El pasado 18 de enero Ángela María Robledo oficializó su renuncia a la Colombia Humana con una carta pública dirigida a Gustavo Petro. Las reacciones no se hicieron esperar y el campo político que rodeaba a la antigua fórmula presidencial estalló en todo tipo de opiniones. Hablamos con ella alrededor el momento político que vive el país, el feminismo y las perspectivas que se abren hacia el 2022.
Ángela María Robledo es hoy una de las congresistas más ampliamente reconocidas del país. En su trayectoria política se puede destacar su trabajo como Representante a la Cámara de Bogotá y su participación, junto con Gustavo Petro, en las elecciones presidenciales del 2018. Estas últimas significaron un hito político en el país, que alcanzó más de 8 millones de votos para una propuesta abiertamente alternativa y de izquierda. Pero iniciando este 2021, Ángela María Robledo renuncia a la Colombia Humana bajo la consigna de “¡el cambio es con las mujeres o no será!“. Alejandro Posso, miembro del colectivo editorial Lanzas y Letras conversó con ella sobre sus planteamientos políticos y sus lecturas acerca del país de hoy y de mañana.
En repetidas ocasiones he percibido cierta afinidad suya con las ideas del Manifiesto de un feminismo para el 99% publicado en el 2019 por Nancy Fraser, Tithi Bhattacharya y Cinzia Arruzza. ¿Cómo explicar su salida de la Colombia Humana a la luz de las apuestas por un feminismo interseccional y para las mayorías?
El texto de estas tres mujeres es muy inspirador porque logra, creo yo, ampliar el ámbito de las aspiraciones de cambio que tenemos las feministas. Tradicionalmente el feminismo se ha enfocado mucho en erradicar las distintas formas de violencia contra las mujeres, sobre todo la violencia sexual y la intrafamiliar, o aquí, por ejemplo, a un ejercicio más identitario y de representación en el mundo de la democracia representativa. También es inspirador porque lo que dice es que existe la aspiración de que esas premisas fundamentales del feminismo puedan ser transformadoras y lleguen al 99% del mundo, de las sociedades, de Colombia, porque, como bien lo ha dicho Piketty en muchos de sus estudios, el 1% de supra-ricos concentran casi el 60% de la riqueza. Entonces, en el título del libro, en ese mensaje, nos encontramos con: primero, una perspectiva de que el feminismo no es solo para las mujeres, segundo, que hay una aspiración de transformación, de agenda política, económica, cultural, social, donde se prioriza el cuidado del ambiente, donde hay que avanzar en políticas de reconocimiento social y de redistribución económica y política.
Otra idea es el tipo de liderazgo que, desde el feminismo, al menos el que yo habito, tiene una condición fundamental: es colectivo. Por eso he sido muy crítica contra la mirada del “techo de cristal”, de que debemos romperlo, porque esta es una perspectiva individualista y además competitiva. Yo me reconozco en un feminismo que considera la cooperación, la solidaridad y la colectividad como premisas fundamentales. Esa aspiración más amplia de feminismo se recogió de manera acotada en el decálogo del programa de la Colombia Humana en el 2018, aunque luego quedó, un tanto, sin desarrollo. Además, ese estilo de liderazgo, que caracteriza de manera teórica al feminismo que habito y a mi manera de hacer política, me llevó a pensar que ese ya no era el lugar para poder seguir trabajando sobre estas aspiraciones de gran transformación en Colombia.
Ahora bien, ya que hablamos un poco acerca de cómo usted habita y entiende el feminismo, me gustaría preguntarle por algo que resalta constantemente en sus tuits bajo el nombre de “feminización de la política”. ¿Qué entiende exactamente Ángela María Robledo por “feminizar la política” más allá de las cuotas de representación para mujeres?
La feminización de la política es un concepto que se ha movido en distintas trazas teóricas del feminismo pero que yo recojo de manera especial de Rita Segato, cuando afirma que feminizar la política es hacer de la solidaridad una práctica cotidiana en el ejercicio de la política, es aspirar a grandes transformaciones para el mundo y, en este caso, para Colombia. De manera específica para nuestro país, es democratizar el funcionamiento de los partidos y los movimientos políticos para que muchas de las decisiones se tomen de manera colegiada, para que reconozcan estos espacios de representación y el aporte de las mujeres que, por muchas condiciones económicas y sociales, no ha sido reconocido.
