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Oriente antioqueño: ¿Uribismo pura sangre o renovación política de cara a las elecciones?

El Oriente antioqueño, histórico fortín político del uribismo, renace en rebeldía contra las políticas de muerte. ¿Qué posibilidades abren las elecciones locales de este domingo? [Foto de portada: Alianza de Medios Alternativos].

Recientemente en la región del Oriente antioqueño —reconocida cuna uribista de pura cepa en el país— el Centro Democrático (CD)  salió con reveses que no se esperaba y que ponen en tensión su mapa político para la actual contienda. Bastiones electorales suyos como Marinilla, San Luis, Santuario e Itagüí en Antioquia —localidades fuertemente conservadoras— han visto perturbada su tranquilidad pasmosa por puñados de manifestantes que han irrumpido en las giras políticas  que encabeza el senador y máximo líder del CD Álvaro Uribe Vélez, con mensajes claros de repudio y rechazo hacia su figura. “¡Asesino!”, “¡Paraco, fuera!”, son algunos de los calificativos más recurrentes que suelen lanzarle al ex presidente a todo pulmón, a los que él sin titubear, pero claramente exasperado, responde con sus frases pre-fabricadas en su tono característico de padre autoritario. Ello no sorprende porque en los últimos años estos insultos (lamentablemente) se han vuelto parte del paisaje nacional fruto de la polarización dicen algunos analistas. Sin embargo, lo que llama la atención es que suceda justamente en “su casa”, a kilómetros de sus fincas en Llano Grande. Que lo abucheen en Funza, Túquerres o Acacías, vaya y venga, pero que lo hagan en su región, es otro el cuento.

Lo cierto es que la desfavorabilidad que ha presentado la imagen de Álvaro Uribe Vélez a nivel nacional parece verse reflejada hasta en sus propios feudos políticos en el departamento de Antioquia. La encuesta realizada por Gallup Poll a finales de agosto de 2019 arrojó que el 61% de las personas consultadas  en cinco de las principales ciudades del país tienen una imagen desfavorable del senador Uribe, cercana a la de Donald Trump que obtuvo el 58% y superada solamente por la de Nicolás Maduro que obtuvo el 95%. Las turbas que le vociferan  en las calles parecen hacerle eco a estos datos estadísticos. Aunado a esto, a su ahijado político el presidente Iván Duque, la labor de estadista no se le ha hecho nada fácil, pues según la misma encuesta el 71% de las personas respondió  que cree que “las cosas en el país van empeorando”, y su gestión —según otra encuesta realizada por YanHaas en junio de 2019— ha contado con un 63% de desaprobación en el país. La popularidad de ambos se ha ido a pique.

Al parecer parte de sus seguidores se están desencantando, pues una cosa era ocupar el atril de la oposición con un discurso de guerra y otra muy distinta la de administrar y gobernar a un país que anhela la paz, aun en condiciones tan adversas. Sumado a ello las investigaciones en su contra por presuntos nexos con el paramilitarismo y  la citación a indagatoria por parte de la Corte Suprema de Justicia en la cual fue vinculado formalmente a investigación por presunto fraude procesal y soborno, empiezan a pesar sobre su prontuario. Ahora bien: ¿se verá esto reflejado en las elecciones regionales que están por realizarse este 27 de octubre? ¿Seguirá siendo el Oriente antioqueño uno de los fortines políticos más importantes del uribismo en el país?

Es importante destacar que la figura del máximo referente del CD ha estado anclada a la historia política reciente del Oriente antioqueño, por lo menos en las últimas tres décadas. Podría decirse incluso que es una de las regiones en la que mayor capital electoral ha logrado amasar el ex presidente en toda su carrera política. Por ello es fundamental prestar atención al avance o retroceso que puedan presentar allí las fuerzas del uribismo, pues de ello depende, en gran parte, la composición de su ajedrez político a nivel nacional.

