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8 y 9 de junio: memorias colectivas del movimiento estudiantil

El compromiso estudiantil con la transformación social constituye todo un derrotero político, histórico y simbólico para las luchas que vienen. Mientras el establecimiento perfecciona sus técnicas de muerte, el estudiantado colombiano prepara la batalla con el ímpetu de las y los caídos. 

“Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica”.
Fragmento del poema Tlatelolco 68 de Jaime Sabinas

La historia del movimiento estudiantil colombiano y latinoamericano ha tenido un trasegar bastante interesante que ha dejado múltiples procesos históricos que perduran en el tiempo, que cuenta con un legado de lucha que por más que la clase dominante intente a sangre y fuego eliminar y acallar, se mantiene cada vez más vigente. En este sentido, la historia del movimiento estudiantil y la de muchos movimientos sociales tiene un valor simbólico relevante para la lucha social y popular que ha resistido al látigo, las torturas, las amenazas, los sables, las balas, las motosierras y los gases lacrimógenos.

El movimiento estudiantil ha sabido entender que la construcción de memorias colectivas es un campo político importante en el marco de la disputa por las transformaciones sociales, la construcción de nuevas subjetividades políticas, identidades, sentidos y representaciones sociales. Esta es, ha sido y será una lucha con un notable trasfondo político, que entra a disputarse, a subvertir y a desafiar la memoria y la historia oficial, aquella que se impone desde las alturas como estrategia de dominación de un puñado de personas amañadas en el trono del poder.

En este orden de ideas, pese a que actualmente la humanidad está viviendo un confinamiento a raíz del COVID-19, no se puede pasar por alto la imporante tarea de conmemorar el 8 y 9 de junio, día del estudiante caído y combativo. Esta no es una fecha más del calendario, sino un suceso socio-histórico emblemático en el que el movimiento estudiantil —en términos de Eduardo Galeano y haciendo alusión a las madres de la Plaza de Mayo— se niega a olvidar en tiempos de la amnesia obligatoria; resistiendo así al olvido de la represión, la persecución y la estigmatización que el sangriento Estado colombiano ha desatado contra las expresiones organizadas de los diferentes sectores sociales.

Para entender el origen del 8 y 9 de junio como día del estudiante caído y combativo, se debe tener en cuenta que el movimiento estudiantil colombiano y latinoamericano, pese a las dificultades políticas y organizativas, se ha solidarizado y se ha articulado con otros sectores en luchas unitarias y acciones colectivas. Es decir, el movimiento estudiantil ha intervenido en diferentes contextos sociales y políticos y —aunque han faltado mayores niveles de articulación y creación de agendas conjuntas— no ha agotado su quehacer en la defensa de la educación pública, sino que este ha convergido con otras fuerzas sociales en la construcción de un proyecto de país, de un proyecto de sociedad.

Es por eso que los estudiantes, en el caso colombiano, han estado presentes en diferentes sucesos históricos del país, solo por mencionar algunos ejemplos: el rechazo a la dictadura militar de Rojas Pinilla, la séptima papeleta y la creación de la constitución política de 1991, el acompañamiento a los ejercicios de paro nacional en 1977, 2013 y 2019, entre otros. Asimismo, en algunas plataformas de lucha de organizaciones estudiantiles, tanto a escala nacional como local y regional, se encuentran reivindicaciones como la paz, la democracia, la defensa del territorio, la defensa de la soberanía nacional, la no militarización de la vida juvenil, el rechazo a los Tratados de Libre Comercio e incluso el antimperialismo.

Dicho esto, cabe resaltar que el día del estudiante surgió de una manifestación conjunta en rechazo a la masacre de las bananeras, masacre que se llevó a cabo el 5 y 6 de diciembre de 1928 en la que fueron asesinados miles de trabajadores de la United Fruit Company en el Magdalena, aunque la cifra bien puede ser más alta de lo que se conoce oficialmente. Esta masacre tuvo lugar en el gobierno de Miguel Abadía Méndez, entre 1926 y 1930, fue último presidente de la hegemonía conservadora. La manifestación de solidaridad con la huelga bananera se desarrolló entre el 5 y el 8 de junio de 1929. Sin embargo, esta última tampoco estuvo exenta del derramamiento de sangre por parte de las balas oficiales, pues el 8 de junio de aquel año fue asesinado Gonzalo Bravo Pérez a manos del Ejército nacional.

