Entrevista a Lucas Cifuentes, secretario de Izquierda Libertaria
Por Sergio Segura*. Con el proceso de Concertación en Chile en 1990 se creyó que abría espacio para transformaciones democráticas, después de un largo periodo autoritario con la dictadura militar de Augusto Pinochet. Se reacomodaron fuerzas y nació tiempo después, en 2013, la Nueva Mayoría, una coalición del Partido Socialista y Partido Comunista junto a fuerzas progresistas como la Democracia Cristiana, quienes pusieron en el poder a Michelle Bachelet, sin embargo se fueron arrastrando hacia el neoliberalismo y después de las elecciones de 2017 su futuro tambalea como coalición. Un movimiento de estudiantes que mostró su potencia y capacidad en 2011 sigue vivo y hoy hace parte de los nuevos actores de relevancia de la lucha política del Chile actual.
Conversamos con Lucas Cifuentes, sociólogo y asesor sindical, secretario general de la organización Izquierda Libertaria y uno de los voceros del Frente Amplio. En la entrevista nos cuenta sobre la coyuntura que vive su país, explicando las apuestas y perspectivas que como organización política de izquierda tienen para dar las disputas contra el neoliberalismo a mediano y largo plazo.
Sergio Segura: ¿Cuándo surgió Izquierda Libertaria y bajo qué contexto político y social?
Lucas Cifuentes: Nuestra organización hace parte del proyecto libertario chileno desde hace 15 años, articulando las distintas expresiones que existían desde fines de los años noventa y principios del 2000, las cuales tomaron el camino de una construcción política revolucionaria con definiciones claras, con estructura y programa, alejándose de las posturas de enfoque más “culturalista”. Transitó por distintos momentos y experiencias de lucha: sindicales, territoriales, estudiantiles, y también por distintos momentos de construcción interna y alianzas hacia afuera, con una discusión sobre lo que teníamos que hacer nosotros como libertarios hacia el pueblo de Chile, mutando a este momento que no es un final sino un proceso de tránsito.
Izquierda Libertaria tiene sus raíces en lo que fue la Organización Comunista Libertaria de Chile y el Frente de Estudiantes Libertarios, que al momento de la histórica lucha por la educación gratuita, nos vimos enfrentados a una situación bien compleja: tuvimos parte de la conducción del movimiento estudiantil del 2011. Estuvimos en la calle y en todos los espacios, pero nos dimos cuenta que por la construcción institucional del sistema político y por el estado del movimiento social, era casi imposible poder generar rupturas efectivas que permitieran alcanzar ciertos objetivos a los chilenos y chilenas, no solo tener una vida más digna sino además abrir paso a transformaciones políticas de mayor alcance. Esto lo identificamos de la manera más cruda: después de meses de lucha en la calle, de debates, de construcción de propuesta política, técnica, de diálogo, de propuestas con otros sectores sociales, con un gobierno de derecha muy mal evaluado y una demanda por la educación gratuita con mucha legitimidad social, de todas maneras no se lograban mayores transformaciones.
Identificamos que existe en el aparato institucional chileno una serie de cerrojos, de candados autoritarios, por ejemplo con la Constitución, que fue escrita en dictadura, que impiden que los avances de las luchas sociales puedan tener un resultado de mayor alcance. Decidimos dar este ajuste táctico y también incursionar en el espacio institucional electoral, toda vez que hemos definido como eje estratégico con el actual periodo que está viviendo Chile lo que denominamos “ruptura democrática”, es decir, la posibilidad de construir una nueva política de izquierda y de orientación socialista en Chile. Son cuestiones muy precisas, no son abstracciones, tiene que ver con transformar el código laboral, con eliminar los quórum supra mayoritarios a nivel parlamentario, con limitar las atribuciones del Tribunal Constitucional, con cambiar el Código de Aguas, en fin, una serie de cuestiones que tienen un impacto doble en la vida de los y las chilenas Por otro lado, permitirá el avance de que distintos sectores sociales históricamente excluidos de la política institucional se incorporen y tengan mayor incidencia.
