"Formémonos en el espíritu de Octubre y el socialismo"
Ponencia presentada por Milena Ochoa* en el Seminario Internacional Centenario de la Revolución de Octubre y 150 años de El Capital, realizado días atrás en la Universidad Pedagógica Nacional.
Formémonos en el espíritu de Octubre y el socialismo
Dedicada a las revolucionarias colombianas Marylen Serna y Milena Quiroz
Buenas noches a todas y todos quienes nos acompañan en este Seminario, que para quienes trabajamos desde el Instituto Nacional Sindical en labores culturales y de formación, es una celebración de 150 años de revolución y rebeldía.
El título del panel podría tener respuestas obvias: la gesta de Octubre sigue vigente y el socialismo es cada vez más necesario. La crisis capitalista se extiende por todos los rincones del planeta, la sociedad y las subjetividades de los seres humanos, exigiendo de la humanidad alternativas radicales y urgentes, antes que la muerte y la destrucción se impongan. Sin embargo, 150 años después y con varios caminos revolucionarios ensayados, la viabilidad, las estrategias, los sujetos, las formas, siguen en debate.
Para el Instituto como centro de formación de obreros, campesinos y el pueblo, la discusión sobre las revoluciones y el socialismo ocupan un lugar central y por eso queremos aportar al debate desde nuestras preocupaciones cotidianas.
¿Cómo se forma un revolucionario, una revolucionaria? ¿Qué motiva a los pueblos a rebelarse?¿De dónde surgen las ideas políticas que sustentan las revoluciones? ¿Cómo se hicieron dirigentes Marx, Lenin, El Che, Rosa o Camilo?
Reflexionar sobre la revolución y los pueblos que las gestaron, sean estas la rusa, la cubana, la china, o las luchas de los pueblos latinoamericanos, africanos, asiáticos, hoy o hace 60 o 100 años, no es solamente un asunto de estrategias o tácticas, aunque sobre esto hay abundante literatura. Siendo interesante para el campo de las ideas políticas, el debate no puede quedarse en quién tiene la verdad entre las distintas y variopintas vertientes de la izquierda; pensamos que debemos dedicar un mayor esfuerzo a comprender las motivaciones de los pueblos, las pasiones y dudas de los dirigentes revolucionarios empeñados en el intento, solidarizarnos con las voluntades y sentimientos, con los miedos vencidos o las valentías irresponsables, que en última instancia decidieron el triunfo o fracaso de las revoluciones. Las acciones revolucionarias se hacen en caliente por hombres y mujeres de carne y hueso, las teorías requieren el reposo y la calma.
La pasión revolucionaria
En una carta fechada en 1956, Ernesto Guevara, El Che, le contrapuntea a su madre Celia:
“Un profundo error tuyo es creer que de la moderación o del “moderado egoísmo” es de donde salen inventos mayúsculos u obras maestras de arte. Para toda obra grande se necesita pasión y para la revolución se necesita pasión y audacia en grandes dosis, cosas que tenemos como conjunto humano”.
En una extensa carta Celia, desde su amor de madre, le recomienda al Che prudencia, que piense un poco más en sí mismo, cosas que seguramente nos habrán dicho muchas veces nuestros padres o les habremos manifestado a nuestros hijos. Pero la prudencia no hace revoluciones. Para quienes han sido tocados por la llama de la obra revolucionaria, la prudencia es la renuncia a la vida, es decir: la muerte.
La pasión revolucionaria es la pulsión, el fuego interior, que empuja al ser humano a actuar contra la injusticia y la desigualdad. La crítica sin pasión es fría e inerte, solo observancia de las catástrofes que el capital deja a su paso y como tal, insuficiente ejercicio para quien quiere y anhela cambiar la realidad. Por eso, cuando nos preguntamos: ¿Qué debe saber un cuadro o una dirigente revolucionaria? respondemos: antes que saber debe sentir. Eso es lo que explica el Che en su carta: su decisión está tomada, será un revolucionario y su consigna será la audacia, la pasión y la acción.