Años más tarde, a pesar de que algunos románticos afirmen que Colombia tiene la democracia más vieja de América Latina, el general Gustavo Rojas Pinilla asalta el poder y se convierte en dictador durante el periodo de 1953 y 1958. Estos años, sin decir que antes no ocurriera, el país estuvo manchado de sangre debido al odio de la clase dominante. Dentro de este contexto, infortunadamente, el movimiento estudiantil tuvo su cuota de sangre: fue asesinado el estudiante de la Universidad Nacional, Uriel Gutiérrez, en el marco de la conmemoración del vigésimo quinto aniversario del asesinato de Gonzalo Bravo Pérez el 8 de junio de 1954 en la ciudad de Bogotá (ANDES Risaralda, s.f). Intentando responder a la violencia de este suceso, el 9 de junio fueron asesinados los estudiantes Hernando Ospina Lopez, Hernando Morales Sanchez, Rafael Sánchez Matallana, Elmo Gómez Lucich (activista de la Juventud Comunista de nacionalidad peruana), Álvaro Gutiérrez Góngora, Juan Pacheco, Hugo León Velásquez y Jaime Moore Ramírez, entre otros (Agencia de Prensa Rural, 9 de junio de 2019; Justicia y Paz, 7 de junio de 2019).

Posteriormente, el 10 de mayo de 1957, el movimiento estudiantil junto a otros sectores, impulsó un movimiento cívico que tuvo como conquista política la caída del dictador Rojas Pinilla. No obstante, en 1958 se nombró una Junta Militar que operó una transición hacia la imposición del Frente Nacional, de 1958 a 1974, lapso en el que el Partido Conservador y el Partido Liberal se repartieron la torta del poder.

Ahora bien, no solo en el 8 y 9 de junio, y no solo en las fechas anteriormente referenciadas, han sido asesinados estudiantes y líderes sociales, sino que todos los días del año se debe reflexionar y rememorar la lucha de los estudiantes y de los movimientos sociales que han contado con la valentía de hombres y mujeres que han entregado su vida a las luchas reivindicativas y emancipatorias.

En estos momentos el país presenta unos picos muy elevados de violencia, una situación que es alarmante en términos de la falta de garantías reales para la protesta social. De igual modo, en medio de las dificultades, con avances y retrocesos, con ausencia de voluntad política del gobierno y del Estado, el país se encuentra en la fase de implementación del Acuerdo de paz de La Habana firmado entre el Estado y la guerrilla de las FARC-EP. Un proceso que debe dejar de ser romantizado y asumirse desde un sentido agonista en el que se profundice la movilización social, las contradicciones estructurales y se potencien las acciones colectivas, acompañadas de ejercicios de reflexión crítica que permitan de-contruir, re-inventar, re-pensarse y subvertir la historia, en el entendido de que esta es un campo de disputa política. Todo esto, implica también reivindicar las memorias de cientos de compañeros y compañeros que han sido asesinados con el veneno de las élites. Finalmente, y para cerrar este breve artículo como aporte a las memorias colectivas de las luchas y el legado de miles de compañeros y compañeras del movimiento estudiantil del Huila, tanto el secundarista como el de la Universidad Surcolombiana (la mayoría de ellos militantes de organizaciones políticas de izquierda), cabe recordar a los compañeros y compañeras que fueron asesinados o desaparecidos por pensar diferente, por luchar por una educación para la emancipación, por luchar por sueños y proyectos colectivos:

