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Reflexiones en torno a la política de izquierdas

¿Qué supone navegar la política a contrapelo de la dominación? Por cientos de años las organizaciones de izquierda en todo el mundo han intentado resolver la pregunta de cómo superar las opresiones producidas por las sociedades capitalistas. Aquí unos apuntes necesarios en esta dirección.*

La discusión sobre la táctica y la estrategia es fundamental para cualquier colectivo, proceso, partido, organización política o social que pretenda la transformación de las condiciones de vida. Es decir, la discusión sobre estrategia y táctica es una de las más importantes que debemos tener en las organizaciones sociales y populares, ya que se constituye en el núcleo de la política liberadora, es el núcleo de las preguntas por cómo podemos avanzar en las luchas por la liberación.

La paradoja de la política de izquierdas

Lo primero es que no se debe pensar en la estrategia y en la táctica sin pensar en el proyecto político de transformación, ya que muchas veces las organizaciones y los individuos plantean cursos de acción sin la pregunta del para qué, sin la pregunta por el proyecto emancipador que se tiene, o lo que es lo mismo, por el nuevo proyecto de sociedad y de relaciones sociales. Sin tener en cuenta esto último no se puede avanzar.

En este marco, la política de izquierda, la política emancipadora, es profundamente paradójica, pues la política no se trata de tener razón, no se trata siquiera de “ser bueno”. La política sigue siendo ante todo la pregunta por el poder y la distribución del ejercicio del poder. Política es poder. No basta entonces con tener la razón, ni con portarse bien, ni con ser bueno.

Los gobiernos y proyectos hoy reconocidos como reaccionarios han hecho de la mentira y de la irracionalidad el núcleo de su política, y en ese orden de ideas, la pregunta por la política, por quién gana en política, no tiene nada que ver con quién tenga la razón. Esto puede parecer profundamente desesperanzador, al ver que quienes ganan son los que tienen las peores prácticas.

¿En dónde están pues las paradojas de la política de las izquierdas? Están en que dichas políticas tienen que partir de esta misma realidad. ¿Qué sucede entonces? Que si se olvida el proyecto político, que es precisamente la lucha por la verdad, contra el patriarcado, contra el capitalismo, contra el racismo, por la racionalidad, por la decencia, se olvida entonces cuál es el proyecto de transformación que se tiene.

Es paradójico entonces que, aunque la política no se trate de la ética o de la verdad sino del poder, la práctica política de izquierdas está en busca precisamente de la democracia, de la ética y de la verdad.

En consecuencia, no es posible preguntarse por la estrategia o la táctica sin tener en cuenta estos dos momentos: un proyecto que defiende la ética, la verdad, la democracia, las relaciones igualitarias y autónomas, sin embargo, no se va a realizar sino se pregunta por el poder, y para esto hace falta una táctica y una estrategia.

Necesitamos de un proyecto político liberador, antipatriarcal, anticapitalista, descolonizador; es decir, de un proyecto ético nuevo, que es posible solo en la medida en que se cambie la actual distribución del poder, en que tengamos capacidad de ejercer poder, es decir, poder popular.

Un proyecto de izquierdas es también una nueva manera de ejercer el poder en el marco de un proyecto liberador, ético, de respeto por las y los otros. Es en este orden en que debe entenderse la lucha de clases. Se necesita, entonces, de un proyecto ético-político transformador y se necesita, también, una nueva manera de ejercer el poder. A lo primero se le conoce como programa y a lo segundo como estrategia y táctica. Estas dos cosas en la izquierda tienen que ser indisolubles.

El riesgo del revisionismo

Ahora bien, uno de los problemas de lo que llamamos el “revisionismo” radica en que está dispuesto a olvidarse del proyecto político. Una persona o movimiento de izquierda radical no debe olvidarse del objetivo “final”, por ejemplo, el socialismo.

Para el revisionismo, el objetivo final no importa, sino que importa lo que se pueda hacer en el trasegar, olvidándose del proyecto ético-político transformador, y en esto es peligrosa esta corriente. Lo anterior se plantea para decir que la estrategia y la táctica no se pueden pensar sin el programa, pues la realización del programa es lo que persiguen justamente la estrategia y la táctica, además de dar identidad a la organización.

El programa no son unos enunciados lejanos, sino que es el cómo esperamos transformar la sociedad. Por ejemplo, una organización urbana puede tener entre sus proyectos que la gente tenga vivienda digna, que haya un ordenamiento territorial conforme a las necesidades de los y las pobladoras, que a las mujeres no las acosen cuando salgan a la calle, etcétera. Estos son elementos de un programa de transformación.

