Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Tras el primer paro general contra el gobierno de Milei

Tras un mes y medio de haber llegado al gobierno, Javier Milei ya enfrenta la primera huelga general convocada por sindicatos, organizaciones de la economía popular y movimientos de base territorial. Una renovada fuerza social que entra a la ofensiva en contra de un libertarismo reaccionario enemigo de las mayorías. uNA NOTA DE MARIANO PACHECO.*

Empobrecimiento social, autoritarismo político, desintegración comunitaria: el tríptico con el que el gobierno de la Libertad Avanza busca llevar adelante en democracia un verdadero Proceso de Reorganización Nacional. Las centrales sindicales, los movimientos populares, y el entramado de una sociedad en movimiento busca frenar esta ofensiva contra las grandes mayorías combinando una fuerza que se exprese en el parlamento, en los medios de comunicación y, sobre todo, en las calles.

Pasados apenas diez minutos de la una del mediodía de ayer, toda la zona del Congreso se tornó intransitable. Del lateral derecho, del lado del Cine Gaumont, las organizaciones de la economía popular; más hacia el centro, los partidos de izquierda y, del otro lateral, adelante del escenario y, sobre todo, por Avenida de Mayo y hasta la 9 de Julio, obreros, empleados, trabajadores y trabajadoras de múltiples oficios, encolumnados con sus sindicatos.

No solo la plaza colmada, como después pudo verse en las imágenes captadas por algún dron, sino todas las calles de alrededor del Congreso son un hervidero al mediodía: Rivadavia, Bartolomé Mitre, Paraná, Uruguay, del lado norte, Yrigoyen, Sáenz Peña, Alsina, Santiago del Estero, del lado sur: por todas las calles van y vienen personas en ambas direcciones. Algunas llegan, otras se van, unas cuántas buscan algún lugar para ir al baño, un kiosco o supermercado abierto para comprar algo fresco de tomar o un rincón de sombra para descansar un rato, teniendo en cuenta los más de 30 grados de sensación térmica que hace en la ciudad. Pasan columnas de jóvenes, de asambleas vecinales, de artistas, de activistas de la diversidad sexual. Padres, madres e hijos, hijas, abuelos y nietos, grupos de amigues y hasta personas que, solas, sostienen alguna pancarta en la plaza o en sus calles adyacentes conforman un variopinto contenido popular a la movilización convocada por las centrales sindicales, en las que el grueso de las columnas son de trabajadores y trabajadoras agremiados. El sindicato de la carne coloca una bolsa enorme de consorcio sobre el techo de un auto y quienes pasan caminando son invitados a llevarse un choripán. Suenan bombos, redoblantes, trompetas y una multitud se sintetiza en la consigna: “La patria no se vende”.

La policía, concentrada en las avenidas 9 de Julio y Entre Ríos, obsesionada con hacer cumplir el “protocolo”, permanece en toda la zona contigua a la plaza Congreso replegada en las veredas, mientras la multitud ocupa las calles.

Las columnas finalmente se repliegan en orden y en paz, tras el cierre del acto, en los que la dirigencia sindical, de la mano de Héctor Daer y Pablo Moyano, hace un llamado a la dirigencia política –sobre todo peronista– a no claudicar, a no dejar pasar este atropello institucional contra el pueblo impulsado por el Ejecutivo.

¿Una nueva etapa abre este paro general con movilización? ¿Qué cierra? ¿Qué puede una huelga en tiempos en los que más de la mitad de quienes viven de su trabajo no realizan sus actividades bajo convenios colectivos, no tienen delegados, no los representa ninguna entidad sindical? No entraremos aquí en el debate de si fue correcto o no garantizar el transporte público para que quienes quisieran pudieran asistir a la movilización al Congreso de la Nación. Lo cierto es que, a diferencia de otras épocas, en que se medía en la conversación pública cuánta masa laboral se adhería a la huelga, hoy el foco está puesto en la cantidad de gente movilizada y en la apuesta del gobierno por restringir la protesta, criminalizarla y condenarla a través de la estigmatización de sus dirigentes.

