Jacinta y la biciescopeta que apunta contra la destrucción ambiental
En defensa de los humedales. Letras libres, choques con la realidad para que la ficción (y no tanto) nos invite a despertarnos del largo sueño. Un relato de Omar Millán Bautista ilustrado por Sor Mareos.
Por: Omar Millán Bautirsta. A Jacinta le gusta montar en bici. Su bici es una fixie, de color morado, llena de calcomanías y aún sin nombre. Le gusta ir con ella a su lugar de estudio, a sus citas y compromisos, también la usa para ir a desarrollar sus ocasionales trabajos como “volantera”, “bicitendera”, o transcriptora. Jacinta eligió la bici porque además de ahorrase unos pesos para poder ir a la cinemateca, comprar fanzines y asistir a los toques de música extrema, siente que cada pedalazo le ayuda a idear la mejor solución al afán de cada día.
Desde hace pocos días, Jacinta ha comenzado a sentir que a sus pedalazos les hacen falta recorrer nuevos caminos; por este motivo, un domingo decidió salir a la ciclovía con su compita Orquídea y su panita Azafrán. Luego de andar la ciclovía sintieron que esta les ofrecía los mismos caminos y paisajes ya conocidos y recorridos, pues la ciclovía se realiza en las mismas vías que diariamente se tienen que disputar con los carros y su humo contaminante.
Aquel día, de regreso a casa, Jacinta y sus amigues decidieron hacer una parada en el Canal Marantá de la localidad de Engativá. Aún con la idea de conocer nuevas rutas, se dirigieron aguas abajo del canal, pronto se toparon con el sagrado humedal Jaboque; tierra de abundancia, biodiversidad y saber ancestral. Ante este descubrimiento y emocionades por su inesperado encuentro con el Jaboque, le bajaron el paso a sus bicis, contemplaron el panorama y descubrieron la vida que irradiaba el humedal: identificaron aves como el sirirí, la tingua de pico rojo y la garza azul; vegetación nativa como la mano de oso, el arboloco y el arrayan; y también, los monolitos de piedra, que, dentro del humedal, conforman un observatorio astronómico muisca, los cuales, al estar alineados al movimiento del sol y la luna, señalaban los tiempos precisos para las siembras y cosechas que realizaban nuestros ancestros.
Durante el recorrido por el Jaboque, Jacinta llevó su bici con sus manos para no afectar el humedal. Cuando se detuvo a observar en silencio los monolitos, recordó a su “aguelita”, quien le contó que sus ancestros, antes de urbanizarse la ciudad y construirse sobre los humedales, realizaban ofrendas a Chiminigagua (ser supremo), a la madre Chia (Luna), al padre Xué (Sol) y a la Hycha Guaia (madre tierra); agradecían por la vida de los seres humanos y no humanos, y pedían sabiduría y sensibilidad para crear el buen vivir. En ese preciso momento, Jacinta sintió una conexión espiritual con el humedal, reconoció su pasado ancestral muisca y aunque no era experta en el estudio sobre la naturaleza y sus poderes, se comprometió a conocerla, a cuidarla y hacerla respetar.
De regreso al Canal Marantá, Jacinta y su parche observaron la presencia de escombros y de basuras en el humedal; así como de construcciones dentro de él y su área de influencia; en especial observaron la construcción de una cicloruta, mal llamada por el gobierno de la ciudad “corredor ambiental”, la cual le quitó espacio y vida al humedal. Al ver esta situación, Jacinta pedaleó cada vez más rápido, tan rápido que sus amigues no lograron alcanzarla. En ese momento de rabia e impotencia Jacinta comprendió que no bastaba con solo conocer el humedal, era preciso luchar por su defensa. Y mientras una lágrima escurría por su mejilla, Jacinta bautizó a su bici como Escopeta, una escopeta que apunta contra el mal gobierno y contra quienes promueven la destrucción del ambiente… ¡PUUUUM!