Espejo electoral: rastros de una masculinidad hegemónica
¿Puede una campaña electoral enseñarnos sobre los elementos de la masculinidad hegemónica? Claro que sí, ¿y cómo puede estar un libro de corriente indigenista relacionado con este mismo fenómeno campaña-masculinidades? Elementos de ficción que se amalgaman con la realidad. Una estética masculina de no-ficción. ¿Qué implicaciones tiene esta construcción hegemónica del “hombre”? Tatiana Landín nos cuenta.
Por: Tatiana Landín*. La escena es sugerente. En primer plano aparece Otto Sonnenholzner, exvicepresidente del Ecuador. La transmisión corresponde al mensaje a la nación del pasado martes 7 de julio de 2020[1], donde oficializa la renuncia a su cargo como segundo mandatario del país. Lo que llama la atención es la composición de la imagen: atrás el retrato del prócer guayaquileño José Joaquín de Olmedo y la fotografía de su esposa e hijxs. El ideal político ecuatoriano sellado en ese cuadro audiovisual. Otto es guayaquileño, tiene 37 años y es economista. Estudió en Alemania, su familia administra una empresa radiodifusora y se perfila como candidato presidencial para las próximas elecciones de 2021. Como guayaquileña detecto algunas marcas que se ajustan a un modelo de masculinidad dominante en la escena local. Los símbolos que rodean la escenificación de Otto son claros: la familia como núcleo central y el prototipo masculino de ciudadano ejemplar, héroe, valiente y luchador en la figura de Olmedo. La masculinidad marcada, sello de una impronta política. En este sentido, la figura de Sonnenholzner permite ir descifrando ciertas prácticas, comportamientos y acciones que configuran el modelo de político ecuatoriano actual.
Hay un entramado tradicional que se ajusta a las relaciones de género que prevalecen a lo largo del tiempo. En el caso de las masculinidades es importante destacar la incidencia de la raza y clase social que configuran una serie de pactos estratégicos. Frente al próximo contexto electoral es importante señalar cuáles son las representaciones masculinas que predominan ¿Qué tensiones se derivan de normalizar ciertos modelos genéricos? ¿Cómo lograr visibilizar otras posibilidades no hegemónicas de masculinidad? Desde mi experiencia como ciudadana ecuatoriana, mestiza y con estudios de cuarto nivel, pretendo cuestionar los pactos cómplices y de dominación patriarcal que se escenifican en la plataforma electoral ecuatoriana.
Recientemente, debido a mi trabajo de investigación, leí Los Guandos (1982), novela de la escritora ecuatoriana Nela Martínez. La obra se sitúa en la corriente indigenista que se centra en la explotación de los indígenas en la Sierra. La opresión ejercida por los terratenientes en la década del 30 son unos de los temas predominantes en este estilo literario. En el caso de la novela uno de los personajes principales es Roberto Recalde, viva imagen del patrono feudal y hombre de la época. En el retrato que la autora realiza sobre Roberto hay algunas características de su mundo y anhelos masculinos que llaman la atención. Una de ellas es la evidente convicción de su rol social y acciones futuras que debe conquistar para tener un puesto privilegiado en la sociedad. Hay un camino trazado de prácticas y obligaciones que lo condicionan socialmente:
La ganancia del guando servirá para el matrimonio, amoblar la casa que ya le han señalado -al ladito de la mamá, que sólo a mí me tiene- mejorar la situación de las hermanas y ¿qué más? – No dará para más. Se ve en perspectiva de futuro. Será el varón nuevo de la mansión de los Vega y subirá. Claro que subirá. (Martínez 1982, p. 139).
Hombre ecuatoriano, mestizo, terrateniente de la Sierra, ejemplifica los valores y móviles que todavía prevalecen en sectores de las clases dominantes ecuatorianas. Un personaje de ficción que sirve para releer las claves y transformaciones de ciertos ideales políticos. Tanto la masculinidad (Connell 1997) y la femineidad (añado yo) entran en una serie de interacciones enmarcadas en repeticiones de hábitos, costumbres e ideales impuestos culturalmente. Las relaciones entre hombres y mujeres corresponden a “prácticas asignadas a su género”. De esta manera, Recalde simboliza las acciones y móviles históricamente aceptados. La materialización de ciertos ideales masculinos hegemónicos. Una clase de masculinidad que se construye a partir de la clase oprimida, los indios y sus desventajas históricas que confluyen en su identidad.
En Recalde se continúa el camino de una masculinidad trazada y que cumplirá su relevancia a partir de la incursión en la esfera pública:
Ya le han dicho que para diputado no se necesitan títulos ni conocimientos especiales, que el sentido común y su inteligencia innata servirán. Porque, en sentido patriota y perteneciendo al partido del orden, todo lo demás vendrá por añadidura…Una vez casado, claro está. Lo mejor y más prudente será entrar en la vida política. (Martínez 1982, p. 139).
