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“La masculinidad interpelada”. Nuevo especial de Lanzas y Letras

Los feminismos analizan, en principio, las condiciones estructurales de opresión de las mujeres. Esta tarea, sin embargo, es insuficiente sino se ocupa igualmente de pensar la existencia de los hombres como algo más que simples victimarios. Estas son las reflexiones de hombres y mujeres que se han ocupado de pensarse la masculinidad, sus implicaciones y las posibles formas de subvertirla. [Ilustra: Julián Yela].

Por: Leonardo García.* Interpelar es el acto de exigir, requerir o pedir explicaciones sobre un asunto que nos interesa, nos compete o afecta. La masculinidad es uno de esos asuntos. Actualmente, como en ningún momento de la historia, la masculinidad es objeto de reclamos sobre su papel en el mantenimiento del orden social patriarcal. Los cuestionamientos provienen desde el movimiento social de mujeres y el movimiento LGBTIQ+1, sin embargo, cada vez son más los hombres que nos sumamos a este ejercicio de interrogación a la masculinidad patriarcal.

La masculinidad es un dispositivo de poder que cumple la función de garantizar el sostenimiento de la división patriarcal del mundo, esto quiere decir, mantener la dominación masculina sobre las mujeres y las diversidades sexo genéricas. Para ello, a los hombres se nos asignó la tarea de disciplinar y controlar cualquier acción que pueda salirse del guión que hombres y mujeres deberían seguir para ser reconocidos como tales en el marco de sociedades que solo reconocen el binarismo como formato único para la identidad de género y la heterosexualidad como expresión legítima y exclusiva del deseo. La discriminación y las violencias son las respuestas comunes para quienes se alejan de la norma. Así, desde ese lugar de poder, durante muchos años, la masculinidad en singular representó a la humanidad y se convirtió en el parámetro para establecer jerarquías entre los géneros y como modelo único a seguir para los hombres cisgénero.2 A este estándar de la masculinidad se le conoce como masculinidad hegemónica. En ese contexto, históricamente la masculinidad se ha presentado como una experiencia homogénea, anclada al orden de lo natural y asociada a los hombres cis como su referente. No obstante, esa narrativa ha sido disputada, y como todas las construcciones sociales está experimentado transformaciones que amplían su significado y la abren a otro tipo de experiencias desde cuerpos, subjetividades y militancias políticas diversas.

Lamentablemente, la respuesta social y particularmente de los hombres frente a los cuestionamientos sobre las desigualdades y las violencias masculinas no se han articulado a la velocidad de los reclamos de las mujeres, las personas LGBTIQ+ y muchos hombres que reconocen los altos costos del modelo y su incompatibilidad con el sostenimiento y cuidado de la vida. Al contrario, son más las resistencias que se han generado y ante el efecto perverso de la autosuficiencia masculina, las incertidumbres que experimentan los hombres ante el empoderamiento de las mujeres y las reconfiguraciones en las relaciones de poder, los roles, el uso del tiempo, el espacio, los recursos y el cuerpo, se ha traducido en la crueldad y el incremento de las violencias de género.

Los hombres no se reconocen como sujetos de género, esto significa, que en la cotidianidad consideran que el género hace alusión a las mujeres o las diversidades sexo genéricas, que es un tema que les corresponden a estos grupos, que son sus luchas y que estas no tienen nada que ver con ellos. Esta maniobra elusiva pretende sacar a los hombres de la ecuación de las desigualdades y las violencias y los aleja de conocer sobre dichas realidades e impide su involucramiento como sujetos políticos en el reconocimiento de sus privilegios, sus violencias o la complicidad frente a las violencias de otros. En consecuencia, es imperativo hacer visible la masculinidad, que los hombres asuman la responsabilidad frente a los mandatos que encarnan y defienden haciéndose cargo de sus procesos.

El especial “La masculinidad interpelada” es el resultado de un ejercicio de reflexión y debate realizado en el curso Masculinidades Plurales, de la Maestría de Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar en Ecuador, con el cual se busca hacer visible la masculinidad como un dispositivo de poder e interpelar los diversos mecanismos y maniobras que utiliza para producir y mantener relaciones de dominación sobre las mujeres y las personas LGBTIQ+.

En alianza con la Revista Lanzas y Letras a través de este número especial pretendemos abrir un espacio de reflexión que saque la masculinidad del abordaje académico, como si se tratara de un asunto teórico y la acerque de forma situada a las realidades de quienes la encarnan cotidianamente y de quienes la interpelan desde sus cuerpos y subjetividades.