La estela del accionar de Uribe  en la vida pública ha estado  presente en el devenir regional: desde sus primeros pinitos como funcionario de Empresas Públicas en la década de 1980 justo en la época de las movilizaciones del Movimiento Cívico del Oriente antioqueño. Más tarde como gobernador de Antioquia (1995-1997) cuando se dio a conocer su talante autoritario con las Convivir, la imposición de los Alcaldes Militares y los señalamientos a las organizaciones sociales, a la par que se daba la expansión del paramilitarismo en la región en clara connivencia con la Fuerza Pública. En sus dos períodos presidenciales (2002-2010) las cifras alarmantes de “ejecuciones  extrajudiciales” presentadas en el Oriente (hacia el 2007 la Corporación Jurídica Libertad había documentado alrededor 74 casos en diferentes municipios), al igual que las desproporcionadas operaciones militares (como Meteoro y Marcial por ejemplo) en las que se desplazó a grandes capas de la población civil (125.071 personas fueron expulsadas de la región entre 1997 y 2004) y se cometieron toda serie de arbitrariedades y violación a los DD. HH. en el marco de la denominada política de Seguridad Democrática.

Ilustración: Puro Veneno y La Bogotana

Sin embargo, fue principalmente hacia el año 2008, a partir del cual se declaró al Oriente antioqueño como “territorio militarmente consolidado” —es decir pacificado, después de expulsadas las guerrillas, superada la escalada de violencia y recuperada “la confianza inversionista”— que se re-configuró, a su vez, un poderío político importante alrededor de la figura del mandatario de entonces, Uribe. Nutrido por gamonales y caciques de vieja data en la región (sectores tradicionales del conservatismo y el liberalismo) convertidos a las nuevas bases del uribismo; es el caso de Rubén Darío Quintero en Rionegro o de Luis Alfredo Ramos en Sonsón (ambos “extrañamente” investigados por parapolítica), o el mismo ideólogo José Obdulio Gaviria oriundo de La Ceja. Sin embargo desde que se fundó el CD en el año 2013 como clara  oposición al gobierno Santos y al proceso de paz con las FARC-EP, el Oriente antioqueño se convirtió en un resorte electoral importante dentro de su maquinaría política, consolidando casi que una retaguardia uribista en esta región. Sin lugar a dudas han salido victoriosos en la totalidad de las elecciones que se han llevado a cabo desde su fundación como partido político, las cifras lo demuestran.

En las presidenciales del 2014 el uribismo ganó en los 23 municipios del Oriente, sumando en segunda vuelta un total de 154.283 votos a favor de Oscar Iván Zuluaga, mientras Juan Manuel Santos obtuvo 66.004 votos. Posteriormente en los comicios electorales del 2015 el CD consolidó un caudal político importante en lo local y regional ganando 8 de las 23 alcaldías en el Oriente antioqueño: Concepción, Rionegro, Sonsón, Guatapé, Marinilla, Nariño, San Rafael y San Vicente. De igual manera en las votaciones del 2016 del Plebiscito por la Paz, entre el y el No, el No ganó con una mayoría abrumadora de 136.502 votos en total en 22 municipios, y el que obtuvo apenas 63.931 votos en el Oriente ganó solamente en el municipio de Alejandría, siendo un caso totalmente sui generis. Recientemente, en las elecciones presidenciales del 2019, de nuevo el candidato uribista —Iván Duque esta vez— fue el vencedor en toda la región oriental de Antioquia con 188.348 votos (68,12%) en la primera vuelta frente a 80.409 de Sergio Fajardo (19,66%) y 17.162 de Gustavo Petro (5,08%). Para la segunda vuelta —en un contexto fuertemente polarizado— el uribismo rompió su propio techo electoral en la región, obteniendo 246.206 votos a favor frente a 47.061 votos de Petro, alcanzando más del 70% de favoritismo en los 23 municipios.

Foto del Festival del Agua 2019: ContraPortada.

