“Desde el ELN queremos que la verdad no sea una víctima de la paz”: Una entrevista con Mauricio Iguarán
De aspecto cercano, amigable y típicamente costeño, Mauricio Iguarán es un experimentado guerrillero del Ejército de Liberación Nacional. Llega, quizá, a los cincuenta años de edad y muestra en sus recatadas formas las secuelas de una vida de compartimentación, silencios y actividad clandestina. Nos responde lo que le solicitamos. Va y viene entre la historia y la coyuntura, entre la política y la anécdota. Una entrevista con uno de los militantes elenos que protagoniza la actual coyuntura de paz en el país.
Muy bien, Mauricio, la primera pregunta que nos gustaría hacerte resulta apenas lógica en el caso de un combatiente guerrillero que ha pasado buena parte de su vida en la clandestinidad. ¿Quién es Mauricio Iguarán y cómo llegó a incorporarse al Ejército de Liberación Nacional?
Mi nombre es Mauricio Iguarán, soy oriundo de un corregimiento de Valledupar y llegué al Ejército de Liberación Nacional (ELN) cuando estaba estudiando en la universidad. En aquel entonces leíamos mucho a Camilo Torres Restrepo, y veíamos que había mucha identidad entre lo que planteaba Camilo y lo que planteaba el ELN. En la universidad desarrollamos procesos culturales, organizamos conversatorios, tratamos de construir una cátedra libre del pensamiento latinoamericano, y logramos estudiar el pensamiento de José Martí y de Estanislao Zuleta.
Después vino la ofensiva paramilitar y mataron a compañeros y compañeras, también mataron a profesores de la Asociación Sindical de Profesores Universitarios. Ahí empieza, más o menos, mi historia con el ELN. Yo fui a buscar al ELN porque me identificaba con el pensamiento de Camilo y, al mismo tiempo, porque buscaba resguardar mi vida al ver a los compañeros que estaban matando.
¿Y desde entonces qué papel juegas en el ELN?
Bueno, en la organización siempre mantenemos compartimentación frente a esto. Pero podría decir que, más que todo, trabajo en la parte ideológica y cultural. Yo vengo del Frente de Guerra Norte José Manuel Martínez Quiroz, que toma su nombre en homenaje a un vallenato, estudiante de la Universidad Nacional, que fue cofundador del ELN junto a Miguel Francisco Pimienta Cotes y Víctor Medina Morón.
Entrando en materia, nos gustaría saber por qué una organización que lleva más de sesenta años en insurgencia armada, y varios intentos fallidos de alcanzar un acuerdo de paz, decide iniciar una mesa de diálogos con el gobierno de Gustavo Petro y acompañarlo por un cese al fuego bilateral?
Bueno, el ELN lleva 30 años proponiendo la participación de la sociedad para la solución del conflicto político, armado y social en Colombia. En el año de 1993, en medio de la crisis del gobierno de Ernesto Samper y el llamado Proceso 8000, el ELN lanza la propuesta al país de hacer una convención nacional en la cual la sociedad debería cumplir un papel protagónico y sus decisiones deberían tener una verdadera incidencia.
Desde esta época hemos transitado hacia la solución política vinculando a la sociedad y, también, hemos promovido la humanización de la guerra en el marco del Derecho Internacional Humanitario. Nada de esto es nuevo, lo hemos venido trabajando desde hace más de tres décadas y obedece a la madurez política que hemos tenido y al intento de interpretar los intereses y el sentimiento del pueblo.
Esta cuestión de la humanización de la guerra en el marco del Derecho Internacional Humanitario se puso en la mesa en el contexto del cese al fuego bilateral. ¿Cómo se incorpora la humanidad del otro en un conflicto ya muy largo como el colombiano?
Sí, nosotros en nuestra constitución tenemos algo que se llama la “norma del comportamiento con las masas” y también tenemos normas de comportamiento frente al enemigo. En esta normativa se nos enseña que tenemos que respetar la población civil, que tenemos que perdonarle la vida al combatiente que se rinde en el combate, al combatiente que está herido. Esto no lo hacemos por los acuerdos, sino por nuestra formación política y ética. No es porque nos obligue un acuerdo, no. Esta visión hace parte del cuerpo político del ELN.
