Camilo Torres, el «campeón de los débiles»
La tradición hebrea define a los profetas como “campeones de los débiles” que, a pesar de sus miedos, se arrojan decididamente a la lucha contra la opresión. Para el investigador Eitan Giznberg esto marca una afinidad profunda entre la praxis del revolucionario colombiano, Camilo Torres, y esa misma tradición hebrea. ¿Una aproximación entre Camilo y el judaísmo?
Durante varias décadas han sido muchas las facetas del cura Camilo Torres que han sido balanceadas por investigadorxs y militantes populares. Haciendo una grosera reducción, podríamos decir que algunas posturas reivindican su papel como intelectual, otras su compromiso sacerdotal y algunas más su militancia guerrillera. Todas, de alguna forma, consideran legítimamente el legado de una de las figuras políticas más incluyentes para las luchas populares en Colombia y América Latina. Pocas veces, sin embargo, hemos explorado la visión que existe sobre Camilo en tradiciones políticas, culturales y religiosas tan, aparentemente, lejanas como la tradición hebrea.
Considerando esto, en el marco de las II Jornadas Continentales del Amor Eficaz, contamos con la presencia del profesor Eitan Giznberg de la Universidad de Tel Aviv (Israel) que dialogó con Nicolás Herrera Farfán y Luz Ángela Rojas Barragán en torno a Camilo y las raíces hebreas de su praxis. Compartimos apenas una parte de este enriquecedor intercambio en torno a las afinidades entre Camilo y la tradición del pueblo judío.
¿Cómo fue que alguien como tú, un reconocido académico de Israel, llegó a Camilo Torres?
Llegué a Camilo Torres mientras leía sobre las guerrillas en América Latina, tema que me interesaba como parte de mis estudios sobre Cuba en el curso de Historia general impartido por el profesor Tzvi Medin. También en el libro Movimientos guerrilleros en América Latina, publicado en 1970 por el historiador norteamericano Richard Gott, hay un capítulo sobre la guerrilla en Colombia (las FARC y el ELN) y una mención a Camilo.
Quería saber quién era este hombre cuya personalidad, tal como se describe en el libro de Gott, me hipnotizó. Constituía una rara combinación de hombre afable, estudiante inteligente, académico, pensador productivo, activista social, político original y revolucionario decidido.
En el año 2000, cuando impartí un curso sobre guerrillas para estudiantes de la maestría del programa de Seguridad en la Universidad de Tel Aviv, encontré en la biblioteca el libro Sacerdote revolucionario: los escritos completos y mensajes de Camilo Torres, editado por John Gerassi y publicado por Penguin Books en 1973. En el libro se reúnen los artículos y mensajes de Camilo. Uno de mis estudiantes escribió una hermosa tesis sobre Camilo y yo le di los libros de Gott, Gerassi y otros.
En el 2013 escribí un artículo sobre Camilo, y con el tiempo empezó a tomar forma de libro. En febrero de 2017, cuando estaba llegando al final del proyecto, visité Colombia para conocer gente relacionada con Torres. Fue así como me comuniqué con el profesor Ramón Fayad, director del Centro de Pensamiento Camilo Torres Restrepo de la Universidad Nacional de Colombia, quien había organizado el año anterior un seminario universitario sobre Camilo, en conmemoración del cincuenta aniversario de su muerte. Además, organizó una pequeña exposición donde presentó dos sotanas de Camilo que tenía la señora Leonor Muñoz, profesora jubilada de la universidad y amiga personal del padre.
Estando en Bogotá participé el 15 de febrero de un acto en la Universidad para conmemorar el 51 aniversario de Camilo. Fue una velada sumamente emotiva con la participación de cientos de estudiantes con quienes estuve en la “Plaza Che” escuchando las intervenciones sobre Camilo y la presentación de algunos libros, entre ellos, Camilo Torres: entonces y ahora frente a creyentes y agnósticos del jesuita Javier Giraldo Moreno, uno de los investigadores más importantes sobre Camilo.
El profesor Fayad también me presentó a otras personas que estaban conectadas con Camilo: a la señora Leonor Muñoz, al doctor Carlos Angarita Sarmiento, profesor de la Pontificia Universidad Javeriana que escribió un proyecto sobre el pensamiento teológico de Camilo, y con quien me reuní dos veces, y a Nicolás Armando Herrera Farfán, uno de los investigadores más destacados sobre Camilo y quien ha llegado a ser mi gran amigo.
