
Salsa: sentimiento de resistencia latina*
La música puede captar tanto contenido político, social y cultural en sus ritmos como un libro lo haría en sus páginas. Para disfrutar la melodía de una canción se requiere únicamente de oídos dispuestos y espíritus curiosos. A continuación, un recorrido histórico del génesis de la salsa como género exponente de las ácidas letras de la crítica social. Una nota a cargo de Tomás Bernier.
Para ‘Peyo’ Flórez.
Mientras atravesaba Barranquilla en un taxi, junto con el conductor escuchábamos en la radio el anuncio de que Donald Trump y los Estados Unidos planeaban tomarse el Canal de Panamá y el Golfo de México a toda costa y sin importar las consecuencias, ufanándose de que ellos no necesitaban a Latinoamérica y que, por el contrario, somos nosotros quienes les necesitamos. Esto, por supuesto, le mereció tal indignación al conductor, que prefirió sintonizar una emisora local, en la que saltaron los mejores sonidos caribeños. En ese momento sonaba “Agúzate”, la mítica composición de salsa brava interpretada por Ricardo Ray y Bobby Cruz. Después de escucharla atentamente, el conductor me miró de manera cómplice y sentenció: “Vea, eso es algo que nunca nos van a quitar a los latinos”. El viaje continuó escuchando atentamente los grandes éxitos de nuestros agitados ritmos, y al llegar a mi destino no pude evitar pensar sobre todo lo que había sucedido: era claro, una gran parte de la identidad latinoamericana está atravesada por la música, y la salsa es un género que ha sabido transformarse y mantenerse a lo largo del tiempo en nuestras emisoras, fiestas y reuniones, en la cotidianidad de nuestras calles y en los oídos de cada latino del mundo. Además, desde su origen en los barrios marginales de Nueva York y su posterior expansión por todo el mundo, la salsa ha tenido una carga política innegable que muchos han ignorado. Sobre esto me permitiré citar íntegramente las palabras del gran Cheo Feliciano, que en una entrevista expresó:
Esto que llamamos salsa es justamente la expresión del pueblo. Su base viene de los sectores económicamente limitados en donde el hombre debe buscar todos los recursos para sobrevivir y consecuentemente sabe lo mucho que vale la vida. Por eso, pues, la llora, suda, ríe, la sufre y la goza.
Ahora nuestra región es perseguida, nuestrxs hermanxs migrantes que han tenido que salir de nuestros países son deshumanizados bajo la personificación del capitalismo más salvaje en sus vertientes neofascistas. Ante esto respondemos, le decimos a ese “Tiburón” que busca en la arena, en la orilla, que nunca se llena, que respete nuestras banderas, “pa’ que vea que en el Caribe no se duerme el camarón y que si lo vemos, se viene palo a ese tiburón, pues en la unión está la fuerza y nuestra salvación”[1]. Queremos responder con la expresión del pueblo que ha retratado el sufrimiento de sus raíces africanas, campesinas y caribeñas, los cambios que ha atravesado el mundo y nuestras vidas. Con esta reflexión queremos, precisamente, exaltar el valor político de un género que nos ha acompañado y que aún representa –como muchos otros– el sentir político y de resistencia de esta región, repasando algunas canciones y álbumes que buscan abordar estas dimensiones. Tal como lo expresó Ray Barretto y después inmortalizó Andrés Caicedo: “Que viva la música criolla / que viva con voz de negra / que no se pare la rumba / que viva la música cubana / que viva la música africana / música latina y música caliente”[2].
La mezcla afrocaribeña y la diáspora
Para empezar, es necesario mencionar el origen del género, pues desde allí rastreamos la importancia de la convergencia de estos sonidos para nuestra cultura. Para resumir un poco esta amplia historia, hemos de enfatizar que la salsa tiene sus raíces rítmicas y musicales en los sonidos afrocubanos como el son, el danzón, el mambo y luego se nutrió de géneros como el jazz –también de origen africano– (Ramos, 2023), llevando a que revolucionarios músicos de la época experimentaran con estos sonidos, introduciendo así nuevos elementos artísticos que derivaron en lo que sería bautizado como “salsa” años después. Esto surge en la década de los cincuenta, época que daría inicio a importantes cambios culturales que se concretarían en las dos décadas siguientes, y su nacimiento se daría en los barrios latinos de Nueva York, principalmente el Spanish Harlem y el South Bronx. Por estos años, las antes célebres Big Bands –tanto del Jazz como las latinas– iban en decadencia y surgía la necesidad de hacer algo nuevo, de revolucionar con todas las posibilidades que había.