Uno puede rastrear esas reflexiones en el ELN desde la época del sacerdote Manuel Pérez. Justamente en un texto de reciente reedición de Fabiola Calvo, acerca del papel de este cura español en la guerrilla colombiana, se entremezcla la visión ética de Poliárco (uno de sus nombres de guerra) con las búsquedas de paz con los gobiernos colombianos. Pero nos gustaría saber, para la militancia elena qué significa hoy la paz y cómo creen que debería construirse en el país.
La paz nosotros la simbolizamos con los colores de nuestras letras en la bandera, que son las letras blancas con las que se escribe el ELN, ¿verdad? Esto significa: paz con justicia social. Desde sus inicios, el ELN ha pensado en la paz, desde el momento en que el ELN se levantó en armas, pensó en la paz. Como lo dijo el comandante Nicolás Rodríguez cuando le preguntaron en La Habana cuánto tiempo pasaba pensando en la paz. Su respuesta fue: “yo desde que agarré el fusil estaba pensando en la paz”. Lo que pasa es que la paz ha sido malinterpretada, en la medida en que la miran a través de sus propios intereses. Para el empresario, la paz es que los obreros no protesten. Pero para el indígena, la paz es que no les jodan la vida en su territorio. La paz para el trabajador es que no lo despidan, que tenga su vivienda. Lo que quiero decir es que la paz tiene distintas connotaciones políticas, sociales y económicas. No es una palabra abstracta. Tampoco queremos la paz de los sepulcros.
¿podríamos decir que la paz para el ELN no es simplemente la ausencia de guerra?
Exacto, no es la ausencia de guerra. Tampoco le apostamos a la finalización del conflicto, porque todas las sociedades, debido a sus dinámicas, siempre tienen conflictos. Incluso, los conflictos contribuyen al desarrollo de las sociedades. En lo que estamos de acuerdo es que no haya una solución militar o violenta a los conflictos, sino que haya una solución dialogada, consensuada. Porque para nosotros la paz son cambios. La paz no podemos verla como un objetivo iluso, sino que como una comprensión real de una política de cambios.
Ahora, para hablar de la contracara de la paz, quizá tengamos que aludir a esa popular frase de que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. En ese sentido, nos gustaría preguntarte cómo entiende el Ejército de Liberación Nacional la guerra. Sabemos que una estructura político-militar no se dedica exclusivamente a hacer la guerra, como lo quieren hacer ver los medios masivos de comunicación en esa construcción del enemigo interno. Pero siendo el ELN la última guerrilla de izquierdas activa en el país nos interesa comprender qué papel juega la guerra en la estrategia política de cambio social en un país como Colombia.
Bueno, la guerra, como decía por ahí, no la inventaron los pueblos. Las guerras fueron atizadas por intereses de pequeños grupos. Es así, incluso, desde la época del decadente Imperio español en nuestras tierras. En ese sentido, nosotros consideramos que, más que la guerra, la lucha es un deber de los pueblos. Incluso está entre los derechos básicos, el derecho de los pueblos a rebelarse y a levantarse en armas contra un dictador. A veces quieren hacer creer que en Colombia la guerra comenzó porque el ELN se armó. Pero la estructura del Estado, mucho antes de la existencia del ELN, estaba diseñada para hacer la guerra.
Ya antes de la década de los setenta había legalmente participación de civiles en la guerra. Lo mismo pasó con el paramilitarismo. Luego de cuestionarse la legalidad de esta participación y colaboración de civiles en la guerra, fue cuando el paramilitarismo pasó a la clandestinidad, entre comillas. Pero el paramilitarismo es una política de Estado. Antes del asesinato de Gaitán, ya se había cometido la masacre de las bananeras. La guerra no la inventaron los pueblos, por el contrario, la estamos confrontando y apostamos a la solución de este conflicto a través de transformaciones. Dicen que la verdad es la primera víctima de la guerra, pero desde el ELN queremos que la verdad no sea una víctima de la paz.
