Idas y venidas, vueltas y revueltas de un historiador: Mauricio Archila, un hombre de base
Mauricio Archila, uno de los historiadores más reconocidos y leídos del país, nos habló en primera persona sobre su joven militancia política, sus encuentros y desencuentros con el maoísmo, y el momento político en el que creció su generación. ¿Cuánta historia guarda la vida de un historiador? [Foto de portada: Cinep].
Yo vengo de un hogar bastante conservador y muy religioso. Estudié en el Seminario de los Jesuitas; estudié en el San Bartolomé —el colegio de los Jesuitas—, comencé en la Merced y terminé en el Mayor, al lado de la Plaza de Bolívar en Bogotá. Pero estuve también en un Seminario menor que quedaba en Zipaquirá.
Fue realmente en los años setenta, cuando yo entro a la Universidad, que tengo un proceso de politización mediado por una lectura cristiana, en esa mirada por los pobres. Yo llego en el año 71 a estudiar en la Universidad Javeriana, y no llevaba mucho tiempo ahí cuando estalló el movimiento estudiantil de la Universidad del Valle que elaboró el famoso “programa mínimo”. En la Javeriana, me acuerdo, teníamos algunos compañeros vallunos: entre otros a Carlos Vicente de Roux, que es el hermano del padre Pacho, él estudiaba Derecho y después fue Concejal de Bogotá, estaba Carlos Alfredo Cabal, que después murió en el Pozzetto, en la masacre que hizo el loco que estuvo en la guerra de Corea. Ellos fueron los que convocaron las primeras asambleas, pero luego se sumaron otros líderes estudiantiles que serán figuras de la política colombiana.
En la universidad hubo asambleas realmente masivas. La Javeriana venía de un movimiento que se llamaba “Cataluña” —por una cafetería que se llamaba así—; era un movimiento de Sociología y Trabajo Social entre 1969 y 1970. Digamos que era un movimiento por la reforma académica, donde la gente reclamaba por la modificación del pensum; más tarde entraron en paro y la Universidad decidió cerrar Trabajo Social y Sociología, cosa que pasó en muchas universidades privadas.
En el 71, entonces, hubo unas asambleas masivas y ahí entramos en paro. En esa época estaban los hermanos Pizarro, Carlos estudiaba Derecho y Eduardo era politólogo; también estaban allí Ernesto Samper, Noemí Sanín, Rocío Londoño, Álvaro Guzmán y muchos más. Incluso había una célula de la JUCO, algo que después supe, y que su influencia fue muy fuerte. Para mí fue toda una sorpresa entrar en todo un movimiento. Las peñas folklóricas que en esas épocas se utilizaban mucho, tenían la influencia de la Unidad Popular de Chile, de los grupos chilenos de música, pero también del teatro en el TPB (Teatro Popular de Bogotá), la Candelaria, el Teatro La Mama, el Teatro Libre, etcétera.
Todo eso pasó muy rápido. Fue curioso que quedáramos en paro únicamente las facultades de Filosofía y Teología; de resto todos fueron entrando, incluso Derecho donde había comenzado el movimiento. Ese fue mi primer contacto de masas, salíamos a manifestaciones de la Nacional y participábamos con los estudiantes de allá.
Aquí cabe decir algo: cuando yo era pelado viví al lado de la Universidad Nacional, mi casa quedaba justo al lado de la capellanía. Incluso yo me recuerdo a Camilo Torres como cura, aunque no puedo decir que lo conocí a fondo. A mí me tocaron las manifestaciones estudiantiles en todo su esplendor. Yo de pelado salía de la casa y de pronto veía unos barbados subidos en los semáforos, y en esa época no era tan dura la cosa, no habían tropeles, ni “papas” o “petos”, ni con capucha, ni con ESMAD. Yo creo que eso de las capuchas comenzó en los setentas y ochentas. Por fotos que he visto, en los sesentas eran más bien pañoletas o pañuelos, y luego será la reivindicación de la capucha. Yo creo que eso es como posterior al Paro Cívico Nacional y luego con Turbay, pero es posible que se usaran antes. Aun así, yo de pequeño veía un barbado en un semáforo y pensaba: “esto se armó, acá está Fidel Castro”.