¿Qué busca entonces la estrategia y la táctica? Pues que ese programa sea real, se materialice. Es muy importante fijarnos en la manera como vamos caminando, pero sin olvidar la meta final, pues sin ella, no se sabe para dónde o hacia dónde caminar. La estrategia y la táctica solo adquieren sentido en el marco del programa, de los objetivos políticos (una sociedad justa, democrática, antipatriarcal, etcétera).

Entre medios y fines

¿Qué se entiende por estrategia? Son los grandes caminos trazados para alcanzar la meta (el programa, el proyecto de sociedad). ¿Y cómo se traza la estrategia? Solo puede hacerse colectivamente. ¿Dónde se traza la estrategia? En las máximas instancias de decisión y de deliberación colectiva de las organizaciones sociales y políticas: llámense asambleas, congresos, etcétera.

Cuando se está reunido en este tipo de instancias, la organización debe pensarse y tener en cuenta, entre otras cosas:

a. La revisión y evaluación del programa político.
b. La estrategia.
c. Las responsabilidades asumidas en el marco de la estrategia que permitan alcanzar el programa.

Así pues, la estrategia marca la ruta a seguir, debe de tener un vínculo con el programa. Una organización que tenga un programa de reforma agraria, pero que no haga ningún trabajo para acercar e incorporar campesinos sin tierra a la organización, no mantendría concordancia entre la estrategia trazada y su programa.

Si se tiene un programa de cambio, se necesita trazar una estrategia que esté acorde con ese programa, y la manera como se camina no se puede separar de la meta. Otro ejemplo, si una organización tiene un programa antipatriarcal, pero en su coordinación solo hay hombres, entonces la estrategia es errónea. Si en la estrategia no hay ningún elemento antipatriarcal, se está fallando en la misma.

El fin no justifica los medios, el fin exige que se tracen unos medios conforme al fin. Volviendo a la paradoja del primer punto, no se pueden trazar las estrategias si en el ejercicio del poder, que se pretende transformador, se está reproduciendo lo que no se quiere hacer o lo que se pretende cambiar.

La estrategia no es solo un camino, en esta también se observa cómo vamos adelantando el proyecto de sociedad en la vida cotidiana. La sociedad futura no está a lo lejos, sino que la vamos adelantando, prefigurando en el quehacer cotidiano, por medio de nuevas dinámicas y relacionamientos.

En todo el camino estratégico se tiene el objetivo fundamental de redistribuir el poder. ¿Pero cómo se redistribuye el poder? Intentando cambiar la relación de fuerzas, y ¿qué implica cambiar esta relación? Que la organización tenga más capacidad en el ejercicio del poder. Este es el punto clave cuando se traza la estrategia: buscar cambiar la redistribución del ejercicio del poder y para esto se necesita que la organización tenga más fuerza, que crezca, que tenga cada vez más capacidad de disputar y ejercer poder.

Es entonces la estrategia, los grandes caminos trazados para fortalecernos como organización, los que deben de tener coherencia con nuestro programa y la manera como lo llevamos a cabo. La estrategia es un camino amplio y solo se materializa en la táctica.

Rigidez estratégica, flexibilidad táctica

Pero bien, ¿qué es la táctica? Si la estrategia es el gran camino que se tiene, la táctica los pasos que se dan en ese camino.

Recordemos que el gran objetivo estratégico, el proyecto ético de liberación, se llama programa. Que, en segunda instancia, el camino grueso que se sigue para alcanzarlo es la estrategia. Y finalmente, que lo que denominamos táctica son los pasos dados cotidianamente para recorrer ese camino.

A veces ocurre que se trazan buenas estrategias, pero al elaborar la táctica, no se sabe por dónde ni cómo caminar. La táctica es fundamental para el quehacer político, es la que da la cotidianidad, las acciones concretas.

El mantra de muchas organizaciones de izquierda es: “rigidez estratégica y flexibilidad táctica”. Cuando se asume un plan estratégico es clave seguirlo, y si bien este se materializa en la táctica, cuando la táctica es demasiado rígida es posible que no se sepa cómo caminar.

Por lo tanto, la táctica solo adquiere sentido a la luz de la coyuntura, se materializa en el tiempo y en el espacio. Es por esto que el ejercicio del análisis de coyuntura es fundamental para nuestra política como organización popular.

Si no se entiende en conjunto como organización lo que está pasando hoy en el mundo y su relación con lo local, las acciones planteadas pierden vínculo y se enturbia la realización del objetivo estratégico. La táctica adquiere sentido entonces en el tiempo y en el espacio que se vive, es decir, la coyuntura específica del momento.