Aunque esta ha sido la tendencia electoral según las contiendas de los últimos años en la región, ello no implica que el mapa político permanezca estático. Mucha agua ha corrido ya bajo el puente en los últimos meses. La coyuntura política actual ha presentado cambios considerables (incluso a nivel de la región latinoamericana) y los sectores políticos alternativos —aun en su desunión característica— han conquistado algunos espacios de participación importantes que les ha permitido generar opinión favorable, hacer oposición al gobierno Duque y poner discusiones en la agenda pública del país.

En el caso del Oriente antioqueño, municipios como El Carmen de Viboral, Rionegro, Marinilla, La Unión y La Ceja han presentado una tendencia en el aumento del caudal electoral de las fuerzas alternativas según los resultados de las pasadas elecciones nacionales, representado en primera instancia en el Partido Alianza Verde y en segunda instancia en la Colombia Humana y el Polo Democrático Alternativo (claramente ha tenido más eco la moderación del primero). Es importante destacar que precisamente en estos municipios la abstención electoral disminuyó y la participación superó el 60% del electorado facultado para votar en la segunda vuelta.

Otro indicador importante de dicho avance es la votación de la Consulta Anticorrupción realizada en el año 2018. Asistieron a las urnas  166.451 personas de la región que votaron en su mayoría a las siete preguntas, además siete de los nueve municipios del departamento de Antioquia donde la votación superó el umbral del 33% están en el Oriente: El Carmen de Viboral (municipio con mayor votación a favor de la Consulta en Antioquia, 43,49% de electorado habilitado para votar), La Ceja, Rionegro, Marinilla, Guatapé, Guarne y El Santuario, distanciándose de la apatía que caracterizó al departamento donde apenas votó el 27% de la población habilitada para hacerlo. Esto parece indicar que nuevas ciudadanías (jóvenes en su mayoría) se están acercando al ejercicio de la participación político-electoral, apartándose de la abstención pasiva característica en Colombia y, en algunos casos, los alternativos han logrado disputarle parte del electorado a las maquinarias políticas.

Un contexto convulsionado y polarizado como el actual donde la polítiquería tradicional se ha venido deslegitimando, puede serle favorable a quienes aspiran a renovar el poder político no solo en la región, sino en todo el país. Ahora, si bien el avance mencionado no es proporcional en relación al poderío que representa todavía hoy el uribismo en el Oriente antioqueño (sería irrisorio pensarlo), sí puede dibujarse  un escenario de oportunidad en la actual contienda electoral. Es posible que dichos sectores políticos alternativos logren acrecentar su capital político, posicionando nuevos liderazgos, discursos y propuestas (en los concejos municipales y la asamblea departamental, por ejemplo) ampliando la base de su electorado y restando espacios a las maquinarias clientelistas de siempre. Esto todavía está por verse.

No puede negarse por lo demás, que sumado al descredito creciente del uribismo a nivel nacional y a los escándalos de corrupción de la clase política en Colombia, la politiquería tradicional del Oriente antioqueño ha generado escándalos y polémicas que repercuten en el descontento de la población. Si dicha inconformidad  logra encausarse podría convocar a las ciudadanías a renovar la política en las elecciones regionales que se avecinan, o por lo menos, a darle un nuevo aire con otros liderazgos. Por ejemplo, en La Unión y El Peñol no cesan los escándalos de corrupción y las investigaciones hacia los alcaldes Hugo Botero (Opción Ciudadana) y José Cirilo Henao (Cambio Radical), en San Luis el actual alcalde José Maximino Castaño (Opción Ciudadana) fue destituido e inhabilitado por 14 años, en San Carlos a la alcaldesa Luz Marina Marín (Opción Ciudadana) le han imputado cargos por corrupción, en Sonsón el alcalde Obed de Jesús Zuluaga (Centro Democrático) se ha visto involucrado en escándalos sexuales y en Rionegro el alcalde Andrés Julián Rendón (Centro Democrático) ha tomado medidas antipopulares, totalmente lesivas en las tarifas de valorización y transporte público, generando un descontento profundo en la capital uribista del Oriente donde no han parado las movilizaciones en su contra. La corruptela se ha hecho más evidente para la ciudadanía en la región.