El escritor cubano Leonardo Padura comenta en su libro Los rostros de la salsa (2023), que por entonces el mundo empezó a pensar distinto política, económica y musicalmente, por lo que los ídolos de cabello engominado y de traje galán que tocaban en clubes nocturnos sobre ser un latín lover, serían reemplazados por nuevos ídolos: los de las colonias latinas en Nueva York que intentaban retratar con rebeldía lo que sucedía en las calles de la Gran Manzana. Era una nueva concepción de “la relación del hombre con su medio: el barrio urbano caribeño, ese lugar entrañable pero no siempre (más bien casi nunca) apacible y romántico (sino todo lo contrario)” (p.22), el contexto preciso que permitiría el nacimiento de un músico de la envergadura de Willie Colón: El Malo. De acuerdo con Padura (2023), la música de Colón y de otros de su generación en ese entonces era musicalmente imperfecta, desorganizada si se quiere, no buscaba hacer un espectáculo. Apuntaban, sin embargo, a “cantar al barrio desde el barrio, hablar del robo, la droga, la prostitución, la nostalgia, la pérdida de valores culturales y, en fin, de la vida de todos los días en las ciudades latinoamericanas y caribeñas” (p.23). Sobre esto, Colón mismo en entrevista con Leonardo Padura (2023) mencionó sus orígenes como un portorriqueño de tercera generación en Nueva York, y habla de cómo su vínculo más fuerte con Puerto Rico era su abuela, quien llegó de la isla en 1923. Comenta la importancia de esto para entender su música, pues todo el género estaba influenciado por estas dinámicas migratorias y sociales que se vivían: “esa es la misma historia de la salsa: una suma armónica de toda la cultura musical latina reunida en Nueva York, expresada a través de un tipo de música definitivamente mestiza”.
Esta gran gestación salsera, llegó a un punto de inflexión en 1968 con la asociación entre el neoyorquino Jerry Masucci y el dominicano Johnny Pacheco, quienes dieron nacimiento a la Fania All Stars, en la que convergieron las ya legendarias voces de Celia Cruz, Ismael Rivera y Cheo Feliciano junto con las nuevas voces insertadas en las colonias latinas de Nueva York: las de Willie Colón y Héctor Lavoe, además de integrar a novatos que luego serían clásicos como Rubén Blades. La Fania produjo unos de los mejores discos de la historia de la salsa y brindaron grandes momentos para los melómanos y fanáticos de este género, a decir, el concierto en Zaire, cuando hicieron bailar a miles de africanos.
Ahora, un pequeño repaso de algunos temas y álbumes de salsa que fusionaron sus ritmos con importantes reflexiones sobre la política y la sociedad:
Willie Colón y Héctor Lavoe: voces de las calles
Como se mencionó anteriormente, el grandísimo dúo de Willie Colón y Héctor Lavoe produjo álbumes de altísima calidad, esenciales para la salsa. Entre los sesenta y los setenta colaboraron en The Hustler (1968), Cosa Nuestra (1968), Guisando: doing a job (1969), La gran fuga (1971), Crime pays (1972), El Juicio (1972), dos álbumes navideños, Lo mato (1973), The Good, the bad and the ugly (1975) y Vigilante (1982). Cada uno mejor que el anterior. La dupla Colón-Lavoe logró ilustrar las vivencias del latino en Nueva York, además de plasmar las dinámicas de una ciudad en la que el crimen paga y el más vivo es el que sobrevive. Así, inmortalizaron a un personaje como Juanito Alimaña[3], un tipo que roba y delinque a sus anchas con total impunidad en la “selva de cemento y de fieras salvajes”. En general, gran parte de la obra de Colón-Lavoe está imbuida en un aura del bajo mundo, del delito, de los ghettos de Nueva York.
