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¡Vencerá la vida!

Las cadenas de hierro amarradas hace semanas a las carnes tensas de una juventud valiente, evocan imágenes de un estudiantado que se aferra a la memoria de su rebeldía. Defender la vida es la consigna, el precio y, por momentos, la pulsión vital que impulsa a escapar a la indiferencia. ¡Vencerá la vida en la Universidad Nacional y en todas las Instituciones de Educación Superior donde persista la digna intransigencia estudiantil!

Pero… ¿A quién o quiénes? ¿De qué vida hablamos?

Tengo 26 años, de estos no sé cuántos llevo escribiendo, estoy seguro que no son muchos. De algo sí estoy convencido y es que casi siempre, cualquier escrito, o lo que es lo mismo, cualquier conversación conmigo mismo empieza por una o varias preguntas. Estas páginas no son la excepción. También me he percatado que cuando decido plasmar esas conversaciones con tinta en el papel, si se me permite la imagen romántica en estos tiempos de algoritmos, cables submarinos y big data, se debe a que aparece en mí lo que podría denominarse como una pulsión. Sea esta de vida o de muerte.

¿Cuál es la pulsión en esta ocasión? Se trata de una imagen, de hace ya dos semanas y que se suma a otras imágenes de meses pasados, de las que no he dicho nada por la lentitud propia con la que digiero la vida y por lo que se me podrá llamar cómodo, poco estratégico, descontextualizado y de otras tantas formas similares. La imagen que desató esta pulsión es la de un grupo de jóvenes que, de forma premeditada, coordinada, performática y consciente; sobre esto volveré más tarde, decidieron encadenarse a las porterías de las instalaciones de lo que hemos acordado en llamar Universidad.

 

Esta imagen movilizó en mí otras preguntas, ¿por qué emplear al elemento estético de las cadenas? ¿Por qué sujetarse a un edificio, por demás reciente, como acto de movilización? ¿Qué nos quieren decir, más allá de las palabras, las y los estudiantes? Pues bien, intentaré ahora, con el riesgo de errar como en cualquier interpretación, enunciar lo que para mí y en mí ha significado esta y otras imágenes recientes.

Esta enunciación me lleva a regresar a la pregunta inicial sobre la vida, y es que en los últimos meses el “cuidado de la vida” pareciera ser la consigna unísona que se proclama en el mundo, argumentado que, sin distinción de credo, “raza”, género, posición política y económica, idioma, origen, ubicación geográfica, etcétera. Esta es la posición unánime que asumimos como especie humana, ante algo que es imperceptible a la mirada cotidiana pero que está ahí amenazando, y dicen que, “por igual, a todas y todos”. Vale la pena recordar aquí que, “en el coro pluralista la voz que más resuena es la de los actores dominantes…”.

Ahora bien, pero… ¿De qué vida hablamos? Pareciera ser que se trata de una en la que nos mantengamos vitales, funcionales, productivas y productivos. Donde nuestras subjetividades se vean limitadas o construidas por lo que, erróneamente, algunos medios y gobiernos, denominan “distanciamiento social”.

Hacer aquí un alto…

Como quien anticipa un golpe contrario quisiera aclarar que no soy un negacionista de la realidad sanitaria que vivimos globalmente, si fuese del interés de quien lee o escucha podría decirles que me encuentro “distanciado físicamente”, no socialmente, desde el inicio de esta cuarentena y que solo he procurado la proximidad física cuando se ha tratado de un asunto que implique la defensa de la vida, pero de una vida en plenitud y con dignidad. Quienes sean más incrédulos e incrédulas podría apelar como Tomas, hablo del discípulo y no del hijo del expresidente, tan sonado por estos días; a una imagen, una prueba, algo que nos permita verificar y constatar que lo que se dice y la materialidad histórica guardan alguna conexión.

A lo anterior contestaría con la imagen de Paula, Martín, Juan Camilo, Carlos, Magaly, Gustavo, y todas y todos aquellos estudiantes que, transfigurados en este texto en la memoria de quienes ya no están, se aferran con cadenas a una masa de cemento y metal para significar o representar, cómo nos aferramos al escenario de reflexión y construcción crítica, rebelde, democrática y de cara a la sociedad que denominamos Universidad. Esta es una clara imagen, en la que me reconozco en otras y otros que defienden la vida, más allá de la vitalidad productiva que mantiene funcional el engranaje de los grandes flujos de capital, esos flujos de los que nunca somos testigas y testigos quienes los sostenemos aún a costa de nuestra propia vida, sea por producción, degradación o desposesión.

En esta ocasión, las cadenas no son las de la opresión y la restricción de la libertad en cualquiera de sus formas, política, social, cultural, mental… sino que, vemos unas imágenes de eslabones, cemento y metal aferrados a la carne de jóvenes valientes y plenamente conscientes del grito que de estas imágenes resuena, que no es otro que el de preservar la existencia, es decir, la vida misma de ese escenario que va más allá de las sillas, los tableros y ahora los cada vez más numerosos parqueaderos; ese lugar de interacción para la construcción de saberes y conocimientos que permitan a este país conocer su historia para construir nuevos capítulos en los que nos veamos reflejadas todas y todos. Pero ¿de qué vida hablamos cuando decimos defender la vida? Quizá precisamente de una donde nuestra sociedad pueda acceder, con plenas garantías, a una educación crítica, gratuita, autónoma, democrática y que permita construir paz en los territorios.

Cortar abruptamente…

Creo que las conversaciones más interesantes, sean con una o uno mismo o con otros y otras, son aquellas que quedan abiertas, que dejan la promesa de continuar. Esta vez por prisa y agotamiento no me es posible responder a cabalidad a quién o quiénes es que vencerá la vida. Pero si me es posible afirmar, con la misma consciencia de aquellos y aquellas que permanecen aferrados a la Universidad, que la historia nos dará la razón, que la educación nos dará las herramientas y estrategias y que la pulsión vital del encuentro, más allá de lo físico, hablo aquí de “lo común”, nos dará las fuerzas para hacer de la vida algo más que durar, para hacer de la vida alegría y dignidad.

A las compañeras y compañeros en las Sedes andinas de la Universidad Nacional de Colombia y en todas las Instituciones de Educación Superior Públicas del país…

 

Medellín, 9 de agosto de 2020

Autor

Producción editorial del equipo de la Revista Lanzas y Letras. www.lanzasyletras.com