo convergen todas estas luchas en la realidad colombiana? Una entrevista con una de las voces más agudas y contundentes, en el marco de uno procesos de movilización más fuertes que ha tenido Colombia en su historia reciente.
¿Cuál es la lectura que tiene de este momento de coyuntura en Colombia, dentro y fuera del estallido social de los últimos dos meses?
Efectivamente este es un momento de cambio. Es un momento de transformación para este país, donde ya hay un cansancio en la gente empobrecida, en la gente de abajo, en la gente de la periferia, la gente excluida históricamente. Lo que el estallido social refleja es que la gente no está dispuesta a seguir aguantando, y que lo que hay es gente que está dispuesta a parir un cambio para esta nación, para este país. Yo creo que eso es lo que está ocurriendo ahora. Es una respuesta a tantas violencias sistemáticas y estructurales, que se ejercen de manera permanente, que se han ejercido de manera histórica.
La mayoría de los colombianos y colombianas no hemos tenido derechos, no hemos tenido bienestar, no hemos tenido dignidad. Sí hemos vivido, en cambio, en medio de las tragedias y del sufrimiento, y yo creo que es que ya no aguantamos, ya estamos cansados y por eso tanto levantamiento. Además, la gente que ha padecido la guerra le dijo sí a la paz, así otros nos condenaran a seguir en la guerra. El silenciamiento de los fusiles es un grito desesperado que sale de las madres que han perdido a sus hijos, de los pueblos étnicos, de los sectores sociales; que sale de la juventud que no quiere seguir siendo usada como un instrumento de guerra, que sale de las mujeres que no quieren seguir pariendo hijos para la guerra.
Ante todo, ese estallido social, la maquinaria de la muerte implementada no sólo por este gobierno, sino por todos los gobiernos que hemos tenido, responde siempre de la forma en que saben hacerlo, de la forma en que creen someter al pueblo: usando la violencia, usando el hambre, el terror, la exclusión, el racismo, el patriarcado.
Yo creo que eso es lo que está ahí hoy, esta generación dice no aguantamos más y hay que parir un cambio y el cambio se da desde abajo, desde las jóvenes de primeras líneas, que siempre han estado en primera línea. Como decía una compañera, los jóvenes que siempre han estado en primera línea son los jóvenes negros, en la primera línea de la muerte. Esto no empezó ahora con el paro, nosotros siempre hemos estado en primera línea de la muerte.
Hay quienes dicen que la transformación en Colombia tiene que pasar también por un cambio institucional, por un cambio en el Congreso y la apuesta por nuevas representaciones. En relación con su precandidatura presidencial, ¿cómo lee esa propuesta? ¿cree que la transformación si está en esas instituciones, o dónde se gesta ese cambio?
Ocupar los espacios de la política representativa no es un fin en sí, sino un medio. Un medio para ese cambio necesario, pero el cambio está en la sociedad, el cambio está en el pueblo, el cambio está en la raíz, es decir, en la gente. Yo creo que el cambio está ahí en la misma gente excluida, El día que nos demos cuenta del poder que tenemos como pueblos, como hombres, como mujeres, como juventud —que de hecho creo que lo que está pasando es que nos estamos dando cuenta de dónde está el poder real—, pues yo creo que muchas cosas van a cambiar.
Las instituciones no son instituciones sin más, en ellas habitan seres humanos que tienen unas visiones, unos pensamientos, unos intereses específicos. Hoy por supuesto esas instituciones tienen que ser ocupadas, el Estado tiene que ser ocupado, porque siempre ha estado ocupado por hombres, blancos, privilegiados de supremacía, de esa supremacía blanca. Es hora de que el pueblo se salve a sí mismo, y el pueblo se salva a sí mismo en la medida en que asuma que es poder, en la medida en que asuma que transformar el destino, transformar esa situación, está en sus manos.
Entonces ahí es importante la transformación de la institución: hay que asumir el desafío de ser fuertes desde abajo, de ese poder popular, ese poder social, ese poder de los pueblos, ese poder de la juventud; que se transmita y se transfiera a la ocupación del Estado.