Para mí una premisa fundamental de feminizar la política es la de mostrar no solo en el discurso, sino en las prácticas cotidianas y en los ejercicios de la política, cero tolerancia frente a cualquier forma de violencia contra las mujeres, contra las jóvenes y contra las niñas.
Habla, de cierto modo, de la democratización de la política. Pero, ¿cómo podríamos hacernos una imagen de lo que eso significa? ¿Qué características debería tener un espacio político para acoger las demandas de ese 99% del que hablamos al principio? Y, más aún, ¿crees que solo es posible avanzar en estas transformaciones en el marco de lo que podríamos llamar la “política institucional”?
Bueno, empiezo por el final. Y hay también una autora que leo y que me inspira a pesar de que no se declaró nunca como feminista, y es Hanna Arendt. Ella dice que la política es el arte de estar juntos y juntas los distintos, ahí hay unos conceptos fundamentales. Es un ejercicio artístico, no pragmático, no meramente de cálculo político; es un ejercicio estético que tiene en cuenta, por supuesto, la ética y la estética, recoge la diferencia y en medio de esa diferencia construye un relato y un proyecto de sociedad. Es decir, que aun los distintos, que aun la ultraderecha representada en el Centro Democrático, la derecha en los conservadores o en Cambio Radical, también ellos con a las fuerzas progresistas podemos construir un proyecto de sociedad; eso me parece a mí que es fundamental.
Pero ya mucho más relacionado con el campo político en el que yo he estado, que es más un ejercicio progresista, alternativo, democrático de la política, pues ahí sí ya hay una aspiración fundamental, que tiene como marco inicial la Constitución del 91; una constitución que fue muy garante en lo social, muy neoliberal en lo económico, y entonces ha acotado ese carácter de vivir en un Estado social de derecho. Y que, tomándola como marco, impulse eso que se ha estado nombrando de muchas maneras, por parte de algunos políticos y políticas, como un gran cambio económico, cultural, social y político en Colombia, para —lo agrego yo de manera específica— dejar de ser uno de los países más desiguales del mundo y uno de los países más violentos del mundo. Yo diría que ese es el escenario.
¿Quiénes están allí? Más allá de lo institucional, por su puesto. Porque en ese proyecto de estar juntos y juntas los distintos, yo diría que por encima de todos están las ciudadanías, y los políticos y las políticas lo que deben hacer, o lo que debemos hacer, es representar esos anhelos, esos sueños, esas expectativas. Eso es lo que no se logra muchas veces desde los partidos políticos, lo que no se logra desde la institucionalidad como el Gobierno nacional o como el Congreso de la República. Como lo decía en una columna la profesora Sandra Borda, todas esas instituciones se vuelven casi como unos castillos medievales que se desconectan de la ciudadanía. Entonces, aquí el sueño y perspectiva es una ciudadanía que encuentra unos canales en la democracia representativa y en la democracia directa, para hacer realidad el vivir en un país con dignidad, en un país donde los sueños y los deseos tengan lugar, y donde encontremos mecanismos en la producción de la riqueza que generen redistribución: redistribución para los que viven en el campo, para los campesinos, para las campesinas, para las familias más pobres y vulnerables de Colombia.
Me gustaría insistir en la cuestión acerca de las características que debería poseer un espacio político que efectivamente acoja las demandas de ese 99% de la población colombiana.
Yo diría que debe tener lo que estoy señalando. La Constitución del 91 fue el gran pacto político y social en Colombia después de toda esa etapa de terrorismo del narcotráfico, y fue un ejercicio muy incluyente. En la Constitución quedaron las voces de las mujeres, de la izquierda, de los indígenas, de los afro, de los maestros, de los científicos; eso es para mí lo que señala es una agenda para el 99%, claro, con un componente que es el feminismo como práctica resistente, como práctica crítica, como práctica también liberadora, y como una sociedad donde las mujeres, las jóvenes y las niñas podamos vivir, podamos desarrollar nuestros sueños, podamos habitar el mundo sin miedo.
Incluso, uno podría decir que para ese 99%, un poco como lo decía en mi carta a Gustavo Petro, este cambio es con las mujeres o no es. Y creo que esta pandemia que nos tiene confinados, que nos tiene comunicándonos a través de estas plataformas, lo que ha demostrado es que el mundo tiene rostro de mujer. Son las mujeres las que han sostenido el mundo desde la protección de la vida en la casa; desde las escuelas, las casas se volvieron escuelas; desde los hospitales, las casas se volvieron hospitales, y desde los espacios de producción y reproducción de la vida que es el espacio doméstico. Entonces ese 99% reconoce a unas protagonistas que se les dice inactivas, mantenidas, atendidas, que son las amas de casa colombianas, que son las que sostienen la vida cotidianamente este país.