Además de estas crudas representaciones de la realidad vivida en Harlem o el Bronx, Colón y Lavoe supieron regresar a sus raíces portorriqueñas, recitando temas que hablaban de distintos aspectos de las creencias y de la vida en el Caribe. Ejemplo de ello es la canción “Aguanilé” (1972), que usa sonidos africanos y que tiene sus orígenes en cantos yoruba en Cuba. Otro ejemplo es una canción de la fase solista de Héctor Lavoe, “Rompe saragüey” (1975), que expresa gran parte de las creencias en la isla sobre la santería: “con los santos no se juega / date un baño / tienes que hacerte una limpieza con Rompe saragüey”, la limpieza de las energías, una práctica común en varias partes del Caribe. Otras composiciones que van por esta misma línea son “Zafra” (Ray Barretto) o “Mosaico Santero” (Fruko y sus Tesos, en las voces de Joe Arroyo y Wilson Saoko).
Willie Colón y Rubén Blades: la salsa consciencia
Después de la dupla Lavoe-Colón, llegó una que se ganó también el estatus de legendaria y que hasta el día de hoy da de qué hablar: la compuesta por Willie Colón y el panameño Rubén Blades. Hablaré esencialmente de dos álbumes: Metiendo mano (1977) y Siembra (1978). Mientras que Colón era ya un músico respetado y reconocido, Blades se iba abriendo camino en la industria con letras profundas y revolucionarias, creándose una imagen de poeta e intelectual –con un título de abogado encima, para completar–. Ellos lograron producir dos piezas que “consolidaban la existencia de una nueva tendencia: la salsa consciente” (Padura, 2023, p.23). Le cedo la palabra al mismísimo Rubén Blades para que explique la trascendencia que tuvo Siembra:
Siembra marcó un antes y un después en la salsa, al determinar que era posible el trascender los límites hasta ese momento imperantes en la música popular, específicamente en la salsa misma. Fue el primer álbum que se atrevió a ofrecer canciones de más de seis minutos, por ejemplo. “Pedro Navaja” presenta por primera vez en la salsa una mujer, víctima tradicional del machismo, que es atacada pero se defiende con éxito y termina teniendo la última palabra contra su agresor: “no estás en nada”. Contiene la primera alusión a toda Latinoamérica, como lo demuestra el llamado de cada país diciendo “presente”, al final de la canción “Plástico”. Social, política y económicamente el disco Siembra no tiene precedente. Desde esa perspectiva, sí fue “revolucionaria” su aparición (en Padura, 2023, p.37).
Efectivamente, el contenido de las composiciones de Rubén Blades supera a sus precedentes en la salsa. Para hablar certeramente, en el primer track “Plástico” se critica cómo el capitalismo genera gente plástica, racista, arribista y aparentadora. Blades anima al latino a estudiar, a trabajar y a ser gente primero: “Oye latino, oye hermano, oye amigo / Nunca vendas tu destino por el oro ni la comodidad / Nunca descanses pues nos falta andar bastante / vamos todos adelante para juntos terminar con la ignorancia que nos trae sugestionados / con modelos importados que no son la solución”. De acuerdo con lo que señala Padura (2023), este álbum esencialmente es la inauguración de la salsa consciencia, pues está atravesado por proclamas propias del momento político que se vivía, una en la que los países latinoamericanos buscaban liberarse de modelos políticos y económicos impuestos por las potencias, reconociendo esa falta de consciencia que por muchos años había dominado y negándose a que ello continuara así. Rubén Blades se abanderó de estas causas, llamando a la gran unión latinoamericana y denunciando la persecución de ese Tiburón del norte de América. Se inmortalizó además el tema “Pablo Pueblo”, en el que se le hablaba directamente al obrero explotado del ciudadano cansado de la política corrupta, aliada de la burguesía: “que prometían futuros / en lides politiqueras / Pablo Pueblo / hijo del grito y de la calle / de la miseria y del hambre / del callejón y la pena”. El disco fue muy bien recibido por la crítica y el público, siendo hasta hoy día uno de los álbumes más populares de salsa en la historia.