Me contacté con Nicolás por correo electrónico y llamadas telefónicas, y concertamos una reunión en París en enero de 2018. Él me trajo más libros sobre Camilo, me contó más sobre las fuentes importantes de su investigación y muchos detalles desconocidos del estilo de vida del padre. Fue una conversación maravillosa en la que estuvo mi esposa.
Con todas las fuentes reunidas, el libro tomó forma hasta que lo envié a la Universidad Abierta de Israel en 2019. Un lector anónimo leyó el texto y lo definió como un State of Art (“un estado del arte”). Luego supe que el lector era Mario Sznajder, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Israel y oriundo de Chile, quien es un gran experto en América Latina.
Y bien, ¿qué fue lo encontraste en tu investigación?
Bueno, en realidad encontré muchas cosas. En primer lugar, descubrí a un hombre de conocimiento y a un verdadero apóstol que quiso acabar con la insoportable injusticia que existía en Colombia y en los países de América Latina y el Tercer Mundo, injusticia que tiraba a los seres humanos al traspatio de la existencia humana para que sirvieran a los poderosos.
Descubrí a alguien que encontraba un método, al que definió en una conferencia en Bélgica en 1964 como “el Método de Israel”, que años después fue definido por Gustavo Gutiérrez como “teología de la liberación”, porque buscaba crear un mundo de “personas liberadas”.
Además, encontré a alguien que propuso un sistema político definido como democracia social o, más bien, liberalismo social, que es el único modelo que tiene el poder de organizar la sociedad mundial de manera igualitaria, justa y pacífica, donde todas las personas disfruten plenamente de los mismos derechos humanos y ciudadanos. En los términos políticos aceptados de hoy se trataría de un mundo de la “clase media” donde las mayorías disfruten de lo que solo pueden acceder y disfrutar del 20 % al 30 % de las personas.
Como sacerdote, teólogo, sociólogo y líder político, Camilo fue el primero que marcó y exigió su realización a nivel mundial, que puede ser posible a través de medios políticos pacíficos. Si miramos el mundo de hoy en diversos países, encontramos autoritarismos, desigualdades prominentes y problemas de los que habló Camilo Torres. En este sentido, para mí es un profeta y un apóstol.
En tus trabajos sostienes que Camilo desarrolló una teopolítica o teología política, ¿qué significa eso?
Creo que lo principal que descubrió Camilo en el pensamiento religioso fue la apostolicidad que va hasta el final. Un caminar que está dispuesto a comprometerse con las demás personas, como personas, desde la misión religiosa.
Si una persona sufre en cualquier dimensión de su vida (existencial, mental, espiritual–religiosa, económica, legal, política, cultural, étnica, de género, profesional, etcétera), allí es donde debe estar y pelear el apóstol. ¿Y en nombre de qué? En nombre de Moisés y su método, porque él fue quien inventó un método para una sociedad igualitaria, justa, liberadora, debidamente organizada y, al final, también creyente.
Al igual que Moisés, todos los misioneros y apóstoles de Dios van con la verdad y la justicia hasta el final, y están dispuestos a luchar incluso contra países malos. En términos religiosos, son los que quieren redimir a la sociedad en la que viven, una redención escatológica pero dentro de este mundo. Camilo hizo esto hasta que la Iglesia se cansó de esta santurronería y le quitó la sotana. Gustavo Gutiérrez hizo exactamente lo mismo: puso al método de Moisés en el centro de su teología de la liberación, un método de misión política, militante, que va hasta el final para ver nacer la justicia humana.
En 1984, el Vaticano rechazó la teología de Gutiérrez con el documento Liberation Nuntius, escrito por Josfe Ratzinger, entonces prefecto del “Santo Oficio” (la antigua Inquisición). El Cardenal escribió que Moisés no era un político ni libertador, sino un profeta que buscaba que el pueblo judío volviera a la fe. Y Jesús, al igual que Moisés, también vino para atraer a los judíos a la fe. Por supuesto, esto era una completa tontería.
