¿Nuevo Orden Mundial?
El orden mundial perfilado desde 1945 nos lleva a preguntarnos por sus consecuencias en el orden local, en los aspectos políticos, sociales, económicos y ambientales, dentro del marco de una globalización orquestada por intereses de grupos de alto nivel en las relaciones internacionales. Por Tatiana Villamizar Morgado*.
El siglo XX, con su desarrollo histórico y sus correspondientes repercusiones, ha marcado profundamente la historia de la humanidad. Sus costos, añadido a sus posibles causas, añaden ingredientes complejos que hacen de éste un tema candente e interesante para comprender nuestro entorno contemporáneo.
En el presente trabajo exploraremos muy someramente las guerras mundiales del siglo XX, tratando de entender los móviles por los cuales se desarrollan las guerras mundiales que acaecieron durante este período histórico; analizaremos si se está dando un cambio sustancial en la geopolítica internacional, que permita considerar si hay un fin del orden mundial que emergió a partir de 1945; veremos si todo lo anterior puede dar luces para comprender el estado actual de cosas en el ámbito internacional, y cómo la historia desde el siglo XX, con todo y sus peripecias, nos deja alguna enseñanza aplicable en la comprensión de las relaciones internacionales.
Para desarrollar el pertinente ensayo, utilizaremos algunos autores, tales como Cohen (2008), Robert Cox (2002), Estulin (2008), Björn Hettne (2005), Keglev (2011) y Payne (2005).
1. Intermitencias de guerras mundiales desde el Siglo XX
Toda guerra genera un panorama desolador lleno de participantes cuya vida encarna diferentes roles. Algunos actores de esta tragedia son los imperios, otros son a menudo los países sometidos, otros son víctimas y victimarios, pero en circunstancias tan adversas no hay quién se escape completamente a la influencia de la guerra. Sus protagonistas son muchos, y en general actúan dentro de un colectivo, llámese comunidad, organización, partido político, Estado, o imperio.
Si nos enfocamos en la descripción concreta de los acontecimientos de la guerra, podemos observar la barbarie de lo que es capaz la humanidad contra sí misma. Pero si lo que se quiere es comprender realmente el fenómeno de la guerra, es necesario también mirar más allá de las apariencias y la mera descripción, detallar exhaustivamente el papel de los líderes mundiales en la guerra, escudriñar los hilos e influencias geopolíticas involucradas en el conflicto, estudiar el panorama económico, productivo y comercial del mundo en su momento, entender los aspectos culturales decisivos en el desarrollo de la guerra, captar los intereses involucrados, tener presente las consecuencias de la misma, y sobre todo, tener la pericia para conocer las causas por las cuales se genera.
Por lo tanto, es evidente que entender una guerra no es tarea fácil y requiere tener presente muchos elementos articulados entre sí. Por otra parte, es importante tener como eje de los análisis, las causas y consecuencias de la guerra. Porque teniendo presente las causas, se entienden los actos perpetrados por los autores correspondientes; y si se toman en consideración las consecuencias, podemos percatarnos de quiénes fueron los que se beneficiaron de la guerra, lo que nos permitiría hacer algunas estimaciones acerca de quiénes realmente llevaban el timón del curso de los hechos en el conflicto. Las consecuencias a veces suelen ser la huella de las causas, y a veces las consecuencias son inimaginables o impredecibles.
Ahora bien, en vista de la complejidad del tratamiento de estos temas, vamos en este momento a centrarnos someramente en las causas de las guerras mundiales del siglo XX.
Comenzando el sigo XX tenemos la primera guerra mundial, cuyo inicio icónico se da con el asesinato del Archiduque Ferdinand en 1914, suceso que inaugura un cambio drástico en el panorama geopolítico de Europa y el mundo. Las causas de este conflicto son difíciles de reconocer, a tal punto que ni los expertos se ponen de acuerdo en estos temas. Es así como tenemos diversas posiciones respecto a las causas que la originaron: desde un punto de vista estructuralista, o en torno al nacionalismo de la época, o bien desde la teoría de la elección racional.
Por su parte, la interpretación estructuralista nos habla de la primera guerra mundial en términos muy generales, haciendo referencia a un entorno de poderes e influencias fluctuantes, de la siguiente manera:
“Structuralism, postulates that the changing distribution of power within the anarchical global system is the primary factor determining states’ behavior. Looking at the circumstances on the eve of World War I, many historians hypothesize that the way in which the great powers were aligned against one another created an environment conducive to an armed conflict. The great powers’ prior rearmament efforts, as well as their alliances and counteralliances, created a momentum that, along with the pressures created by the mobilization of armies and arms races, dragged European statesmen toward war” (Tuchman 1962)” (Kegley 2011, 68).
