Bajo el mismo sol: militarismos imperiales y resistencias populares
Existen manos hermanas que aún no se conocen, pero que son parte de un mismo halo de sufrimiento y resistencia. Existen manos hermanas que son tan fuertes como la sangre del sol, separadas por millones de kilómetros. Existen manos hermanas que no se tocan, pero que caminan juntas. Una entrevista a Boicot, Desinversión y Sanciones BDS-Colombia sobre la injerencia sionista en Latinoamérica y las resistencias del Abya Yala a propósito del lanzamiento en Colombia del libro “Militarismo israelí en América Latina”
Seguir de cerca las marañosas relaciones entre Israel, Estados Unidos y América Latina puede parecer una labor apoteósica de la geopolítica actual. Sin embargo, el huracán beligerante que desde el “estado judío” y la “potencia mundial” se ejerce, cuando toca tierra, toma pequeñas expresiones que parecen más casualidad que parte de una bien orquestada estrategia represiva mundial. No parecen muy distintas, entonces, las armas que hostigan al pueblo palestino en pleno Medio Oriente, a las bombas que caen en las selvas colombianas, del mismo modo en que existe una semejanza, que más que similitud es maridaje, en los rostros cubiertos de quienes reclaman sus territorios en Centro América y las regiones invadidas por los sionistas. Para recuperar un poco más sobre estas memorias, sobre lo que implica el militarismo y el antimilitarismo en toda Latinoamérica, conversamos con Sebastián López, miembro de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS- Colombia), un movimiento internacional que sigue el llamado de la sociedad civil palestina a tomar acciones concretas a favor de los derechos humanos de la población palestina.
“Las armas que asesinan en Palestina son las mismas que reprimen en América Latina”
1. América Latina es referente de las luchas que en contra de la militarización de los territorios y los cuerpos sufren los pueblos a causa de los intereses de Estados Unidos o Israel. ¿Cómo comprender el pensamiento antimilitarista en América Latina, y sobre todo en Colombia? ¿Está hermanado a las luchas como las del pueblo palestino?
América Latina es una región que a lo largo del siglo XX y XXI ha sufrido los estragos de una profunda cultura militarista en distintas regiones. En algunas partes, como en el cono sur, las dictaduras militares produjeron muertes, desapariciones, persecución, separación de familias, etc. En otras partes, como en Centroamérica, la industria armamentística se supo aprovechar de las distintas guerras civiles que se suscitaron, apoyando principalmente a los bandos alineados con las políticas injerencistas de EE. UU. En países como Colombia, donde se mantiene un conflicto armado y una doctrina del “enemigo interno”, la cultura del militarismo sirve a los gobiernos para justificar políticas como la del servicio militar obligatorio y para mantener la impunidad en casos de violaciones de DDHH, como los tristemente famosos “falsos positivos”. Todos estos fenómenos han tenido como común denominador: la participación de actores externos a los conflictos para proveer de armas y tecnología de guerra a los gobiernos guerreristas, así como de la formación de dichos ejércitos y cuerpos policiales para hacer frente en cada país a toda expresión que represente algún viento de cambio en la región.
Es en este contexto donde las expresiones antimilitaristas de los movimientos sociales se enfocan en visibilizar frente a la comunidad internacional los graves efectos de la injerencia de los llamados “señores de la guerra”, es decir, de la industria
armamentística auspiciada por gobiernos como el de EE.UU e Israel. Así mismo, se ve ampliado el trabajo que desde hace varias décadas organizaciones de DDHH han llevado a cabo para poder desmontar políticas como la del servicio militar obligatorio.
En Colombia, si bien en un principio las primeras manifestaciones de rechazo al servicio militar se daban desde una perspectiva religiosa de negación a participar de la guerra, hoy en día, gracias al trabajo de organizaciones como la ACOOC (Acción Colectiva de Objetores y Objetoras de Conciencia) y la Colectiva la Tulpa Antimilitarista, se pueden iniciar procesos donde los jóvenes pueden objetar por conciencia a la guerra. Pero la acción antimilitarista no solo se limita a la objeción por conciencia, sino también a denunciar los atropellos de agentes del Estado y en contra de la realización de las cada vez más frecuentes ferias de armas. De hecho, en ferias como Expodefensa, que se realiza cada 2 años en Bogotá, BDS Colombia, ACCOC, la Tulpa, y otras organizaciones nos congregamos en las afueras del recinto ferial para manifestar nuestro rechazo a la realización de dichos eventos, donde empresas Israelíes, por ejemplo, venden su material de guerra sirviéndose de material fílmico donde exponen la “eficiencia” de su armamento cuando agreden a la población Palestina.
Ha sido a través de las experiencias de represión sufridas en cada país que los movimientos sociales en Latinoamérica han sabido encontrarse para identificar a los culpables de que todos los cuerpos policiales y militares de la región actúen de manera similar. Las mal llamadas políticas para el “control de la población” tienen su origen en muchos casos en las escuelas de formación que para tal fin se organizan en Israel, y donde han participado representantes policiales de Colombia, Brasil, Argentina, etc.
Para quienes participamos de la campaña BDS en Colombia, fue significativo el encuentro en Río de Janeiro, el contacto con las víctimas de la violencia policial en las favelas permitió reconocer que las armas que matan niños de los sectores populares en Brasil también son las mismas armas que reprimen en Argentina y las mismas que mantienen el sistema de apartheid en los territorios Palestinos ocupados. Finalmente, vale la pena resaltar que también en Israel existen expresiones que se manifiestan contra la cultura militarista, pues es conocido el rechazo de la comunidad judía ortodoxa al servicio militar obligatorio y a los objetivos del sionismo para la región.
