Luego del pasado 21 de enero la palabra vándalo ha tomado el centro del debate público. En nuestra columna de esta semana nos preguntamos, ¿quiénes son los verdaderos vándalos? Foto de portada: Desde el 12.
Mucho se ha hablado del vandalismo en Colombia luego del pasado 21 de enero. El daño de entidades bancarias parece haber despertado esta furia “anti vándalos’’, aun con más fuerza que luego de la masiva jornada de movilización del 21 de noviembre del año pasado.
Ya sabemos que el gobierno, y los medios de comunicación masivos que lo sostienen, siempre han buscado reducir las protestas a los llamados “hechos vandálicos” o enfrentamientos. Sin embargo, los hechos del pasado martes parecieron generar un escándalo mayor, sobre todo porque varias entidades bancarias resultaron afectadas.
No se trata de justificar el daño a bancos o a otro tipo de infraestructura. La contundencia de las movilizaciones debe estar en la creatividad, masividad y persistencia. Sin embargo, el sistema financiero y sus dueños representan la desigualdad, la usura, la cooptación del Estado y el enriquecimiento por cuenta del bolsillo de todos los colombianos.
En Colombia, el país más corrupto del mundo según índices internacionales, el sector financiero, que participa de la corrupción, aumenta sus ganancias en un 60% cada año. En 2019 el sector ganó 1,5 billones de pesos al mes, vendiendo caros los servicios bancarios y, sobre todo, alimentando la concentración de capitales en los grandes dueños de los monopolios financieros.
No contentos con quedarse con la mayor parte de la torta, ahora los bancos quieren que los trabajadores se queden sin el 4% mensual que las empresas pagan a las cajas de compensación familiar para ofrecer beneficios a las familias trabajadoras de Colombia. Así lo expresó la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif) el pasado de 22 de enero, en un comunicado en el que opinó que el desempleo es producto de los “desbordados ajustes” en el salario mínimo y que para reducir el desempleo hay que reducir costos no salariales (como las cajas de compensación), no pagar intereses a las cesantías y reducir los costos de despido.
Es decir, que la doctrina de los bancos expresada por la Anif, cuyos propietarios son las personas más ricas del país, es que hay que igualar la miseria y la pobreza de millones de colombianos con salarios aún más bajos y políticas aún más flexibles, mientras ellos siguen acumulando mes a mes billones y billones de pesos. Y aun así se quejan por algunos vidrios rotos, incidiendo en la opinión pública y reduciendo las movilizaciones a las afectaciones a su infraestructura.
Los colombianos nos cansamos y queremos cambios. Los bancos representan una parte de lo que se necesita cambiar. No queremos seguir trabajando para que los banqueros se queden con nuestra plata. Arruinar a un país con créditos, costos operacionales, administración de fondos públicos, etcétera, es real vandalismo. No dejemos desviar la discusión.
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