Tenemos por otra parte el énfasis interpretativo que algunos analistas hacen respecto al nacionalismo reinante en la época:
“As an alternative interpretation of the origins of World War I at the state level of analysis, many historians view the growth of nationalism, especially in southeastern Europe, as having created a climate of opinion that made war likely. Groups that glorified the distinctiveness of their national heritage began championing their own country above all others (Woodwell 2008). Long-suppressed ethnic prejudices soon emerged, even among leaders” (Kegley 2011, 70)
Finalmente, como interpretación a un nivel más concreto o pormenorizado de respecto a la guerra, los teóricos de la elección racional señalan:
“At the individual level of analysis, rational choice theory offers a third interpretation of the causes of World War I. From this perspective […] the war’s outbreak was a result of German elites’ preference for a war with France and Russia in order to consolidate Germany’s position on the continent, confirm its status as a world power, and divert domestic attention from its internal troubles (Kaiser 1990). The people gathered at the Imperial Palace in Berlin are seen as having pushed Europe over the brink” (Kegley 2011, 70)
Estamos ante un conjunto de interpretaciones que podrían tomarse como excluyentes entre sí, o bien podrían considerarse como causas coexistentes de la primera guerra mundial. Según nuestro parecer, la interpretación estructuralista es muy vaga y general. La anarquía como causa de esta guerra bien podría atribuirse a cualquier otra guerra, si bien dicha anarquía se hace patente por las posibilidades geopolíticas de conspiración, alianzas inesperadas y disensos de todo tipo, puntos comunes de cualquier guerra. Esto implica que la interpretación estructuralista no nos da una razón esencial satisfactoria por la cual surgió la primera guerra mundial.
Por otra parte, a nivel estatal e individual, las causas son más específicas y explicativas. Aunque el aspecto nacionalista no es causa exclusiva en esta guerra, dicha interpretación es un aspecto importante que perfila las causas concretas que nos da la teoría de la elección racional. Ésta teoría a su vez, nos aterriza el fenómeno, de tal manera que señala los protagonistas en sí, sus motivaciones, organizaciones y decisiones originarias que condujeron a la primera guerra mundial.
Después nos encontramos con un período de entre guerras, donde han caído Austria-Hungría, Rusia y el Imperio Otomano. Se posicionan Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia, y nacen Finlandia, Estonia, Latvia y Lituania (Kegley 2011, 71). Y tras la imposición del Tratado de Versalles, este período gestó la figura más sobresaliente de la segunda Guerra mundial.
Como causas próximas al comienzo de la primera guerra mundial, tenemos en primer lugar a Adolf Hitler nombrado Canciller de Alemania en 1933. Así lo expresan Kegley y Blanton a continuación:
“Less than a month later, the Reichstag (Parliament) building burned down under mysterious circumstances. Hitler used the fire to justify an emergency edict allowing him to suspend civil liberties and move against communists and other political adversaries. Once all meaningful parliamentary opposition had been eliminated, Nazi legislators passed an enabling act that suspended the constitution and granted Hitler dictatorial power” (Kegley 2011, 74).
Como puede verse, El Nacional-Socialismo en su deseo expansionista, con una enorme chispa como excusa, con el clásico desparpajo inicial de nacionalismo progresista, justiciero, y su “pacifist image”; ejecutó una guerra sangrienta que marcaría profundamente la historia mundial durante seis años. Los análisis que se pueden encontrar respecto a las causas de la segunda guerra mundial, son más homogéneos o menos divergentes que los esgrimidos respecto a la primera guerra mundial. Es decir, las causas son más claras de percibir, sobre todo por la agresividad, celeridad y contundencia de Hitler y sus colaboradores, aunando esfuerzos por crear un imperio alemán; su propio orden mundial.
El resto del mundo, con las potencias aliadas a la cabeza, giró la cabeza hacia Alemania para contener la avanzada Nazi que amenazaba incluso los intereses particulares de los países desarrollados del momento. De esta manera, la segunda guerra mundial vinculó a Estados Unidos y a la Unión Soviética en la nueva geopolítica europea.
Ya derrotado el Tercer Reich, el mundo con una Alemania dividida geográfica y demográficamente, y tras la invención de un arma tan poderosa y disuasiva como lo es la bomba atómica, surge la ONU en 1945 e inmediatamente lo que posteriormente sería llamado “Guerra fría”: una guerra no declarada, sin precedentes en la historia de la humanidad.
