Nació en Barranquilla el 11 de julio de 1925; vivió 83 años intensos, dejó un legado de compromiso con las ciencias sociales y las causas populares. Promovió el pluralismo utópico como principio de una sociedad basada en el socialismo raizal. Su testamento político.
El pluralismo utópico que concibió Fals Borda es un concepto político: entiende que la unidad a través de los aparatos partidarios no conlleva a un proceso hacia la emancipación social y humana, sino a una permanente pugna en las cúpulas que impide la cohesión de las fuerzas éticas y morales para avanzar hacia genuinos procesos de transformación.
Fals Borda entendía que la ética y la moral eran sustanciales para la actividad que impulsaba desde la época del Frente Unido de Camilo Torres. En esa etapa hizo grandes esfuerzos de educación comunitaria para ejercer formas de planeación socioeconómica que permitieran, a través del conocimiento popular, dar forma al poder popular. Esta época de su vida, al lado de Camilo, la reflexionó a profundidad y produjo su principal obra: La subversión en Colombia, publicada en 1967.
Luego se consagró como un científico social reconocido mundialmente por su metodología liberadora de las fuerzas del individuo en la vida social, conocida como la IAP (Investigación-Acción Participante), y la búsqueda de una forma de relación entre el sentimiento y el pensamiento que se conoce como el ser sentipensante. Un tipo de ser humano que conecta el cerebro con el corazón y encuentra en los congéneres personas iguales con capacidad para conocer y transformar el mundo.
Sus esfuerzos políticos lo llevaron a ser parte de la Revista Alternativa al lado de Gabriel García Márquez, pero diferencias en el enfoque sobre el sentido de la dirección política en cuanto a la necesidad de crear una antiélite lo llevaron a disentir para dar forma a una nueva Alternativa del Pueblo: para Falas Borda no se trataba de suplantar una élite por otra sino de crear una forma de poder popular.
Fue un promotor de una forma de democracia radical que requería formas diferentes de relacionarse con el mundo y el territorio, por lo que en los años 80 impulsó los movimientos políticos regionales que luego darían forma a una estructura política construida desde abajo y desde la periferia, dinámica que orientó y sistematizó en su obra La insurgencia de las provincias. La fuerza creada la denominó Colombia Unida.
Así adquirió un cupo como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente en la bancada de la Alianza Democrática- M19 para dar fuerza y fundamento a su concepción de un ordenamiento territorial basado en la autonomía de las regiones y en la autonomía de los movimientos populares, para que éstos asumieran el poder regional y se superara el régimen político centralista y presidencialista.
Durante dos años dirigió las labores de la Comisión de Ordenamiento Territorial en la que dejó su profunda huella al reivindicar un enfoque de la geografía social y humana, de las ciencias socioambientales y de la necesidad de superar el estancamiento de las ciencias sociales y político-administrativas, para alcanzar una forma de administración pública basada en el control comunitario de los recursos públicos y el aprovechamiento de los recursos naturales, en particular del uso del suelo para el beneficio común.
Sus últimos años los dedicó a crear una fuerza social y política que ligara los movimientos sociales con la acción política, para evitar que las dirigencias tradicionales los manipularan electoralmente. Así dio aliento a varias iniciativas tales como el Frente Social y Político, la Alternativa Democrática, y en sus últimos años el Polo Democrático Alternativo.
Sus reflexiones sobre estrategia política las consignó en su libro Ante la crisis (2003) y en el epílogo –que constituye su testamento político- que se encuentra en la cuarta edición actualizada de La Subversión en Colombia, que ofrecemos a continuación (páginas 249 a 275).
[gview file=”https://lanzasyletras.org/1/wp-content/uploads/2016/07/subversioncol.pdf” save=”1″]