Plantación adentro y Rebelión
Ya que estamos con Rubén Blades, vale la pena mencionar su canción “Plantación adentro” (1977) y la del Joe Arroyo, “Rebelión” (1986). Ambas canciones muestran en sus letras los sufrimientos de los pueblos originarios y de los esclavos traídos del África en la época colonial en América. Por una parte, la canción de Blades –una composición del gran Tite Curet Alonso– evidencia los maltratos a los que se sometían los indígenas que trabajaban en las colonias españolas, utilizando el personaje de Camilo Manrique ante la indiferencia de sus jefes: “Camilo Manrique falleció / por los golpes que daba el mayoral / y fue sepultado sin llorar ¡ja! / una cruz de palo y nada más”. Esta canción “se convierte en el fiel retrato de los genocidios cometidos por el colonialismo español” (Coy, 2017, p.48).
Por otra parte, años después el cantante cartagenero, Joe Arroyo y La verdad lanzaron la mítica canción “Rebelión”, un tema que, nos atrevemos a decir, todos los colombianos hemos escuchado alguna vez, y que inicia así: “En los años 1.600 / cuando el tirano mandó / las calles de Cartagena / aquella historia vivió”. En el tema se narra la llegada de los esclavos a Colombia, la opresión que sufrían por los españoles y la rebelión de un esclavo para proteger a su esposa de la tortura de los esclavistas: “se rebeló el negro guapo / tomó venganza por su amor / y aún se escucha en la verja: ¡No le pegue a la negra!”. Como es evidente, las historias de Camilo Manrique y este negro guapo se enmarcan en un mismo contexto: el de la vida de los esclavos y los sufrimientos que padecían.
Frankie Dante y la Orquesta Flamboyán
No quisiéramos avanzar sin citar a Frankie Dante y la Orquesta Flamboyán, principalmente dos temas: “Presidente Dante” (1972) y “Ciencia Política” (1976). El primero, en colaboración con Larry Harlow dice: “si yo fuera presidente, no hubiera fuerzas armadas, las guerras se acabarían, los muchachos regresaban a casa donde pertenecen… Frankie Dante pa’ presidente” –compuesto en aquellos años de la invasión a Vietnam–. Años después lanzan “Ciencia Política”, una canción fuerte, propia del estilo bravo de Dante y su orquesta: “Queremos cambiar el sistema / removiendo a to’ los payasos / si los políticos no cambian / la destrucción vendrá muy pronto”, haciendo además un llamado a la unidad de los pueblos del Tercer Mundo para vencer. Aquí, la intención es un llamado a la conciencia, “a que el pueblo latinoamericano despierte y haga reclamo de lo que le pertenece, es una canción con un discurso panfletario, en la manera en que genera polémica en cuanto a ideologías” (Coy, 2017, p.33). El presidente Dante fue un hombre comprometido con su tiempo e incluso se opuso al monopolio de la salsa que tenía Masucci y la Fania, siendo un rebelde, siendo candela de origen callejero, siendo incómodo para mucha gente del negocio y llevado, en consecuencia, a cierta marginación en el medio. Precisamente, Marcelo Palacio (2004) indica que llegó un momento en el que Dante pareció haberse cansado de luchar una batalla tan compleja de manera solitaria, aunque entregó su talento y su voz rebelde a una buena causa.
Rubén Blades: el poeta recargado
Desde los ochenta, Rubén Blades continuó publicando más álbumes con temática política –aún cuando la salsa tomaba otros rumbos cada vez más despolitizados–. Uno de ellos fue Buscando América (1984), con éxitos como “Desapariciones”, una canción que narra la desaparición forzada como dispositivo de tortura y de terror a la población en contextos represivos. Allí se cuenta la historia de la desaparición de Ernesto X, de Altagracia, Agustín y Clara, que en realidad personifican a todas y todos los desaparecidos en América –en donde aún se sufría la violencia de las dictaduras y de regímenes autoritarios–. Luego está “El padre Antonio y su monaguillo Andrés”, una canción basada en el asesinato del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero en 1980 en El Salvador, un religioso consciente de la difícil situación política que atravesaba su país y que no dudó en denunciar la violencia militar. Precisamente eso hizo en la “homilía del fuego”, en la cual el arzobispo exhortaba al ejército a parar la violencia en contra de los campesinos (Santamarina, 2022). Un día después fue asesinado en el altar de la catedral. Nadie fue detenido ni condenado por su asesinato, pero su legado humanista fue inmortalizado por Blades en esa canción: “El padre condena la violencia / sabe por experiencia que no es la solución / les habla de amor y de justicia / de Dios va la noticia vibrando en su sermón / al padre lo halló la guerra un domingo de misa dando la comunión en mangas de camisa / en medio de un padre nuestro el matador / y sin confesar su culpa le disparó”. El álbum finaliza con una canción que lleva el mismo nombre. En ella, Blades se lamenta por la opresión constante que ha sufrido América a lo largo del tiempo, denunciando que al continente lo “han desaparecido los que temen a la verdad y que mientras no haya justicia / jamás tendremos paz / viviendo dictaduras, te busco y no te encuentro / tu torturado cuerpo, no saben dónde está”. Este álbum es esencialmente un documento histórico, pues fue concebido cuando en Chile, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay aún existían dictaduras militares, y mientras había una guerra civil en El Salvador, y la Revolución Sandinista estaba siendo acosada por los Estados Unidos, que cada vez se fortalecía gracias a su avanzada neoliberal en el mundo.