Sabemos que como mujeres el camino para abrirse tanto en los cauces políticos desde abajo como en las instituciones es y ha sido siempre muy difícil, ¿podrías contarnos un poco de esa experiencia que has tenido como mujer?
Efectivamente no sólo como mujer, sino como parte de un pueblo racializado históricamente, excluido, marginado históricamente, no ha sido fácil. No es fácil intentar ocupar el Estado, porque el Estado también tiene sus trampas, y como el juego lo ha construido la élite, pues cada vez que intentamos jugar cambian las reglas del juego. Creo que el gran desafío está en cómo construimos unas reglas propias del juego para ocupar el Estado. No es fácil para una mujer como yo. No ha sido fácil por las narrativas, por la violencia que se ejerce; no solamente la violencia física, sino una violencia que es narrativa, sistemática e integral, y esas son formas de violencia que se transmiten a la sociedad y que luego la sociedad reproduce.
No es fácil hacer esto, pero tampoco es imposible, y lo que toca es luchar para cambiar las cosas que nos parece que están mal, para transformar las cosas que nos parece que son injustas, y yo sí creo que nos merecemos otro lugar. Ayer una compañera decía: “a nosotros nos tocó crecer en esta en esta Colombia llena de incertidumbres, en esta Colombia que es asesinada con las balas de la patria, en donde los sueños de los jóvenes se instrumentalizan y en donde se usan los cuerpos de las mujeres como botín de guerra”. Esta Colombia que expropia la condición humana de muchas personas, aquí fue que nos tocó crecer. Nos tocó crecer en esta Colombia que prioriza la guerra antes que la paz, porque la guerra significa luego vender, en el marco de su visión de democracia, seguridad. Y esa es la seguridad democrática, por ejemplo, que nos han vendido. Pero hay otros tipos de seguridad, todos los gobiernos nos han vendido seguridad, pero la realidad es que esa seguridad no es real. Eso ha sido un discurso para mantenerse como supremacía, como élite en el poder, para ocupar el Estado diciendo que son las mayorías, cuando en realidad son una minoría. No pasan de 40 familias las que nos han gobernado en estos 200 años de república. Ahí está el asunto, yo creo que es importante transgredir eso, asumir ese desafío. Esta es la Colombia en que nos tocó nacer, pero tenemos la responsabilidad de legarle un mejor lugar a nuestros hijos, a nuestros nietos, a los renacientes y a las próximas generaciones.
Hemos compartido antes alrededor del proyecto Reinventando la pelota, en torno a la idea de paz en el fútbol. ¿Cuál fue tu motivación para empezar a trabajar desde ahí, y también, cómo lees el rol de las mujeres en este escenario que ha sido tan masculinizado?
Yo crecí en una comunidad donde se han parido muchos talentos futbolísticos, mi familia es una familia que tiene toda una historia de fútbol. Nunca llegamos al fútbol profesional, solo Steven Lucumi que es primo de nosotros, pero mis hermanos todos fueron jugadores muy buenos de fútbol y mis primas también. En mi comunidad nosotros crecimos con los campeonatos de fútbol que organizaba mi tío, que organizaban en mi familia, los Mina, quienes realizaban los campeonatos de fútbol en el municipio. Y en el fútbol que se jugaba en el municipio mi comunidad siempre era campeona, no sólo en fútbol masculino, sino también femenino.
Ahora tengo una sobrina que está entrenando en el América, pero mis hermanos todos pudieron haber sido futbolistas profesionales; sin embargo, nunca tuvieron esa oportunidad de jugarlo profesionalmente, porque estábamos en zona rural y desde allá para venir a entrenar a Cali, que es donde están las escuelas de fútbol, no teníamos recursos. Uno de mis hermanos llegó hasta la primera c del América y después se aburrió porque los guayos, que el uniforme, que el transporte, todos los días ir y venir. No tenía quién le apoyara económicamente. Pero a través del fútbol nosotros nos articulábamos en la comunidad, el fútbol era como esa forma de ir generando vínculos familiares muy fuertes.