Cuando Juan Pablo II pidió a los 42 obispos peruanos que escribieran una carta confirmando Liberation Nuntius, estos se separaron: 22 se negaron y 19 aceptaron. Entonces, el Papa los invitó a Roma para presionarlos, pero después de reunirse personalmente con cada uno de ellos, lo que consiguió fue un documento conjunto que coincidía con la tesis de la liberación. Así, tuvo que ceder, y en 1986 le pidió a Ratzinger que redactara otro documento llamado Libertatis conscientia donde finalmente Moisés fue anunciado como un líder político y un libertador. Además, Ratzinger fue enviado a bendecir a la iglesia peruana como iglesia liberadora.
En resumen, lo que comenzó Camilo y continuó Gutiérrez, fue aceptado por la Iglesia en 1986, y así continúa hasta el día de hoy, no con el nombre de “liberación” (liberation) sino bajo el concepto de “libertad” (freedom). La Iglesia Católica se convirtió en una Iglesia que lucha por la libertad humana. Esta lucha debe conectarse con todos los demás factores en el mundo que trabajan en la misma dirección. Por ejemplo, Camilo pensaba que esto incluía a los comunistas, y aunque la Iglesia se opuso, hoy en día así es exactamente como se piensa y practica. Camilo fue el pionero, y luego la Iglesia lo adoptó.
Y aquí volvemos a Camilo Torres como verdadero católico, como creador de la teopolítica real. Si el ELN firma un acuerdo de paz, el cuerpo de Camilo aparece y es enterrado, también podríamos elevarlo a ser un símbolo nacional, un estandarte de profeta nacional.
Ya lo sugeriste antes, pero nos gustaría que profundizaras en esa idea de Camilo como un profeta.
Considero a Camilo como un profeta, fue lo que sentí por él. En primer lugar, era alguien que iba en contra de las limitaciones del sistema existente: de la Iglesia, los partidos y el Estado. Limitaciones no totales ni absolutas, por supuesto, pero sí en el hecho de que en Colombia no había una justicia institucionalizada, ni siquiera una socialdemocracia. No se garantizaban todos los ámbitos necesarios para la existencia humana, ni social, ni política, ni culturalmente hablando. No había acceso a condiciones de igualdad, ni a la salud, el trabajo, la educación o la felicidad. Y tampoco había herramientas para alcanzarlos u organizarlos como tal, construyéndolos a escala nacional, como un proyecto nacional, y la Iglesia no podía convertirlos en el centro de su misión.
Camilo era una persona diferente, un ejemplo único y especial, cuyo camino no se reconciliaba con la realidad, pero tampoco aceptaba la violencia como solución, aunque la mencione a veces, ni la guerrilla, aunque acudió a ella como un acto de desesperación temporal, más que de resignación, que hará crecer la esperanza. Hay que rescatarlo de la figura del “cura guerrillero” para devolverlo como un proyecto aceptado de la nación y para la nación.
Todos los profetas de Israel siguieron su verdad hasta el final, aunque tuvieran miedo: Elías tenía un poco de miedo de sus enemigos y se escondió en una cueva, Jonás se escondió en el vientre de Leviatán para tratar de evadir la misión de quemar la ciudad de Nínive, y Moisés y Jeremías trataron de evadir la misión de Dios, pero finalmente cedieron a la presión divina y se fueron. Camilo hizo lo mismo, y como buen apóstol y profeta, no se escondió en la curia, ni se fue a Lovaina a terminar su doctorado, como se lo sugirió el arzobispo Concha. Él era una persona diferente, un profeta práctico y político, como uno de los profetas bíblicos.
Diversos investigadores como Gonzalo Alfonso Pineda, Lorena López Guzmán y Nicolás Herrera Farfán lo han definido como profeta. Pero el profeta no es un concepto cristiano sino hebreo, y esto lo ubica en una tradición judía. ¿Se trata de un líder judío? Parece que no en vano Camilo utilizó el concepto de “método de Moisés”, a quien se considera como profeta. En Les pauvres de Yahvé (Los pobres de Yahvé), un libro que Camilo leyó en la Universidad Católica de Lovaina, se define a los grandes profetas de Israel como “los campeones de los débiles y nunca se cansaron de denunciar la opresión en todas sus formas”. Camilo fue exactamente eso: un campeón de los débiles, que nunca se cansó de denunciar la opresión en todas sus formas, y en su caso también su decisión de unirse a las guerrillas. Ciertamente no era el lugar más adecuado para llevar a cabo una corrección revolucionaria, pero sí el lugar más lejano al que podía llegar un profeta que fracasó en sus previos esfuerzos pacíficos.