Tarcisio Medina Charry (1988), reconocido militante de Juventud Comunista (JUCO) y de la Unión de Jóvenes Patriotas de la UP. Estudió en el Colegio Nacional Santa Librada, pero se retiró y se graduó de bachillerato en la Nocturna Manuel Ascencio Tello. Posteriormente fue estudiante de literatura y lingüística de la Universidad Surcolombiana. Tarcisio fue fotografiado, perseguido, detenido y desaparecido en 1998, en ese momento tenía en su mochila el periódico Voz Proletaria, medio de divulgación del Partido Comunista (Testimonio tomado de conversación personal con Paola Medina Charry, hermana de Tarcisio e integrante de la Coordinación de familiares víctimas y sobreviviente del genocidio contra la Unión Patriótica, 4 de junio de 2020).

José Alberto Peñuela Rojas (1991) fue líder de Ingeniería Agrícola de la USCO, asesinado por sicarios en la esquina del cementerio de Neiva (conversación personal con líder estudiantil desde 1986 hasta el 2000 y posteriormente líder sindical de la USCO, 4 de junio de 2020).

Liliana Camacho y Reinaldo Cuenca (1989), ambos eran activistas estudiantiles del Programa de Lingüística y Literatura de la USCO. A ellos los arrestó el Ejército en el centro de Neiva y posteriormente sus cuerpos aparecieron sin vida en el municipio de Aipe, Huila. Eran compañeros sentimentales, y como fueron asesinados juntos, dejaron huérfano a un niño de escasos meses de nacido (conversación personal con líder estudiantil desde 1986 hasta el 2000 y posteriormente líder sindical de la USCO, 4 de junio de 2020).

Luz Stella Vargas y Nevardo Fernández fueron activistas que, en articulación desde el movimiento estudiantil de la USCO, realizaban campañas y jornadas de solidaridad con los barrios de sur y suroriente de la ciudad de Neiva, así como también con un grupo de indígenas que fueron desplazados de la zona donde estaban asentados. Aparte de compartir un escenario de lucha, eran compañeros sentimentales, ambos cuerpos fueron encontrados torturados y asesinados (conversación personal con líder estudiantil desde 1986 hasta el 2000 y posteriormente líder sindical de la USCO, 4 de junio de 2020).

César Medina Charry fue un estudiante que, en el marco de una marcha de antorchas, sufrió un accidente, se quemó con una de ellas y falleció. En homenaje a él, hoy en día el Coliseo de la USCO, ubicado cerca a la piscina, lleva su nombre (conversación personal con líder estudiantil desde 1986 hasta el 2000 y posteriormente líder sindical de la USCO, 4 de junio de 2020).

Carlos José Manchola Rojas (1988), su caso también ha sido defendido por La Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES).

Nicolás Telles, líder estudiantil del Colegio Nacional Santa Librada que fue capturado y posteriormente apareció asesinado. Su mamá duró buscándolo casi ocho años y todavía no se han esclarecido los hechos. El caso reposa en los archivos de La Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES) (Testimonio tomado de conversación personal con Paola Medina Charry, hermana de Tarcisio e integrante de la Coordinación de familiares víctimas y sobreviviente del genocidio contra la Unión Patriótica, 4 de junio de 2020).

• El caso del asesinato de Rachel Dussán y Aldemar García tiene una particularidad debido a que ambos, a raíz del contexto político, la violencia y la persecución estatal, se fueron para la guerrilla a continuar su lucha política desde la expresión armada. Ambos fueron asesinados en la misma emboscada en el Tolima. Se hace referencia a la memoria de ellos dada la importancia de su liderazgo dentro del movimiento estudiantil del Huila, puesto que, Rachel Dussán fue una de las cofundadoras del primer Consejo Estudiantil del CEINAR junto a Laliselly y Sorangie. Por su parte, Aldemar García fue un destacado líder estudiantil del colegio Manuel Ascencio Tello (el mismo colegio del que salió Tarcisio Medina Charry), el cual era nocturno y, pese a no tener Consejo Estudiantil, desarrollaban importantes procesos de movilización. Asimismo, Aldemar García, no solo desarrolló un trabajo en lo estudiantil, sino que además fue un destacado militante de la vida y de la lucha revolucionaria (comunicación personal con un histórico militante de izquierda del Huila, 4 de junio de 2020).