En este fragmento la heterosexualidad es sugerida como dispositivo regulador del cuerpo y de práctica aceptada socialmente. La heterosexualidad ligada al binarismo hombre y mujer, donde la masculinidad opera en el ideal social y aceptado. Las prácticas heterosexuales responden a un modelo único, construido en oposición a la feminidad y que rechazará cualquier arquetipo disruptivo (Guasch, 2007). La figura de Recalde permite dar paso al referente masculino que predomina actualmente en los políticos ecuatorianos. Más allá de la ficción, la realidad nos confronta e invita a desglosarla: a desmantelar los modelos hegemónicos que predominan en los organismos del Estado.
Rastros de una estética masculina reguladora
Seguir la pista a las construcciones de masculinidades en los discursos de personajes de la política permite trazar también las relaciones de poder operantes. Las representaciones de ciertas identidades son claves en el campo de las masculinidades. Ecuador es un país con amplias brechas sociales y con claras muestras de racismo que prevalecen arraigadas en la población. Para muestra de ello es pertinente recordar las declaraciones del exalcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, que en las pasadas manifestaciones sociales de octubre del año pasado contra las mediadas del FMI, dijo refiriéndose a los indios, ante la amenaza de que los indígenas llegaran a Guayaquil: “Recomiéndeles que se queden en el Páramo” (Nebot 2019, 2). Sin duda, hay una conciencia opresora operando en estos discursos y que se magnifican dentro de sistemas patriarcales: “Aunque el término marginación no es el ideal, no puedo utilizar uno mejor para referirme a las relaciones entre las masculinidades en las clases dominantes y subordinada o en los grupos étnicos. La marginación es siempre relativa a una autorización de la masculinidad hegemónica del grupo dominante (Connell 1997, p. 42).
En este sentido, evocar la imagen del exvicepresidente Otto Sonnenholzner es constatar que en ciertos sectores persiste una relación directa entre “el ideal cultural y el poder institucional, colectivo sino individual” (40). Por lo tanto, el poder político se presta a una estética de una masculinidad funcional y al servicio de modelos hegemónicos que invisibilizan otras posibilidades genéricas. En este sentido, no sorprende leer comentarios de personas en las redes sociales donde se detecta un nivel de aceptación de acuerdo con un modelo de masculinidad. Refiriéndose a la salida del mandatario @verocoellom indica:
Me da gusto ver (a) esos políticos que nombran a su esposa, que no esconden que están casados y caminan orgullosos de la mano de la mujer a la que le prometieron serle fiel. *Un político que cumple las promesas en su vida privada, cumplirá las que hace en su vida pública y al pueblo.
En esta misma línea el usuario @losriosprimero1 menciona: “Es lo que más me gusta de @ottosonnenh que tenga una familia conformada y ame a su esposa”.
En estos imaginarios construidos en torno a la masculinidad operan lo que Mónica De Martino Bermúdez (p.296) denomina estrategias de masculinización y que, en la línea de Bordieu, amplía y sitúa las prácticas de dominio en las relaciones sociales. La sobrevivencia de la masculinidad dominante depende de hábitos sistemáticos y acciones ancladas en entornos sociales diversos. No hay que desconocer que las repeticiones de dichas acciones van entrecruzadas con las marcas de clase (p.296). Esta idea se complementa con un enfoque interseccional donde la etnia, la religión, entre otros componentes, influyen en las relaciones de género predominantes.
Por otro lado, el proyecto político del posible candidato presidencial Otto Sonnenholzner despliega una estética masculina que influye en los mecanismos de poder y elecciones de la población. Las incomodidades que generan otrxs modelos de masculinidades no hegemónicas es visible en las representaciones masculinas en el gobierno ecuatoriano. Hombre blanco, casado, clase media o alta, católica, parecería ser el perfil que predomina en el ordenamiento social:
Las definiciones normativas de masculinidad…enfrentan el problema de que no muchos hombres realmente cumplen dichos modelos normativos. Este punto se relaciona con la masculinidad hegemónica…la mayoría de los varones gana por hegemonía, ya que esta se beneficia con el dividendo patriarcal…”. (Connell 1997, p.41)
La hegemonía que señala Connell articula las relaciones de género de “dominación y subordinación entre grupos de hombres”. La autora se centra en la heterosexualidad como el ideal genérico que subordina a la homosexualidad y donde lo gay será la masculinidad dependiente más evidente. Abrir el campo de las representaciones masculinas es dar paso a otras masculinidades subyugadas al modelo “ideal”, es decir, no solo pensar en la homosexualidad como la única oposición visible.
