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Aprender a ganar

Es cierto que, hacia la segunda vuelta, el triunfo parcial corre riesgo. Pero en el desconcierto de la victoria pesa también el temor a lo desconocido: por primera vez en la historia se puede ganar.

La segunda vuelta con Hernández será más difícil, y el Pacto Histórico sintió el golpe. Tal vez, incluso, más de lo que debería: triunfó holgadamente, pero el primer efecto en su militancia fue de desánimo. Paradojas de una elección victoriosa que, sin embargo, el pueblo colombiano no se animó a celebrar.

Hacia el 19 de junio sigue habiendo posibilidad de victoria. La candidatura de Petro vino creciendo sostenidamente los últimos años. Los 8.520.000 votos no tienen por qué ser su techo: toda segunda vuelta por definición polariza. Es esperable que las dos opciones crezcan, y es al Pacto Histórico a quien le falta menos para llegar.

Otro factor favorable puede ser más auspicioso aún: en Colombia el voto no es obligatorio, y un 46% de la ciudadanía habilitada para hacerlo no fue a votar. Ese ausentismo es de arrastre, aunque la cifra de votantes se fue incrementando con los años, a partir de la mayor politización de la sociedad. También ese es un techo probable de superar. El propio Gustavo Petro dijo, en el discurso después de conocidos los resultados, que la militancia debía salir a buscar a esa población que hasta ahora no se dejó interpelar.

El piso del 40% obtenido en primera vuelta, más ese abanico de opciones de crecimiento, muestran un escenario abierto, incluso favorable. Sin embargo, hay miedo. En este caso, no a la violencia (no solo a la violencia, sería más preciso decir, ya que esa amenaza en Colombia siempre está). El miedo ahora parece ser a lo desconocido, a la incertidumbre de no saber si finalmente se va a ganar.

“En algunos casos son miedos deseantes, movilizantes”, interpreta Johana, una psicóloga que militó desde el primer momento la campaña. Pilar, defensora de derechos humanos, coincide: “En Colombia sabemos que la tristeza, la rabia y la frustración nos pueden llevar a crear cosas poderosas y llenas de dignidad”.

Aprender a ganar

El periodista le acerca el micrófono a un hombre para que responda: “Don Gustavo, lo que no entiendo es todo esto para qué”. El hombre lo mira desafiante y dice: “¿Para qué? Pues… ¿Para qué le sirve usted la dignidad, ah? ¿Esa palabra no existe o qué, o no la usan ya en televisión? ¡Como que pa´ qué! ¡Pa´ la dignidad!”. El reportero se ofende y corta la transmisión.

Así termina La estrategia del caracol, una película emblemática del cine colombiano en la que unas familias pierden un juicio de desalojo, deben entregar sus viviendas y elijen hacerlo peleando, con más creatividad vindicatoria que efectividad.

Así ha sido durante toda la historia en Colombia. Este pueblo ha soportado guerras civiles, desplazamientos, desalojos, exilios. Duras derrotas, por lo general. Pero no está en su ADN la posibilidad de la resignación. Aquí todas las batallas se pelean con dignidad.

La segunda vuelta electoral no será fácil. Ni lo será gobernar este país, si el Pacto Histórico llegara a ganar. O retomar la resistencia, si quedara un nuevo gobierno de derecha. Tampoco será sencillo, si no resulta ahora, volver a intentar la epopeya en 4 años más. Nada en Colombia para el pueblo fue ni será fácil. Pero nunca en toda la historia de esta tierra, como ahora, se estuvo tan cerca de dejar de perder, de quebrar el círculo de la derrota, aun la que se asume con dignidad.

Ya se ganó una primera vuelta parcial, aunque a los propios protagonistas les esté costando hacerse a la idea. Es entendible. Pero la espiral de pequeñas victorias ya empieza a hacer efecto. Más temprano que tarde el pueblo colombiano, que tanto ha aprendido y tanto tiene por enseñar, también aprenderá a ganar.