Bien, si la paz no es sencillamente la ausencia de la guerra, habría que leer la paz entonces como un proceso en el cual decidimos no resolver por medios militares los conflictos sociales. Entendiendo esto, en la actual coyuntura se asume que la participación de la sociedad es el medio para alcanzar esta visión de la paz, estamos hablando de una participación que sea vinculante y abarcativa. Mauricio, ¿cómo percibe el ELN esta participación y qué hace falta para que esa participación sea eficaz, real y palpable?
Sí, el ELN ha dicho que puede haber solución política. A lo que no le creemos, no le apostamos. Por lo tanto, le estamos apostando a una solución política al conflicto político, armado y social. Desde nuestra perspectiva, vemos esa participación de la sociedad como algo decisivo. Es decir, no queremos una negociación como las que se hacían anteriormente. Sin decir que las estoy cuestionando. Pero anteriormente solo había un diálogo entre el gobierno y la guerrilla. Nosotros le damos relevancia a la participación de la sociedad. Y cuando hablamos de la sociedad, no solamente estamos hablando de las personas que están organizadas en sindicatos o movimientos, sino también a las personas no organizadas.
Para lograr este gran acuerdo nacional, en esta negociación tiene que participar también el establecimiento, o sea, los grandes poderes económicos y financieros del país. Es un reto que tenemos, porque tenemos que dialogar con el otro, con nuestro enemigo de clase y, no obstante, no desconocer la misma lucha de clases.
Dicho esto, remontemos a los inicios del ELN. Se podría decir que incluso en su primera incursión armada, conocida como la “toma de Simacota”, el ELN ha planteado un conjunto de cambios radicales al país. ¿Cómo plantear esos cambios radicales en medio de unos diálogos con el gobierno y con la sociedad civil?
Bueno, nosotros como ELN tenemos un objetivo estratégico, el socialismo y la liberación nacional. Con estos propósitos nos enfrentamos en la lucha de clases y la lucha antiimperialista. Y en el sentido de lo que te plantean, vemos que la sociedad tiene que participar de manera protagónica. Nuestra aspiración no es que triunfe la estrategia del ELN, tiene que haber una estrategia de nación, una estrategia que no consiste solamente en lo que nosotros planteamos. Aun así, hasta que no lleguemos al socialismo y la liberación nacional, no dejaremos de luchar, seguiremos con nuestros sueños de lograr el socialismo y la liberación nacional. Pero hay que entender que el socialismo no se decreta, depende de la madurez política que tenga la gente. No podemos imponer el socialismo. Entonces, ¿a qué aspira el ELN? A una democracia, pero una democracia revolucionaria que vaya autoevolucionando. Eso es a lo que nosotros aspiramos, que haya democracia en el país, no se trata de imponer al país lo que plantea el ELN, sino que el país acepte al ELN con su pensamiento.
Yo nunca dejaré de ser del ELN, ¿por qué? Porque no me hace eleno el arma, de hecho, yo no tengo arma. Yo soy eleno por mi pensamiento político, por mi ética, por mi formación ideológica, e incluso cultural. Porque también nosotros hablamos de una cultura elena. Entonces, aspiramos a que la sociedad nos acepte con nuestro pensamiento. La democracia es eso, aceptar al otro para que no haya totalitarismo. En ese escenario, nosotros vamos a una disputa política.
Entonces, ¿seguirán siendo radicales los planteamientos del ELN a pesar de los diálogos de paz?
Nosotros decimos que la radicalidad del ELN consiste en ir a la raíz de las cosas, es decir, a las verdaderas causas. A pesar de la visión peyorativa en que la tienen algunos medios e instituciones, la radicalidad significa ir a la raíz de las cosas, atacar las causas. Entonces, la radicalidad del ELN consiste en resolver las causas que generaron el conflicto social, político y armado. Esa es, sencillamente, nuestra radicalidad.