Es la pasión la que atenúa el cansancio en las tareas organizativas, los dolores fruto del esfuerzo diario, las incomprensiones de propios y extraños. Fue la pasión la que llevó a Marx a empeñarse en la tarea de ayudar a organizar la Asociación Internacional de los Trabajadores, a Lenin a realizar un arduo trabajo legal o clandestino, a veces en el destierro, la que movió a Mahecha y María Cano, a Gaitán y Camilo. Pero ese fuego interior, humano, individual en las revoluciones, se trasforma y no podría ser de otra manera, en fuego y pasión colectiva, en pueblo.
La preocupación por el sujeto colectivo, y en la ruta que vamos llevando, de la formación de liderazgos revolucionarios colectivos, ha estado presente en el marxismo y las obras revolucionarias. El fuego y la pasión colectivas hay que incentivarlas, construirlas, formarlas.
Marx le dedicó esfuerzos a las dos cosas: la formación y la organización. En el Manifiesto inicial de la Asociación Internacional de los Trabajadores, de Septiembre de 1864 dice:
“La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados.”
El fuego interior, entonces, se debe volver clase, comunidad, colectivo.
Comparable es el fuego que llevó a Lenin y a un grupo de revolucionarios a empujar con ahínco, la revolución de febrero hacia el camino socialista de Octubre. Brillantes son las Tesis de Abril, que van a servir de base programática para esa transición, pero estas no se habrían probado en la vida, sin la audacia de Lenin para meterse en Rusia y reorganizar la táctica del partido. Conocido es que Lenin estaba en Suiza y que junto a otros dirigentes atravesó Alemania hasta llegar a Petrogrado. Retomemos un fragmento del relato de Zinoviev sobre los momentos previos a la decisión del retorno:
“Teníamos que ir a Rusia. ¿Qué podríamos hacer para salir de aquí lo más pronto posible? Esa era la idea fuerza que dominaba cualquier otro pensamiento. Vladimir Ilich, que habían sentido la tormenta que se avecinaba, había estado particularmente angustiado en los últimos meses. Era casi como si le faltase el aire para respirar. Todo le empujaba a trabajar, a luchar, pero en el ‘agujero’ suizo no tenía otra opción que sentarse en las bibliotecas. Recuerdo la ‘envidia’ (si, envidia, no puedo encontrar ninguna otra expresión de este sentimiento) con la que contemplábamos a los revolucionarios suizos que, de una manera u otra, vivían entre sus trabajadores y se integraban en el movimiento obrero de su país. Pero estábamos separados de Rusia como nunca antes. Anhelamos la lengua rusa y el aire ruso. En aquel entonces, Vladimir Ilich casi me recordaba a un león atrapado en una jaula.”
¿Lenin un envidioso? Si. Aunque en este caso es una envidia “de la buena”; el deseo, la pasión llevan al revolucionario a la angustia de no estar donde se dan los hechos revolucionarios. Esos son los sentimientos que hay que educar, pulir y direccionar hacia la acción transformadora. Las revoluciones no se hacen en abstracto, las hacen los pueblos y los dirigentes surgidos de él y por eso es posible y necesario formarlos.
La vergüenza revolucionaria
Se preguntarán a estas alturas, qué tiene que ver el marxismo, la revolución y el socialismo con la pasión y ahora con la vergüenza; vamos para allá.
Volviendo con El Che, hay un fragmento muy conocido en la carta a sus hijos que dice:
“Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.”
El Che centra la reflexión sobre las cualidades del revolucionario en la sensibilidad. Es decir, además de formar y encauzar la pasión, hay que trabajar sobre la sensibilidad social.
Quien sienta vergüenza e indignación al ver niños y niñas, mujeres y hombres muriendo de hambre en las calles de las ciudades colombianas y latinoamericanas, empieza a tener sentimientos revolucionarios; quien sienta ira y rabia ante las atrocidades del terrorismo de Estado, comienza a pensar como revolucionario; aquel que sienta estremecer su cuerpo ante la destrucción planetaria por los negocios capitalistas, tenga la seguridad que se está convirtiendo en un revolucionario. Y ustedes que se interesaron por estas reflexiones, de seguro tienen una alta sensibilidad social y por ello son revolucionarios y revolucionarias.
