Ciudades en disputa: desafíos de las luchas urbanas en América Latina
Como parte del Curso de Referentes Colectivos 2016, la Escuela Nacional Orlando Fals Borda realizó la videoconferencia “Luchas territoriales urbanas en América Latina”. Con base en la exposición de Hernán Vargas, del Movimiento de Pobladores y Pobladoras de Venezuela, este artículo recoge los principales desafíos para los movimientos urbanos latinoamericanos en el actual momento histórico.
Por Cristina Castro*. Las ciudades actuales se configuran como espacios para la distribución de los excedentes de la acumulación de capital. Los procesos de modernización van encaminados a favorecer dicha acumulación y no a garantizar la reproducción de la vida de quienes habitan las ciudades. Por eso la disputa en los territorios urbanos es por el Derecho a la Ciudad. Para Hernán Vargas, del Movimiento de Pobladores y Pobladoras de Venezuela, conquistar ese derecho implicará necesariamente avanzar hacia una “revolución en la ciudad”, en la que se le dispute el espacio urbano al bloque dominante en función de los intereses de los sectores populares y la clase trabajadora.
Los circuitos prioritarios de concentración de capital en las ciudades de América Latina son:
- El comercio, que se basa en la importación para la reventa interna. Aquí entra la compra de alimentos, productos agrícolas, mercancías para revender al interior del país.
- El circuito financiero, que implica los manejos de los créditos, los movimientos de las rentas entendidos como arriendos, servicios, créditos.
- El circuito de la especulación inmobiliaria, que encarece el valor del suelo y lo destina no para que habite la gente, sino para el despliegue de grandes franjas que posibilitan la reproducción del capital, encareciendo y dificultando el acceso a la vivienda.
´Revolución urbana´: autogestión y poder popular
Autores como Henry Lefevbre y David Harvey han desarrollado la categoría del Derecho a la Ciudad, reconociendo que es el derecho de las mayorías a decidir sobre cómo se quiere vivir. Sin embargo, el mismo Harvey señala que es necesario lograr una ´revolución en la ciudad´ o ´revolución urbana´, que permita a las mayorías oprimidas que viven en la periferia de la ciudad decidir qué sujeto se quiere ser, qué tipo de relaciones se quieren establecer tanto entre sujetos como con la naturaleza, qué estereotipos se deciden seguir. Agrega Harvey que no se puede lograr esa revolución si no se identifica que hay una confrontación de clases, que con relación a la ciudad disputan el uso de la tierra buscando que sea de carácter social y no para uso del capital.
La clase trabajadora debe pelear para que cada vez haya más inversión en las zonas pobres, para que se construyan más viviendas en lugar de centros comerciales, para que los terrenos abandonados se destinen al uso de vivienda, pero también en equipamiento de salud, educación, deporte. La clase dominante ha trazado la ciudad según sus intereses, por eso la clase trabajadora urbana debe pugnar por esa ciudad que quiere, sueña y se merece.
Autogestión General. Cuando los intereses del capital son los que se imponen, la vida queda en un tercer plano, por eso esta tesis plantea que el pueblo debe tomar control de lo urbano para desarrollar lo que necesita, ya no sólo lo que quiere sino lo que necesita para garantizar la reproducción de la vida. La autogestión significa entonces asumir modos que le permitan garantizar la vida en la ciudad: vivienda, servicios, alimento. Con la crisis vivida en Venezuela se comprobó que es necesario apostar por la producción de alimentos, si las ciudades tienen cómo alimentarse pueden así mismo ser autónomas y sostenibles.
Construcción de Poder Popular. La experiencia de algunos gobiernos en América Latina durante la última década se ha caracterizado por el acceso al poder del Estado a partir de alianzas policlasistas, sin embargo, al cabo de un tiempo esas relaciones se agotan y tensionan porque no hay un mismo interés de clase. Es lo que ocurre en este momento en Venezuela, que se recurrió a formas de alianza entre clases que hoy están en tensión. De manera que para empujar un proceso de revolución urbana se necesita fortalecer la alianza entre sectores del bloque popular, entre oprimidos y oprimidas, lo que implica hablar de opresión no sólo por el capitalismo sino también por el patriarcado, el colonialismo, la crisis ambiental; esa nueva clase popular que habita las ciudades tiene una diversidad mayor y así mismo una complejidad mayor.
Desafíos de las luchas urbanas a nivel continental
En la actualidad la mayoría de la población de América Latina vive en las ciudades. Cada vez van tomando mayor fuerza expresiones de movilización social alrededor de la denuncia de problemáticas urbanas: movimientos por el derecho a la vivienda y hábitat, movimientos de trabajadores desocupados, movimientos juveniles asociados a lo cultural, movimientos por el derecho a la salud y al deporte, por el derecho a la educación. En lo urbano hay un entramado importante de organizaciones; no hemos logrado hacer todavía el balance de luchas y su articulación a nivel continental, a pesar de que lo urbano es el lugar de disputa central del capital.
Esto implica una serie de desafíos que deben asumir las resistencias urbanas:
- Uno de ellos es el análisis de cómo se define el esquema de acumulación en el momento actual, en el entendido que la lucha de clases no se despliega sólo el ámbito de la fábrica sino en los servicios, comercios, rentas y especulaciones. Estas nuevas expresiones del modelo de acumulación de capital nos problematizan acerca de cómo se expresa la lucha de clases y cómo se conforma hoy la clase trabajadora. La clase trabajadora vive en el asentamiento urbano popular, vive alquilando; de ahí que los procesos de resistencia en las ciudades deben conectarse con las mayorías oprimidas, hablar su lenguaje y partir de sus realidades concretas.