Cuando esa reflexión termina por cuajar hicimos un cambio no solo en nuestra línea táctica sino también de forma orgánica, construimos Izquierda Libertaria, una organización de mayor apertura con una línea comunicacional más abierta, intentando también ser una referencia en el campo de la izquierda en Chile. Lo que terminó condensándose como Frente Amplio es fruto de este proceso, porque a la vez que definimos la necesidad de irrumpir en el campo electoral y de sumarlo como un frente de lucha, también somos muy conscientes que solos no lo vamos a poder realizar en el momento que tiene el campo popular, era necesario no solamente una alianza con la izquierda de carácter revolucionaria, socialista, sino también con sectores de la izquierda progresista con los cuales podemos tener acuerdos muy profundos para las tareas que se requieren en el momento actual.
Eso fue lo que hicimos, ser parte fundadora de una coalición que está transitando a ser algo más que una coalición, quizás un movimiento de mayor densidad política y de mayor articulación territorial nacional, un Frente Amplio que aglutina sectores liberales y socialdemócratas, hasta organizaciones de marcada orientación socialista y revolucionaria como nosotros, o como el Movimiento Autonomista, Partido Igualdad, Izquierda Autónoma, etcétera.
S.S.: ¿A qué llamas “vida digna”?, ese término también es utilizado en las promesas del liberalismo, aunque hace parte de la identidad de muchos movimientos sociales.
L.C.: El concepto de vida digna no lo tenemos tan incorporado, pero nosotros en general sí hablamos de un Chile digno y soberano. Hoy existe una contradicción muy fuerte en la sociedad y el campo político entre mantener este orden neoliberal, autoritario, heredado de la dictadura y acomodado en los gobiernos democráticos.
Lo vinculamos a dos conceptos que son muy importantes, por un lado la idea de dignidad, que la entendemos como una construcción conceptual materialista toda vez que nos referimos a una apropiación que como chilenos y chilenas estamos generando, pero que por otro lado no se ve reflejado en la vida que como seres humanos nos merecemos: salud, vivienda, educación, agua, electricidad, transporte, etcétera, todos derechos que han sido arrebatados por las oligarquías tanto en dictadura como en gobierno democrático.
Esa dignidad, ese reclamo, parte por reconocer que somos creadores de esa riqueza y que nos corresponde también acceder a lo que ello está creando. Esta imagen del Chile moderno, seguro y limpio tiene mucho de careta. La gran mayoría está excluida de acceder a aquello.
S.S.: ¿Cuál es la política de alianzas del Frente Amplio y quiénes sus adversarios?
L.C.: Nuestras apuestas son las tareas que Chile requiere ahora para transformaciones de mayor alcance, no solamente es posible generar alianzas de carácter programático, incluso político, con esta amplitud, sino que es necesario, si no, no hay otra posibilidad de que el futuro no esté a merced de partidos de derecha, centro y centro izquierda atravesados por una lógica neoliberal.
Una vez que Izquierda Libertaria se constituye empieza inmediatamente a buscar alianzas y las relaciones para poder llegar a un marco de acuerdo que felizmente hace más de un año logramos, además tuvimos un impacto electoral muy importante que nos permitió por primera vez una diputación y un consejero regional al norte de Chile.
El Frente Amplio no solamente es un instrumento, una coalición, una política contra el neoliberalismo y la derecha, también hay derecha y neoliberalismo en la Nueva Mayoría, sino que somos la única posibilidad de combatir el neoliberalismo y la derecha hoy, al menos en términos electorales; no lo va a ser la Nueva Mayoría porque ellos ya fracasaron como proyecto. En el fondo lo que siempre apostó en esta alianza entre la Democracia Cristiana y el Partido Socialista, una alianza muy conservadora por cierto, terminó por dejar de ser sostenible por las propias dinámicas que la sociedad chilena está exigiendo.