• En la misma vía de lo anterior, los siguientes dirigentes estudiantiles fueron asesinados en combate: Rafael Mazorra del Programa de Ingería Agrícola de la USCO, Luz Dary Murillo y Gerardo García; estos dos últimos fueron líderes estudiantiles en la década de los ochenta (conversación personal con líder estudiantil desde 1986 hasta el 2000 y posteriormente líder sindical de la USCO, 4 de junio de 2020).

Por último, resulta pertinente conmemorar a los compañeros y compañeras que, a nivel nacional, han sido asesinados o desaparecidos, tantos por el escuadrón de la muerte, ESMAD, como por otras fuerzas represivas estatales y paraestatales. Los siguientes nombres de compañeros y compañeras fueron recolectados a partir del rastreo de prensa, informes de institutos y otras fuentes documentales como Quimbayo (2012, p. 367), Quevedo (13 de octubre de 2013), El Espectador (1 de diciembre de 2019) y Quintero (s.f).

Margarita María Gómez (Córdoba)
Mateo Matamala Neme (Córdoba)
Norma Patricia Galeano (Tolima)
Juderus Gómez Zapata (Medellín)
Mabel Cristina Rubio Herrera (Bogotá)
Diego Felipe Becerra (Bogotá)
Nicolas Neira (Bogotá)
Julio Cesar González Wilches (Bogotá)
Johnny Silva (Universidad del Valle)
Jaime Alfonso Acosta (Santander),
Carlos Giovanny Blanco (Bogotá)
Jaime Acosta Campo (Santander)
Leonardo Salas Ángel (Bogotá)
Oscar Salas (Bogotá)
Miguel Ángel Barbosa (Bogotá)
Dilan Cruz Medina (Bogotá)
Gonzalo Bravo Pérez (Bogotá)
Uriel Gutiérrez (Bogotá)
Edison Franco Jaime
Yoel Jácome Ortiz
Hermides Jaime Téllez
Diomar Alfonso Quintero
Nicolás Valencia Lemus
César Hurtado Tróchez
Jaime Alfonso Acosta
Jesús «Chucho» León Patiño
y cientos de compañeros y compañeras más.

A la memoria de los estudiantes que han sido asesinados por las balas oficiales y extraoficiales; a las memorias de las luchas estudiantiles como baluartes para las transformaciones sociales.

Bibliografía

• ANDES Risaralda. (s.f). Reseña histórica del movimiento estudiantil colombiano. Recuperado de http://andesris.blogspot.com/2009/02/breve-resena-del-movimiento-estudiantil.html
• Agencia de Prensa Rural. (9 de junio de 2019). Recordando el 8 y 9 de junio: A tumbar la rosca y la dictadura. Recuperado de https://prensarural.org/spip/spip.php?article24423
• Justicia y Paz. (7 de junio de 2019). Gonzalo Bravo Pérez. Recuperado de https://www.justiciaypazcolombia.com/gonzalo-bravo-perez/
• El Espectador. (1 de diciembre de 2019). 34 personas han muerto por acciones del Esmad desde su creación: ONG Temblores. Recuperado de https://www.elespectador.com/noticias/judicial/34-personas-han-muerto-por-acciones-del-esmad-desde-su-creacion-ong-temblores-articulo-893786
• Quintero, M. (s.f). ESMAD y uso de la fuerza. Recuperado de https://pares.com.co/2018/11/17/esmad-y-uso-de-la-fuerza/
• Quimbayo, U. (2012). Violencia antisindical: el caso del Huila en la región surcolombiana. Revista Controversia, 198, pp. 357-375.
• Quevedo, N. (13 de octubre de 2013). Los trece macabros asesinatos de universitarios. El Espectador https://www.elespectador.com/noticias/investigacion/los-trece-macabros-asesinatos-de-universitarios-articulo-455773