Covid 19’84’: ¡Vivir es una enfermedad muy peligrosa!
Desde la Montaña Insumisa en el corazón de Francia, cómo se vive y se resiste en tiempos de pandemia*.
La situación generada alrededor del Coronavirus en el mundo nos lleva a enfrentar cuestiones profundas sobre nuestras sociedades y nuestras formas de vida. En diferentes territorios, con realidades y culturas diversas, frente a respuestas absurdas pero lógicas dentro del funcionamiento de los Estados, surgen una multiplicidad de iniciativas y de formas de volver a tener la mano sobre lo que nos está pasando.
Montaña insumisa
En Francia, el territorio de la montaña Lemosina —o Meseta de Millevaches— está ubicado en las faldas del macizo central, antigua montaña que ocupa el centro del país. Es de esas regiones de la llamada “diagonal del vacío”, territorios dejados de lado por el desarrollo del país, en los que gran parte de la población se ha visto llevada a buscar mejores oportunidades hacia los centros urbanos. Pero el clima difícil, las tierras pobres y el relativo abandono estatal permitieron unos precios muy bajos de la tierra, y para muchas personas la posibilidad de imaginar espacios liberados de ciertas imposiciones insoportables de este mundo.
Dentro de la gran diversidad de personas que llegaron poco a poco desde los años 60-70, y las formas variadas de pensarse “otros posibles”, una gran mayoría proviene de las urbes, con un capital social y cultural importante: predomina la clase media, blanca, estudiada, aunque se mezcla con otros sectores. En muchos casos se trata de personas que buscan deconstruir sus privilegios. Si bien son muchas las diferencias, e incluso las rupturas, intereses y visiones, las reúne la voluntad de no dejarse imponer las absurdidades de este mundo sofocante y la necesidad de retomar cierta capacidad de actuar y decidir sobre sus propias vidas.
También se podría recordar una fuerte herencia de este territorio y de lxs ancianxs que lo siguen habitando. Entre otros momentos históricos, la montaña Lemosina fue un lugar clave de las fracciones comunistas de la resistencia contra la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy día sigue en pie el lema “Meseta Insumisa”.
Acá, muchas redes y costumbres ya existían desde hace años, bien establecidas y fortalecidas, las cuales permitieron reaccionar con la llegada del impuesto “confinamiento” frente al Covid-19. Las formas colectivas y horizontales siempre son favorecidas en todas las actividades de la vida, en la toma de decisiones a nivel local, de los municipios, así como de la Meseta en general.
Redes de apoyo
El grupo de apoyo psicológico lleva 10 años acompañando a personas en situaciones que ya no logran gestionar, emocional, económica, y materialmente. Es una red voluntaria que no se sustituye a lxs profesionales de salud, pero pueden ofrecer un espacio donde hablar y desahogarse, organizar el cuidado de niñxs, facilitar transporte, ayudar a organizar la logística de la vida cotidiana y orientar a las personas que lo necesiten y lo deseen hacia profesionales de salud de confianza, reconocidxs por tratar bien a las personas, no medicar de forma sistemática, no delatar por ejemplo a migrantes o personas en situación de ilegalidad, etc. “Muchas veces, solucionamos detalles prácticos de la vida de la personas, como organizar momentos en los que no tienen que estar pendientes de lxs niñxs, o preocuparse de preparar el almuerzo, y esto ya ayuda mucho.” Durante la cuarentena, abrieron una línea telefónica permanente para atender a las personas que se encuentran en dificultad material o emocional por esta situación.
El grupo de apoyo jurídico y administrativo suele tener un espacio abierto cada semana para acompañar a las personas para reclamar sus derechos (de vivienda, subsidios, salud, legalización de estancia en el país, de defensa jurídica,…) frente a la fría maquinaria administrativa y judicial, la cual aísla, asusta, juega con la ignorancia y lx deja a unx sin voz, sin herramientas y sin recursos. Con la represión estatal durante la cuarentena y los numerosos abusos durante los controles de desplazamiento (en Francia, está prohibido salir de su casa sino en unas contadas situaciones y con la condición de tener un permiso escrito y auto-firmado, con fecha y hora de la salida), el grupo se encarga de reunir testimonios sobre estos abusos y un acompañamiento para oponerse cuando se impuso una multa. Casos muy ejemplares de violencias se dieron en los barrios populares como es costumbre, también casos en los que la policía multó por considerar que comprar toallas higiénicas no es algo de primera necesidad!