El debate en torno a las causas de la guerra fría es muy intenso. El disenso interpretativo vuelve a sentirse con fuerza, ya que al ser una guerra no declarada -en buena parte subrepticia en su aspecto diplomático, mediático y de inteligencia-, su elenco de actores secundarios se pierde en el mar de la desinformación.
Veamos algunas posibles razones por las cuales se dio la guerra fría:
“At the global level of analysis, the first is advanced by realism: the Cold War resulted from the power transition that propelled the United States and the Soviet Union to the top of the international hierarchy and made their rivalry inescapable. […] A second interpretation, at the state level of analysis, holds that the Cold War was simply an extension of the superpowers’ mutual disdain for each other’s professed beliefs about politics and economics. U.S. animosity toward the Soviet Union was stimulated by the 1917 Bolshevik Revolution, which brought to power a government that embraced the radical Marxist critique of capitalistic imperialism […] A third explanation, rooted in decision making at the individual level of analysis, sees the Cold War as being fueled by the superpowers’ misperceptions of each other’s motives.
From this constructivist perspective, conflicting interests were secondary to misunderstandings and ideologies. Mistrustful actors are prone to see only virtue in their own actions and only malice in those of their adversaries. This tendency to see one’s opponent as the complete opposite, or mirror image, of oneself makes hostility virtually inevitable” (Kegley 2011, 80-81).
En concordancia con lo anterior, en general se percibe la guerra fría como producto de la motivación de las dos superpotencias por ejercer el liderazgo mundial. Algunos dicen que se dio debido a las diferencias irreconciliables en busca del predominio mundial de la ideología de cada facción, mientras que otros aseveran que fue un mal entendido entre las potencias, debido a que cada potencia consideraba que su adversario representaba la ideología equivocada.
Luego de la caída del muro de Berlín en 1989, símbolo del fin de la guerra fría, el aparente fin de terror en el mundo se desvanece fundamentalmente con la caída de tres edificios en el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001. Este hecho marca un hito en nuestra historia contemporánea y ha provocado nuevos conflictos bélicos internacionales, en nombre de la lucha contra el terrorismo. El terror ha llegado a tal extremo, que algunos consideran que ya estamos ante una nueva guerra mundial no declarada, y en la que los protagonistas ya no son solo los gobiernos, ejércitos y pueblos del mundo por una hegemonía regional específica, sino que los nuevos protagonistas se mueven en el mundo trasnacional, en una lucha por el orden mundial.
2. El orden mundial y lo supranacional
El orden mundial ha sido una expresión que se ha vuelto popular en círculos analistas de las relaciones internacionales y la geopolítica internacional. En contexto, Björn Hettne nos lo muestra de la siguiente manera:
“The rarely defined concept of ‘world order’ is commonly used both positively and normatively, that is to say it can describe the actually existing order or desirable models/utopian projects. After the First World War, Europe believed in the power of collective security through the League of Nations. Hitler and Mussolini were soon to smash that dream and throw Europe into another war. After the Second World War, the United Nations (UN) constituted mankind’s new hope o f a stable and j u s t world order in which war as a method to solve conflicts was outlawed. The Cold War undermined that type of world order. Later, in the 1970s, there was discussion of ‘a new international economic order’ which would accord justice to the poor countries of the Third World. Instead there was established a new hegemonic discourse of development, according to which the poor countries were blamed for their own misery. More recently, after the first Gulf War in 1991, President George Bush coined the concept ‘a new world order’, once again with the meaning that international society in the future would resolutely take action against tyrants and terrorists” (Hettne 2005, 271).
De acuerdo con lo anterior, el término “orden mundial” se ha usado de una manera general para hablar del estado en que está el mundo. Según lo dicho, la Liga de las Naciones prometía un orden mundial, pero dicho anhelo se rompió con la irrupción de la Segunda Guerra Mundial. Más tarde apareció la Organización de las Naciones Unidas, de la cual se ha esperado que contribuya a crear un orden mundial justo. Se habló de un “Orden Económico Internacional” en los setentas, con miras a ayudar a los países en desarrollo, pero luego a esos mismos países se les culpó por su propia miseria. Luego George Bush en 1991 acuñó el término “Nuevo Orden Mundial”, en alusión a un futuro en el que haya triunfado la lucha contra la tiranía y el terrorismo.