Teniendo en cuenta esta visión más amplia de los procesos que se articulan frente a las masculinidades hegemónicas el trabajo de Fernando Larrea “Como un indio”, revisa el caso del primer alcalde indio en una localidad de la Sierra ecuatoriana, Pueblo Blanco. Este estudio revela el “conjunto de prácticas culturales, institucionales y políticas, en las que el ejercicio del poder está intrínsecamente ligado con el despliegue de una manera de ser masculina, con una masculinidad dominante, relacionada con dinámicas específicas de subordinación étnica y de género” (Larrea 2001, p. 48). Lo importante de este estudio es que revela las implicaciones de las matrices coloniales y racistas que persisten en la comunidad. De esta manera, tomo de referencia este trabajo para ejemplificar las prácticas de masculinidad que se imponen sobre otras. Pueblo Blanco como el microcosmo operante y que refleja las condiciones del desarrollo de masculinidades ejemplares:
En este conflictivo proceso de fusión y negociación permanente entre distintas nociones de masculinidad (igualmente marcadas por la dominación masculina), es la lógica del ejercicio del poder político, con la consecuente necesidad de afirmación de la autoridad del hombre, la que hace la diferencia y genera una práctica dominante de masculinidad en el conjunto de relaciones cotidianas. A su vez, esta práctica se transforma en su tránsito de uno a otro lado de la frontera étnica, a pesar de la presencia de la contraparte de subordinación y resistencia de los/las otros/otras. (p.59)
La hegemonía se transforma y acomoda según las relaciones de género pactadas en la sociedad. Pueblo Blanco muestra el poder que prevalece, según el tipo de masculinidad aceptada. En la figura de Otto Sonnenholzner es visible la puesta en escena de las prácticas inherentes en un discurso de poder consensuado. A su vez permite repensar en las estrategias de dominación que Larrea descubre en el trabajo etnográfico cuando detecta que hay negociaciones en torno a la construcción de masculinidades. Hay que incorporar la noción de travestismo étnico para comprender la adaptación que emprende en ciertos contextos la personalidad masculina. Es decir, el sujeto elegido como dignidad representativa debe sujetarse a las características de la masculinidad avalada culturalmente. Participar en un constante “performance” para ser aceptado.
La comprobación de la escenificación de una masculinidad estratégica es fundamental para encausar las luchas hacia las pluralidades genéricas. ¿Qué silencios encubre la imagen de masculinidad predominante propuesta en la imagen de un posible candidato presidencial? Es urgente proponer una revisión teórica y práctica de las instituciones que regulan las vidas de la ciudadanía, buscar otras formas de representación es indispensable para intervenir en la esfera política. Creo en las posibilidades de generar otrxs habitus, esto es dinamitar nuestros esquemas de pensamientos inmóviles y normalizados (Fabbri 2018, 42). Diagnosticar nuestras microprácticas, inspeccionar nuestros entornos y salir al paso con acciones que permitan pensarnos lejos de los patrones culturales convencionales. Comprender que los modelos masculinos pueden ser transformados y encausados a prácticas más horizontales. Los procesos feministas son una herramienta fundamental para debilitar las estrategias de poder patriarcal. Es una apuesta difícil, se necesita implementar acercamientos ciudadanos y motivar la creación colectiva. Ir interpelando los escenarios de poder que se muestran en cada una de las esferas sociales.
Notas
* Soy licenciada en Comunicación Social mención Literatura de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. He trabajado como docente en instituciones educativas de mi ciudad. Colaboro con suplementos literarios y medios del país. Actualmente me encuentro desarrollando mi trabajo de investigación sobre el quehacer intelectual, literario y militante de Nela Martínez en la Maestría de Estudios de la Cultura mención género, en la Universidad Andina Simón Bolívar de Quito.
[1] Renuncia del vicepresidente Otto Sonnenholzner. Video disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=M241KjGq3Gw
Bibliografía
Connell, R. W. (1997). La organización social de la masculinidad. En Valdés, T. y Olavarría, J. (Ed). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional-FLACSO. 31-48.
De Martino Bermúdez, M. (2013). Connell y el concepto de masculinidades hegemónicas: notas críticas desde la obra de Pierre Bourdieu. Estudios Feministas, 283-300.
Fabbri, L. (2018). La ola feminista cuestiona la masculinidad como dispositivo de poder. En: La cuarta ola feminista. Victoria Freire, et al. Buenos Aires. P. 77- 85.
Guash, Oscar (2007) [2000]. La Crisis de la heterosexualidad. Editorial Leartes. Barcelona. 111 – 137.
Larrea, F. (2001). “Cómo un indio va a venir a mandarnos!” Frontera étnica y masculinidades en el ejercicio del poder local. Masculinidades en Ecuador. (ed): Flacso Ecuador, UNFPA.
Nebot, Jaime. 2019. “Revelan que Nebot ha pedido disculpas al movimiento indígena”. La República.ec. 21 de octubre. Accedido el 15 de julio de 2020. https://www.larepublica.ec/blog/politica/2019/10/21/revelan-nebot-pedido-disculpas-movimiento-indigena