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Flor rebelde

María Cano tiene un lugar especial en la historia de la rebeldía en Colombia, y en Lanzas y Letras tenemos el gusto de recordarla a tráves de la educadora María Tila Uribe, quien compartió desde su infancia los ámbitos socialistas que rodearon a su familia. Allí conoció a María Cano, a quien define como “modelo de una mujer nueva en el siglo XX” que se vinculó a las causas obreras y defendió, con su ejemplo, un rol protagónico para la mujer desafiando prejuicios y condenas sociales. Este texto apareció en nuestra edición número 32 del año 2017, cuando se celebraron 130 años del nacimiento de Cano y 50 años de su muerte. 

Por María Tila Uribe*. En mi libro Los años escondidos escribí:

En la intensidad de los relatos de mi madre, de sus compañeras y compañeros, viví día a día su época a tal punto que, en muchos momentos de mi vida, me parecía pertenecer a ese pasado.1

Aquellos relatos se referían a la década de 1920, especialmente entre los años 1924 y 29, cuando dejaron escrita la historia patria en los caminos de Herradura, los cafetales y cañaduzales, en el río Magdalena, en las minas de oro y de platino de Antioquia y de Chocó, entre ese barro negro que apareció en Barranca y en la trágica fecha de la Zona Bananera.

Mi infancia me había permitido estar en contacto directo con los fundadores del Partido Socialista Revolucionario y en alguna infantil medida también participar de su mundo: observé la elaboración de diarios y memorias, oí sus conversaciones recordando mensajes y discursos, cómo planearon las huelgas, cómo se enfrentaron a la pena de muerte; también recuerdo cuando recitaban… o el estruendo de sus risas celebrando un chispazo.

Cuando María Cano –como todos la llamaban– venía a Bogotá, la invitaba el grupo, porque la admiraban, respetaban y querían de manera especial. De ahí vienen mis primeros recuerdos de ella.

Miraba fijamente a quien le hablaba, es decir, escuchaba. Y analizaba con otros socialistas, en esas reuniones, el entusiasmo con el que llegaron a fundar la esperada Primera Confederación Obrera Nacional que hubo en el país… Sí, la famosa CON, en la que ella, Tomás Uribe Márquez, Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha y el indígena Quintín Lame bautizaran el nacimiento de la clase obrera colombiana, plantearan y defendieran la jornada laboral de los tres ochos y le dieran vida al pensamiento socialista en nuestro país. Por aquellos días fue bautizada como “la Flor del Trabajo”.

También la veo arreglando los lazos de cinta en nuestras cabecitas de niñas, el cuello marinero de los niños… o entrenándonos con el ábaco.

Así que, para mí, la primera dimensión de María fue su actitud de amor. Quizá pensaba en nuestro destino, pues era lo propio que le preocupara el futuro de las generaciones que seguíamos.

Repasando su vida, aparece desde muy joven esa dimensión que marca su sensibilidad frente a la extrema pobreza y su profundo sentido de conmiseración, porque si algo le afligía era ver los lanzamientos, los desahucios a familias enteras en condiciones de tragedia y hambre. Esas preocupaciones también podrían serlo de otras jóvenes, pero la diferencia estaba en que María no aceptaba la caridad como remedio y resolvió combatir la injusticia. Es decir, se dio en ella una toma de conciencia, y por eso vemos que no fue solo el pensar y el sentir, sino también el hacer y el actuar.

Escabrosa tarea le esperaba. Inició entonces una campaña de agitación social con el nombre de “Comités de auxilio” para impedir la práctica desatinada de los desahucios. Estableció otro frente de trabajo con los niños para sacarlos de su condición de olvidados, por lo que fue reconocida en los barrios de Medellín por su espíritu de ayuda. Durante años mantuvo un sistema de lectores-escuchas, dejando tiempo para leerle a los trabajadores iletrados, que eran casi todos en esos tiempos en que, en algunos de esos primeros pliegos de peticiones, se incluía la audacia de solicitar permiso para aprender a leer y a escribir.

Vivía con tres de sus hermanas en la casa que les dejara su padre, el profesor don Rodolfo Cano. Había tenido una infancia y primera juventud entre libros, con un padre intelectual y una madre de familia liberal y laica, Doña Amella Márquez Obregón. María leía bastante para su tiempo, para su condición de mujer y para su edad; entre sus apuntes dejó escrito:

“Fue José A. Silva quien despertóme a la belleza… y amé a ese poeta torturado. Sus versos fueron mi exquisito jardín después Becquer, Heine y Amado Nervo”.