Les guste o no –no les gusta, por más de que finjan demencia— a un mes y medio de su asunción, Javier Milei, Victoria Villarruel y Patricia Bullrich enfrentan el primer paro general, del que son parte todas las organizaciones sindicales del país. ¿Qué cierra entonces esta jornada? Cierra el ensueño de pensar que a un gobierno que ganó un ballotage con el 56% de los votos, pero que desde el vamos dejó en claro que venía a realizar reformas regresivas de manera profunda y veloz, se le puede dar el tiempo de que ponga en marcha su plan, sin que el 44% restante de la población le obstaculice sus intenciones solo por el hecho de que llegó al poder por la vía electoral. ¿Qué abre? La conformación de una amplio bloque de fuerzas sociales, conducido por las organizaciones sindicales (centralmente la CGT, pero que tiende puentes hacia las dos CTA y las organizaciones de la economía popular), que marcan el ritmo de la discusión parlamentaria (al menos puertas adentro del peronismo, que más allá de su crisis de conducción y los riesgos de “balcanización” que acarrea, sigue siendo el espacio político-institucional: la memoria social mayoritaria que puede reencarrilar a futuro los destinos del país en una orientación que busque conquistar mayor justicia social y ampliar los márgenes de soberanía nacional).

Al cierre de esta nota se confirma que el tratamiento en el Congreso de la Ley Ómnibus se pospondrá por unos días. También que los diputados nacionales por el “peronismo tucumano” conformaron un nuevo bloque, dando a entender que votarán junto al oficialismo.

Mientras tanto, sectores del radicalismo y otras fuerzas que no son ni oficialistas ni peronistas navegan en un mar de dudas que dejan abierto el escenario de lo que pueda pasar en los próximos días. En este contexto, el gobierno nacional, con su presidente Javier Milei a la cabeza, parece querer mostrarse públicamente como impoluto ante la protesta en las calles. Pero más allá de que en su mirada tecnocrática del poder de que  “la gente no vota en el parlamento” y que donde sí votan es en las urnas, lo que no tiene en cuenta este personaje de redes sociales y presuntos saberes académicos es que el rumor de la calle suele transformar el humor social más rápido de lo que tantas veces los gobernantes han calculado o quisieran, y que ese bullicio hace también tambalear muchas posiciones de quienes sí levantan la mano en ambas cámaras, porque al menos desde 2001 saben que el descontento suele llegar hasta las puertas mismas de los despachos de senadores y diputados.

Frente a esto parece quedar claro que la salida a la encerrona de desigualdad y dependencia no puede ser corporativa (económico-social), sino que debe ser política. Dicho de otro modo: hay que derrotar el DNU y esforzarse por bloquear la Ley ómnibus. Pero no hay política popular, con una perspectiva plebeya en Argentina, si no es capaz de recrear una nueva columna vertebral.

Una salida política, entonces, que desde hoy tiene claras condiciones de sustentarse, es la movilización del Movimiento Obrero Organizado, los Movimientos Populares de matriz territorial-comunitaria y el bloque de alianzas que se pueda gestar con artistas, profesionales, inquilinos, activismos ambientales, feministas, de la diversidad, estudiantes, colectivos culturales, escritores y editores y todos aquellos que se vean afectados en esta coyuntura por el programa de gobierno que busca consolidar el modelo de país que tiene su linaje en Martínez de Hoz, Cavallo-Menem-De La Rúa, Macri. Proyecto que, en Argentina, expresa este nuevo fenómeno de libertarismo reaccionario, pero que no es ajeno del avance de las derechas en distintas latitudes. Seguramente por eso el paro fue acompañado por diversas manifestaciones en distintos puntos de Nuestra América y Europa: Santiago de Chile, Caracas, Montevideo, Berlín, Barcelona, Bélgica, Roma, Bruselas, París, Toulouse, que junto con las movilizaciones y concentraciones que también se realizaron en las principales capitales de provincias de nuestro país, muestran que hay condiciones para no regalar la Argentina a las empresas multinacionales que viene por sus recursos, como en otros sitios ya ha sucedido, y como pretenden que acontezca en gran parte del mundo.

Como en tantas otras coyunturas, también ahora la lucha es nacional, latinoamericana e internacional. Y en ese orden. De allí la importancia del paro y movilización de este pasado 24 de enero. Y de la solidaridad que suscitó a nivel latinoamericano y mundial.

*Escritor, militante. Director del Instituto Plebeyo. Miembro del Colectivo La luna con gatillo. Colaborador de Revista Resistencias.