La masculinidad interpelada recoge seis trabajos de reflexión e investigación elaborados en diversos contextos de América Latina (Argentina, Bolivia, Ecuador y Colombia) a través de los cuales se ofrece un recorrido por las interpelaciones que se están efectuando a la masculinidad normativa, singular y hegemónica.

En el primer artículo Cosa de hombres”, Lina Quevedo, de Colombia, hace un ejercicio autoetnográfico íntimo en el que reflexiona sobre su deseo de ser hombre, el tránsito hacia la masculinidad, los costos de enfrentar al sistema y la posibilidad “de mandar todo a la mierda”.

En el trabajo Romper con la complicidad machista”, Joaquín Coronel y Miguel Barboza, de Argentina, lanzan la pregunta sobre ¿qué podemos hacer los varones frente a la violencia hacia las mujeres, identidades feminizadas y disidencias sexuales? Y comparten algunas claves desde el activismo antipatriarcal para que los hombres nos hagamos cargo de nuestros privilegios, violencias, las desigualdades de género y rompamos la complicidad con el sistema. Finalmente, nos invitan a pensar que hay otras formas de ser varón y desde esa posibilidad nos corresponde pensar colectivamente el rol de los varones en el feminismo.

Navegando la masculinidad”, de Fabián Barba, Daría #LaMaracx y Esteban Donoso, de Ecuador, recoge un diálogo colectivo y autobiográfico de Riada, Estelita Monteverde y Allku sobre sus experiencias tensas y conflictivas con la masculinidad como un imperativo frente al cual estaban destinadxs a fallar. En el texto, abordan la pregunta de qué significa ser un hombre para niños que no se sienten como tal y se ven obligados a pasar (aparentar) para sobrevivir a un proceso de masculinización que les llevó al deseo de la invisibilidad. Además, cómo resistieron individual y colectivamente para no identificarse con esa identidad y con el “pacto heteropatriarcal en el que la masculinidad se entiende como un ejercicio de dominación sobre los sujetos mujeres”.

En el artículo “Los seis mensajes de la violencia en la construcción de la masculinidad militar de sargentos del Ejército de Bolivia”, Daniela A. Elías, de Bolivia, presenta los resultados de su investigación desde su lugar como feminista y con un enfoque interseccional nos muestra cómo la institución del Ejercito de Bolivia construye una masculinidad hegemónica y en su proceso despliega una serie de dispositivos de control y disciplinamiento con el fin de producir cuerpos disponibles para el ejercicio de la violencia. En ese camino la autora nos detalla el papel de la violencia en la formación de la masculinidad y los mensajes que emplea, los privilegios y los costos que tiene para los hombres de acuerdo a su clase y origen étnico.

Carolina Dorado, de Colombia, en su trabajo “Masculinidad bélica: la violencia sexual en el conflicto armado colombiano”, hace una revisión del conflicto armado en el país, y toma como referencia el caso de la violación de una niña de 12 años de la comunidad Embera Katío por parte de integrantes del Ejercito de Colombia, para evidenciar que existe una relación directa entre la producción de masculinidades militares y la violencia hacia el cuerpo de las mujeres. En este sentido, el artículo se encuentra con el de Daniela A. Elías en el sentido que establecen la existencia de la producción de una masculinidad bélica hegemónica que dispone el cuerpo de los hombres para el ejercicio de la violencia y el de las mujeres como un territorio de disputa para el despliegue de su poder patriarcal.

Para cerrar este recorrido, Tatiana Landín, de Ecuador, en su artículo Espejo electoral: rastros de una masculinidad hegemónica”, realiza un interesante ejercicio de análisis de la configuración de la masculinidad hegemónica en tres contextos totalmente diferentes de la política tradicional: el posible candidato a la presidencia del país, una obra literaria y la historia del primer alcalde indígena en Ecuador. A partir de estos relatos la autora evidencia la existencia de una matriz compartida, de clase y pertenencia étnica, a partir de la cual tienen lugar los “pactos cómplices y de dominación patriarcal que se escenifican en la plataforma electoral ecuatoriana”.

Notas

* Leonardo García coordinó el especial La masculinidad interpelada, es docente invitado Universidad Andina Simón Bolívar en Ecuador en la maestría de Estudios de la Cultura.

  1. Las siglas hacen referencia a los conceptos: Lesbiana, Gay, Bisexual, Transexual y Transgénero, Intersexual, Queer y el símbolo “+” hace referencia a otras identidades, expresiones de género y orientaciones sexuales que no se identifican con las categorías heteronormativas, como las personas no binarias, asexuales, pansexuales, entre otras.
  2. Cisgénero es un término que hace referencia a las personas cuya identidad de género concuerdan con el género asignado al nacer, es decir, una persona que nace con pene y se identifica como hombre.

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