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Pensando lo urbano desde el Palenque

Cuando nos permitimos pensar la historia de las comunidades negras, no solo en Colombia, sino en el mundo en general, nos retumba en la cabeza una palabra fundamental: libertad. 

Por Carlos Rodríguez*. Durante el Encuentro Nacional de Territorios Urbanos  celebrado en Bello, Antioquia se compartieron en su segundo día una serie de experiencias de organizaciones de carácter nacional en diferentes mesas de trabajo. El compartir sus historias de lucha y resistencia, sus fortalezas, debilidades y potencialidades se planteaba como objetivo el llenar de esperanza y saberes nuestro camino hacia un referente urbano nacional, hacia un nuevo espacio para la vida y la organización social en nuestras ciudades. Garantizar nuestro derecho a la ciudad y ciudades para una vida digna es el horizonte.

El Proceso de Comunidades Negras – en adelante; PCN – fue una de esas organizaciones que compartió su historia a través de uno de sus líderes, Melquisedec. En medio de una no muy calurosa tarde antioqueña de domingo, allí en el aula ocho del colegio Roldan, se enunciaron rápidamente más de 300 años de resistencias y disputas de las comunidades afro en Colombia, así como el momento político y organizativo en el que se encuentra el PCN. Primero; desde el esclavismo y la presidencia de Jose Hilario López en 1851 hasta el proceso de paz entre las FARC-EP y el Estado colombiano, pasando por la constitución del 91 y la ley 70 del 93. Y segundo; las relaciones con el movimiento social en general y otros actores políticos, sus formas de organizarse internamente, repertorios y banderas.

Tomado de: Portal Web PCN

I.

En Latinoamérica las comunidades afro se han visto obligadas a movilizarse casi permanentemente en vista del constante e histórico desconocimiento, opresión y menosprecio al que se han visto sometidas. Esto por parte, tanto de colonizadores como de quienes se erigieron como libertadores y posteriormente por quienes se dieron a la tarea de construir el Estado-nación que de Europa trascendió al resto del mundo. Se les ha despojado de sus propios cuerpos y desplazado de sus territorios, luego se le asignó territorios específicos pero subyugados a la dominación de los Estados que se construyeron sobre ellos.

Cuando nos permitimos pensar la historia de las comunidades negras, no solo en Colombia, sino en el mundo en general, nos retumba en la cabeza una palabra fundamental; libertad. Pero lo que parecemos olvidar es el hecho que la ‘libertad’ fue conseguida por los pueblos negros solo con años de luchas y resistencias colectivas y comunitarias, en Colombia estas tienen su momento crucial en la fundación del palenque de San Basilio por parte de comunidades cimarronas lideradas por Benkos Biohó por allá en el siglo XVII. Luego vienen dos siglos de resistencia insurgente que decantan, pero no se detienen, en la ley de 21 de mayo de 1851 que provee de libertad formal – formal porque continúa un mercado ilegal y soterrado de esclavos durante casi un siglo más – a los esclavos indemnizando sin embargo a los esclavistas, queda un cierto sinsabor… ¿no? Había que pagar a quienes contra cualquier sentido de humanidad veían personas como objetos o mercancías por su raza. No perdamos de vista dos elementos; la libertad, pensada en colectivo, y el palenque, entendido como un espacio de lucha en el que se concentran poblaciones apostándole a la autonomía, a la libertad.

Para la segunda mitad del siglo XX es a través de las comunidades eclesiales de base o comités eclesiales de base que se articulan y consolidan procesos afro particularmente en el pacífico, estos inicialmente se reconocen como procesos campesinos en disputa por el territorio. Sin embargo, con la aparición de la coordinadora nacional de comunidades negras la identidad como afrodescendientes adquiere un papel mucho más relevante, esto es en el contexto del proceso constituyente que terminaría en la constitución de 1991. Proceso que en últimas va dejar por fuera a las comunidades negras subsumiendo su representación en los indígenas y dejando como resultado el artículo transitorio 55 que define que debe crearse una ley que

“reconozca a las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva sobre las áreas que habrá de demarcar la misma ley.”

Es decir, el modelo indígena. De nuevo los negros habían sido excluidos, esta vez, excluidos de decisiones que les afectaban directamente. En medio de este nuevo momento histórico emerge, no porque no estuviera sino porque se encontraba relegado, un elemento que es hoy por hoy fundamental y que tampoco podemos perder de vista; la identidad, es decir, un cierto sentido de pertenencia con sus territorios y una historia política, social y económica compartida.

Un último momento que vale la pena mencionar es la participación que hacen las comunidades negras apoyando la construcción del capítulo étnico en el proceso de paz entre las FARC-EP y el Estado colombiano. Esta participación se hizo a través de la Comisión Étnica conformada por la ONIC y el Consejo Nacional de Paz Afrocolombiano – CONPA – que logra recoger

las organizaciones más fuertes del movimiento negro que trabajan por la defensa de los derechos étnicos y territoriales, ahí está el Proceso de Comunidades Negras, PCN, La Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas, CNOA, Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados, Afrodes, Foro Interétnico Solidaridad Chocó, FISH, el Concejo Laboral Afrocolombiano, CLAF, la Red Nacional de Mujeres Afrocolombianas, Kambirí y la Pastoral Afrocolombiana. Organizaciones que tienen presencia nacional y líderes importantes dentro del movimiento.1

En este punto se evidencia una cierta consolidación del movimiento afro en el país y, sin embargo, un horizonte político de lucha que no se agota como lo evidenció el paro cívico de Buenaventura en 2017.