También habla de Zolá, Tolstoi y Dostoievski; vale recordar que escribía bellas cartas y hacía versos. En el periódico EI correo liberal dice:

“Hay almas, cauces secos, bocas sedientas, que esperan del divino manantial el agua fresca”.

Esta manera de expresarse era la costumbre de muchos jóvenes en el siglo XX, pero además hay que tener en cuenta que María vivía en la misma época en que era costumbre leer los versos de Gabriela Mistral, de Juanita de Ibarbourou y de Alfonsina Storni.
Pasará sin duda el siglo XX a la historia como el periodo del mayor auge expansivo del capitalismo; por lo menos así lo fue en Colombia, eso sí, con la brutalidad refinada con la que se despidió la Hegemonía Conservadora después de 42 años de dictadura, en medio de una telaraña nacional de corrupción sistemática. Así que, al lado de la llegada del primer hidroavión, el cine mudo, la radio, la maquinaria para la producción fabril y la electricidad, estaban las abismales diferencias sociales. Eran las características del decenio de los años 20 y de la llamada modernidad en los que transcurrió la juventud de María.

En esta nueva fase ingresaron las mujeres al mercado del trabajo en nuestro país; miles de ellas se iniciaron como obreras para las nuevas industrias, y crecieron las legiones de secretarias para las oficinas, a pesar de que la Iglesia y la sociedad en general consideraban que “las mujeres trabajando representaban la quiebra del hogar”. Pero así sucedió: el incipiente capitalismo necesitaba millares de seres que trabajaran hasta 16 horas diarias con salarios de hambre, y las mujeres valían menos de la mitad del salario de un hombre. Había otro factor: ya ellas sentían la necesidad de aprender, estudiar y buscar independencia.

Vinieron entonces los cambios de mentalidad que fueron modificando las actividades sociales, económicas y culturales. Por primera vez una mujer preparó en Medellín a grupos de mujeres para celebrar el Día del Trabajo: se llamaba María Cano. Y en esos cuatro años que siguieron esa joven muchacha fue creciendo en conciencia crítica frente a la dura situación que se vivía en campos y ciudades, fue tomando contacto con la realidad, con la gente, palpando las situaciones de miseria y opresión, de marginalidad, de injusticia estructural y de explotación salvaje de millones de colombianos de muchas edades y condiciones. Al mismo tiempo estudiaba, leía e iba adquiriendo compromisos y responsabilidades políticas en el Partido Socialista Revolucionario.

Muchos años después escribió esta comunicación a las mujeres con motivo de un 8 de marzo:

“Pronto hará cuarenta años que fui traída por las masas trabajadoras del país en cuya amable compañía estuve mientras se consideró que podría serles de alguna utilidad. Y fui a confundirme con la gran marea popular –desde mi modesta posición de escritora de periódicos y revistas–, porque tenía la convicción entonces, como la tengo ahora, de las razones justas que impulsaban al pueblo trabajador a luchar por sus legítimos intereses, y de la necesidad que tenía y tiene todavía la nación de una nueva fuerza social que, unida y poderosa, la redima de la miseria y la ignorancia.”2

Con una inmensa dimensión de comunicadora escuché hablar por años a Enriqueta Jiménez Gaitán y a Elvira Medina,3 amigas y compañeras de María en el PSR hasta el final, porque después de departir por horas o días con las tabacaleras de Santander, las cajetilleras de Bogotá, las cafetaleras o las obreras textiles de Medellín o con cualquier grupo obrero, cruzaban experiencias y multiplicaban las ideas y las orientaciones de MaríaCano en muchos escenarios. Volvamos a leerla:

“Desde Buenaventura (…) hasta Santa Marta, mi voz de mujer estimuló a las multitudes. Porque fueron multitudes como grandes ríos las que afluyeron a los teatros y plazas públicas a oír el mensaje de lucha que les llevaba. Extraño, pero más interesante, el hecho de que fuera una mujer la que sembrara esa llama de inquietud revolucionaria por los caminos de la patria. Extraño, pero lógico, porque ya la mujer no estaba solamente en la casa, en el pequeño taller y en el campo de cultivo, sino también en las grandes fábricas, en el amplio comercio, en oficinas e instituciones. ¿No es lógico igualmente que la mujer esté, con los mismos derechos del hombre, en todos los frentes de la actividad económica, social y política de la nación?”.

