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Pensar el fin del capitalismo

Conversamos con Aaron Tauss, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, sobre el libro de reciente aparición ‘¿Pensar el fin del capitalismo? Escenarios y estrategias de transformación socio-ecológica’.  

El mundo de hoy parece haber normalizado un estado de permanente convulsión. Las crisis se multiplican de muy diversas formas y en muy diversos sitios, mientras que el proyecto globalizador del capital se expande con el hambre de un animal grande, desatando la feroz resistencia de los pueblos del mundo. A este degolladero lo acompaña su propio verdugo: la escalofriante destrucción de la naturaleza debido a la actividad depredadora del capital. Un panorama como este no solo pone en entredicho la capacidad que tendrá el capital de seguir creciendo y reproduciéndose, sino nuestra misma existencia como seres humanos. En este contexto muchos han descubierto la pregunta por el fin del capitalismo como una cuestión de increíble actualidad. Sobre eso trata un libro de reciente aparición, publicado por el profesor Aaron Tauss en colaboración con distintos académicos. Con él dialogó Juan Felipe Duque Agudelo*:

Es indudable que vivimos en tiempos de profundas crisis, y no solo porque en gran parte del mundo todavía se sientan los efectos de la crisis del 2008, sino porque la destrucción de la naturaleza pone en duda la buena salud del capital a largo plazo. A pesar de que cierto sentido común encadenaría los momentos de crisis a los estallidos anti-capitalistas, el capitalismo como modo de producción y de administración de la vida social hoy sigue pareciendo prácticamente incuestionable. ¿Cuál es, a su modo de ver, esa relación entre la crisis y la irrupción de una salida anti-capitalista?

Me gustaría empezar respondiendo tu pregunta remitiéndome al pensamiento de Karl Marx. Para Marx las crisis no significan necesariamente la llegada de una alternativa anti-capitalista, de hecho, en el Tomo III de El Capital habla de las crisis como momentos en los cuales el capitalismo mismo se renueva y acelera sus dinámicas de concentración y centralización de capital. En ese sentido, no podemos dejar de entender a las crisis de un modo dialéctico. Sabemos que el capitalismo es una especie de crisis permanente en términos económicos, sociales, y en muchas ocasiones políticos, pero en esos momentos críticos como en el 2008 o 2009 vemos que el modelo neoliberal se renueva, aunque lo hace de una forma precaria; es decir, no surge un nuevo modelo de acumulación que sea capaz de remplazar al neoliberalismo. Entonces podemos decir que las crisis son momentos en los que el modelo logra reorganizar su proceso de acumulación de capital, al mismo tiempo en que se manifiesta el carácter limitado del propio capitalismo.

Esto hace parte de las contradicciones propias del capitalismo, si por una parte las crisis ofrecen posibilidades hacia una alternativa pos y anti-capitalista, por otra parte, históricamente han mejorado las condiciones para la acumulación del capital. Por eso siempre debemos estudiar cada crisis en sus especificidades y particularidades concretas. ¿Hasta qué punto una determinada crisis abre posibilidades para las luchas anti-capitalistas? ¿En qué medida ciertas tendencias de las crisis se han profundizado sin ofrecer las mismas soluciones del pasado? O bien, ¿cuándo una crisis logra beneficiar las condiciones para la acumulación de capital? Entonces, yo creo que esa relación entre crisis y alternativa pos y anti-capitalista es siempre una relación dialéctica que debe ser comprendida por medio del estudio de cada situación. La crisis, finalmente, no debe ser investigada solo como una contradicción económica, sino como una posibilidad política para avanzar hacia un mundo más allá del capitalismo.

En este contexto, la acelerada destrucción de la naturaleza es una faceta de la crisis que llama particularmente la atención por las repercusiones que puede tener para el conjunto de la humanidad. ¿Qué impacto puede tener la superación del capitalismo ante una crisis tan ligada a nuestra supervivencia  como la crisis medioambiental? En últimas, ¿qué podría plantear una sociedad alternativa al capitalismo para gestionar las contradicciones que hemos contraído en el capitalismo?