La red “Mille Soins” reúne profesionales de la salud que ejercen sobre el territorio de la Meseta de Millevaches. Están en contacto para poder orientar mejor a las personas que requieren de su atención, y también para poder compartir una visión crítica desde la medicina convencional. En este caso, pudieron compartir ciertas informaciones de primera mano sobre la situación real que están viviendo los hospitales, por ejemplo el hecho de que, si en las zonas muy afectadas la situación estuvo muy crítica, en la gran mayoría del país, los hospitales estaban funcionando a un 40% de su capacidad. También compartieron informaciones más detalladas sobre la realidad de esta epidemia, su contagiosidad, su mortalidad, enfatizando en las pocas certezas que existen. Nos permitieron entender que si la situación se debe tomar en serio (en gran parte debido a la destrucción progresiva por los sucesivos gobiernos de un sistema de salud que a comparación del colombiana solía ser muy bueno), para la gran mayoría de la población es muy leve e incluso sin ningún síntoma, que las personas que desarrollan formas severas en su gran mayoría las tuvieron porque ya tenían un estado de salud complicado (lo cual muchas veces también se puede relacionar con una visión muy absurda de la salud en nuestras sociedades como lo veremos más adelante) y que la única forma de contrarrestar a la enfermedad es exponiéndose al virus y que encerradxs en nuestras casas sólo empeoramos las cosas en términos generales.
En el pueblo de Tarnac que se volvió famoso en el 2011 por un montaje policíaco-judicial que se volvió un escándalo político, un grupo de personas volvieron desde su llegada a darle vida al bar-tienda del pueblo, en un contexto en el que todos los comercios y actividades de un número creciente de municipios ven cerrar a su panadería, su oficina de correos, su escuela, su bar, su tiendita, para volverse pueblos muertos. Manteniendo estas actividades, varios municipios rurales de la Montaña lemosina logran mantener una población activa, creciente, en contra de la tendencia a la concentración urbana. La Tienda General de Tarnac funciona también con un camión-tienda, el cual lleva a las veredas más alejadas una gran diversidad de productos, y permitió desde hace años a ancianxs seguirse alimentando cuando ya no tienen la posibilidad de movilizarse hacia la tienda más cercana. “Con el confinamiento, tuve miedo, más que todo, ¡de que dejara de pasar el camión! Yo normalmente casi no veo más gente sino la persona que hace la gira” comenta Jeanine, que cuenta con este sistema en su vereda desde hace años. Con la cuarentena las 3 giras semanales del camión se duplicaron. Gracias a estas giras y a diversos espacios, algunos más colectivos y otros más comerciales, se asegura el abastecimiento en productos de primera necesidad de numerosas familias y personas.
El abastecimiento en comida también se ve fortalecido especialmente en momentos como este, gracias a diversas redes de productores campesinxs y el resto de habitantes. Las personas ya se conocen, están acostumbradxs a la venta directa sin intermediarixs. También se hornea pan en cantidad y de forma totalmente colectiva dos veces a la semana en diferentes partes del territorio, el cual se vende a precio de costo, se intercambia o en algunos casos se reparte sin contraparte inmediata, según las posibilidades de cada quien. Sin embargo, faltaría mas autonomía todavía en este punto, el más importante. Como menciona Jules*, quien participa de formas colectivas de producción de hortalizas: “aquí se habla mucho de construir autonomía material, pero en cuanto a la comida, todavía nos falta mucho. Claro que el clima no nos ayuda, pero se puede hacer mucho más.” Una de las numerosas cosas de las que tendrían mucho que aprender de las comunidades campesinas, afro-descendientes o indígenas del territorio colombiano.
