El sentido común se pelea en las calles. Puro Veneno y la estética de lo popular
Desde su irrupción en la web, Puro Veneno se ha posicionado como una de las más importantes trincheras de lucha contra el uribismo y el conjunto del establecimiento. Consolidando una renovada estética popular que ha sabido mezclar las redes sociales y la intervención callejera, este colectivo suma crudeza y precisión para denunciar lo más “venenoso” de la política nacional. Entre la hegemonía y el anonimato, el pueblo es el antídoto.
En mayo del 2018 irrumpe Puro Veneno en el país, una plataforma de difusión que tiene por objetivos la transformación de la cultura política y la disputa por la hegemonía del sentido común. Las artistas y colectivos articulados en este propósito se inspiran en la producción intelectual del italiano Antonio Gramsci como fuente y acicate teórico, y a la violencia estructural en sus pueblos como estímulo para la acción.
Este conjunto de hombres y mujeres ha generado un significante contracultural y un enorme alcance en el debate político dentro de diversos sectores sociales. Son sujetos políticos acompañados de piezas gráficas que ya superan los 260 diseños; realizan botones, stickers, afiches y papelones reclamando por la ineficacia estatal y reivindicando las garantías para el ejercicio político en el marco de la democracia. Sus interlocutores no son las élites sociales, son los estudiantes, obreros, mujeres, indígenas, campesinos y afrodescendientes. Saben bien que no han sido los únicos que se han atrevido a un proyecto de esta naturaleza; alrededor del mundo y a lo largo de la historia existen claros referentes contraculturales, debates en torno a la mercantilización del arte, la estética de la resistencia y la ideología de la cultura popular.
En el mayo francés de 1968 un paro cívico nacional paralizó toda la nación y el estudiantado resignificó el arte, colectiva y anónimamente, como muestra de solidaridad. Fue la misma generación que rebautizó la Escuela de Bellas Artes de París con el nombre de Atelier Populaire (Taller Popular, en francés), lugar desde el cual produjeron más de 500 diseños con diferentes temáticas, reproducidos cerca de 120 mil veces en una máquina litográfica y de serigrafía. Este taller del pueblo fue el responsable de cargar con simbolismo las manifestaciones de la sociedad francesa hace unos cincuenta años. Según testimonios: “Por la mañana una asamblea decidía los eslóganes, por la tarde, en otra reunión a la que podían acudir 10 o 300 personas, se votaban los diseños. Todo el mundo dormía envuelto en los vapores de la tinta que se secaba sobre los carteles colgados en cuerdas. Al día siguiente ya estaban pegados en las calles”. El trabajo del Atelier Populaire detonó un cambio en la historia de la cultura política moderna, y fue pionero en el Street Art o arte callejero. Charles de Gaulle, presidente en aquella época, finalmente se vio obligado a negociar a favor del pueblo francés como resultado de la victoria del cartelismo callejero.
En Colombia, fue común ver algunos dibujos y textos breves en el espacio público tras la creación del colectivo de artistas Taller 4 Rojo, al inicio de la década de los setenta. Su rol crítico en los movimientos políticos y sociales colombianos respondió a un contexto caracterizado por la democracia restringida del Frente Nacional (1958-1974), el famoso acuerdo bipartidista entre liberales y conservadores para turnarse en el ejercicio del poder estatal cada cuatro años. El lugar de las luchas populares era la calle, la academia cultural hegemónica decidió salir de los talleres de la Universidad Nacional de Colombia y se convirtió en pionera del arte político colombiano. A pesar de su disolución a finales de esa década, el Taller 4 Rojo logró posicionar en pocos años una forma de desobediencia estético-política en aras de conseguir una sociedad más justa y democrática. Todos sus productos se alimentaron de una multidisciplinariedad de conocimientos y se abrieron al debate y a la colaboración, con el propósito de unir el sentimiento desobediente que resultó del “Estatuto de Seguridad” del presidente Julio César Turbay Ayala (1978-1982) en su afán por reprimir a la oposición y violentar los derechos del movimiento social organizado. Algo así, palabras más, palabras menos, como la doctrina de “Seguridad Democrática” promovida por el presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010).
Y precisamente sobre los hombros de estos referentes históricos y políticos —sin dejar de lado a cientos de colectivos de arte urbano que se disputan la transformación social por medio del tag, el graffiti o el esténcil— se lanza Puro Veneno para articular las prácticas críticas, conscientes y politizadas de artistas, colectivos y organizaciones sociales en armonía con la realidad colombiana. “Aquí lo que hacemos es más que arte, lo que hacemos son ejercicios de comunicación, nuestra apuesta es tener mensajes, llevar mensajes, interpelar a la gente y eso es un ejercicio comunicativo”, explica una de las integrantes de Puro Veneno. Desde hace un año que confrontan la censura ejercida por el Estado, legitiman procesos comunicativos populares cuando avanzan en la democratización de la información, incluso a través de plataformas como Drive, Instagram, Telegram y Facebook; herramientas propias de la comunicación hegemónica, de fácil uso, pero que ahora están al servicio del pueblo. La trayectoria de Puro Veneno se refleja en la intervención en las calles al momento de pegar sus diseños, en la indignación de la persona transeúnte que hace frente a la política de muerte de Iván Duque y el uribismo.
De ahí que las prácticas de cuidado empiecen a ser también colectivas —necesariamente colectivas—, una vez se toma la decisión de hacer oposición política organizada en Colombia. Para eso, hoy como ayer, las universidades cumplen un papel importante; la comunidad estudiantil ha sido una consciencia clara en su autonomía, y es capaz de articular la academia y la práctica. Hace unos meses, por ejemplo, la Universidad Pedagógica Nacional se vistió de arte con una enorme pieza gráfica pegada al muro occidental de la Facultad de Educación: “¡PELIGRO! 3’374.281 de victimas en gobierno de Uribe (un voto por Duque es una víctima más)”. Esa es la forma en que Puro Veneno organiza la rabia: “No hay que tener miedo de hacer arte, comunicarnos, generar consciencia para hacer oposición desde nuestro quehacer; esa reivindicación política de la población ya sea vieja o joven, visibiliza la oposición al Gobierno y lo que hay detrás”. Con Puro Veneno “la izquierda” se descentraliza; existe gente que nunca se ha casado con alguna ideología o con un partido político, pero tiene stickers en sus computadores, botones en la ropa y afiches en sus cuartos y ventanas. Todo esto, sin lugar a dudas, avanza y gana posiciones colectivas hacia la vida digna: “Se resistió mucho en el gobierno de Uribe, ahora avanzamos en el gobierno de Duque”, afirma la integrante de Puro Veneno.
Incentivar a la gente del común a organizarse, a salir a las calles y empapelar ciudades, municipios, barrios, comunas y cuadras. Puro Veneno ha dado un salto gigante para que las élites sepan que en el arte urbano se posiciona un país cansado de la continuidad de la guerra.