La experiencia que tengo del fútbol es esa, yo no tengo la experiencia de matarse por la camiseta. Eso yo no lo tengo en mi comunidad, en mi municipio siempre el fútbol ha sido una forma de generar como un arraigo, un vínculo en los jóvenes, de generar paz. Amamos este deporte, no porque se puede escalar a llegar a ser profesionales, esa es una opción, lo amamos porque nos permite tejer, nos permite encontrarnos, nos permite generar una raíz con una apropiación, un liderazgo también en el proceso, y esa es la experiencia que yo tengo.
Haberme encontrado con varios compañeros ahora en esto, en ese camino político y después dialogar con muchas de ustedes también, y verlas ahí con esa pasión de la camiseta, a mí me permite soñar. Sueño con que un día nuestras diferencias no nos lleven a perder la vida, que la diferencia sea una virtud muy poderosa, muy fuerte, para construir colectivamente y no una virtud para considerar que porque el otro tiene la camiseta de un color y el otro de la otra entonces yo tengo el derecho a quitar la vida de esa otra persona. Eso es producto de la cultura del narcotráfico, de la cultura de la guerra que se sembró en este país y que, por supuesto, ha atravesado y que ha llegado al fútbol, que ha llegado a la hinchada. Hay que romper con eso y decir “es que aquí le reivindicamos la pelota” —como ustedes dicen de manera tan poderosa—, pero también es la pelota por la vida, el juego por la vida es el juego por la dignidad, es el juego por la justicia y el juego por construir familia extensa.
Cuando juega el América o el Cali nosotros nos bromeamos, los caleños, los americanos, pero nunca esa broma pasa a una agresión. Yo nunca he visto a los jóvenes de mi municipio agredirse por una camiseta. Las discusiones en tiempos del fútbol son fuertes, y las mujeres también hemos ido tomando liderazgo. Yo valoro mucho el esfuerzo que ustedes hacen porque eso ha hecho que mi sobrina hoy diga “yo voy a ser futbolista de este país” y esté ahora en el América entrenando y haciendo todos sus esfuerzos por ser una futbolista profesional, por representar el fútbol femenino. Eso es producto de lo que ella ha ido viendo, de lo que ustedes han enseñado. Siempre hemos tenido en la comunidad como esas dos visiones del fútbol femenino, se hace un campeonato y nunca es un campeonato sólo masculino, sino también a la par hay un campeonato femenino donde juegan las mujeres. Yo no fui muy buena futbolista, pero en mi casa hubo muy buenas futbolistas mujeres, arqueras, delanteras y defensas.
Cuando juega la selección Colombia todos nos ponemos la camiseta y sentimos es alegría, ahí es cuando yo siento que Colombia se une. Yo creo que podemos poner esa misma pasión, esa misma energía para unir nuestro país, para sanar este país de tanto dolor, para parar la guerra, la violencia. Yo creo que tenemos un poder muy grande, no solamente los hinchas, sino también los futbolistas. Yo hoy estoy contentísima, siendo una mujer ambientalista con lo que acaba de hacer Cristiano Ronaldo, de darse cuenta de su poder. Yo le estaba contando a mi compañera cómo dejé de tomar desde hace muchos años Coca Cola para hacer el boicot, pero Ronaldo apenas coge esa botella y la pone a un ladito, e hizo lo que nosotros no hemos podido lograr en tantos años.
Los deportistas, del fútbol y de otros deportes, tienen todos que darse cuenta de su poder, del poder que tienen para generar cambios positivos, cambios en términos de la justicia, no solamente en nuestro país sino en el planeta. Yo creo que es muy importante, yo veo a Yerry Mina en Guachené moviéndose, inspirando estos jóvenes y a mí me da alegría saber que, en un territorio como Guachené, en un territorio como Norte del Cauca, que han estado tan llenos de violencia siempre, las acciones que este futbolista hace generan una esperanza para los niños, las niñas y para los jóvenes. Mi gran sueño es que mañana todas las camisetas de las hinchadas de los diferentes equipos puedan encontrarse sin verse como un enemigo. Porque nos enseñaron a vernos como un enemigo interno, y eso es producto de la guerra. Que nos podamos construir en la diferencia, que podamos tejer en la diferencia y que podamos ver en la diferencia una virtud y el poder real para transformar; yo creo que ahí ustedes tienen un poder muy grande, que hay que usar.