La gráfica: trinchera de los movimientos populares y comunitarios
¿Se reconoce hoy el potencial que tiene la gráfica dentro de los procesos de resistencia en Colombia? A continuación una nota cargada de sentidos que buscan acercarnos a la comprensión de la gráfica como acto político en constante transformación y a su carácter protagónico en la creación de escenarios de disputa cultural contrahegemónicos.
La experimentación gráfica como lugar de enunciación de las injusticias sociales cobra en la actualidad mayor sentido. Las disputas por el poder se traducen en la dominación de las narrativas, en el qué se expresa, cómo se posiciona y a quiénes se les busca suscribir el letargo colectivo contra el pensamiento crítico. Dentro de ese ejercicio de disuasión manipulada, la gráfica viene abriendo debates relevantes, los cuales se disputan dentro de su propio campo de saber: el arte, que adquiere raíz y promueve desde un proceso de traducción de la imagen la implantación contrahegemónica para abrirle paso a los relatos sustanciales de vidas, memorias, luchas y procesos de emancipación fundamentados en nuestra Abya Yala.
La apuesta gráfica desde sus márgenes culturales hacia sus objetivos políticos se constituye como herramienta viva de denuncia. Esta trasciende y amplía su uso pasando por la renovación de nuevas formas de construir la memoria histórica y, sobre todo de la memoria emergente, distintiva al calor de los movimientos populares y comunitarios. Su función social se sintetiza en mecanismos de contestación pública sí, pero lo interesante es que mientras se ejecuta este proceso, al mismo tiempo se materializa la re- elaboración de discursos, los cuales suman cambios significativos en la lucha cultural y, por tanto, nutre el tejido de variados sentidos para habitar el cotidiano frenesí de una realidad indecente y violenta. Lo nutre revolviendo miradas en las calles, las instituciones y los barrios; fertiliza un significado colectivo de inconformidad con la potencialidad de echar raíz y acumular experiencias de resistencia.
Los lugares de enunciación de la gráfica se encuentran en cada rincón, aquellos que no salen de la academia solo se convierten en colecciones anti- testimoniales, inertes, que alimentan el ser y hacer del mundo heredado por lo occidental, lo colonial, lo patriarcal y capitalista. Son los laboratorios gráficos, las escuelas populares y comunitarias, los semilleros barriales y las colectivas artísticas, las casas culturales y demás espacios de organización de la expresión gráfica quienes revuelcan el arte de comunicar- estimular- gestar la lucha contra la domesticación de la vida.
Existe una cascada infinita de posibilidades. La gráfica no escatima en técnicas para la representación, (re) producción, creación y la distribución de la imagen: se sustenta en ejercicios de traducción de las ideas que se abstraen a partir de lo vivencial y experiencial, por ende es corporal, nos abarca de sensaciones, nos transportan a otros portales de comprensión del mundo. Hay pues una mixtura del dibujo, grabado e impresión de una idea, las cuales se armonizan creativamente; es así como se logra evidenciar las conversaciones que se producen al momento de darle vida al proceso gráfico, entre la xilografía, la linografía, los monotipos, el estarcido o esténcil, la serigrafía, la fotografía, el Gelli Plate y muchas otras, se convierten en evidencias claras de la gráfica como la suma de repertorios para la acción colectiva.
Las trincheras de cada una de estas técnicas suscriben luchas diferenciadas, aunque de vez en cuando, y actualmente con mayor recurrencia, se encuentran y convergen simultáneamente; de allí que los movimientos estudiantiles y sindicales se preocupen por agendas de gratuidad de la educación, por las condiciones laborales y por la desmilitarización de la vida en los territorios; o por ejemplo que los movimientos feministas se cuestionen el sistema patriarcal y a su vez se sumen a las luchas indígenas y campesinas por la defensa de la soberanía alimentaria y el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Una vez se logran tejer puntos de encuentro en el horizonte político se abre la posibilidad de transformación; tal ejemplificación se expresa tanto en las luchas sociales como en los mismos espacios de construcción colectiva de proyectos gráficos para facilitar coyunturas políticas; circulan encuentros entre laboratorios, escuelas, semilleros, y otros escenarios de formación pensada desde el relato de la política para la vida y la dignidad popular.
Experiencias de tejido como el Encuentro de Expresiones Gráficas en el Valle de Aburrá realizado en Medellín, son fuente viva de alimento a los procesos comunitarios en territorialidades urbanas marcadas por la violencia del conflicto armado; allí se congregaron procesos como: @procesoculturalelhormiguero, @elementoilegal, @lanuevabandadelaterraza, @semillerographa, @colectivoserygrafia, @tallerlaparresia, @casaculturalbotones, @lachispacasacultural, @colectivoram, el Laboratorio Gráfico La Chispa y el Laboratorio Barrial de Artes. Tales apuestas en las circunstancias actuales advierten un llamado, trasmiten la necesaria juntanza de los procesos creativos para la búsqueda de márgenes de acción, de creación de imágenes y mensajes, de intervención callejera, que incomode, agite y profundice la expresión gráfica como una aproximación a la realización de las utopías y los mandatos de los pueblos.