Asambleas de habitantes
La costumbre de reunirse entre habitantes para resolver las cuestiones políticas, las dificultades encontradas y demás no se pudo detener con la decisión estatal de prohibir encuentros y la salida de su hogar. Desde el inicio, habitantes del pueblo de Faux-la-montagne empezaron a juntarse primero en las calles, luego en el bosque, alejadxs de los ojos de sapos y policía. Cómo se siente cada quien, intercambio de películas, cuáles son las noticias locales y nacionales, quién necesita apoyo, cómo evoluciona la pandemia en el territorio, qué hacer con la presión policíaca, cómo tranquilizar a las personas asustadas por el discurso gubernamental, cómo cuidarlas, qué hay en realidad de esta enfermedad, cómo podemos como comunidad gestionar nuestra salud más allá de lo que se hace a nivel estatal, fueron algunas de las problemáticas que allí surgieron. “No es una reunión como tal, no hay puntos para tratar, objetivos definidos, toma formas diferentes cada vez, charlas informales, pequeños grupos o tratar un tema específico entre todxs, y desde aquí surgen muchas ideas e iniciativas que después se pueden concretar” explica Patricia, habitante del pueblo.
Desde este espacio, se produjo información para la población más clara en cuanto a las medidas que hay que tomar para protegernos y proteger a lxs demás, más crítica en cuanto a la forma de gestionar la situación desde arriba, y permitiendo cuidarnos de forma más inteligente y no simplemente cumpliendo con los delirios autoritarios del gobierno. También se organizaron grupos para coser tapabocas de tela, repartirlos a lxs habitantes del pueblo, aprovechando el pretexto para ir a visitar a las personas que sin eso nono se pueden encontrar, preguntarles cómo están, si algo necesitan, etc. Incluso se realizaron entrevistas dando a entender mejor como las personas en el territorio reaccionan frente a la situación, entre otras cosas que “el miedo es mayor de los controles por la policía que del mismo virus, y también tanteamos a ver si les parece buena idea no esperar a que nos autoricen para hacer asambleas del pueblo, reunirse con las distancias físicas y los tapabocas para seguir organizando la vida del pueblo y la solidaridad entre sus habitantes”. El 1ro de mayo, se aprovechó este día simbólico para realizar un primer intento de encuentro “confinado” de habitantes, el cual logró reunir a unas 40 personas que pudieron tratar temas de importancia.
Las entrevistas realizadas en las casas están destinadas a ser difundidas en la radio comunitaria “Radio Vassiviere”, en la cual también se organizó “el mayor sistema de sonido de la Meseta: invitamos a todxs lxs habitantes a prender su radio los viernes de 6pm a 8pm, sacar los parlantes en la ventana, subirle a full, y se armó la vaina!”. Junto con un periódico mural pegado en el centro del pueblo de Faux-la-montagne, estos medios de comunicación permiten circular las informaciones y la palabra de forma más libre y autónoma.
Estos espacios de intercambio y comunicación también permiten una atención y un cuidado hacia las personas que nos rodean, y podríamos imaginar que el momento de pandemia sea la oportunidad para generar una cultura de consentimiento en todas nuestras relaciones, y no solamente sexuales: diversas formas de protegerse o no, diversos miedos, diversas prácticas, podrían llevarnos a la costumbre de preguntar, averiguar, asegurarnos. ¿Cómo te sientes? ¿Está bien si entro a tu casa? ¿Nos saludamos con un abrazo, un beso? ¿Mantenemos la distancia “segura”? ¿Tienes miedo? Por mi está bien tal cosa pero con esto otro trato de tener cuidado. Prefiero que usemos tapabocas… Para mi mejor evitar compartir este vaso. Me siento débil y no quiero enfermarme. O quiero ir a visitar a mi abuela y no quiero tomar el riesgo de contagiarla… Estoy tranqui y no tomo precauciones para mi pero estoy muy cuidadoso cuando me veo con mi amigx con tal enfermedad que le baja las defensas… Yo prefiero encerrarme y no ver a nadie, así me siento bien. “Lo importante no es la recomendación oficial, el caso ideal, sino la realidad de nuestras prácticas, de nuestros contextos, en plena consciencia y con este cuidado mutuo, de eso se trata la salud comunitaria, ya lo aprendimos con el SIDA” comenta Fabrice, quien trabaja con el Planning familial, una asociación militante, especie de Profamilia de la sociedad civil.
