Cuatro poemas (no publicados) de Uverney para recordarlo
Otro año cargado de recuerdo desde la partida de Uverney Quimbayo Cabrera, militante comprometido con la liberación y fundador, director y editor de Lanzas y Letras. La memoria que hoy traemos viene acompañada por sus letras: cuatro poemas poco conocidos hallados en un cuaderno que, al parecer, cargó consigo durante los últimos años de su vida.
Esta pequeña recopilación llega un poco tarde. El pasado 27 de noviembre recordamos otro año sin Uverney Quimbayo, cofundador de esta tierna militancia, la nuestra, hace 28 años. Hemos querido interpelar sus textos escondidos, salvar sus memorias de hojas y tintas; en todo caso, hacer un Uverney con sus propias palabras desde su lado más amable pero intenso. No será este el primer rescate que hagamos de sus textos no publicados. En los siguientes cuatro poemas, además de pretender mostrar su mundo más personal, también, nuestra intención, es hacerlo hablar: quisimos preservar cada recorrido que dio con su(s) lapicero(s) sobre el papel, sean letras, sean palabras, sean rayones (u omisiones en la ortografía). Porque así él se nos presenta a quienes no lo conocimos en vida: ambivalente, ambiguo, vivo, visceral, humano, multidimensional. A continuación, cuatro poemas encontrados en un cuaderno viejo, pero no olvidado.
MIS METAS
A ti, cocuyo en mi oscura soledad.
Quiero amarte sin empaparte
en mi lujuriosa monotonía
Quiero apreciarte sin moldearte
en mi presencia moral
Quiero transitar tu densidad —
sin desbordarme en la instigación ajena
Quiero percibir tu vehemencia
sin hacerte padecer la impavidez de mi ausencia
Quiero invitarte sin hacerte sentir
ligada a reafirmar mis huellas
Quiero ayudarte sin perturbar
tu cardinal y jubiloso ritmo
Quiero corregirte sin lacerar
tus atávicos y quiméricos sueños
Si tu puedes hacer lo mismo por mí,
nos habremos encontrado verdaderamente
y nuestro amor ya nunca más volverá
a ser niño muerto.
¿EN DONDE ENCALLARÉ?
He visto
impensables y afables hombres
surcar y estercolar la tierra
hasta esparcirla venideramente
con su decorosa y asoleada púrpura.
Pero, también he visto
prometedores y fastuosos hombres
encharcar la misma tierra
con el sudor impropio y vigoroso
por comodidad y fascimilidad.
¿Por cuál de estos hombres optaré?
(Reescritura de abajo)
He visto impersonales hombres
estercolar la tierra
hasta esparcirla con su
asoleada púrpura.
Pero también he visto
prometedores hombres
humedecer la tierra
con el sudor impropio
de la fascimilidad
HACIA LA TIERRA PERDIDA
Hoy, estamos con el temor
de la artesana hormiga
que se escurre
de la holladura ?
del vesánico caminante.
Hoy, estamos con el temor
del mimoso gato y del
incorrupto can
que espera el puntapié
del despiadado señor.
Hoy, estamos con el temor
del desnutrido moscardón
que se oculta
del insecticida
del introductor de turno.
Hoy, como ayer,
continuamos padeciendo
el asombro de encontrar
nuestro curtido rostro
sobre el espejo y desconocernos en él.
Hoy, como ayer,
estamos ante el mar Rojo
por cruzar
y solo el brío y encantamiento
de nuestros virginales corazones
logrará desplazar
las oscuras linfas
para anclarnos perentoriamente
en la fecunda superficie
robada por la llegada
de los barbudos
mensajeros de la divinidad.
BASTO SOLO UN SEGUNDO…
Lo vi transitar
con el lastre de su trasmutada pelambrera
y la orfandad de una comprensiva mirada
como el suave e indefenso cordero
lacerado por prolongar la búsqueda
de su vástago perdido.
Así, lo vi transitar
por ésta alameda
en donde sólo quiere
deslizarse la tristeza.
y parecía que hasta ese santiamén
hubiese aceptado por mí
eterno e indisoluble refutado génesis.
Lo vi llegar
en la busca del eco
para su inescuchada esperanza
por aniquilar esa eterna compañera
que nos congela el ardor
de una mano amiga: LA SOLEDAD
Basto solo un segundo
para reconocerme
en la anticuada carabela
que navegaba en la profundida[d]
de mí virginal océano
bajo el timón del insolente marinero:
haciendo naufragar
a mí anónimo autor
en las turbulentas y arrolladoras
olas de mar gris.
Uno no es lo que el otro es
ni el otro es lo que uno quiere ser.
Comprendí,
que el amor no conoce
de cansancios ni de cédulas caducas
ni de tratados eruditos
ni de diamantinos aros
ni de modernos carruajes
ni de psicodéricas discotecas
ni mucho menos de rostros
mancillados por la vanidad.
Tan sólo, conoce el lenguaje
del alma al sol
brotando de la flamante arboleda
de los ojos
invitando a explorar
la espesa madriguera
de la maravillosa natura.
El amor es un sueño soñado
y sólo la heralda visitante
puede despertarlo
no para evaporarlo
sino para inmortalizarlo
en el anhelado rostro
de los hombres sencillos.