Yo creo que el campo político y sociológico que la Nueva Mayoría trató de articular, que era este centro y centro izquierda, pierde referencia política. En términos exclusivamente electorales, quedó demostrado que mucha votación de sectores progresistas de la Nueva Mayoría se fueron al Frente Amplio y tal vez nunca se vaya del Frente Amplio, porque quedaron sin expresión política. Tiene que ver con una larga y antigua discusión de que Chile siempre estuvo dividida políticamente en tres tercios: la derecha, un centro que era la Democracia Cristiana y una izquierda del Partido Socialista y el Partido Comunista. La construcción monopólica que hubo de los años noventa en adelante rompió la idea de esos tres tercios, pero básicamente porque lo que hizo fue sacar a la izquierda del escenario.
Hoy tenemos una izquierda amplia, diversa, y la idea de “centro” desaparece, por eso yo creo que el Frente Amplio es el único que puede en estos momentos derrotar electoralmente a la derecha, no en un sentido de polarización radical que exprese una lucha de clases, pero sí en que hay un sector político y social abiertamente neoliberal y otro que no, y ese otro que no creemos que tiene que ser conducido por el Frente Amplio.
Más que ver a la Nueva Mayoría como un adversario político o como un enemigo, porque creo que sería un error ya que políticamente están muertos, es ver que nosotros tenemos que ser capaces de capturar los intereses que ahí están en juego y que son antineoliberales, que algunas veces están en las bases del Partido Socialista, del Partido por la Democracia, incluso en bases de la Democracia Cristiana y en el Partido Comunista en su conjunto.
La idea es ponernos detrás de un bloque antineoliberal de mayor alcance, lo que no quiere decir que estos sectores se incorporen al Frente Amplio, porque sería un error, pero sí apostando a que el Frente Amplio tenga protagonismo en la oposición. Estos sectores de la Nueva Mayoría serán capaces de entender la labor histórica que tienen, porque si no la derecha se queda uno o dos periodos más en el gobierno.
S.S.: Cuál es la experiencia con la diputada Gael Yeomans y el consejero regional?, ¿quiénes son y cómo lograron este grado de representatividad?
L.C.: Se llegó dejando los pies pelaos. Esta fue nuestra primera aventura electoral seria. Asumimos como Izquierda Libertaria, que es una de la organizaciones medianas del Frente Amplio, tratar de ser lo más ordenados posible y definimos pocas candidaturas a nivel país, y dentro de esas pocas definimos una o dos como prioritarias, una de las más importantes era la de nuestra compañera Gael Yeomans, que no solamente es una militante histórica de la Izquierda Libertaria como dirigente estudiantil sino que fue nuestra Secretaria General.
Su candidatura es de la región metropolitana, una región muy difícil y de mucha disputa electoral, un distrito que está en el sur de Santiago, con una histórica presencia de la izquierda tradicional, del Partido Socialista y el Comunista, con tradiciones de lucha en algunos sectores populares. Para nosotros resultó una aventura inédita, era construir de la nada, imaginarse cómo se hacía una campaña, diseñarla, sin recursos, salvo endeudamientos personales, aportes y cosas por el estilo, e ir a pelear en el campo de la derecha, del Partido Socialista, etcétera.
La elección de nuestra compañera se debió a cuatro factores: es una compañera muy inteligente, muy asertiva, con mucha claridad en su discurso y también porque logra interpelar y empatizar con sectores de la población históricamente excluidos, porque ella es de ahí, además es una compañera muy afable, muy cálida, que logra entrar muy bien en la casa de los chilenos y chilenas. En segundo lugar, la labor que hicimos nosotros como partido y como militancia tuvo un orden, una planificación, tuvo, a pesar de muchas dificultades, un plan que se diseñó y se cumplió. En tercer lugar, el Frente Amplio como identidad tuvo un impacto tremendo.
Lo que el Frente Amplio representa hoy para gran parte de la sociedad chilena es una suerte de expresión por sí misma, a pesar de que está en vía de construcción, pero sin duda aparece como muestra de esperanza, de confianza, de apertura y también de camino por recorrer.