II.

Los movimientos sociales se presentan como actores políticos que disputan espacios de poder y decisión en una amplia gama de demandas. Estos se ven envueltos por una serie de fenómenos como la globalización, la democracia, las relaciones con la institucionalidad y el aparato estatal. En medio de estas reivindicaciones, se encuentran dificultades prácticas y organizativas, preocupaciones sobre las formas de abrirse paso hacia los sueños que hemos construido.

En este sentido el PCN enunció, en general, tres preocupaciones; en primer lugar, la cooptación del movimiento por parte del Estado a través de dos mecanismos, por un lado los espacios de representación diferenciada haciendo referencia a las curules para comunidades afro en cámara de representantes en el entendido que estas fragmentan al movimiento, por otro lado las personerías jurídicas que tienen como fin canalizar recursos financieros del Estado para proyectos de carácter asistencialista puesto que limitan el margen de acción; en segundo lugar, las discusiones en torno a la vanguardia, es decir, al liderazgo del movimiento afro en general, pues la idea de la vanguardia en sí misma es problemática debido a que abre un espacio para la competencia entre diferentes espacios organizativos del mismo movimiento negro; en tercer lugar, la discusión entre si el movimiento es de carácter urbano o rural, muchas de las demandas y victorias obtenidas por el movimiento afro están ligadas a la propiedad de tierras colectivas que tienen que ver fundamentalmente con lo rural, pero la población se encuentra concentrada ahora en mayor medida en lo urbano.

En cuanto a las relaciones que se tejen con otros movimientos, el PCN en particular le ha apostado a construirse de manera autónoma teniendo en cuenta la instrumentalización que se ha hecho tanto de negros como de indígenas por parte de otras organizaciones, que en su mayoría le apuestan a copar espacios en la institucionalidad. Sin embargo, existen relaciones de articulación, solidaridad y hermanazgo con plataformas alternativas que en su quehacer político le apuestan más a la construcción de poder desde abajo como la Cumbre Nacional Agraria, Campesina, Étnica y Popular. Lo fundamental es siempre mantener su autonomía de decisión para la acción partiendo de sus propios principios.

En lo que tiene que ver con su estructura organizativa el PCN opera a partir de consejos comunitarios y organizaciones de base, luego a través de palenques como El Congal, Ku Suto, Alto Cauca, Currulao y San Basilio. En lo nacional hay un equipo de coordinación encargado de asuntos operativos y dos instancias de discusión y decisión con diferente periodicidad y poder, por un lado, está el Consejo de Palenques que se reúne cada dos o tres años y no puede cambiar ni principios ni horizonte político, y por otro la asamblea general que se reúne cada cinco años y se presenta como el espacio político de mayor amplitud y con capacidad de cambiar los horizontes y principios políticos. Lo fundamental en la estructuración organizativa es que la toma de decisiones se dé teniendo en cuenta a todos y todas, sin poner lo pragmático por encima de lo democrático.

Frente a los repertorios de acción, estos se centran especialmente en la movilización de calle, muestra de esto ha sido la toma de tierras que ancestralmente han pertenecido a comunidades negras y habían sido enajenadas, la toma a la vía panamericana o el bloqueo de barcos de comercio internacional como se hizo en el ya mencionado paro de buenaventura. Más recientemente se inauguró la primera emisora afro online llamada Radio Kumbe.

Tomado de: Portal Web PCN

III.

Si estamos pensando constituir un movimiento de carácter urbano que esté en capacidad de disputar el derecho a la ciudad, que logre consolidar ciudades para la vida digna, ¿qué sentido tiene conocer y reconocer la trayectoria histórica de las comunidades y organizaciones negras? Aunque cada organización tiene sus particularidades, sus trayectorias y sus formas de construir, siempre podemos aprender de ellas, identificar en sus aciertos y desaciertos una gran variedad de caminos a la utopía. El PCN en particular da cuenta de una historia ligada a la lucha por la libertad de un pueblo sujeto a condiciones inhumanas que encuentra en la organización social y política – en los palenques – un espacio de resistencia que además logra constituir identidades que les potencian y cohesionan.

Organizarnos en lo urbano implica no solo reconocer que en la ciudad hay una amplia gama de luchas por dar sino también un espacio para resistir desde la unidad. Esta unidad en medio de tan amplísima diversidad de sujetos e identidades nos deja siempre una serie de cuestionamientos sobre el cómo organizarnos o qué es lo que nos articula efectivamente, qué nos identifica. En ese sentido el PCN da unas puntadas sobre horizontalidad en lo organizativo y sobre cohesión política a través de lo identitario. Somos ‘citadinos’, ¿es esta la identidad que nos articula? De cualquier manera, son siempre los sueños y los grandes horizontes lo que nos une, y tal como lo han sido los palenques, nuestras ciudades deben ser espacios de dignidad, transformación y liberación.

Post Scriptum: No podemos partir sin mencionar que, en la coyuntura actual, con la elección de Iván Duque como presidente, construir movimiento urbano se hace más apremiante pues será en campos y ciudades que tendremos que apostarle con más fuerza a la solidaridad, a la esperanza y a la vida.

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1. Tomado de: generacionpaz.co, “Los afro no se pueden quedar por fuera de la paz”. Mayo 14 de 2018.