2. La cooperación entre Colombia e Israel en términos militares es una relación ya de vieja data, que, aunque dada por supuesta no cuenta con suficiente información dentro de los movimientos sociales ¿Puede nombrar algunas experiencias que considere importantes para tener en cuenta alrededor de esta cooperación?
En Colombia, desde la década de 1980 la cooperación entre los gobiernos de turno y el Estado Israel tuvo como principal objetivo la compra de aviones Kfir y de carga. Más adelante, la industria armamentística israelí, a través de empresas como Rafael, ha seguido proveyendo al gobierno colombiano de armamento, misiles y mejores para los aviones o armas compradas a lo largo de los años. En su momento la justificación que el gobierno ofrecía al público para la compra de aviones o armamento de guerra era la “necesidad” de fortalecer a las fuerzas militares para enfrentar la insurgencia. Sin embargo, en años recientes, la compra de vehículos militares Sandcat y de drones, han sido usados para reprimir las expresiones populares de protesta, especialmente en el Cauca y en otras regiones durante los paros nacionales de años recientes. Así pues, es notorio y preocupante el cómo se ha pasado de comprar armas que agudizan aún más el conflicto armado, a la compra de tecnología para la vigilancia, fortalecimiento del ESMAD, la interceptación de llamadas, entre otros recursos que vigilan y militarizan a todos y todas.
3. Aunque podemos hablar de una relación tradicional entre Estados Unidos e Israel, es necesario evaluar flujos y reflujos de cada uno de sus gobiernos de cara a la injerencia ejercida por ambas partes en América Latina. En ese sentido, ¿qué podríamos esperar de la futura presidencia Biden?
Desde la perspectiva del movimiento BDS son pocas las opciones de un cambio para la realidad que se vive en los territorios ocupados. Para conocer un profundo análisis de las relaciones históricas entre EE. UU. e Israel y cómo han cambiado en la historia, recomendamos el capítulo “Racimos de historia: la implicación de Estados Unidos en la cuestión Palestina” del libro “Gaza en crisis”, escrito en conjunto por Noam Chomsky e Illan Pappe. En dicho apartado se puede ver como la presencia del AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) ha sido fundamental para entender el impacto del lobby israelí en las distintas campañas políticas y cómo se ha conformado dicho grupo de presión, auspiciado en su mayoría por grupos sionistas o fundamentalistas cristianos.
En la conferencia de AIPAC del año 2016 Joe Biden participó para dar cuenta del compromiso de la administración Obama con el proyecto israelí de fortalecimiento militar, que en su momento se daba por la cooperación en el proyecto “Iron Dome” (cúpula de hierro), cuyo fin era mejorar los sistemas de defensa antiaéreos de Israel. Desde 2011 el gobierno del partido demócrata aportó alrededor de 200 millones de dólares para financiar el desarrollo de este sistema.
En la conferencia de AIPAC que se realizó este año (2020) en marzo, debido a las restricciones que impuso la pandemia del Covid-19, el entonces candidato en campaña Joe Bidden participó enviando un video donde presentó su plan de campaña y apoyo a Israel. En dicha conferencia, Biden ratificó su compromiso con los votantes y amigos de EE. UU. en Israel, recordando que desde sus inicios como senador ha realizado varias visitas y siempre ha estado a favor del derecho de la existencia de un estado judío en Israel. También se manifestó en contra de, las cada vez más frecuentes, expresiones de antisemitismo en las épocas recientes, y asegurando que nunca iba a promover ningún boicot contra Israel. Dichas manifestaciones reflejan la postura del movimiento sionista y el lobby israelí que siempre ha insistido en relacionar las expresiones que denuncian el apartheid y que promueven el boicot (como el movimiento BDS) con expresiones antisemitas, lo cual está totalmente alejado de la realidad.
Irónicamente, Biden también se manifestó a favor del apoyo por la constitución de lo que él llamó “una paz real”, queriendo mostrar la realidad de lo que se vive en los territorios ocupados como si fuera un conflicto entre iguales, donde EE. UU. obtiene el papel del “gran mediador”. Mencionó que la mejor solución para la región sería la solución de los dos estados. Dentro de las pocas cosas a resaltar de la participación de Biden durante dicha conferencia está el reconocimiento que hizo de las aspiraciones legítimas del pueblo Palestino, la crisis humanitaria en Gaza y la creciente expansión de los asentamientos ilegales, los cuales, en palabras de Biden, “minan los avances para una paz definitiva en la región”.
En resumen, la disimulada ambigüedad de un aliado de vieja data para Israel como lo es Biden —quien dijo “No hay que ser anti-Palestino, para ser proisraelí”—, se manifiesta en su actitud de campaña donde exponía los palestinos qué tenían o no tenían que hacer, para concluir en una “reflexión” donde se debe aceptar la “realidad” de la existencia del estado judío de Israel. No se vislumbra por ninguna parte una reducción en el apoyo económico y militar que año tras año y administración tras administración, EE. UU. ha dado a quien es su mejor aliado en la región, especialmente en momentos como el actual donde se presenta una escalada en las tensiones entre Israel e Irán.
Autor: Sebastian Lopez, miembro de BDS hace aproximadamente 3 años