Las empresas comunicativas que elaboran en buena medida la “opinión pública” nacional, han sabido elaborar personajes de ficción en diferentes momentos de la confrontación política. En esta ocasión han logrado crear al “vándalo”, sujeto contradictorio que se pasea en el “pacífico” entorno de la protesta social. Sin embargo, cuando miramos más de cerca esta historia, parece que el vandalismo proviene de otra parte.
En las últimas semanas de movilización estudiantil a nivel nacional, hemos sido espectadores de un siniestro espectáculo organizado por los grandes medios de comunicación. El protagonista de este llamativo relato es el “vándalo” que se infiltra en la “pacífica” escenografía de la protesta social. Pero nuestro personaje no es, en absoluto, una novedosa pieza teatral en nuestra dramática historia nacional. Por el contrario, tiene una trágica semejanza con relatos tan tristes como los de aquellos “bandoleros” que los medios de comunicación de la época crearon para retratar a campesinos que resistieron a los desmanes que el Estado y las Fuerzas Militares cometieron en sus territorios.
ESCENA I: EL VÁNDALO NO NACE, SE HACE
Cualquiera que haya asistido a la marcha nacional convocada para el 8 de noviembre por algunas de las centrales obreras y por las diferentes plataformas del movimiento educativo, se habrá dado cuenta que al lado de las consignas que pedían presupuesto, educación digna y popular, se instalaron los gritos de las y los estudiantes víctimas de la brutal represión policial. Sin embargo, en el escenario de los medios de comunicación solo se escuchó la voz del “vándalo”, el que crea “terror”, el que atenta contra la propiedad privada y destruye los bienes públicos que dice defender: ese ser contradictorio que se “infiltra” en la protesta social y que proviene de algún “grupo extremista” dedicado a sembrar miedo y zozobra. Tal y como sucede con otras historias para crear miedo a los niños, algunos de los líderes estudiantiles y opinólogos se han tomado muy en serio esta creación ficcional. Pero nosotros no tenemos nada que temer: sabemos que no importa el número de voces que se pretendan presentar en los grandes medios de comunicación, al final cada actuación resulta siendo un monólogo.
Hagámonos con la instantánea de aquella movilización y veremos lo mala que resulta esta supuesta historia de terror. La represión contra las y los estudiantes fue bestial, en Popayán desalojaron el campamento estudiantil con garrote y gases lacrimógenos, sin importar la presencia de niños y niñas en el sector. En Bogotá los antimotines embistieron tan fuerte como el automóvil que atropelló a una de las estudiantes que participaba del bloqueo vial. El saldo nacional son varias decenas de estudiantes heridos y detenidos, algunos tan duramente golpeados que requerirán intervenciones quirúrgicas. A pesar de esta imagen, lo que se ha llevado la atención de los medios de comunicación (en un inspirador acto de “solidaridad de clase”, hay que decirlo), es un pequeño pero impactante vídeo de algunos estudiantes encapuchados arrojando piedras, pintura y bombas incendiarias contra las instalaciones de RCN en Bogotá. En el acto, prendieron en llamas por algunos segundos a uniformados de la policía que resguardaban la cadena de comunicación perteneciente a la organización Ardila Lülle.
No importan los sentimientos de afecto o rechazo que pueda generar la foto de los policías ardiendo de cuenta de un cóctel molotov. Lo cierto es que las grandes empresas informativas han echado mano del hecho en particular hasta el punto tal que nadie recuerda los motivos de la protesta o la violencia policial contra estudiantes en todo el país: “millonaria recompensa por información sobre responsables de destrozos durante marchas”, “grupos de encapuchados vinculados al ELN planean los ataques violentos como el ocurrido contra la policía”, “pasaron de pintura a las bombas incendiarias. Imágenes fuertes”. Lo han logrado, con la delicadeza de un artista han creado al “vándalo”, de ahora en adelante, niños y niñas se esconderán bajo sus cobijas cuando escuchen pasar tras sus ventanas a la terrorífica movilización social.
ESCENA II: ¿LA ESTADÍSTICA PUEDE CON TODO?
Aunque el estudiantado de la Universidad Nacional ha aprendido de muchas formas el arte de la improvisación, la última semana le dio una lección de comedia que difícilmente olvidará. En los últimos días, la nueva rectora, la profesora Dolly Montoya, incentivó la participación de estudiantes en un controvertido sondeo de opinión virtual bajo la pregunta: “¿Usted está de acuerdo en retomar inmediatamente las actividades académicas, manteniendo los espacios para el diálogo?”. Su innegable interés estaba en desconocer la legitimidad de las asambleas estudiantiles que en diferentes sedes de la universidad mantienen el paro nacional desde hace más de un mes, y así, hallar argumentos para forzar “democráticamente” medidas en contra de la movilización de estudiantes, profesores y trabajadores. No obstante, los resultados no estuvieron a su favor.
Según la gráfica de participación, votaron unos 27.730 estudiantes, lo que se aproxima al 52% de la población total. De esos, unos 19.255 estudiantes (el 69% de la votación) no estaban de acuerdo con iniciar nuevamente clases, mientras que solo 8.475 (el restante 31%) respondía positivamente la invitación de la rectora y su equipo de trabajo. En todas las sedes, sin diferenciar pregrado y posgrado, ganó el “no” con excepción de la Sede Caribe en que “sí” y “no” empataron.