Trayendo un poco la mirada hacia el actual contexto, ¿cómo evalúas el desarrollo del movimiento político de mujeres en el país y qué perspectivas habría para el 2022?
Una de las características del movimiento de las mujeres, es que son los movimientos de las mujeres. Hay una enorme diversidad entre esas expresiones de formas de organización de las mujeres tanto en el sector urbano como en el sector rural.
Hay, digamos, avances en el tema normativo en Colombia que poco a poco ha ido consolidando un conjunto de leyes que yo llamo caja de herramientas, para garantizar los derechos humanos de las mujeres, de las jóvenes y las niñas. Entonces hay leyes como en toda la línea de cero tolerancia a las violencias intrafamiliares o violencias sexuales contra las mujeres, ahora hay leyes en el marco de lo que es ir abriendo canales para aumentar la participación de las mujeres en los escenarios de la democracia representativa, es decir en los Concejos, en los edilatos, en las Asambleas, en el Congreso de la República.
Acaba de conquistarse la paridad que es un logro, aunque es formal, porque pueden poner una cantidad de mujeres en las listas pero si no hay un proceso previo… Pero es un logro porque pasamos del 30% al 50%. Pero en términos de nuevamente volver a hablar desde el feminismo para el 99%, del feminismo para la sociedad, esa paridad debe devolverse en todos los ámbitos de la vida de las mujeres. Entonces sí, ahí en ese nicho hay avances.
Hay avances en lo que significó la participación de las mujeres en el proceso del acuerdo de paz, que no es menor. Dejar de ser uno de los países más desiguales del mundo y más violentos es proteger el acuerdo con la FARC, aspirar a una paz con el ELN y lograr la presencia del Estado de manera integral en los territorios, y ahí las mujeres han jugado un rol fundamental. Entonces ese punto y ese balance de las mujeres y la paz para mí también es un nicho muy importante.
Y en el mundo económico hay algunos avances de normatividades que tienen que ver con propender por un reconocimiento en el mundo del trabajo formal: a igual trabajo, igual formación, igual salario. Hay algunos avances, el proyecto que hicimos con Angélica Lozano de la prima doméstica para las trabajadoras y los trabajadores domésticos (sabiendo que son el 90% mujeres), eso fue una señal de reconocer y darle valoración al mundo de la economía del cuidado no remunerada.
Hay algunas iniciativas que se han movido en estos últimos años en el Congreso de la República de fortalecer la dirección de equidad para la mujer en el Ministerio de agricultura, es muy tenue pero está, porque ahí tiene que haber un mayor avance en todo lo que tiene que ver con el mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres campesinas, que no es solo crédito sino acceso a la tierra, canales de comercialización, tiempo libre (que es lo que piden), ese es otro nicho.
Otro que para mí es muy cercano, que quiero y que he trabajado mucho es toda la normatividad relacionada con el mundo del reconocimiento del cuidado no remunerado. De lo que las mujeres hacemos en la casa que es lavar, planchar, cocinar, las mujeres rurales el pan coger, la huerta casera, cuidar los niños, a los enfermos, a los viejos, y que en Colombia hay una ley de uso del tiempo que permite decir que ese aporte de la economía son 180 billones de pesos de los cuales el 80% lo aportan las mujeres. Y atado a eso también ha sido un trabajo muy cercano y muy fuerte en el Sistema Nacional de Cuidado, o sea toda la articulación y la estructuración para descargar la responsabilidad del cuidado en casa, en caso de las mujeres, con un tercer elemento diría yo además del reconocimiento de esta infraestructura para la vida que serían los sistemas de cuidado con una redistribución del cuidado y una enorme tarea cultural para que todos y todas cuidemos.
Ahí hay una tarea que ahora en el proceso electoral de los gobiernos locales empezó a tener desarrollo de sistemas de cuidado en Antioquia, en Medellín, en Cali, en Pasto, en Manizales y en Bogotá. Estamos empezando apenas. Los retos son enormes porque las mujeres en Colombia son las más pobres entre los pobres, y por cada 100 hombres pobres hay 120 mujeres pobres. Entonces el gran reto de la redistribución que fundamentalmente se produce vía el Estado y vía un régimen tributario equitativo, es un elemento pendiente, y otro pues la violencia contra las mujeres. Llevamos 15 feminicidios este año, el año pasado hubo 500 feminicidios, y eso quiere decir que el cuerpo de las mujeres además de que muchos lo consideran una fábrica para parir hijos (así lo quieren considerar) pues es un lugar de dominio, de territorio, de explotación, por el cual hay que seguir trabajando.