Por último, yo diría que también hay un contexto de crisis. Nosotros le ocupamos el cupo a un diputado que no fue reelecto por el Partido Socialista, un tipo joven que ni siquiera está en casos de corrupción, pero para bien o para mal fue desplazado por una candidata de izquierda, mucho más joven, mujer, que viene de una fuerza nueva. No es menor la crisis por la que el Partido Socialista y la Nueva mayoría en su conjunto.
En el norte funciona un poco distinto porque el consejero regional es una figura más local. Ahí nuestro compañero Pablo tiene un trabajo social tan grande que era casi automática la transferencia electoral de aquello. Por supuesto la marca como Frente Amplio juega mucho a favor, pero tuvo una votación altísima y eso también pasa por su trabajo de base en el territorio.
S.S.: El movimiento estudiantil de 2011 desembocó en luchas de resonada combatividad y se dieron a conocer liderazgos que aún persisten dentro del debate político, ¿qué ha pasado con este movimiento y sus referentes?
L.C.: El movimiento estudiantil de 2011 sin duda es uno de los dinamizadores de lo que es el Frente Amplio hoy, aunque no se agota en eso, pero se puede ver en una serie de organizaciones que surgieron durante ese periodo: Revolución Democrática, Nueva Democracia, entre otras. Están Gabriel Boric, Gorgio Jackson, Miguel Crispi, la misma Gael, que fueron parte de esa generación, incluso sectores de ese movimiento que están en la Nueva Mayoría como Camila Vallejo, Karol Cariola y otros.
Este movimiento fue una muestra de que era posible comprender la educación fuera de los marcos neoliberales, y esto hay que verlo en su contexto: en Chile la educación está mercantilizada desde los años ochenta. Para mi generación, la del 2011, incluso alguna generación mayor a la mía, la educación pública entendida como un bien social, como una necesidad para la construcción de una sociedad, de un ethos, de una cultura para el desarrollo en general, no existía. La educación, sobre todo la universitaria, era comprendida como un bien de consumo, como la herramienta por excelencia de movilidad social ascendente, algo falso por cierto.
Dicho movimiento tuvo un impacto muy fuerte no solo en relación a la educación misma, a ese espacio en disputa, sino también a la salud, a las pensiones, a la vivienda, que son todas necesidades, derechos que el neoliberalismo nos arrebató en dictadura y que los mantuvo alejado de la población en todo este periodo democrático. Muchos de los estudiantes universitarios que lograron terminar sus carreras y que hoy día están trabajando, están impulsando procesos de las mismas características en otros sectores de la sociedad.
No por nada, y esto me parece a todas luces muy significativo, la ley de aborto en tres causales, que es una ley muy limitada firmada en el gobierno de Bachelet pero conquista del movimiento feminista, permite que el aborto no sea penalizado en caso de violación y de riesgo de la madre por la inviabilidad del feto. El primer aborto legal que se hizo después de la publicación de la ley lo realizó un médico del Frente Amplio, un médico que lo reivindica como un triunfo del movimiento feminista y que hoy en día está recibiendo amenazas y difamaciones.
S.S.: Aun con todo el avance que mencionas, las últimas elecciones las volvió a ganar Sebastián Piñera y con esto la derecha más dura de Chile vuelve al poder.
L.C.: Las elecciones tuvieron tres fenómenos muy importantes. Para nosotros el más importante es que el Frente Amplio irrumpe con mucha fuerza, de cero, logra casi un 22%, casi pasa a segunda vuelta Beatriz Sánchez, nuestra candidata. De tener tres diputados pasamos a tener 20 y un senador, lo que posiciona al Frente Amplio como un actor de relevancia. Otro elemento importante es la firma de la derrota de la Nueva Mayoría y el proyecto de la Concertación. Si bien pasó a segunda vuelta Alejandro Guillier, pasó por muy poco, el declive y el fracaso de sus diputados terminan por finiquitarlo, además de una campaña horrorosa que tendió hacia la derecha cada vez más.