Pero hay momentos en que esa sensibilidad, se vuelve vergüenza, potenciando ese sentimiento revolucionario y acercando a la persona o colectividad a la acción transformadora.
Sobre este aspecto vale la pena volver sobre el Carlos Marx joven. Nos dice la historia que antes de dedicarse a estudiar el funcionamiento del capital y a organizar trabajadores, Marx ejerció como periodista. En este oficio recorrió Alemania y varios países de Europa.
El joven Marx fue sensibilizado, al ver con sus propios ojos la cruda realidad del pueblo bajo el régimen prusiano. En 1843 tiene un intercambio de cartas con Arnold Ruge, en momentos en que su oficio de periodista termina por la imposición de la censura. Marx, escribe:
“Viajo ahora a través de Holanda. A juzgar por los periódicos locales y franceses, Alemania está caída en el fango y lo estará cada vez más. Le aseguro que, a pesar de estar bien lejos de sentir orgullo nacional, la vergüenza nacional, sin embargo, se siente incluso en Holanda. El último de los holandeses es siempre ciudadano de un Estado en comparación con el primero de los alemanes…¡El traje de gala del liberalismo se ha caído y, a los ojos de todo el mundo ha aparecido, en toda su desnudez, el más repugnante despotismo.
Es una verdad que nos enseña, por lo menos, a reconocer la vacuidad de nuestro patriotismo, la degeneración de nuestro Estado, y a esconder la cara. Usted me mirará sonriendo y me preguntará: ¿qué hemos ganado? De la vergüenza no nace ninguna revolución. Respondo: ¡la vergüenza es ya una revolución… La vergüenza es una especie de ira contenida dentro de sí misma, y si realmente llegara a avergonzarse toda una nación, dicha nación semejaría a un león que se recoge sobre sí mismo antes de saltar.”
El joven Marx choca con la realidad, con el liberalismo, con el ideal del Estado, con el proyecto burgués, y lo hace desde el sentimiento de la vergüenza de haber abrigado, así sea por un momento, la esperanza de un avance democrático. Se avergüenza de ser Alemán, de su impotencia, de su oficio.
Pero esta vergüenza no es una derrota ideológica, no sume a Marx en el desaliento, sino que va a ser chispa para delinear una ruta de revolución social. Esa vergüenza expresada por Marx en primera persona, para cumplir su objetivo revolucionario, deberá ser una vergüenza por lo menos nacional, del pueblo alemán.
En los tiempos actuales la vergüenza podemos asimilarla a la indignación. Muchas de las luchas sociales hoy en curso parten de este sentimiento y se vuelven acción. Miremos nada más lo que está sucediendo en el pacífico: Chocó, Buenaventura, Tumaco; por otro lado los docentes, los trabajadores petroleros, los que impulsan la revocatoria de Peñalosa. La situación nacional da vergüenza, este gobierno avergüenza, el régimen santista – uribista, causa vergüenza y rabia. Pero falta algo, aún falta indignación colectiva, del conjunto del pueblo, hay que formar y educar en esa dirección.
Contra la desesperanza y el inmovilismo
Una de las victorias, afortunadamente inconclusa y por ello reversible, de la clase burguesa y el capital, ha sido al tiempo la mitificación y mistificación de la obra revolucionaria y del socialismo. Con la primera se pone como “imposible ilusión” o simple sueño, el logro de la revolución; con la segunda se falsea sus propósitos, haciendo de la mentira la principal arma.
El gran salto en las comunicaciones y la informática al cual asistimos es el medio principal por el cual se construyen al tiempo matrices discursivas contra todo lo revolucionario, y se magnifican las bondades del consumismo y los antivalores capitalistas: el individualismo, la competencia, el egoísmo. La publicidad, la mercadotecnia y los contenidos de la producción audiovisual (cine, televisión, internet), son la vanguardia de esta disputa por la psiquis, la voluntad y los valores humanos.