De ahí me vinculo con el movimiento campesino porque me voy a trabajar con los campesinos de la sabana de Bogotá, es decir, me vinculo al trabajo agrario. Es ahí cuando entro en contacto con los maoístas, aunque tuve mis roces, ellos eran muy dogmáticos pues en los círculos de estudio me decían que el marxismo era “la ciencia del proletariado”, yo refutaba preguntando: “¿cuál ciencia del proletariado?”, y me respondían: “el marxismo-leninismo compañero”, y yo les respondía: “es que el marxismo-leninismo es un enfoque teórico y metodológico que da alimento a una visión crítica de la sociedad, pero no es una disciplina aparte”. Ellos insistían que todas eran ciencias burguesas, entonces yo replicaba diciendo que había historiadores, politólogos y economistas marxistas. Así, mi impresión era que esa gente era muy cerrada. Además, por haber estudiado Filosofía y haber sido Jesuita estuve vinculado al CINEP, y ahí fui auxiliar de un semanario coordinado por Guillermo Hoyos. Durante tres años estuvimos leyendo capítulo por capítulo El capital con la pléyade de economistas como Juan José Echavarría, que es ahora el presidente del Banco de la República, José Antonio Ocampo, Salomón Kalmanovitz que en esa época era trotskista, Víctor Manuel Moncayo, que fue rector de la Nacional, y en fin, mucha gente participaba y exponíamos un capítulo de El capital. Es entonces cuando yo entro a militar, mi perspectiva era religiosa e intelectual, por lo que veía a los maoístas como muy fanáticos.
Yo entro porque en Tenjo, que era el municipio donde fui a trabajar en la Sabana, había un par de estudiantes que habían estado en la Nacional, uno en agronomía y otro que había desertado, pero ambos estaban vinculados al PC-ML. Entonces cuando comenzamos a hablar con los campesinos siempre nos decían: “ustedes se parecen a Humberto”, entonces había que contactarnos con Humberto Castro, y un día lo buscamos y era un barbudo muy receloso, pero nos dijo que fuéramos a una reunión y ahí nos fuimos alineando. Nosotros entramos al PC-ML en el 74, que fue cuando se produjo toda la ruptura en esa organización. O sea que realmente yo en el PC-ML estuve como un año, pues pronto se rompió el Partido en la Tendencia (Marxista-Leninista-Maoísta) y en Línea Proletaria, y después la Tendencia se dividió en tres y yo me quedé en una de esas secticas que luego se uniría a Firmes.
Las condiciones de seguridad tenían que ser siempre previstas, pues en la época en que nos vinculamos —yo hablo en colectivo porque éramos varios—, las cosas estaban difíciles. Era el final de López y comienzos de Turbay, y en ese momento la represión era muy fuerte —cosa que constaté luego con cifras—, pero era la represión clásica: bolillo, detención y heridos. No obstante, a raíz de la desaparición de Omaira Montoya, la primera desaparecida de la época reciente en vísperas del Paro Cívico de 1977, todo fue peor. Eso lo hicieron los cuerpos secretos del Estado; pero después en el 82 y 83 con el MAS (Muerte a Secuestradores), las autodefensas y los narcotraficantes metidos de paramilitares, ya vamos a tener otro tipo de violencia. Fue muy difícil, pues se supone que nosotros éramos clandestinos.
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Nunca tuve amenazas o represión. Realmente yo siempre fui un militante de base, nunca ocupé puestos de dirigencia, nunca he sido buen orador de asambleas, mi manera de ser es más reflexiva, más de profesor. Yo siempre estaba en la base, organizando cosas, en una labor más intelectual, nunca fui muy visible. Y tampoco se dio la coyuntura para que me hubieran detenido, porque tuve compañeros que en las marchas del primero de mayo, cuando caía la redada de la policía, ellos estaban vestidos de militantes y los detenían. Yo en esa época tenía una estrategia y era irme con ropa más “cachaca” que los demás; yo no me iba con tenis, yo me iba con un maletín no muy pesado, con saco formal, no de corbata porque tampoco se esperaba a un tipo de corbata en un primero de mayo. Cuando comenzaban los tropeles y la gente empezaba a correr, yo salía caminando en sentido contrario. Entonces la policía pasaba persiguiendo a los “revoltosos” y yo entraba a un café y me sentaba a esperar que pasara la cosa.
La vi un poco cruda con lo del robo de armas del M-19. ¿Por qué? Porque en eso cayó hasta el “nido de la perra”. En esa época no había celular, sino la libreta de teléfono, entonces uno tenía su agendita con la libreta de teléfono y así pusiera “Pedrito”, podía ser José Pérez, pero los militares se averiguaban todo. Y cayó mucha gente, por ejemplo Alberto Mayor Mora, un sociólogo que tuvieron detenido por ser muy amigo de la esposa de Fals Borda, de María Cristina Salazar, que fue la que prestó el lote para que metieran las armas. Además era amiga de Carlos Duplat, que fue el comandante clave de ese operativo y que lo cogieron y “cantó hasta misa”. Pobre. Yo me imagino que si a mí me cogen y me torturan, yo canto hasta lo que sea… o no sé.
Esa vez lo sufrí un poco porque en el grupito que estábamos, que se llama el MRT (Movimiento Revolucionario de los Trabajadores), que era distinto del PRT, una derivación posterior de la Tendencia. Esa organización (el PRT) hizo parte de la “trilateral” con el MIR y el ELN, pero al final no se metió y más bien prefirió irse por el lado de la reinserción. Los otros sí configuraron por unos años la Uniòn Camilista ELN (UC-ELN).