Vivir con el riesgo de morir
La reflexión más general y clave en este momento de lo que está viviendo en el planeta, se da en torno a la salud y a nuestra relación con el mundo que nos rodea. La salud en su visión amplia es bien distinta a lo que es el cuidado, el cual busca prestarles atención a las personas enfermas. Pero salud debería ser primero y ante todo los gestos, costumbres, formas de vida, que previenen la enfermedad y las afecciones. El cuidado es vital cuando la política de salud falló. ¿Cómo queremos vivir? ¿Cómo queremos morir? ¿El miedo a morir tendrá que ver con el miedo a vivir? “La vida es una enfermedad (sexualmente transmisible) sumamente peligrosa: ¡de ella mucha gente se muere!”.
Diferentes gobiernos en estos momentos pretenden proteger a su población, evitando su contacto con un virus en sí solo poco letal, diciéndonos que de ello se podría morir… ¿Desde cuándo existe desde estas esferas una preocupación real por la salud o la vida de la población? Si fuera así, ¿por qué se sigue fumigando con agrotóxicos, de los cuales se sabe que se enferman tanto consumidores como productores? ¿Por qué en Francia y otros países hay tantas instalaciones nucleares sumamente peligrosas para millones de años venideros? ¿Por qué las grandes potencias del planeta se la pasan vendiendo armas y tecnologías de guerra? ¿Por qué tanta gente se muere de hambre o frío en un mundo en el que se bota comida a diario y con cantidades de viviendas desocupadas? ¿Por qué tanta gente se muere de trabajar, o de no poder trabajar? ¿Por qué mata la policía? ¿Por qué nos encierran ahora, dejándonos soledad, aislamiento, angustias, depresiones y muchas veces suicidios? ¿Por qué matan presxs cuando reclaman las medidas de cuidado frente a la enfermedad?
Está claro que son otras las preocupaciones que en este momento lxs ocupa…
La política de “riesgo cero” es una gran mentira, y en estas tierras coloniales, la misma lógica permitió hace tiempo acabar con nuestros “indígenas”, nuestras poblaciones campesinas. Se volvió sumamente complicado por ejemplo cumplir con las normas para los productos campesinos, por supuestas cuestiones de higiene y prevención de enfermedades, así como está sucediendo en Colombia con la panela entre otros, llevando así a lxs pequeños productores a la quiebra, a favor de los productos industriales, notoriamente dañinos para la salud. Se entiende así que el riesgo cero es una estrategia que se ajusta a las necesidades de otros intereses.
Para volver al Covid-19, en Francia, una gripa (influenza) suele matar a 10.000 personas, a veces 15.000 al año. A la fecha del 4 de mayo, fallecieron aproximadamente 9.300 personas en geriátricos y 15.800 en hospitales, con una edad media de más de 81 años. En total, se estima que solamente 2,4% de las personas que fallecieron del Covid-19 eran menores de 65 años y sin factores de salud agravantes como cáncer, diabetes, obesidad, enfermedades respiratorias crónicas, etc. Es decir enfermedades generadas por la contaminación del aire, la comida chatarra y el sedentarismo en su gran mayoría. Enfermedades de nuestro sistema de no-salud, de nuestro modo de vida tan bellamente desarrollado, de nuestra “civilización” tan elogiada y mundialmente exportada en baños de sangre. En cuanto a nuestrxs ancianxs, la cuestión podría ser ver cómo logramos, en lo que les queda de vida, brindarles bienestar, en compañía de sus seres queridos, y acompañarles dignamente al momento de dirigirse hacia la muerte. En lugar de esto, se encierran a lxs “viejitxs” en geriátricos (ahora incluso impidiéndoles ver a su familia supuestamente para “protegerles”) y a sectores generalmente oprimidos de la población en cárceles, garantizando las mejores condiciones para dejarlxs morir en el olvido y la indiferencia.
Nada nuevo bajo el sol. Las únicas opciones realmente interesantes provienen de comunidades organizadas, de territorios complejos, plenamente habitados con la parte de caos y contradicciones que implica aquello, y por todos lados ya existen, se siguen multiplicando y fortaleciendo, y se tienen que multiplicar y fortalecer más aún.
¡Vivir felices, y morir de tanto vivir intensamente!
– – –
* Por Jean Lhermitte, desde Francia.