La imposibilidad de la revolución ha sido trabajada y difundida de maneras diversas, siendo las subjetividades y las cualidades de quienes hacen la revolución campo de manipulaciones que van desde la mercantilización de la imagen y la obra, hasta su degradación y falseamiento. El pensamiento y la obra revolucionaria de El Che trata de ser reducida a una imagen que se reproduce a millares en camisetas y souvenires, la revolución rusa se asimila a un fracaso, y los libros de El Capital pasaron de ser libros peligrosos y prohibidos, a textos obsoletos.
En el objetivo de bloquear los procesos de cambio, se busca manipular los sentimientos de miles de personas, sumiéndolas en la desesperanza. Recordemos las mediocres elaboraciones de Fukuyama sobre el fin de la historia o la propaganda de Reagan y Thatcher diciendo hasta la saciedad y saturación: “No hay alternativa”. Esta estrategia sigue su curso con otros actores y mayores herramientas.
Se busca que la revolución y el socialismo sean un mito: no se sabe si fue posible en Rusia o Cuba y menos si será posible en Colombia. El Che es mercancía o, por otra parte, un dios inalcanzable, de los que ya no se hacen. Las insurgencias y las luchas sociales tenían ideales, pero ya no los tienen.
Y es aquí que los procesos de formación, reflexión y debate deben emprender la ardua tarea de alimentar la pasión y la vergüenza, la sensibilidad y el saber. Desenmascarar la mentira se convierte en labor pedagógica y política. Por eso hay que levantar y desarrollar, siguiendo a Martí y a Fidel, las trincheras y batallas de ideas.
Formar en el espíritu de Octubre y el futuro socialista
Vamos terminando y volvemos a nuestras preguntas ¿Qué debemos hacer para formar a los nuevos dirigentes revolucionarios? Sin duda habrá que enseñar y aprender conceptos, historia, técnicas, métodos, pero sobre todo hay que trabajar sobre la vergüenza y la pasión y eso se hace en la lucha misma. Marx, Lenin, El Che, Rosa Luxemburgo, Fidel, se formaron en el quehacer cotidiano de hacer posible la revolución. El puñado de Bolcheviques que luego se multiplicó en pueblo, se formaron en décadas de tareas revolucionarias; el socialismo será posible empezándolo a hacer realidad en el día a día de nuestras acciones organizativas y políticas, en los sindicatos, organizaciones campesinas, de pobladores, juveniles, de mujeres, étnicas.
La realidad nos muestra que el capitalismo y sus contradicciones, tal como fue analizado por Marx y los marxistas, ha venido profundizando las desigualdades, el despojo, la injusticia y por ello la revolución socialista se hace cada vez más necesaria, hoy como alternativa, no solamente a la destrucción del ser humano, sino del planeta entero. La lucha por el socialismo se vuelve ambiental, feminista, étnica, además de obrera, campesina y urbana.
La revolución de octubre debe permitirnos redescubrir los métodos de trabajo revolucionario y los sentimientos de un pueblo que los llevó a cambiar de forma radical el poder y el gobierno y dar apertura a una época que aún no concluye, y cuya tarea debe ser continuada por nuevas generaciones de revolucionarias y revolucionarios.
Formar en el espíritu de la revolución de Octubre es hacer nuestras las luchas que hoy libran los pueblos del mundo contra la agresión imperialista y las luchas sociales diseminadas en todo colombia, dispersas aun, pero en la necesidad urgente de agruparse.
Formar en el espíritu de Octubre es lograr que la rabia del pueblo, a veces ciega y espontánea, se vuelva ruta, estrategia y programa.
La revolución socialista no es inevitable, es necesaria y hay que construirla, de la mano y desde el pueblo, o con la clase popular como diría Camilo, una de nuestras mejores expresiones de pasión y compromiso revolucionario.
Muchas gracias.
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* Milena Ochoa es directora de la Corporación Para la Educación y la Investigación Popular – Instituto Nacional Sindical (CED-INS)