No obstante, el orden mundial no está restringido necesariamente a asuntos de terrorismo o meras cuestiones de política internacional. Hablar de “orden mundial” o de “nuevo orden mundial” implica además, asuntos económicos que competen a todos los pueblos y gobiernos de este mundo, ya globalizado a través del comercio internacional y sus multinacionales. También se trata de hablar acerca de organismos de carácter supranacional, tales como los bancos trasnacionales o la misma ONU. El ámbito discursivo del asunto, por lo tanto, va más allá de lo administrativo o protocolario; se inmiscuye en todos los ámbitos de la vida y el futuro de los pueblos del mundo.
Veamos lo dicho por Payne al respecto:
“It is no revelation to say that the leading discourse to have been shaped in this way over the past two decades has been neoliberalism. This has unquestionably been the dominant ideology of the globalization phase of world order and is now the ruling orthodoxy of a majority of national governments throughout the world, no matter what varied rhetorical devices they employ to conceal this reality. It embraces within its orbit not only a whole series of practical stances towards markets, taxes, investments and the like, but also more intangible matters like attitudes, values and styles, including those pertaining to modes of governing” (Payne 2005, 72).
Aquí el autor nos señala que, de hecho, el actual orden mundial es el mismísimo neoliberalismo que ha imperado en el mundo desde las últimas dos décadas. El orden mundial actual, en este orden de ideas, se entiende como la consolidación y predominio mundial del libre comercio.
Ahora bien, ¿cómo es posible el predominio del libre comercio, si no es a través de las empresas y organismos supranacionales, es decir, multinacionales? ¿Cómo es posible la globalización sin un aparato militar-industrial que se ha desligado del destino de las naciones?
3. Turbulencias en el Siglo XXI
Entidades como el Banco mundial, la Organización mundial del Comercio, la Comisión Trilateral, o el Club Bilderberg, trazan rutas y toman decisiones que encaminan al mundo hacia políticas propias de la globalización y el libre mercado.
Tomemos el Club Bilderberg, por ejemplo. Se trata de un grupo de lo más selecto de la economía y política mundial, que se reúne anualmente y a puerta cerrada, para dar marcha a su propio orden mundial. Daniel Estulin nos caracteriza al Club de la siguiente manera:
“El Club Bilderberg dispone del poder y la influencia necesarios para imponer sus políticas en cualquier país del mundo. Ya hemos visto lo largo que tiene los tentáculos, ya que llegan a controlar al presidente estadounidense, al primer ministro de Canadá, a los principales medios de comunicación del mundo libre, a los políticos, financieros y representantes de los medios de comunicación más significativos, así como a todos los bancos centrales de todo país importante, a la Reserva Federal de Estados Unidos, y por ende a su reserva económica, el Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, y así hasta llegar a la ONU” (Estulin 2008, 110).
Y dado que el Club Bilderberg ya existía en los años 50, y su influencia ahora puede ser palpable, podemos percatarnos de que a lo largo de la historia, sus decisiones y maniobras van paralelas con los acontecimientos históricos del mundo desde los inicios de la guerra fría hasta nuestros días, y muy probablemente dirigiendo importantes hilos dentro de la geopolítica de la guerra fría, y sobre todo de la época actual. Que lo dicho no es una exageración, lo ayuda a poner de manifiesto Cohen cuando comenta acerca de Robert Cox y el nuevo orden mundial:
“In 1981, Cox published “Social Forces, States, and World Orders: Beyond International Relations Theory,” a paper that has since attained virtually iconic status among British school scholars. Although much more was to come later, including his monumental Production, Power, and World Order (Cox 1987), nothing else matched the impact of that early, innovative essay. The changes then occurring in the world economy, he contended, were profound and needed to be seen in their totality. Much more was involved than merely an increase of economic interdependence. At issue was nothing less than the emergence of a new world order, a new historical structure reflecting an expansion and integration of production processes on a transnational scale. And central to it all was a transformative realignment of social forces—a new “global class structure alongside or superimposed on national class structures” (Cox 1981, 147)” (Cohen 2008, 87).
Estamos por lo tanto, ante una expansión e integración de procesos de producción a escala transnacional. A esto se le suma reuniones como las de la Comisión Trilateral o el Club Bilderberg, como lobby entre poderes transnacionales que se suman a la situación. La economía y la política van de la mano indisolublemente, pero estos círculos de poder orquestan políticas globalistas que pueden ir en detrimento de los intereses soberanos de los pueblos. Esa agenda esotérica puede considerarse, parte de lo que Cox llama “covert world”:
“There are two realms of political, economic and social relationships and activities. One is the realm of overt, visible, legitimately recognized activities and institutions. It has received the bulk of scholarly attention. The other includes illegitimate and only occasionally visible activities which are often obscured or suppressed from consciousness. These constitute what I have called the covert world” (Cox 2002, 119).