Lo que significa la coyuntura

La coyuntura es la situación que se está viviendo desde antes y lo que cambia frente a lo que viene. La táctica se perfila pensando y analizando la coyuntura, la cual ofrece el camino para dar los pasos. ¿Por qué es importante hacer continuamente análisis de coyuntura o de contexto? Porque si no se hace, no se sabrá por dónde caminar.

La coyuntura adquiere sentido en el marco del proceso histórico grande. No se puede entender mejor lo que pasa hoy en una ciudad, por ejemplo, si no se entiende lo que ha pasado en la historia de esa ciudad y del país. No se pueden entender los desalojos violentos en un barrio específico, si no se conoce cuál es el proyecto de ordenamiento territorial en el Valle de Aburrá, y este proyecto no se entiende si no se conoce ni se comprende cuáles son las dinámicas de ordenamiento espacial en la sociedad capitalista contemporánea. Entonces, no se entiende ese desalojo violento sin comprender que estamos en una sociedad con un régimen político abiertamente violento, que pretende solucionar los problemas por medio de la represión en lugar de hablar con la gente.

No se entiende este problema sin saber que en el presupuesto nacional, tradicionalmente, el mayor gasto público se va en defensa y no en cultura o en temas de hábitat. No entenderemos nada, si no se tiene en cuenta que gran parte del ordenamiento territorial y la configuración de la defensa en Colombia se ha dado gracias a las dinámicas de la guerra, (que incluso vienen de la Guerra Fría) o al peso del imperialismo estadounidense que obliga a la derecha en el país a invertir cierta cantidad de dinero en fuerzas represivas como el ESMAD.

Y, además, se comprende poco de todo esto si no se comprende que estamos en una economía capitalista que está en crisis desde finales de los años sesenta y que necesita reproducir dinámicas muy aceleradas de capital en las cuales el suelo urbano sigue siendo crucial para las dinámicas de valorización.

La coyuntura, lo que se vive en un momento preciso, solo se puede entender si se sitúa histórica y geográficamente y se analiza en el marco de las tácticas de la organización. La coyuntura da el análisis de los pasos a seguir tácticamente de una manera flexible, para caminar la ruta estratégica y alcanzar el programa.

Así como se hace análisis de coyuntura para pensar la táctica, se necesita también hacer análisis de periodo para trazar la estrategia y análisis de la formación social para plantear el programa. La táctica se trata entonces de analizar el momento que se está viviendo y dar pasos en el marco de la estrategia elaborada en el marco de la búsqueda de un programa. No puede analizarse la coyuntura sin entender el periodo y la formación social histórica.

Sobre la hegemonía y la gran pregunta

La hegemonía tiene que ver con la pregunta por la distribución del poder. La distribución del poder, al decir de Gramsci, no es solo la coerción, la fuerza, sino que también es la pregunta por el consenso. ¿Qué es el consenso? Son ideas, creencias y valores, los cuales tienen un espacio fundamental en política.

Para entender cómo se modifica la distribución del poder, hay que tener presente no solo la fuerza social que se representa, sino también el tipo de simpatías que se pueden generar, el tipo de valores que se defienden y cómo esto se proyecta en el conjunto de la sociedad. La hegemonía, además de la fuerza, trata también de la capacidad de mover ideas, valores y emociones.

En últimas es esto lo que se mide en la táctica, la estrategia y el programa. ¿Cómo se logra materializar la hegemonía? ¿Cómo se mide la hegemonía? Se trata, pues, de alcanzar un sentido del “nosotros” lo más amplio posible, o bien, generar un proyecto de identidad colectiva lo más amplio posible.

Curiosamente esto es la lucha de clases: provocar la derrota de la clase dominante para generar una especie de comunidad universal. ¿Cuál es el “nosotros y nosotras” del cual hacemos parte? Y ¿cuál es el otro que está por fuera de nosotros y nosotras? La anterior es la gran pregunta de la política y la gran pregunta que debería motivar todo ejercicio de táctica, estrategia y programa.

¿Cómo lograr que las acciones cotidianas agranden ese “nosotros y nosotras”? ¿Cómo lograr que la estrategia sea una ruta de construcción de un “nosotras y nosotros” más amplio, en términos de que las organizaciones sean más fuertes y que los proyectos de clase, raza y género sean más amplios? ¿Cómo lograr que el programa sea, para ese “nosotros y nosotras”, una sociedad sin clases? Una sociedad con el “nosotres” más amplio posible.

Notas

* El presente texto es una transcripción de la charla ofrecida por Alejandro Mantilla bajo la pregunta por la táctica y la estrategia en los movimientos populares en el marco del curso local de formación política de la Escuela Marta Cecilia Yepes en el año 2020. La imagen de portada es de autoría del colectivo Taller 4 Rojo.