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Hermenéutica urbana: la ciudad en la Biblia (primera parte)

 

Por Guido Niebles Santana*. Hace aproximadamente 10.000 años, época en la que según los antropólogos e historiadores apareció la propiedad privada, la población mundial era alrededor de 1.000.000 de habitantes. Hace apenas 200 años la población mundial bordeaba los 1.000 millones de seres y en el 2000 ya éramos 6.000 millones. En la actualidad la humanidad supera los 7.000 millones, cifra alcanzada en el 2013. 

El 80% se localiza en los centros urbanos, estimándose que para el 2030 aumentara en un 5% más. Cerca de 200.000.000 de personas dejaran los campos para instalarse en las ciudades, acrecentando con ello los graves problemas que agobian la gran mayoría de los centros urbanos.

El tema de la vivienda reviste, en consecuencia, una enorme importancia. No Solo en américa latina el déficit de vivienda supera los 30 millones y según las naciones unidas son cerca de 130 millones de familias en esta región que viven en condiciones deficitarias en asentamientos marginales con pocas posibilidades de tener acceso además a servicios domiciliarios de calidad y por supuesto a acceder de manera efectiva a derechos fundamentales como salud, educación, movilidad, empleo estable y bien remunerado, situaciones que se corresponden al modelo imperante que solo centra su atención en la renta del capital a costa del empobrecimiento de las grandes mayorías.

La historia reciente en el continente nos muestra que solo si la clase popular toma conciencia de su capacidad transformadora y toma las riendas del poder político institucionalizado, estas inequidades, injusticias, desigualdades sociales y políticas pueden transformarse permitiéndoles acceder a condiciones de vida digna. Vida en abundancia, al decir del judío del siglo primero.

Quienes hemos asumido el compromiso de aportar a la construcción de apuestas alternativas de ciudades incluyentes al servicio de todas y todos sus habitantes tenemos una infinidad de referentes teóricos y prácticos. El judío del siglo primero es uno de ellos, quienes intentamos seguir sus pasos creemos que es mucho lo que nos puede aportar hoy.

Con este escrito haremos en esta primera entrega un recorrido histórico a la luz de los textos bíblicos, para intentar en una segunda entrega interlocutar con el judío del siglo primero a través de sus principales seguidores del país y el continente.

Por el antiguo testamento tenemos conocimiento de las ciudades más antiguas. Una de ellas, Jericó data de los años 6000 a.c. Las primeras ciudades datan de los años 8000 a.c. y se puede afirmar que su invención se puede atribuir a las mujeres.

La pre-historia nos enseña que los seres humanos éramos nómadas que viajábamos por el mundo en busca de alimentos y nos manteníamos en los sitios hasta agotar el alimento que allí encontráramos. Esto se repetía cíclicamente cada año. Por observación los seres humanos se percataban que al regresar se encontraban retoños de vegetales consumidos en los periodos anteriores. Esa misma observación permitió determinar que los retoños nacían de las semillas dejadas de los alimentos y así surgió la agricultura. Por la división social del trabajo estas labores generalmente la hacían las mujeres por lo cual su invención (de la agricultura) podría atribuírsele a ellas.

Por la historia también tenemos conocimiento que los seres humanos para defenderse de las fieras inventaron las armas, de esta combinación surgió la caza,  con frecuencia ocurría que los hombres llegaban, además de los animales cazados, con sus pequeñas crías;  algunas por su indefensión requerían de cuidados de los que se encargaban las mujeres, hecho que dio origen a la ganadería, otro invento que se le podría atribuir  a las mujeres. Y con la agricultura y la ganadería surgen las primeras ciudades. La ciudad resultaría ser  en consecuencia, otro invento de las mujeres.

Pero no todos los seres humanos nos hicimos sedentarios, persistían grupos nómadas que vivían del pillaje y con él las murallas se hicieron necesarias y las armas y ejércitos para defenderlas. Para atender las necesidades de las personas  en las ciudades surgen los oficios y artes; para lo cual se hace necesaria la   organización y administración de las ciudades.

Las ciudades se multiplican (Dt. 1: 28) pero no todas alcanzan el mismo desarrollo algunas se hacen poderosas y se convierten en opresoras de las pequeñas  en las cuales se comienzan a identificar grupos marginales y objetos de opresión; los hapirus (hebreos) = campesinos, los iksos = extranjeros, y los shashu =  la gente de la arena (del desierto).

Los hapirus (hebreos) se sacuden del yugo, huyendo al extranjero (por ejemplo José de Nazaret). En el extranjero (como en Egipto) los hebreos son igualmente sometidos a la opresión y la explotación de la cual se liberan regresando a la tierra que Dios había prometido a Abraham.