Es importante tener en cuenta, por otro lado, que en el Oriente se ha presentado un ascenso considerable de la movilización social y la participación política en los últimos años, un impulso generado desde una serie de organizaciones sociales, procesos comunitarios y campesinos, colectivos de mujeres, jóvenes y ambientalistas, entre otros, emergiendo con fuerza en la región. Diversas expresiones del movimiento social que han promovido acciones colectivas de distinta índole en el plano de lo reivindicativo y la defensa del territorio, como: movilizaciones, articulaciones, foros, festivales, marchas, campañas, denuncias, encuentros, etcétera., posicionando otros discursos y miradas referentes a las problemáticas regionales, poniendo en tensión y discusión el modelo de desarrollo económico impuesto sobre el Oriente y dando voz a las comunidades afectadas (caso del Movimiento Social por la Vida y la Defensa del Territorio, MOVETE). Es decir, se ha ampliado la consciencia crítica regional y se ha venido fortaleciendo un  tejido social y organizativo importante desde allí.

Pero ¿esto incidirá sobre la participación electoral en las elecciones venideras?, ¿cuál será el papel del movimiento social en la política regional, de cara a la contienda?, ¿se empezará a esbozar una vocación de poder desde las organizaciones de base? Hasta ahora el movimiento regional ha permanecido timorato frente a la participación político-electoral en los escenarios de toma de decisiones. Sin embargo, desde lo local, diversos procesos de base le han apostado a tener candidatos propios al concejo municipal y a la asamblea departamental, caso Marinilla, La Unión, El Carmen de Viboral, San Francisco, Cocorná, Rionegro y San Carlos. Está por medirse todavía la capacidad de convocatoria que logren para renovar los liderazgos políticos a partir de estas nuevas apuestas.

Finalmente, después de cuatro años de arduos procesos político-electorales en Colombia (Plebiscito por La Paz, Consulta Anticorrupción, elecciones a Cámara y Senado, y las presidenciales), las elecciones regionales de este 27 de octubre no serán la excepción, y más que marcar el cierre de un ciclo de constantes discusiones políticas y polarizaciones en el país, amplían las perspectivas de los diferentes actores políticos y sociales de cara a las elecciones presidenciales del 2022, para las cuales muchos están haciendo fila desde ya. Según Nubia Stella Martínez, directora del CD, para las presentes elecciones regionales el uribismo aspira a tener un “crecimiento regional” que será clave para apalancar a su partido político en las elecciones del 2022 (continuismo), afirmó: “vamos a crecer frente al ejercicio anterior y vamos a crecer mucho en las localidades, en concejos, en ediles y en asambleas”.

¿Será este el caso del Oriente antioqueño, o por el contrario perderá fuerza su apuesta política? Por ejemplo en Rionegro, cuna del uribismo en la región, el movimiento ciudadano ¡Primero la Gente! Ha cerrado filas ante la mala gestión del CD en el municipio y tiene serias posibilidades de triunfar en la contienda. Destronar al uribismo de allí sería poner en cuestión su electorado y podría empezar a tambalear su poder político en el país. Es importante tenerlo presente pues Antioquia es el segundo departamento con mayor potencial electoral en el país después de Bogotá, y precisamente el Valle de Aburrá y el Oriente antioqueño son las dos subregiones con mayor capacidad electoral en todo el departamento.

Es así que lo que pase este 27 de octubre en las elecciones regionales será vital para definir el futuro del país no solo en el corto plazo, sino en el mediano y, sobre todo, en el largo el largo plazo en que se puede perfilar el modelo de país que queremos. ¿Se manifestará el descontento por la mala gestión del gobierno Duque, o la gente seguirá votando por el que diga Uribe? ¿Tendrá algún peso la caída del ex presidente en las encuestas y la llamada a indagatoria ante la Corte? ¿Seguirá el Oriente antioqueño siendo uribista pura sangre en su mayoría, o vendrá un nuevo aire de renovación política regional?