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Las lanzas y las letras de José de San Martín

Cruzó los Andes con un ejército popular para liberar Chile, pero también con libros y una imprenta: se disponía a librar todas las batallas, también la cultural. A 169 años de su muerte, un acercamiento a su autor preferido, cuyos libros acompañaron aquella gesta transandina.

Ilustración: Villy Villan @villyvillian

Ilustración: Villy Villan @villyvillian

Por Laura Giussani Constenla*. Más allá de ser un gran estratega militar, San Martín poseía una cultura exquisita. Manejaba con fluidez el español y el francés, por lo cual podía leer a los principales pensadores de la época. Entre todos los bártulos que llevó para el cruce de los Andes, estimó que era fundamental poner en una alforja doce ejemplares de un libro del filósofo Thomas Paine destinados a la formación ideológica de los oficiales. No solo eso, al lomo de nueve mulas transportaron una imprenta, un barril de tinta y varias resmas de papel.

Los preparativos de la batalla de Chacabuco incluyeron la construcción de esa imprenta en el pueblo San Felipe. El General sabía que para ganar la última de las batallas iba a necesitar no solo armas, sino proclamas que incitaran a los chilenos a la lucha. Le llevó tres días imprimir los materiales que distribuiría del otro lado de las montañas. Del cruce participaron 5.000 hombres, varios centenares tenían la misión de cargar la imprenta.

¿Quién era Thomas Paine, el autor preferido de San Martín?

Filósofo y escritor autodidacta, nació en 1737 en Gran Bretaña, dentro de una familia humilde. Partió en busca de un mejor destino a Estados Unidos y se convirtió en el ideólogo de la revolución independentista. Entre sus obras más famosas figura La Edad de la Razón, escrita en 1794, en donde sostiene:

“No creo en el credo profesado por la iglesia judía, por la iglesia romana, por la iglesia griega, por la iglesia turca, por la iglesia protestante, ni por cualquier otra iglesia que conozca. Mi mente es mi iglesia. Todas las instituciones eclesiásticas nacionales, ya sean judías, cristianas o turcas, me parecen nada menos que invenciones humanas creadas para horrorizar y esclavizar a la humanidad, y monopolizar el poder y el lucro.”

 

Paine fue reivindicado a lo largo de los años por demócratas, liberales, republicanos y rebeldes varios. Entre ellos, uno de sus principales discípulo fue Bertrand Russell, quien dijo sobre él:“Para nuestros tatarabuelos era una especie de Satán terrenal, un infiel subversivo, rebelde contra su Dios y contra su rey. Se ganó la hostilidad de tres hombres a quienes no se suele relacionar: Pitt, Robespierre y Washington. De éstos, los dos primeros trataron de matarle, mientras el tercero se abstuvo cuidadosamente de salvar su vida. Pitt y Washington lo odiaban porque era demócrata, Robespierre, porque se opuso a su régimen del Terror. Su destino fue siempre ser honrado por los pueblos y odiado por los gobiernos.””

El libro que llevó San Martín pudo haber sido “El Sentido Común”, publicado en 1776 que llegó a vender 120.000 ejemplares. Allí afirmaba que las colonias norteamericanas no obtenían ninguna compensación de Gran Bretaña, un reino interesado exclusivamente a explotar sus riquezas. Por simple sentido común cabía concluir que era necesario independizarse el imperio británico y establecer un gobierno republicano propio. Como era de imaginar, Gran Bretaña lo juzgó -en ausencia- y lo encontró culpable por ese libelo sedicioso. Y no era para menos, el historiador Gordon S. Wood consideró El sentido común como «el folleto más incendiario y popular que se publicó durante la etapa revolucionaria”.

Otro ensayo de Payne fue “Los derechos del Hombre” que en su primera página dice: “¿Quien eres tú, ente mortal y presumido, que te levantas en árbitro de la sociedad, y predominas según se antoja a tu fausto, altanería, interés o ignorancia? ¿Quien te otorgó este derecho, o quien lo estableció en ti? Falso es y usurpado, si no lo has heredado de tu creador, ni recibido de los hombres; luego es preciso vuelva a su origen, que es el del pueblo.”

Al General no se le escapaba la importancia de la comunicación. Y uno de sus ideólogos era un subversivo inglés. Quizás esa fuera una de las razones por las que murió exiliado en Francia el 17 de agosto de 1850.

Éste y otros detalles, se pueden encontrar en el libro “San Martín y el Cruce de los Andes”, de los historiadores cuyanos Edgardo Mendoza y Claudio Monachesi.