Una de las contradicciones más profundas que acompaña el proceso del capital es la que observamos entre la acumulación de capital y la naturaleza. Es una de las contradicciones que Marx nota en sus obras, pero no es su principal preocupación, obviamente en el siglo XIX la destrucción de la naturaleza y del medio ambiente no estaba tan avanzada como en el siglo XXI. Hoy en día los daños ambientales causados por la expansión capitalista alrededor del mundo son cada vez más visibles y preocupantes. Ahora bien, en términos políticos, esta creciente crisis ambiental abre posibilidades para que algunas personas que se preocupan por el medio ambiente como el Partido Verde o los ambientalistas se sumen a esa lucha anti-capitalista para la construcción de un sistema que sea compatible con esa naturaleza física y limitada. Aunque las luchas de los ambientalistas, por ejemplo, no sean necesariamente luchas anti-capitalistas, yo creo que pueden fortalecer a esas fuerzas anti-capitalistas que ven que el problema no es simplemente la destrucción del medio ambiente, sino que es el mismo sistema el que trae como consecuencia la destrucción de la naturaleza.

Cuando pensamos en alternativas, estamos imaginando un sistema de producción y reproducción social que es sostenible ambientalmente; es decir, que comprende que la naturaleza no es un mero factor de producción, sino que nosotros somos también naturaleza. Esto mismo nos lo expresa Marx cuando niega esa dualidad entre los seres humanos y la naturaleza. Según él, esa es una lectura errónea, pues nos impide comprender que con la destrucción de la naturaleza nos estamos destruyendo a nosotros mismos como seres humanos. Para Marx solo nos podemos reproducir como seres humanos en la medida en que realicemos lo que él llama un “metabolismo” que mezcla las capacidades físicas y mentales con la naturaleza. Tenemos que redefinir el papel de la naturaleza en términos anti-capitalistas. En ese sentido, deberíamos buscar una salida eco-socialista, porque no basta simplemente con criticar el capitalismo; por ejemplo el “socialismo realmente existente” nunca superó el productivismo ni la destrucción del medio ambiente, y por eso tampoco ofreció una alternativa verdadera a las contradicciones entre la acumulación del capital y la naturaleza.

Ahora bien, cuando se habla de sociedades más allá del capitalismo suele creerse que la cuestión consiste en diseñar sociedades armoniosas, y que de ahí en adelante no hay más que aplicar los principios que de esos productos de la imaginación se desprenden. No obstante, hemos ido comprendiendo que el mundo de los pueblos siempre desborda al de los manuales de bolsillo y que anticiparse al mundo con principios rígidos suele derivar en sociedades autoritarias y contrarias al espíritu de las mismas revoluciones. ¿Cuál es entonces el objetivo de “pensar el fin del capitalismo”, y  cuál su papel en la superación de las sociedades capitalistas?

Yo creo que deberíamos liberarnos de la idea de que una minoría de intelectuales encerrados en sus oficinas o en sus apartamentos va a diseñar una alternativa pos y anti-capitalista. Debemos entender que la construcción de una alternativa al capitalismo tiene que ser un proceso impulsado desde abajo por la gente del común, por la multitud. De otra forma, hay un peligro de caer en un proyecto autoritario. Pero especialmente para la lucha política, dentro de los partidos, sindicatos, universidades e, incluso en la familia, necesitamos ciertas ideas, orientaciones o conceptos que nos ayuden a imaginarnos el pos-capitalismo e impulsar la lucha. Por eso todo ese trabajo intelectual, siempre vinculado a las bases, es un trabajo fundamental. Uno de los problemas que tenemos hoy es que cuando intentamos hablar de un mundo más allá del capitalismo carecemos de imaginarios y de conceptos; como Slavoj Žižek dice en un libro, para la gente de hoy es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo.

Entonces, la crisis del capitalismo es al mismo tiempo una crisis de la imaginación. En últimas, estamos hablando de una lucha contra-hegemónica, pues lo que prima en las sociedades capitalistas son las ideas que buscan naturalizar al capitalismo, las ideas mistificadoras que facilitan la reproducción del sistema. Por eso cuando imaginamos el fin del capitalismo no podemos tener un panfleto con cada detalle diseñado, la transformación anti-capitalista tiene que tener un carácter democrático y debe ser impulsada por la multitud. Sin embargo, el papel de los intelectuales orgánicos –pues cada clase tiene sus intelectuales que buscan legitimar o deslegitimar el capitalismo— es fundamental en este proceso. Si tú tienes un partido revolucionario, tú tienes que ser capaz de explicarle a la gente qué vas a hacer, tienes que tener unas ideas, unas nociones, pero también tienes que entender que cualquier acercamiento que entienda a las masas como un ente pasivo frente a la implementación del programa, correrá el riesgo de convertirse en un proyecto autoritario.