Ahora bien, lo cómico del asunto no se deriva solamente de la derrota de la iniciativa rectoral en su propio terreno de juego. Tampoco de la manera simplona, amañada y ambigua como informaron los resultados en el comunicado oficial:
“Agradecemos la importante participación en el sondeo de opinión en donde se preguntó si los estudiantes estaban de acuerdo en retomar las actividades académicas manteniendo el diálogo. Se contó con una participación del 52%, con resultados mayoritarios a favor de regresar a clases en el nivel del posgrado, y de no hacerlo en el pregrado”.
Más bien, pongamos atención sobre el tratamiento que le dio Caracol Radio al asunto. Una vez se publicaron los resultados, lanzaron una nota en que informaban lo siguiente: “Un sondeo de opinión realizado por la institución demuestra que la gran mayoría de estudiantes quieren reiniciar las actividades académicas” y agregaba: “La Universidad Nacional realizó un sondeo de opinión donde preguntó si los estudiantes estaban de acuerdo en retomar las actividades académicas manteniendo el diálogo, a lo que el 52% de los participantes respondieron que sí”. Las palabras de Caracol Radio no solo eran imprecisas, eran absolutamente falsas.


¿Error o no? No lo sabremos. Lo cierto es que solo tras la presión que las y los estudiantes ejercieron por varias horas, Caracol decidió ajustarse un poco más a la realidad corrigiendo el texto de la siguiente manera [con negrillas incluidas]:
“La Universidad Nacional realizó un sondeo de opinión donde preguntó si los estudiantes estaban de acuerdo en retomar las actividades académicas manteniendo el diálogo, contando con una participación del 52%.
En esta, los estudiantes de postgrado expresaron masivamente su deseo por retomar la jornada académica. Mientras que los de pregrado manifestaron mayoritariamente el no retorno a clases mientras se continúa la jornada del paro estudiantil”.

Solo por decir lo obvio, el cubrimiento que se le brindó a la convicción de los estudiantes a persistir en la movilización por medio del paro (incluso con un mecanismo tan “pacífico” y tradicional como el voto) fue superfluo en comparación con el debate nacional que ha generado el “vandalismo” contra los edificios de RCN.
TÍTULO DE LA OBRA: ¿QUIÉN ES EL VÁNDALO?
Estos son apenas dos ejemplos de los muchos que el paisaje nacional brinda en cada ejercicio de movilización social. ¿Quién apunta las luces tan selectiva e intensamente hacia ciertos hechos para impedir la solidaridad entre las gentes? ¿Quién es el tramoyero que con tanto talento logra dar vida a personajes como “el vándalo” o a escenas tan increíbles como las masivas capturas de guerrilleros que no pasan de ser “falsos positivos judiciales”? Solo hace falta echar un vistazo sobre qué conglomerado empresarial posee tal o cual medio de comunicación. ¿Qué hacer ante semejante situación?
Lo primero, fomentar y crear dos, tres… muchos medios de comunicación alternativos y populares. Lo segundo, empezar a llamar a las cosas por su nombre; por ejemplo, a la labor de las empresas comunicativas que tan descaradamente lanzan bombas incendiarias contra la verdad, habría que llamarla “vandalismo comunicativo”, “terrorismo informativo” o “bandolerismo mediático”, así la gente sabrá quiénes son sus verdugos al final de la función.
Quién

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Politólogo de la Universidad Nacional y miembro del equipo editorial de la Revista Lanzas y Letras.
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