Lo importante ahora no es la victoria de Piñera, yo diría que lo más destacado entre la primera y la segunda vuelta es que Piñera sumó 800.000 votos, eso es demasiado en el universo de votación en Chile. Quiere decir que la derecha sumó votos que antes no tenía, y eso tiene dos explicaciones. Una, que hubo un porcentaje importante de la Democracia Cristiana que votó a la derecha, y la otra, que la derecha movilizó a los votantes que estaban dormidos de los sectores más ricos del país, eso se puede ver en los datos. Entre primera y segunda vuelta la ventaja fue en los sectores más ricos, eso también expresa una movilización de la alta burguesía y los sectores sociales a los cuales representa de defender lo que es suyo frente a este ciclo de movilización.
Si bien el Frente Amplio no estaba en segunda vuelta, la posibilidad de Alejandro Guillier dependía del Frente Amplio y eso iba a obligar a que un gobierno de la Nueva Mayoría tendiera lazos con nosotros, algo que le da miedo a la derecha.
Este gobierno va a ser más astuto que el primero, más político, el primer gobierno de Piñera se jactaba de ser más técnico, en este es muy claro con los cuadros duros que están poniendo en los espacios de poder, un gobierno con el principal objetivo de llegar para quedarse, que pretende cerrar el ciclo movilizador y asegurar la restauración conservadora. Si uno ve la historia chilena se pregunta qué tanto más hay por neoliberalizar, pero este gobierno viene a cerrar las posibilidades de cualquier apertura democrática. Su principal adversario es el Frente Amplio porque somos los únicos que tenemos la posibilidad de disputar el gobierno en cuatro años. Eso abre una discusión muy interesante y es qué rol tenemos que cumplir como oposición y cómo nos oponemos al neoliberalismo, algo que la Nueva Mayoría no quiso hacer.
La única posibilidad de avanzar en este país es con la salida del neoliberalismo, si la oposición no va en esa dirección va a tener una crisis muy similar como la que tuvo la Nueva Mayoría pero en muy corto plazo. Ese es el gran desafío que hemos asumido como Izquierda Libertaria, cómo poder transformar eso, por un lado con un discurso que sea transversal a todo el Frente Amplio y ojalá algunos sectores de la Nueva Mayoría, y por otro lado aterrizarlo en políticas concretas y que no quede en un discurso abstracto.
S.S.: ¿Cuál es la relación de los medios de comunicación con las familias ricas de Chile?
L.C.: Es igual o peor que en Colombia. No hay ley de medios y la prensa son empresas de linajes familiares que controlan el 80 o 90 por ciento de los medios. Piñera en su primer gobierno cerró el único medio escrito público y la televisión pública tiene un sistema de administración privado. No solo el cerco mediático es total, lo más complejo es la manipulación. Frente a la candidatura del Frente Amplio y la Nueva Mayoría, los dos grandes holding mediáticos no dejaron de hablar de la “Chilezuela”. No dejan de reforzar las visiones xenofóbicas con la migración y nosotros tenemos una tremenda dificultad para exponer nuestro propio proyecto y nuestras propias ideas.
A veces cometemos muchos errores, confiar mucho en las redes sociales, que tienen su lugar pero no el alcance para estar en el debate político de altura. Justamente una de las propuestas del Frente Amplio es una ley de medios, lo cual se ha dicho que es una medida tipo Corea del Norte, que es lo más estalinista que puede haber, un atentado a la libertad de prensa, por eso te digo que Chile es extremadamente neoliberal, un país en el cual cualquier tipo de regulación que tú hagas en virtud de generar oportunidades más equitativas es siempre visto como una intervención de la libertad. El Frente Amplio va a tener que resolver eso de una u otra manera. Incluso la prensa nos dio un “veranito de San Juan” hasta estas elecciones, pero porque la prensa de derecha sabía que le estábamos disputando votos de la Nueva Mayoría. Ese veranito de San Juan se acabó y ya empezó el contrapeso.