- Comprender que la contradicción fundamental trasciende del ámbito específico de trabajo y se expresa como Capital – Vida. La lucha hoy no es sólo por cambiar el modelo económico, sino el modelo civilizatorio que está poniendo en riesgo la vida en el planeta. La reproducción del capital implica la reproducción de la muerte y eso se evidencia en términos literales con el agotamiento de los bienes de la naturaleza. Eso se expresa también cuando en el trabajo territorial disputamos con las expresiones de violencia que hacen presencia en los barrios a través del negocio de la droga o el paramilitarismo, que desplazan y cercan los acumulados organizativos comunitarios mientras las políticas de Estado agudizan este panorama mediante la militarización de los territorios urbanos populares.
- Los modos de vida que disputamos en la ciudad. Una debilidad hoy para las izquierdas en la región es hablarle a un sujeto que no necesariamente se siente parte de una propuesta de transformación sino que, por el contrario, con sus modos de vida termina reconociéndose como parte del modelo hegemónico, y empieza a sentir que sus modos de vida están en contradicción con una propuesta contrahegemónica. El caso de Venezuela es elocuente en ese sentido: estos años de transformación política han significado inclusión de las mayorías, sin embargo esa inclusión no ha significado mayor conciencia de esas mayorías sobre la necesidad de una transformación social, no es posible transformar la lógica de la acumulación si no transformamos nuestras prácticas de consumo.
- Disputa por la democracia y por la construcción de poder. Nuestras formas de instrumentación del poder pasan por una crisis, porque no nos han garantizado formas de disputa de poder desde la clase trabajadora. Necesitamos ocupar escenarios institucionales, ganar representaciones políticas, porque las tensiones en alianzas policlasistas tienen mucho que ver con que nuestros partidos de izquierda no son instrumentaciones de la clase trabajadora. Eso implica hacer procesos con la clase y reconstruir fórmulas que reconozca otras expresiones políticas de esos sectores que se organizan y participan en comunas, en movimientos populares. El tema de la democracia es fundamental, porque no es posible transformar la sociedad si no construimos nuevas formas de participación que permitan disputar poder y que impliquen a la vez otra configuración del sujeto.
El sujeto que forje la revolución urbana debe constituirse como un sujeto político que dispute poder en la ciudad, no sólo reivindicaciones. La ciudad es el espacio donde se reproduce el modelo civilizatorio, y estamos frente a un sujeto urbano que no se conoce del todo. El reto desde los movimientos populares urbanos en el continente es avanzar en esta caracterización, en una articulación fuerte que permita hacer lecturas del modelo de acumulación y definir la estrategia de lucha de la clase trabajadora en las ciudades en este momento histórico.
La experiencia urbana en Venezuela
El Movimiento de Pobladores y Pobladoras es una articulación de procesos de base, organizaciones y movimientos urbanos. Una de las organizaciones que lo integra es el Movimiento de Ocupantes de Edificios Organizados; durante los años 60 y 70 muchos edificios del centro urbano de Caracas fueron abandonados por sus propietarios, de manera que familias que vivían en las zonas periféricas de la ciudad ocuparon estas viviendas, haciéndose cargo del espacio y resolviendo colectivamente las dificultades de acceso a electricidad, agua, infraestructura, pugnando por la recuperación de esos espacios para la vida.
También integran el movimiento los Comités de Tierra Urbanas, cuyo carácter es territorial barrial. A partir de 1999, con la llegada de Hugo Chávez al gobierno y la formulación de la nueva Constituyente, se empiezan a reconocer como derechos aspectos que antes eran considerados como mercancía, tal es el caso de la vivienda y el acceso al suelo. Se delimitan políticas sociales que plantean que los asentamientos deben empezar a regularizar la tenencia de la tierra, ese proceso requirió de un sujeto organizado que lo dinamizara y que el Estado garantizara su formalización. A partir de entonces cobró impulso la conformación de Comités de Tierras en todo el país, que se empezaron a articular en el Movimiento de Comités de Tierras. Estos espacios organizativos fueron proyectando el alcance de la política social, ya no sólo respecto a la seguridad del suelo que se ocupa sino buscando garantizar la vida en ese suelo: por eso plantean que los barrios presentan dificultades de electricidad, acceso al agua, saneamiento básico, equipamiento del espacio público, y proponen que sean las mismas comunidades y organizaciones en los barrios quienes -con la financiación, asesoría y apoyo del Estado- puedan satisfacer esas necesidades desde la expectativa propia.
Además de los asentamientos y barrios formalizados, se encuentran familias que viven en zonas de alto riesgo y hacinadas, las cuales conformaron Campamentos de Pioneros, nombre que viene de la experiencia de los campamentos del Movimiento Sin Tierra de Brasil que se organizan para ocupar terrenos en la ciudad. En Venezuela existen experiencias destacadas de estos campamentos pioneros, tal es el caso de los terrenos que pertenecían a Coca-Cola y fueron ocupados para la construcción de viviendas.
También se encuentran los Comités de Trabajadores Residenciales, conformados por porteros y conserjes que se organizan para romper con la lógica de la dominación en el trabajo -que llega incluso a aspectos de esclavitud-, y pelear por el derecho a la vivienda. Y los Comités de Inquilinos e Inquilinas, que se organizan para reclamar la regularización de cánones en el pago de alquiler en tanto éste es especulativo, pero también por la posibilidad de formalizar la tenencia de esos inmuebles por los que vienen pagando hace muchos años.
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* Cristina Castro es profesora de la Universidad del Valle e integrante de la comisión pedagógica de la Escuela Nacional Orlando Fals Borda (www.escuelafalsborda.org)