Finalmente, se dice que Marx nunca estableció un modelo de sociedad socialista. También que el objetivo de su más importante obra era el de exponer críticamente el modo de producción capitalista en su forma general. Teniendo esto en cuenta, ¿por qué debemos remitirnos a Marx para pensar otros mundos posibles?

Yo no estoy totalmente de acuerdo con eso. En los últimos meses me he dedicado a estudiar desde los Manuscritos económico-filosóficos, hasta la Crítica del programa de Gotha todos aquellos fragmentos en los cuales Marx habla del pos-capitalismo. Lo que vemos, por una parte, es que pos-capitalismo no era su preocupación principal pues estaba ocupado haciendo un análisis crítico del modo de producción capitalista; y por otro lado, que su proyecto ético-político siempre fue el de superar el capitalismo. Marx obviamente no estudió y criticó el capitalismo con el único fin de comprenderlo, sabía que su trabajo intelectual debía tener un impacto en esa lucha anti-capitalista. Yo creo que podemos leer a Marx y apropiarnos de todo su marco teórico y conceptual para entender el mundo en el que vivimos hoy, pero su proyecto no para ahí. No solamente en textos como La ideología alemana, los Manuscritos económico-filosóficos o el Manifiesto del Partido Comunista, Marx se aproxima al tema del pos-capitalismo, sino que obras como los Grundrisse o en El Capital pueden ayudarnos en esa búsqueda.

Por ejemplo, el concepto de la libertad es central para Marx pensando en un mundo pos-capitalista. Él comprende que la libertad en la sociedad capitalista –entendida como las condiciones objetivas y subjetivas para el desarrollo pleno de los talentos y capacidades humanas– solo la posee una minoría de capitalistas que se puede dedicar al desarrollo personal e individual. Para la gran mayoría de la gente trabajadora, la libertad existe solamente en términos formales, en últimas, su vida está marcada por la necesidad y la mera supervivencia. También es importante en esos fragmentos el tema de la reorganización del trabajo. Para él, en la sociedad pos-capitalista el trabajo individual es al mismo tiempo directamente social. Los trabajadores con su propio trabajo contribuirían a lo que él llama el trabajo social global.

Finalmente, y ligado a lo anterior, Marx aborda el problema de las fuerzas productivas. Según su concepción, como resultado de la competencia existente entre los diferentes capitalistas, se crea un dinámica modernizante, una constante de innovación tecnológica. En consecuencia, en el capitalismo se establecen las bases para el desarrollo completo de las fuerzas productivas, pero todo esto hasta cierto punto. En cierto momento, el desarrollo de las fuerzas productivas se va a encontrar en crisis con las mismas relaciones de producción. Más particularmente, con la creciente tecnificación y el avance tecnológico, el ser humano será menos importante. Piensa, por ejemplo, en las cajas automáticas dentro de los súper mercados, las cajeras ven a esas cajas automáticas como una amenaza. No obstante, estos avances tecnológicos instauran las condiciones para que esas cajeras en una sociedad pos-capitalista se pudieran dedicar a otra actividad diferente, ya no necesitaríamos a alguien que se consagre a ese tedioso y poco satisfactorio trabajo.

Entonces, con el desarrollo tecnológico se profundiza esa crisis y esa contradicción entre la creciente masa de medios de producción y la menor cantidad relativa de trabajadores, pero al mismo tiempo se mejoran las condiciones de producción y de trabajo para que todas y todos puedan dedicarse a otras cosas en una sociedad pos-capitalista. Así pues, desaparecerían ciertos trabajos poco agradables que hace 50 años los trabajadores tuvieron que realizar. En conclusión, el desarrollo de las fuerzas productivas y de la tecnología también abre nuevos horizontes para la emancipación y para la lucha pos y anti-capitalista.