Hablábamos de estos cambios radicales que el ELN plantea en la sociedad, y que pretende materializarlos en una mesa de diálogos. Por eso la mesa de diálogos es amplia y se convoca a la sociedad civil para que participe de ella. Sin embargo, sabemos que esta mesa de diálogos tiene algunas contradicciones en su interior, lo cual permite un determinado margen de acción para concretar acuerdos. La revolución no se realizará efectivamente a través de una mesa de diálogos. Sin embargo, hay unos cambios a los que se deberían llegar. ¿Cuáles son esos cambios mínimos que busca el ELN en esta mesa de diálogos y sobre los cuales no están dispuestos a renunciar?
Nosotros en la mesa de diálogos no pretendemos alcanzar lo que no hemos logrado en lo político y militar. Eso lo tenemos claro. Y uno de los principales cambios, dice el comandante Pablo Beltrán, es sacar la violencia de la política. Es decir, que no sea perseguida, asesinada, desplazada o exiliada aquella persona que piensa diferente al régimen. Que no se sea perseguido o atacado por ser diverso, por ser contrario al otro. Porque no solamente aquí atacan al contradictor político, sino que atacan a los que también tienen opciones sexuales diferentes, persiguen a los que tienen una cosmovisión del mundo diferente, por ejemplo, a los indígenas. Estamos ante un país en donde se pretende atacar a la diversidad, y lo contrario de la diversidad es el totalitarismo.
Ahora, una de las cosas que queremos es que no haya totalitarismos en el país. Que este sea un país democrático. Decimos que el socialista debe tener las mismas condiciones, las mismas posibilidades de llegar a un puesto burocrático que el capitalista. Esto se da en una sociedad avanzada, en una sociedad democrática, en donde el conocimiento y la información no esté elitizada. Decía Eduardo Maldonado que las sociedades ahora se dividen en las que tienen conocimiento y las que no tienen conocimiento. Tiene que haber una socialización del conocimiento para que la información y el conocimiento no esté en pocas manos.
Volviendo a este tema, ¿cuáles son los mínimos del ELN en la mesa y qué es aquello que para ustedes es innegociable, o por así decirlo, inamovible?
El ELN dice que no hay tema vedado en el proceso de paz. Estamos dispuestos a hablar de las armas, pero tenemos que hablar de todas las armas, no solamente de las armas del ELN. El país tiene que hablar de las armas de los paramilitares, de las armas del ejército que sigue persiguiendo y asesinando a los campesinos y al estudiante. Son las armas de un ejército en el cual la doctrina militar del enemigo interno todavía está intacta. Entonces, creemos que el que tiene unos inamovibles es el régimen. No quieren que le toquen la doctrina militar, no quieren que le toquen el régimen político, no quieren que le cambien el modelo económico. Realmente, los que tienen los inamovibles son ellos.
¿Qué decimos nosotros? Que este proceso tiene que ser diferente, y tiene algo bien definido: no es el famoso DDR, que consiste en la desmovilización, desarme y reinserción. Este proceso no es así. Es un proceso donde se busca la atención política al conflicto, en donde no solamente hayan garantías, sino también certezas del cumplimiento de los acuerdos. Porque no es que no hayan experiencias de participación en Colombia, o que no hayan experiencias en la cuales la gente opine o construya sus propias plataformas de lucha. Sí hay experiencias de este tipo, en lo que no hay experiencia es en que esas plataformas y esas peticiones del pueblo se concreten. Por eso estamos trabajando en un modelo de participación que sea eficaz y relevante. Necesitamos que la gente no solo hable, sino que también decida. Este proceso de paz tiene que convertirse en un ejercicio de decisión política de la sociedad.
Los acuerdos nuestros no vamos a llevarlos al Congreso de la República. No los someteremos a un plebiscito: “diga sí o diga no”. Decimos que si la sociedad está participando, la sociedad es la que garantiza estos acuerdos. ¿Para qué vamos a buscar un instrumento del tipo de un plebiscito o a un congreso, que sabemos cómo está de amañado, para que nos dé un aval? La participación de la sociedad es la que garantiza la continuidad, y también garantiza que lo que diga la gente se convierta en política de Estado, que la paz sea política de Estado, que las transformaciones se vuelvan políticas de Estado. Eso es lo que nosotros aspiramos, esos son nuestros mínimos, nuestros inamovibles.
