Como parte de las iniciativas ciudadanas que cobran protagonismo después del plebiscito, la Corporación Otra Escuela, de larga trayectoria en la construcción de culturas y pedagogías de paz, comparte esta sentida reflexión sobre lo que se viene. “Guiémonos entre minotauros y laberintos con hilos de algodón y lana, con faros de otras orillas, con mariposas amarillas, de memoria y esperanza. Sigamos tejiendo juntos el caminar, que eso nadie nos lo arrebata”, proponen.
Por Corporación Otra Escuela*. Qué dolor tan profundo. Qué sensación de zozobra e incertidumbre. Qué arrugada la esperanza. Qué presente la rabia, la frustración. También el miedo.
Cuántas preguntas abiertas: ¿qué pasó? ¿Qué hicimos mal? ¿Qué faltó? ¿Cómo es posible? Y, sobre todo, una que destaca: ¿Y ahora qué?
El domingo estábamos llorando, abrazándonos, mirándonos unxs a otrxs, perplejos, lamentándonos de tantas cosas… Al inicio de esta semana un poco también. Nos está costando recuperarnos de un golpe tan duro y tan poco esperado. Pero ya comienza el movimiento y la recuperación de certezas. Un movimiento y cinco certezas que queremos compartirles en estas líneas.
La primera certeza: la Corporación Otra Escuela lleva 16 años trabajando por la construcción de culturas y pedagogías de paz, pasando por momentos muy difíciles en los que hablar de paz en este país era ganarse, como poco, una mirada amenazante, escéptica o sarcástica. Por supuesto, no nos vamos a bajar ahora de este tren cuando se ha subido ya tanta gente (al menos, 6 millones y pico de colombianos/as).
La segunda: las áreas geográficas que hemos priorizado desde el 2015 son el Cauca, Putumayo, la costa Pacífica (Tumaco, Buenaventura, Chocó) y el Valle del Cauca (este año también hemos trabajo en Caquetá, norte de Santander y Cartagena). Esta decisión es una forma de posicionarnos política y profesionalmente a favor de algunas de las personas que más fuertemente han sufrido la guerra, para poder estar ahí apoyándolas y acompañándolas desde espacios de reconstrucción afectiva del tejido social, de fortalecimiento de agencias políticas y de sanación individual y colectiva. Mucho hemos aprendido y compartido en estos territorios, mucho cariño se ha construido y mucho nos han enseñado. Tras la votación de ayer (mayoritariamente por el “Sí” en esas regiones), más nos sigue enseñando esa Colombia rural, negra, indígena y campesina en cuanto a reconciliación y construcción de paz en contextos de real y efectiva confrontación armada. Por ellos y ellas, que son quienes lo tienen jodido de verdad, seguiremos con más ahínco aún.
La tercera: la “construcción de la imagen del enemigo”, base de la polarización y deshumanización que antecede, nutre y puebla cualquier guerra, tiene efectos devastadores y a largo plazo. Durante décadas, las y los guerrilleros (y, “por contagio”, toda persona del movimiento social que fuera un poco demasiado “de izquierdas”) han sido despojados, primero, de su carácter político y, segundo, de su categoría humana (la “doctrina del enemigo interno” sigue en plena vigencia, lamentablemente). Desde ahí, no debería sorprendernos tanto que tanta gente haya votado en contra de darle derechos u oportunidades a personas que, hasta hace muy poco, eran presentadas como el diablo en persona. La gente que ha conocido la guerra y a los guerreros/as en directo y que saben que no son “monstruos”, sino personas de carne y hueso (con toda la complejidad que eso conlleva), aceptan que es posible dialogar, negociar y cambiar. Quienes se quedaron con el relato fantasioso y fantástico de la televisión y que además se pueden dar el lujo de opinar sin estar jugándose, literalmente, la vida, han obstaculizado la decidida apuesta por el cambio de quienes no quieren ya vivir más guerra. En nuestra opinión, toca empezar la transformación por aquí, humanizando a todas las partes que han estado involucradas en este conflicto armado. En eso, los medios de comunicación que siguen practicando un Periodismo de Guerra tienen mucho que aportar, yéndose urgentemente hacia prácticas de Periodismo de Paz.
La cuarta: la cultura de la violencia se basa en muchos elementos, aunque solemos destacar dos con mayor énfasis: el control y el miedo. Ambos, creemos, están en la base de una de nuestras mayores preocupaciones tras el domingo: la enorme pasividad que hizo que esta votación tan importante para el futuro de Colombia tuviera un 62% de abstención. Desde nuestros procesos formativos y de gestión cultural, posicionamos una Educación en la desobediencia y en el empoderamiento, para hacerle hueco a la Noviolencia (como forma de vida y como método de transformación social) entre la violencia y la pasividad. Y, cuanto más lo pensamos, más nos parece que esos dos polos están, en verdad, mucho más juntos de lo que pareciera: ¡qué pasiva es la violencia! ¡Que violenta es la pasividad! E igual, desde la Noviolencia, tenemos grandes cuestiones sin resolver: ¿cómo dejar de tener democracias basadas principalmente en la dictadura de las mayorías y superar además la paradoja de que las mayorías, en realidad, no están votando ni nos están diciendo qué quieren y opinan? ¿Cómo recuperar “lo político” también para quienes están en la lucha individual de la supervivencia económica en estos mundos capitalistas y neoliberales que tenemos hoy?
La quinta: la Acción Directa Noviolenta es una práctica de resistencia civil. Sabemos de la paciencia y la creatividad que se requiere para ello, así que iremos a buscar más entre lenguajes artísticos y diálogos compartidos, superando lógicas de la academia y de la cooperación. Queremos más calle, más puerta a puerta, más juego, más arte y más acciones espontáneas que partan de todos y todas en liderazgos compartidos.
Y, finalmente, el movimiento: acompañarnos, seguir, gritar que la paz es de todos y todas y se construye en los más diversos escenarios de la vida. No olvidar que todo camino comienza siendo trocha y que la podemos transitar las veces que sea necesario. Aprendamos al perdernos, de noche y de día. Encontrémonos en ella bajo eclipses, sin lunas. Dejemos migas de pan para volver los pasos atrás y empezar de nuevo. Guiémonos entre minotauros y laberintos con hilos de algodón y lana, con faros de otras orillas, con mariposas amarillas, de memoria y esperanza. Sigamos tejiendo juntos el caminar, que eso nadie nos lo arrebata.
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* Corporación Otra Escuela, www.otraescuela.org