Finalmente, y en algo ligada con la pregunta anterior, está la cuestión del campo alternativo de la política colombiana y de la agenda que se abre con la incorporación de nuevos liderazgos como Francia Márquez y la reconfiguración de pactos y alianzas al interior de partidos como el Polo con la salida del MOIR, y de proyectos como la Colombia Humana que hoy acerca a individuos como Armando Benedetti. En concreto, ¿qué balance tiene del sector alternativo y cómo podría leerse este de cara a la feminización de la política?
Bueno pues en Medellín tienen un ejemplo maravilloso que es Estamos Listas. Estamos Listas tiene una agenda feminista y que no se tiene que estar peleando con otros actores para que la agenda sea reconocida y desarrollada. En ese sentido, Estamos Listas es un germen muy interesante de lo que significarían partidos y movimientos políticos liderados y desarrollados por mujeres.
Hay una reconfiguración del sector alternativo que tenemos que ver cómo va a funcionar, porque ahí me enuncias una serie de eventos que son recientes y que vamos a ver qué significan. Una figura como Francia Márquez, una mujer que ha sido víctima, que es negra, que ha sido una mujer hecha a pulso, que en su proceso educativo le tocó peleárselo, Francia es como un ejemplo de interseccionalidad, de muchas formas de exclusión que ella por su tarea y su trabajo logró superar pero que quiere que no sea un asunto para ella sola sino para el pueblo negro de Colombia. Francia seguramente va a estar en Colombia Humana o en el Polo, en esa coalición que se conforma, y yo creo que ella va hacer una figura muy interesante, muy inspiradora, bueno porque además Francia tiene una lucha muy importante que es el cuidado del agua y el cuidado del ambiente, entonces creo que ahí hay un hecho interesante.
La escisión del Polo y Dignidad (ahora se llama Dignidad) hay que mirar hacia dónde evoluciona, el Polo ya anunció que va a tener un candidato que es Alexander López, que va a hacer una coalición para el Congreso de la República con Colombia humana y la UP y el MAIS, y bueno vamos a ver eso cómo se mueve. Creo que Jorge Robledo puede estar mucho más cerca de la coalición centroizquierda, y que quizás Dignidad desemboque en el Partido Verde, es probable. Pero también sabemos que están haciendo una tarea en Dignidad en el tema de mirar y trabajar cómo van a incorporar con muchísima más fuerza el tema de las mujeres y el tema del feminismo. Dignidad tiene una mujer (a muchas pero bueno yo hablo de una de las que conozco) que es Natalia Moreno que hizo campaña el Concejo de Bogotá y que ha ido haciendo escuela de formación política de las mujeres en el Polo antes, y bueno, vamos a ver ahora en Dignidad cómo lo va a hacer, entonces ahí también hay cosas interesantes.
Ahora, frente a Benedetti y Roy Barreras. Habría que decir que Roy es un hombre de paz, su bandera será la defensa del acuerdo de paz al ciento por ciento. No sé hacia dónde se vaya mover, y bueno de todas maneras es como abrirle una grieta al Partido de la U, un partido muy tradicional y Roy ha ido haciendo un camino. Proviene de ser un político muy tradicional a meterse un poco más en estos ejercicios. Y Benedetti para mí es una enorme sorpresa, Benedetti en Colombia Humana y que esta mañana o ayer había anunciado su interés a ser alcalde de Bogotá, fue saltándose por encima una cantidad de elementos que hablando de feminismo y democracia interna de los partidos, de los movimientos, pues él se los pasa por delante, y no entiendo muy bien qué va a hacer Benedetti en Colombia Humana. No sé, además, pues con todas sus expresiones y lo que ha pasado pienso que Benedetti es un machista de tiempo completo. Ahora, todos podemos aprender, eso es lo que va a pasar. Y mi salida de la Colombia Humana hay que mirar qué produce. Hay una invitación del Partido Verde, hay un interés porque no escondo el interés, se puede consolidar una precandidatura, yo no sé dónde, de pronto puede ser en el Verde, pero sería una precandidatura de una mujer feminista alternativa y que quisiera ayudar a una gran, gran coalición.