Hace poco mencionaste que era necesario un diálogo, un acuerdo nacional para que las transformaciones no sean transformaciones de un sector u otro, sino de toda la sociedad. ¿En qué consiste ese diálogo o acuerdo nacional?, ¿para qué se convoca?, y ¿a quiénes incluye?
En México se trazó la “gran agenda”, donde se decía que para lograr este gran acuerdo nacional hay que construir una alianza social y política que empuje esos cambios, que se ponga la camiseta de los cambios, y que allí tienen que estar todos los sectores sociales y económicos. Por eso es que en el Comité Nacional de Participación, creado para diseñar la participación de la sociedad civil en los diálogos de paz, están los gremios, está la ANDI y FEDEGAN, por ejemplo. No podemos excluirlos, porque si los excluimos no es un acuerdo nacional, o bien, sería un acuerdo nacional cojo.
En el marco del encuentro de Medios Alternativos, Comunitarios y Populares del Comité Nacional de Participación mencionabas que esta no es la primera experiencia de participación significativa que existe en el país. Los medios que nos ubicamos en la comunicación popular creemos que lo que día a día hacemos es ya una experiencia significativa de participación e incidencia política. En este sentido, ¿cuál es la postura del ELN frente a los medios que confrontamos ese sistema hegemónico de información y no rendimos cuentas a los intereses de las clases dirigentes y los poderes económicos?
Yo tengo muchas esperanzas en los medios alternativos y en las emisoras comunitarias. Y también tengo esperanzas más allá de lo que solemos llamar comunicación, ¿verdad? Porque la comunicación no solamente es de los medios alternativos, también están los grafiteros, las apuestas audiovisuales, el arte, etcétera. Pero en el caso específico de los medios alternativos, yo creo que, primero que todo, la propuesta que vamos a desarrollar ahora es cómo construir una comunidad comunicacional al servicio de la paz con transformaciones que funcione, no desde una estructura jerárquica, sino desde una estructura en redes, que es lo que más funciona. Y que se tiene que cubrir con una matriz comunicacional, no contestataria, es decir, que sea proactiva. Porque a veces los medios alternativos, incluyendo los medios del ELN, nos volvemos una contra-agenda de los medios hegemónicos. Nosotros debemos tener nuestra propia agenda, en donde nosotros mostremos, no solamente lo que hace el régimen, sino también lo que está contribuyendo al pueblo, porque la comunicación tiene que levantar la esperanza.
¿Qué es lo realmente importante en la labor de los medios alternativos en esta coyuntura? Despertar la esperanza en la paz, porque esto es una disputa, la paz es una disputa política, ideológica y hasta cultural. Entonces, si fracasa, por ejemplo, este gobierno, o si fracasa el proceso de paz ¿ en qué va a tener la esperanza el pueblo? Pues en la guerra. Se dirá: “fracasó la paz, fracasó la izquierda, aquí lo que se necesita es la mano dura”. Y esto es lo que están vendiendo, un ambiente de inseguridad a través de los medios de comunicación tradicionales. Entonces, nuestros medios no pueden transmitir miedo, sino valentía y valor. Como dicen, es mejor hacer las cosas con miedo que dejar de hacerlas por miedo. Hay que transmitirle valor y entusiasmo, valentía a las personas.
A veces le digo a la gente que no es bueno ver una imagen en donde un agente del ESMAD le está dando garrote a una manifestante, es mejor ver una imagen en donde una manifestante le esté dando garrote a un agente del ESMAD. Eso es lo que da moral. Entonces los medios alternativos tienen que ser menos contestatarios, deben tener más iniciativas, ser más proactivos. En el ELN tenemos mucha esperanza en los medios alternativos, ustedes tienen una gran responsabilidad histórica en este momento. Como decíamos en otro espacio, en el proceso de paz hay tres retos: el miedo, el desconocimiento y la apatía. Y en estos tres retos juegan los medios alternativos. Hay que trazar líneas de acción para lograr vencer el miedo. Hay que tener líneas de acción para lograr vencer el desconocimiento. Y, por último, pero no más fácil, hay que buscar la forma de vencer la apatía. ¿Cómo vamos a vencer el miedo, el desconocimiento y la apatía? Ahí está su gran tarea.