El ESMAD es una máquina de clase para matar la rebeldía de los pueblos, más claro no canta un gallo. Y sin embargo, todavía hay quienes ante la muerte de un manifestante se atreven a decir: “por algo sería”. [Foto de portada: Rubén Torres, @merbencho].
En el barrio Altamira, arriba en la localidad de San Cristóbal en Bogotá, hay una pequeña casa donde un grupo de jóvenes práctica teatro, se llama Terrantes. Es un espacio pequeño habilitado por un profesor ocañero, que a fuerza de las violencias que desplazan, llegó a este rincón del suroriente bogotano. Una de las obras que montaron se llama Por algo sería, y cuenta la historia de los jóvenes de Soacha que fueron secuestrados, asesinados, llevados a otra región y presentados como bajas en combate. Jóvenes de quienes Álvaro Uribe diría: “de seguro, esos muchachos no estaban recogiendo café”. En este país de muerte fácil y de asesinato aplazado, cuando una persona se muere, se escucha decir en murmullos, o a veces a gritos, “por algo sería”.
Eso dicen de Dilan Cruz, el joven que fue asesinado por el ESMAD el pasado sábado 22 de noviembre. Hubo quienes se atrevieron a decir que los jóvenes de bien no participan de las marchas, que un joven decente estaría en su casa y no hubiera sido agredido. Han hecho montajes sobre los videos de la muerte de Dilan, diciendo que él era un vándalo, porque tenía puestos unos guantes rojos y una pañoleta en su cara. Guantes que usó para devolver los gases que el ESMAD de la Policía lanza contra los manifestantes, y una pañoleta untada de vinagre para neutralizar el efecto de los mismos gases. Dilan se quedó retrasado de la marcha, hacía parte de la heroica primera línea. Era parte de las personas que aguantan los gases y las bombas de dispersión, sin escudos ni trajes blindados, para que el resto de los manifestantes podamos huir de las agresiones del ESMAD.
Creado en 1999 por el gobierno de Andrés Pastrana —el mismo que ahora se anda inventando golpes de Estado— y regulado en el 2007 por Álvaro Uribe —el hombre del asesinato aplazado—, el Escuadrón Móvil Antidisurbios cuesta casi 500 mil millones de pesos al año, en condiciones ordinarias. Es decir, cada día el ESMAD nos cuesta 1379 millones de pesos, casi 1700 salarios mínimos. Con la plata que se gasta el ESMAD al año, se podrían contratar 52 mil personas mensuales, durante todo un año, pagando un salario mínimo mensual vigente. Este cálculo se podría hacer con todas las necesidades que tiene el país: educación, salud, trabajo, vivienda, etcétera. Desde todo punto de vista es un desperdicio y una desproporción.
El ESMAD es una máquina legal de matar: asesinó a Oscar Salas con 20 años, que era estudiante de Lingüística en la Universidad Distrital, a Jhonny Silva de 21 años, estudiaba Química en la Universidad del Valle, a Carlos Giovanni Blanco que estudiaba para ser médico cuando lo mataron. También mató a golpes a Nicolás David Neira, el 1 de mayo de 2015, a Edison Franco Jaime, a Yoel Jácome Ortiz, a Hermides Jaime Téllez, a Diomar Alfonso Quintero, a Nicolás Valencia Lemus, a Celestino Rivera, a César Hurtado Tróchez, a Jaime Alfonso Acosta, a Miguel Ángel Barbosa y a Dilan Cruz. Ha dejado a miles de personas heridas, algunas han perdido sus ojos, otras han perdido su visión, y otras han recibido otro tipo de agresiones y golpes por cuenta de su actuación.
En este paro hemos visto cómo han dispersado violentamente marchas pacíficas, cómo han golpeado con encono a las personas que detienen; hemos visto enormes hombres con armaduras dar patadas voladoras a mujeres manifestantes, hemos visto romper vidrios y dañar puertas de las casas. También hemos visto cómo cuando no hay ESMAD, no hay disturbios; sabemos que no siguen los protocolos que indican cómo y en qué direcciones disparar, que por supuesto no es en línea recta, y menos a los cuerpos y cabezas de quienes marchamos. Hemos visto cómo recargan sus armas “menos letales” con pequeñas bolas de acero y con diferentes materiales de metralla, mejor conocidas como recalzadas.
El ESMAD es un aparato excesivamente caro, altamente violento y que se enfoca en dos tipos de personas, las pobres y las que no estamos de acuerdo con las políticas de los gobiernos y, por eso, protestamos en las calles. Responde íntegramente a la visión de guerra y de enemigo interno que el actual gobierno impone. Es una especie de policía política y de clase, orientada a chocar pobres y opositores, a herirlos y a asesinarlos, respondiendo a una doctrina militar guerrerista.
Que Colombia avanzara en los diálogos de paz y en la solución política al conflicto armado, suponía la intensificación de los conflictos sociales y políticos, en un país desigual como el nuestro. Aun así, desde Santos, se venía hablando ya de fortalecer el ESMAD, y en estos días Holmes Trujillo lo ratificó. Si realmente queríamos sacar la violencia de la política, pues debíamos fortalecer los canales de diálogo y negociación, reconociendo que tenemos muchos conflictos por la desigualdad y hay que disponerse a resolverlos… pero no.
Entonces hay que seguir en las calles, en memoria de quienes han sido asesinados y de quienes han sido heridos. Hay que seguir en las calles en este paro, y en las luchas que se vienen. Exigir el desmonte del ESMAD, ya la Policía es suficientemente violenta con la gente para que, además, haya un cuerpo élite de golpeadores callejeros.
Quién

- Politólogo de la Universidad Nacional, vocero nacional de Cuidad en Movimiento y el Congreso de los Pueblos. Secretario General (E) del Polo Democrático Alternativo. Integrante La Fogata Editorial y estudiante de Especialización en Gestión y Planificación del Desarrollo Urbano y Regional en la Escuela Superior de Administración Pública.