Con asombro, hemos visto el incremento de la protesta social urbana en Colombia. Pero, ¿qué hemos alcanzado hasta ahora? Acá un pequeño balance. [Foto de Portada: Juan David Pérez]
El 21 de noviembre de 2019 fue un día clave para la protesta social en Colombia. Las movilizaciones de ese día sorprendieron incluso a los más escépticos. Si bien se creía que la manifestación iba a convocar a un importante número de personas, nunca se creyó que iba a durar más de un día. Incluso, cabe recordar que una jornada de Paro Nacional ya se había convocado en abril de 2019, y aunque a esta asistieron diversos sectores, la contundencia y la diversidad del 21N sobrepasaron por mucho aquel llamamiento.
Por diversas razones Colombia no ha tenido una tradición de movilización urbana, la vanguardia en este terreno siempre ha estado en manos de las comunidades indígenas y campesinas. Es por esto que el 21N y los días siguientes se convirtieron en momentos comparables con los acontecidos en septiembre de 1977, días en que se realizó el Paro más importante de la historia del país.
A raíz de estas renovadas movilizaciones surge entonces la pregunta: ¿qué hemos logramos con las protestas del 21N hasta ahora?
Los cambios reales en una sociedad requieren trabajo, constancia y paciencia; mantra que se aplica a todo lo que vale la pena en la vida. La inmediatez de los resultados no es más que una ilusión producida por el capitalismo para consolidar la sociedad de y para el consumo. Creer que en una jornada de protesta se iban a lograr los grandes cambios que necesitan con urgencia los colombianos es desconocer el estado por el que atraviesa el campo popular en Colombia y no entender que los cambios solo se darán con un arduo trabajo que requiere de cada una de las individualidades que participaron en El Paro. Si bien no hemos logrado el gran objetivo, sí hemos conseguido algunas cosas importantes.
En primer lugar y la más evidente, es la reactivación de la protesta social en las ciudades del país. Hemos visto tradicionalmente en las noticias que la participación en las protestas siempre está marcada por la asistencia de estudiantes, sindicatos y miembros de organizaciones sociales. Pero esta vez la asistencia se caracterizó por contar con los más diversos sectores de la vida urbana colombiana. Este fue un Paro de la gente, gente que salió a protestar de forma espontánea.
Allí estuvimos juntos: personas del sur y del norte de la ciudad, personas de los movimientos sociales y aquellos que solo militan en redes sociales, gente que se tomó la molestia de hacer una pancarta y salir con cuchara y cacerola en mano a protestar, gente de todos los espacios de la sociedad colombiana. Esta es la ganancia, por fin nos conocimos. Nos conocimos y aún sin presentación formal logramos converger, las personas que queremos una sociedad más democrática y más justa. Allí nos vimos en el Parque de los Hippies, en las marchas por la Autopista Norte, en la plaza de Bolívar, en los lugares donde el uribismo arrasa en términos electorales: en Suba y en Kennedy. Nos vimos de forma fugaz, y así no recordemos nuestras caras, por fin sabemos que podemos hacer cosas juntos y organizados.
Luego de que nos conocimos las cosas se dieron muy rápido. De una simple mirada pasamos a gritar, a cantar, a bailar y a llorar. Estuvimos horas enteras de pie en las calles. Aguantamos el cambiante clima de la sábana de Bogotá. Recibimos los gases y las bombas lanzadas por la policía. Lloramos juntos la muerte de Dilan Cruz a manos del ESMAD en la 19 con cuarta. Estuvimos hasta bien entrada la noche en las concentraciones y cuando nos íbamos a nuestras casas nos llamábamos para saber si estábamos bien. Al cabo de solo unos días nos volvimos casi hermanos.
Lo que va de El Paro también nos demostró que en el país es posible expresarse de manera colectiva, ¿en qué otro contexto podríamos ver a un hombre o una mujer adultos comprando cartulina, pincel y pintura para hacer carteles con los más diversos mensajes? Miles de ingeniosas frases emergieron de la imaginación de los asistentes a El Paro. Nuevas y viejas consignas se mezclaron, nuevos lienzos se utilizaron para mezclar las ideas que piden un cambio radical de la sociedad y las que reivindican nuevas teorías sobre el papel de la mujer en la sociedad. Tuve la fortuna de ver en la 19 escrito en una pared “SOMOS LAS GENERACIÓN DEL POLIAMOR. NO TENEMOS MIEDO”.
Los colombianos poco a poco van perdiendo el miedo. Años enteros de violencia física y estructural en contra de quien piensa distinto hizo que la idea de que es mejor “comer callado” se hiciera un estilo de vida. Por eso el 21N, más que lograr los objetivos recogidos en los pliegos del Comité del Paro, activó algo que estaba en las sombras: la protesta encabezada por el sujeto urbano. Categoría que aún está en veremos, pero que empieza a tomar forma luego de las protestas.
Así las cosas, las protestas van a volver en marzo. Espero poder encontrarme con todas las personas que vi, así no reconozca a ninguna de ellas.
- ¿Qué nos deja El Paro hasta ahora? - 16/02/2020