El hecho es que yo, como miembro del MRT, en mi casa tenía un poco de capuchas y de material de los Tupamaros, del PRT argentino, de Roberto Mario Santucho. Y un hermano mío, que era estudiante de la Nacional, estaba quedándose en la casa en esas vacaciones con su esposa que estaba embarazada; no tenían donde quedarse, entonces yo me fui a Pasto a los carnavales y cuando veo en la prensa lo del robo de armas pienso: “llegan a allanar mi apartamento y cogen a mi pobre hermano”. Yo esas vacaciones las pasé muy preocupado. Por supuesto, cuando regresé saqué esas cosas, porque tampoco le iba a decir a mi hermano que buscara una caja con libros revolucionarios y la quemara. En mi familia sabían que yo era medio izquierdoso, pero a mi hermano nunca le dije lo que realmente sufrí por esos días. Finalmente yo nunca estuve en la guerrilla. Yo militaba en una organización que simpatizaba con la lucha armada, pero era de los críticos internamente, hablaba de la organización de masas, de la lucha popular, nunca estuve en esa lógica militar.
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La experiencia de Firmes fue algo que resultó de una revista que existía en esos momentos que se llamaba Alternativa, la revista de García Márquez. Ahí participaban Enrique Santos Calderón, Fals Borda y el grupo La Rosca en un principio, luego estos se fueron. Fue una revista muy importante, porque durante cuatro o cinco años publicaron información, semanal o quincenalmente, sobre movimientos sociales y populares, sobre las izquierdas, y a veces publicaban del ELN, de las FARC o del M-19. El que estuvo muy cerca de Alternativa fue el M-19 y también muy cerca de Firmes. El Frente Popular, por su parte, fue una política del EPL que implementaron en los años 80, y que sería una cuestión muy similar a la Unión Patriótica (UP) y a ¡A Luchar! El caso de ¡A Luchar! es muy particular porque es prácticamente una convergencia de las fuerzas políticas y sociales que se oponían a la negociación con Belisario Betancur: estaban por debajo el ELN, el PRT, el MIR, entre otros.
¡A Luchar! comenzó primero en el 82, luego vino la UP y después el Frente Popular. El PC-ML dio un giro político impresionante que fue la ruptura con el maoísmo, o por lo menos con los chinos, y se alineó con Albania. A comienzos de los 80 ellos tienen su segundo congreso y ahí es cuando el PC-ML y el EPL dan un giro político impresionante: de una secta súper aislada y clandestina —aunque siguió manteniendo algo de eso—, se abrieron a lo popular en una lucha pública. Y ahí es cuando Óscar William Calvo, el papá de Óscar Iván Calvo, fue el vocero político del PC-ML, precisamente por el momento de la toma y contra-toma del Palacio Justicia y el inicio del “Baile Rojo” contra la UP y la izquierda en general.
Firmes venía de la revista Alternativa, pues esta veía que las izquierdas se dividieron en tres frentes electorales. Existía la UNO (Unión Nacional de Oposición) que era al principio el PCC y el MOIR —una alianza rara porque soviéticos y chinos se odiaban, pero estuvieron unidos por un par de años— con un sector de la ANAPO. Esa UNO se rompió cuando el MOIR salió y creó el Frente Unido Del Pueblo (FUP). Entonces estaban la UNO, el FUP y los socialistas —algunos trotskistas— que se unieron en una cosa que se llamaba UNIOS, con Socorro Ramírez como candidata. Por tanto había tres candidatos de izquierda. Es entonces cuando Santos Calderón, Antonio Caballero, Daniel Samper Pizano y otros de Alternativa dicen: “hagamos un plebiscito de firmas para la unión de la izquierda”. Comenzaron a recolectar firmas y se recogieron 500 mil firmas, pero por supuesto ninguno de los tres frentes se disolvió. A raíz de eso quedó Firmes que cogió una bandera amarilla e integró a gentes como Gerardo Molina, quien hacía parte de ese comité. Tuvo un cierto proyecto político, ahí fue cuando algunos sectores maoístas se acercaron a Firmes. Por nuestro lado, el MRT, nos acercamos a Firmes, convencidos de la necesidad de un proyecto de masas.
Luego yo me fui a estudiar mi doctorado en Historia a Estados Unidos y allí cesé la militancia en Firmes y en otros partidos de izquierda. Sigo votando a la izquierda, pero no milito más.
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* Este relato es producto de la conversación mantenida entre Mauricio Archila y los miembros del grupo de estudio y trabajo Nuestra Memoria y la Oficina Estudiantil, organizadores del ciclo de conferencias “Memorias de carne y hueso” desarrollado en la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, agosto 14 del 2019.