S.S: ¿Cuál es tu balance sobre el ciclo progresista en América Latina y cómo valoras la coyuntura regional?
L.C.: El gobierno de Mauricio Macri en Argentina es neoliberal, conservador, con unas características típicas que a los chilenos no nos sorprende en nada, desde hace muchos años y no solo con Piñera y los gobiernos de la Concertación. Macri es una copia de Piñera. Los gobiernos de la Concertación fueron gobiernos neoliberales que excluyeron a las mayorías sociales, gobiernos que abandonaron sus propios proyectos políticos e ideológicos, pero no por eso se puede decir la burrada de que los gobiernos de la derecha y la Concertación son lo mismo, Piñera y Bachelet no son los mismo.
Lo más duro de esta avanzada neoliberal en Chile, Argentina, Brasil, etcétera, es que son intentos de cerrar ciclos de transformación y movilización social, que tuvieron como expresión, quizás más prístinas en algunos países, gobiernos de tinte progresista e incluso socialista. Las políticas que está impulsando Macri que están llevando a una importante franja de la población a situaciones de pauperiazación, de informalidad laboral y exclusión, son cierres de procesos que se abrieron a principios de los 2000 en América Latina y que fueron la luz para muchos a nivel mundial. Lo hacen por la vía electoral con las características de las democracias liberales, burguesas y con la influencia que tienen los medios de comunicación, eso en Argentina fue muy claro.
También con la influencia que tienen los poderes fácticos, económicos, las iglesias, o también como golpes legales y judiciales como en Brasil, Paraguay y Honduras. Colombia es un caso muy particular donde hay una continuidad. Unos diálogos de paz y la candidatura de tinte progresista que crece, sin embargo la represión, el asesinato y las acusaciones falsas no han disminuido sino que siguen aumentando, lo que está cumpliendo un rol de cerrar un ciclo que quizás se estaba abriendo en Colombia.
Ese es el gran temor que tenemos con el gobierno de Piñera, por eso la Izquierda Libertaria se posicionó como se posicionó para la segunda vuelta, es decir, un gobierno de derecha que no solamente es antitipopular, sino que además es un proyecto político que viene a cerrar los ciclos de movilización que se abrieron desde el año 2006, movilizaciones que justamente por su potencia han permitido que sectores históricamente exlcluidos de la vida institucional estén presentes y que haya un giro hacia la izquierda de buena parte de la sociedad que comprendió la demanda por los derechos sociales, en defender lo público y aspectos de carácter cultural.
Las derechas latinoamericanas están volviendo con mucha fuerza y sin ninguna limitación a utilizar todos los recursos disponibles que van desde el asesinato hasta la mentira, la manipulación de los medios, la corrupción, etcétera. Lo que ha ocurrido en los últimos años en Argentina, Brasil, Paraguay, Venezuela, Ecuador, Honduras, no es una excepcionalidad histórica ni tampoco son situaciones particulares que casualmente se están concentrando en un mismo periodo de tiempo.
S.S.: Antes de terminar, cuéntanos cuál es la posición de Izquierda Libertaria frente a la crisis venezolana.
L.C.: En Izquierda Libertaria tenemos una posición latinoamericanista frente a los procesos como el venezolano. Vemos hoy un asedio brutal por parte del imperialismo norteamericano y por parte de las fuerzas reaccionarias de la región. Es sin duda el proyecto de mayor alcance y mayor profundidad, y el sostén, sin ninguna duda, junto a Cuba por supuesto, de lo que han sido los procesos de transformación, de democratización en América Latina, en ese sentido seguimos teniendo un apoyo irrestricto no solamente al proceso venezolano sino al proceso bolivariano, al chavismo, y un apoyo irrestricto a la soberanía del pueblo venezolano que es el único que puede decidir sobre su futuro. En ese sentido no nos confundimos, no tenemos una lectura a medias tintas y respaldamos 100 por ciento el proceso.
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*Sergio Segura es periodista, editor del portal Marcha (Argentina) y corresponsal de Lanzas y Letras.