Las mujeres del amor eficaz
Tras 57 años de la muerte de Camilo Torres Restrepo y como cierre de las segundas Jornadas Continentales del Amor Eficaz e inicio del mes de la mujer trabajadora, compartimos este acercamiento a las mujeres del amor eficaz: aquellas que contribuyeron a la construcción del proyecto transformador con el que se identificaron gran parte de las mayorías de mitad del siglo pasado, pero que fueron negadas del recuerdo y de la memoria a pesar de su protagonismo. Agradecemos a Natalia Ceballos, compañera y autora del podcast “Los escritos de Apolonia”, pues nos facilitó el manuscrito de su último episodio para editarlo y compartirlo. Puedes escucharlo dando clic aquí.
Soy bisnieta de una campesina que parió 22 hijos, nieta de una lavandera e hija de una madre adolescente. Escribo esto, porque gracias a ellas poseo el privilegio de la educación pública:
A 57 años del asesinato a Camilo Torres, opto por reivindicar a aquellas que no aparecieron ni aparecen en primeras planas, las que para conocerlas implica realizar búsquedas más profundas, las que dejan vacíos en el alma porque sabemos que jamás tendremos un retrato a plenitud. Opto entonces por alimentar imaginarios en los que ellas son ejemplo, tenacidad y compromiso.
Saldar la deuda histórica que los relatos de todo tipo tienen con las mujeres se inicia con los procesos de reconstrucción de sus huellas, seguirlas hasta ubicarlas en espacios y momentos políticos que dan cuenta de —en la mayoría de los casos— lo vital de su participación.
Historiografiar a las mujeres supone encontrar enormes vacíos y la pregunta que asalta es: ¿cómo estos abismos en los relatos pasan tan desapercibidos? Quizá, la respuesta —como muchas veces suele serlo— tiene que ver con las prácticas que el patriarcado ha dictaminado como norma: quizá por eso es por lo que hallar mujeres en los relatos supone todo un suceso; toparse con mujeres que también construyeron a la par de tantos sorprende porque pareciera que ocuparan un lugar que no les es propio. Son efímeras en los documentos porque sus acciones fueron tan excepcionales que se hace imposible no nombrarlas.
Lo crucial de este escrito tiene inicio en 1965, época en la que circulaban las entregas de tipo periodístico hechas por el Frente Unido (FU), propuesta política transformadora que nace para pensar e impulsar un cambio definitivo de aquel pacto de impunidad conocido también como Frente Nacional. Esta apuesta abre la discusión nacional sobre quienes pueden y deben hacer política en el país. El FU suponía la oportunidad de que otros sectores lograran incluirse en el espectro de incidencia política, iniciando así las disputas en escenarios de todo tipo para que las mujeres tuviesen participación real, al igual que el campesinado, los y las estudiantes: todas y todos que, en conjunto, empezaron a ser entendidos como la clase popular.
La innovadora idea de pensar una revolución desde el amor al prójimo parecía irrisoria, pero, al agregarle una eficacia en su hacer, logró trastocar a una generación entera entre la que se encontraba la monja Leonor Esguerra, quien decidió apostarle a las ideas pregonadas e impulsadas por el también religioso Camilo Torres.
Así, el amor eficaz entendido también como aquella manifestación que lleva hasta las últimas consecuencias el amor al prójimo implicó reinterpretar los valores cristianos y, por supuesto, una nueva forma en el quehacer desde los sectores populares, ahora invitados a participar de los ejercicios de transformación.
En cuanto a Leonor, nacida en el seno de una familia acomodada y con infinitos privilegios, crece en espacios idílicos desde los cuales la pobreza se entendía como algo irreal y hasta despreciable. Luego, tras una formación acorde con su estatus y al mejor estilo de Sor Juana Inés de la Cruz, encontró en los hábitos religiosos el espacio de libertad para forjar más su entendimiento.
Sin embargo, al ser colombiana, la convulsionada política del país empezó a suponerse como una interrogante mayúscula que le hizo redireccionar todos aquellos imaginarios con los que creció. Comprendió que la desigualdad social era producto de un interés muy puntual: el de la clase social. Encontró en su propio nicho el génesis de tanta pobreza, hambre y miseria. Entonces, muy acorde al momento en el que vivió su juventud, decidió asumir el compromiso de transformar la realidad social y política de su entorno, topándose con las ideas pregonadas por el Frente Unido y en su calidad de rectora del colegio Marymount en Bogotá decide que su primer escenario de disputa serían las aulas y, con ellas, las mentes de las jóvenes.
Su principal bandera por aquellos días fue la de llevar educación de calidad a los barrios pobres de Bogotá. Hacer converger a sus bien educadas alumnas con la desoladora realidad de muchas otras. Leonor generó una oleada de conciencia que perdura hasta hoy y por lo cual fue condenada a la sanción pública y finalizar su rectoría.
Como Leonor, quien le dedicó décadas de su vida a la causa política y que incluso tomó las armas, conocemos otras de forma muy somera por menciones casi obligadas que se hacen en sus honores: empezando por la mítica Paula Gómez, que incluso le apostó a los sueños colectivos antes que Torres hablara del Amor Eficaz; Claudia Ortiz, quien con sus caricaturas generaba pensamiento crítico en las entregas del FU; María Consuelo que sirvió de correo humano; Isabel Restrepo quien tras la muerte Camilo Torres, dedicó el resto de su vida a continuar su legado y a conocer la verdad sobre sus restos y Patricia Ariza que desde el arte ha insistido en no olvidar a Camilo.
Todas estas mujeres apostaron y entregaron su vida no solo ofreciendo su tiempo y cuerpos sino también sus ideas. Fueron ejecutoras de grandes proyectos, fichas claves de aquel momento en Colombia y en toda la América Latina. Es justamente por estos motivos que raya en lo absurdo la sorpresa que causa el hallarlas en fragmentos de la historia, que la documentación que tenemos sobre sus actividades y carreras sean meras menciones obligadas resulta lacerante. Saber que muchas permanecerán para siempre olvidadas es apenas un bosquejo de una realidad que abre nuevas formas de comprender grandes preceptos como el del Amor Eficaz.
¿Qué nuevas comprensiones se podrían hacer de este si las mujeres fuesen parte activa de su recuento? Se abrirían, quizá, enormes debates, por ejemplo: que el amor se ha vendido como un algo inherente de las mujeres, que somos seres de amor, dispuestas a dar y sacrificar todo por este, pero ¿qué pasaría en un mundo o al menos en una Colombia donde las mujeres entendiéramos al amor como una forma eficaz para revolucionar y transformar el mundo?
Esa deuda que se tiene va más allá de simplemente nombrarlas para agregarlas de forma descontextualizada a los relatos. Es necesario reescribir todas las historias porque en cada una de ellas faltan muchas. Reescribir supone también reimaginar que soñar con otras realidades no pueden seguir estando recubiertas por la masculinidad, ni que solo sus figuras evoquen pretextos para continuar luchas de largo aliento como las que en su momento el FU le propuso al país.
Me hubiese gustado hacer una descripción extensa de todas las que mencioné, pero como la tarea de reconstruirlas aún está incompleta, mi aporte a dicha deuda es reconocer que el Amor Eficaz también fue forjado por mujeres de cuantiosa valentía, pero, sobre todo, recordar el motivo que las hace casi invisibles: ser mujeres.