Más de veinte años después, Blades publicó otro álbum llamado Cantares del subdesarrollo (2009), igual de certero que Buscando América y con apuntes sobre la vida en América Latina que recuerda mucho a Siembra: “yo soy de esa esquina chiquita / bonita bendita de los que nunca se fueron / soy de allí de los que sobrevivieron / de los que enfrentando la adversidad / cogieron herida y golpe en cantidad y no se rindieron”. La esencia y exaltación de Latinoamérica seguía allí presente, ahora en otros tiempos, con más globalización y con el neoliberalismo en pleno, algo que retrata en la canción “País portátil” –que por ratos suena como una trova de la revolución cubana–, en la que parece que el plástico se tomó a los Estados latinoamericanos al estos venderse finalmente al mercado y al capital, pero Blades vuelve a lo que siempre ha dicho en su larga trayectoria: “Defiende al país / esa es tu raíz / nuestra colectiva memoria / se lo digo a toda la gente”. Si bien todo el álbum es genial, la décima canción podría ser la más memorable. En el “Himno de los Olvidados”, hay un diálogo entre Camilo y quien pareciera ser su padre, pues este le increpa por despertarlo con canciones comunistas a las tres de la fucking mañana. Canciones cantadas con sus amigos y que dicen: “Es la protesta de los desesperados / las ilusiones nuestras se han perdido / con la maldad de los que han gobernado / con su violencia nos han sometido / con la violencia serán liberados”.
Expresión popular para siempre
Como hemos visto en este recorrido histórico por distintas piezas musicales –a falta de muchas otras por comentar– es evidente que la salsa condensa y narra las experiencias sociales, políticas y económicas de distintas comunidades que a lo largo del tiempo han sido marginadas por los poderosos, nutriéndose de otras corrientes contraculturales que se vivían en el mundo –como el rock, el jazz, el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos–. La salsa, como cualquier otra manifestación artística, refleja las condiciones políticas y las realidades de los pueblos que las viven. Aunque el contenido de sus letras –como en otros géneros– cambió mucho y se dejó de pensar en la importancia de hablar del negro, del campesino, del pobre, de la mujer y de la vida marginal, la salsa brava aún vive en nuevas generaciones que nos encantamos descubriéndola, oyéndola y reproduciéndola en todo momento y en cualquier lugar.
¡Que viva la música criolla y popular!
Referencias
Coy, L. (2017). Narrativas cantadas en salsa como un discurso de liberación de la sociedad latinoamericana. [tesis de pregrado, corporación universitaria Minuto de Dios].
Padura, L. (2023). Los rostros de la salsa. Planeta.
Palacio, M. (2004). Frankie Dante: un rebelde con mucha causa. El sonero del barrio:https://elsonerodebarrio.com/frankie-dante-un-rebelde-con-mucha-causa
Notas
*Hemos organizado una lista de reproducción con todas las canciones referenciadas a lo largo del texto y otras que consideramos que van acorde con el contenido de este: https://youtube.com/playlist?list=PLPfthGr9_KaaNnbSLJ9mxdxQX_Wc9se3y&si=yiJ_gx315aZnqLKh
[1] Willie Colón y Rubén Blades en Tiburón (1981).
[2] Ray Barreto en Que viva la música (1972).
[3] A Juanito Alimaña se le fueron sumando personajes del mismo estilo como Joe Conexión, Roberto Revólver, Juan Cuchillo o Pedro Navaja.