Como mujer necesitó valor para apartarse de esa sociedad patriarcal, ignorar los comentarios que suscitaba cuando salía sola o volvía de noche a casa, o cuando con sus amigos entraba a un café, que era lo más atrevido que una mujer podía hacer por entonces. Ella se sabía motivo de críticas y chismes de todo orden, pero se comportaba con plena libertad, y la buscaba, costare lo que costare. Aún a pesar de infamias, como cuando algún periódico de Medellín inventó que estaba envenenando el agua del acueducto… O de injusticias, como le sucediera en 1930 con todo aquel montaje de decisiones internacionales, nacionales y personales que comenzaron a conocerse en ese tiempo y ante las cuales ella respondiera en una de sus cartas políticas dirigida a quienes o a quien la acusaba:

“No me extraña que usted así lo crea, son estos resabios de ambiente. Entre nosotros se tiene por norma que la mujer no tiene criterio propio; y que siempre obra por acto reflejo del cura, del padre o del amigo. Creo haber educado mi criterio lo suficiente para orientarme”.

María Cano fue semilla de vida, no de muerte, porque su ejemplo ha forjado destinos, ha dado frutos y se multiplica. Ella y sus compañeras y compañeros construyeron banderas para una lucha nueva, no sectaria, plasmada en su programa político de 1925. Y si el porvenir que anhelaron no fue alcanzado, nos legaron experiencias y dudas que nos obligan a pensar.

Le correspondió a MaríaCano organizar el apoyo a los presos sociales porque el panorama se ensombrecía por el Proyecto de Ley de pena de muerte para delitos políticos. Con cada debate una carga de arbitrariedad se acentuaba con allanamientos, cárceles y destierros; ella trazó estrategias poco a poco, por medio de mensajes dirigidos especialmente a grupos de mujeres que permitieron sacar adelante esa labor humanitaria.

Pero María no fue una iluminada solitaria. A veces han querido convertirla en mito, como en un símbolo de consumo del día de la mujer. Es cierto: resaltan su rebeldía, su recio carácter, su apariencia física (pero una María así podemos encontrarla en cualquier parte). Sin embargo, lo que caracterizó a María Cano fue su fuerza ideológica y política, la forma como planteó y discutió los caminos y tareas para la emancipación social en su tiempo.

Yo creo que MaríaCano es el modelo de una mujer nueva en el siglo XX, que fue coherente, que no claudicó a sus ideales a pesar de todo, ni a sus valores éticos y espirituales.

De otra parte, veo que fue el peso del cambio social, la aparición de una clase obrera en nuestro país y el avance en la situación de las mujeres, lo que hizo que ella fuera pieza clave y jugara un papel determinante en el proyecto del Socialismo Revolucionario en Colombia.

Por eso es que pido a ustedes que esta memoria de María Cano no sea solo un canto a la vida recordando los 50 años de su muerte, sino un compromiso de acción y pensamiento, para continuar transformando, empujando el espíritu solidario y la necesidad de justicia. Ese fue el ideario de MaríaCano y el aspecto más humano para destacar en ella, porque, además, hizo florecer el compromiso de las mujeres que la conocieron y estuvieron con ella y con sus luchas.

Notas

* Educadora popular; durante toda su vida acompañó organizaciones obreras y campesinas. Autora de cartillas de alfabetización de mayores. Hija del líder del Partido Socialista Revolucionario (PST) Tomás Uribe Márquez; durante su infancia se crió en medio del ambiente político e intelectual que describe en este artículo.
1. Los entrecomillados de este artículo pertenecen a textos tomados del libro Los años escondidos, cuarta edición, de sus páginas 25 a 27.
2. Una fotografía de las tres mujeres, en la página 27 del libro.
3. Iván Marín, María Cano en el amanecer de la clase obrera, Bogotá, Instituto María Cano, ISMAC, 1985.

Autor

Producción editorial del equipo de la Revista Lanzas y Letras. www.lanzasyletras.com