Entonces, el mundo encubierto del orden mundial que se gesta a partir del fin de la segunda guerra mundial, decide el devenir de las relaciones internacionales, tanto en aspectos políticos y sociales, como en los militares, ya que vale recordar que los miembros de estos clubes, comisiones y bancos; algunos de la industria farmacéutica, otros de la política de las grandes potencias, y aquellos del sector productor y distribuidor transnacional; se reúnen para concertar el rumbo del mundo. Los intereses que se mueven en las guerras mundiales trascienden el ámbito diplomático y por lo tanto la política.
Pero las cosas se tornan más complejas al tener en cuenta que, si bien esos círculos del nuevo orden mundial pueden crear guerras mundiales y determinar el futuro económico del planeta, hay que incluir la variable ecológica al análisis, ya que no solamente hay ciudadanos de a pie que contaminan el planeta y amenazan nuestra existencia como especie, sino también sectores empresariales que, por ejemplo, vierten ríos de muerte en ríos de vida. Cox ya nos llama la atención de considerar el factor ambiental en temas de relaciones internacionales:
“The study of international relations should focus first on the key issues affecting the biological survival of the human race; and then on the pursuit of justice in the condition of peoples, which is essential to maintaining their support for a survivable world order” (Cox 2008, 87).
En todo caso, el aspecto ambiental es igual de importante a los demás aspectos dentro del análisis de las relaciones internacionales. Una variable no vale más o menos que las demás. Porque si queremos entender los fenómenos, se necesita un pensamiento multilateral para abordarlos y manejarlos adecuadamente.
En este orden de ideas, el orden mundial del momento depende de la relación de fuerzas entre los grupos de poder en el contexto de la globalización. Éstos influyen directa o indirectamente en todos los asuntos de la vida humana, tanto en lo político como en lo económico y en lo ambiental.
Conclusiones
Estuvimos observando que las causas que provocan las guerras mundiales desde el siglo XX no son un simple aspecto del fenómeno, ya sea general o concreto. No obstante, sean cuales sean las causas de una guerra, son pensadas, entendidas o ejecutadas por personas en múltiples niveles de la comunidad en general: desde quien rasga un edicto que va en contravía de sus humildes y provincianos intereses económicos; pasando por soldados que dan su vida por un patriotismo ciego o autómata, recordando a funcionarios del sector financiero cuya vida podría oscilar entre su hogar y su oficina; hasta grandes banqueros y magnates transnacionales que, aislados de los sectores populares, se reúnen en sobrios centros de poder en los que se decide tecnócratamente el presente y futuro de la humanidad, bajo el faro rector del libre comercio y el incremento de sus réditos, desentendiéndose de las implicaciones de sus decisiones, las cuales se traducen localmente en situaciones benéficas o adversas para un orden local que se homogeniza cada vez más con los demás, hasta ser parte indiscernible de un orden mundial.
Había un orden mundial antes de la primera guerra mundial. Luego llegó el caos de la primera y la segunda, caen Hitler, Hiroshima y Nagasaki, mientras surgen la ONU, la OTAN y los círculos de poder transnacional. La guerra fría inaugura la Era nuclear, y hoy, comienzos del siglo XXI, el radio de influencia de las guerras es cada vez más largo y profundo, mientras los intereses expansionistas permanecen, las multinacionales impulsan la globalización en un juego adulto de monopolio, sin mirar el cambio ambiental del que pueden ser culpables amenazando la vida. 1945 fue solo el comienzo de un Nuevo Orden Mundial y nuestro tiempo es su cenit.
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* Tatiana Villamizar Morgado es filósofa de la Universidad Industrial de Santander.
Bibliografía
Cohen, Benjamin. 2008. International Political Economy. Princeton: Princeton University Press.
Cox, Robert. 2002. The political economy of a plural world. Malta: Guttenberg Press.
Cox, Robert. 2008. “The point is not just to explain the world but to change it”, en The Oxford Book of International Relations. New York: Oxford University Press.
Estulin, Daniel. 2008. La historia definitiva del Club Bilderberg. Barcelona: Editorial Planeta.
Kegley C. y Blanton.S. 2011. World politics: trend and transformation. Boston: Cengage Learning.
Hettne. Björn. 2005. Global politics of regionalism. London: Pluto Press.
Payne, Antony. 2005. “The study of governance in a global political economy”, en Globalizing international political economy. China: Editorial Matter.