El éxodo de los hebreos de Egipto a la tierra prometida coincide con la rebelión de los hapirus en Israel con la cual se vence a las ciudades (Dt; 3-4, 2-36, 9-1, Num, 21-3, 31-10, Jos; 6-26) y se instaura un nuevo régimen en una nueva ciudad en la cual:

  1. La economía esta basada en la solidaridad. Las ciudades producen para su autoabastecimiento y el excedente se almacena para dos fines:
  • Primero para cubrir los faltantes en épocas de escasez o sequías, en Israel era frecuente que se alternaran épocas de abundancia con épocas de escasez, los silos de almacenamiento se hacían necesarios.
  • Segundo para abastecer a las ciudades que no hubiesen  almacenado los suficientes alimentos, es decir, funcionaba lo que hoy podemos denominar “comunicación cristiana de bienes”. Esto era posible porque la tierra que es por excelencia la fuente de riquezas era de propiedad colectiva. La tierra es un regalo de Dios y  ella y sus frutos son de propiedad colectiva.
  1. La administración política de las ciudades estaba a cargo de los personajes más representativos y mejor preparados y/o capacitados, podría ser hombre o mujer, no existía entonces discriminación contra la mujer. Generalmente eran los ancianos.
  2. En lo militar no existía un ejercito permanente, en cambio había lo que podemos denominar “armamento general del pueblo”, los conflictos internos eran resueltos por los jueces que podrían ser mujeres (como Ruth). La defensa de las ciudades que fuesen objeto de ataque de ciudades o naciones extranjeras se daba a través del apoyo solidario de las ciudades cercanas, apoyo que dependía del tamaño de la agresión externa. Si era necesaria la movilización de tropas de toda la nación para defender una ciudad atacada ésta se daba de manera oportuna y eficaz. Al terminar la agresión las tropas regresaban a sus lugares de origen. El abastecimiento de las tropas movilizadas se daba de la misma manera.
  3. Esto era posible porque no había tributos de una ciudad hacia otra, los excedentes, como se dijo anteriormente eran utilizados para cubrir las necesidades de toda la nación. Tampoco existía el pago de intereses por préstamos y existía una ley de perdón de deudas cada 50 años (año jubilar). La tierra era devuelta a sus antiguos dueños y los esclavos eran liberados.
  4. En cuanto a la salud y la seguridad social, había especial atención a tres grupos poblacionales: los pobres, los huérfanos y los extranjeros.
  5. Los israelitas practicaron lo que podríamos denominar leyes ecologistas, cada 7 años la tierra debía descansar para que recuperara su capacidad productiva. Durante ese año el abastecimiento lo obtenían de su propio acumulado o de la ayuda solidaria de otras ciudades si la requerían.

Durante más de  200 años los israelitas experimentaron este modelo de sociedad. Pero el modelo se pervirtió. Samuel, ultimo de los caudillos de Israel nombró caudillos a sus hijos (aparece el nepotismo), quienes se corrompen. Los ancianos de Israel reunidos le piden a Samuel que les nombre un rey, como es costumbre de las naciones vecinas; Samuel consulta la petición con Dios y Éste le dice que haga lo que le piden no sin antes advertirles lo que hará con ellos el rey (ver I de Samuel 8; 1-22).

Al pueblo de Israel le pasó lo que le pasó al pueblo de la fábula de la vid, del olivo y la zarza:

“El pueblo le pidió a la vid que fuera su rey, pero las vid les

dijo que no podía por que si se hacia rey …entonces quién

le daría las uvas para la elaboración del vino?

El pueblo entonces le pidió al olivo que fuera su rey y el olivo le

respondió que no porque entonces quien les dará las

aceitunas para alimentarse y el aceite para cocinar y

alumbrarse por las noches?.

El pueblo le pidió a la zarza que fuera su rey y la zarza

¡Ni corta ni perezosa Abrazo al pueblo!”.

Con la injusticia, la inequidad, la explotación y la opresión aparecieron las voces de los profetas denunciándolas y anunciando la venida de una nueva oportunidad para una nueva ciudad y un nuevo pueblo. Una de las voces proféticas que retumbo en la Palestina del siglo primero fue la de Juan el bautizador, voz que escuchó y con la cual se identificó un humilde carpintero de Nazaret quien entregaría sus energías, convicciones y su vida a la causa de los afligidos, los débiles, los empobrecidos.

Ni antes, ni después de su paso por este mundo, ha habido personaje  alguno que haya influido en nuestras vidas como el judío del siglo primero. En su nombre se fundó el movimiento más grande del que la historia tenga conocimiento. En su nombre se han realizado enormes gestas libertarias, y desafortunadamente también se han cometido horrendos crímenes que le costaron la vida a millones de inocentes personas.

En la segunda entrega seguiremos los pasos  del judío del siglo primero a través de sus discípulos inmediatos y de quienes a través de la historia han mantenido vivo su legado y sobre todo su práctica de lucha frontal contra las inequidades, injusticias, mentiras, corrupción, opresión, explotación, y  de construcción del reino de paz, justicia y vida en abundancia para todos y todas.

¡David siempre vencerá a Goliat!


* Guido Niebles Santana.