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A dos años del acuerdo final, el balance de FARC

Victoria Sandino, integrante de la Dirección Nacional de FARC, expresa la mirada de su organización en esta entrevista que integra el libro Final Abierto. 

«Hubiésemos podido seguir la guerra indefinidamente, ni las FARC avanzábamos ni el régimen lograba aniquilarnos»

[FECHA DE LA ENTREVISTA: ABRIL DE 2018] 

Después de firmados los acuerdos de La Habana se evidencia una alta cuota de incumplimientos por parte del Estado. ¿No siente que, a la nueva FARC y a la izquierda en general, le falta fuerza para hacer respetar cuestiones básicas de lo acordado?

Hay que señalar que efectivamente al Estado colombiano en su conjunto le ha quedado grande la implementación de la paz. No ha existido el suficiente compromiso para cumplir lo pactado.

Está el tema de los prisioneros políticos, por un lado, tenemos un importante número de prisioneros nuestros; pero también presos políticos y sociales, que no han salido de la cárcel, y el objetivo de la amnistía también es para ellos y para ellas. Eso desde la rama judicial, pero también están los incumplimientos por parte del Congreso de la República, que tenía que tramitar una serie de normas, leyes, que permitieran la adecuación institucional del Estado colombiano a la implementación de la paz, y resulta que no lo dieron, no lo hicieron, no lo aprobaron. Entre eso está el tema de las circunscripciones especiales, que tendrían que haberse presentado en esta etapa y no se hicieron, o la misma reforma rural integrada, donde el Gobierno ha presentado dos proyectos y los dos sin consenso con las FARC en la CSIVI, que es la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo.

Por otro lado, tenemos por parte del mismo Ejecutivo, el Gobierno de Santos, que no ha cumplido en lo que tiene que ver con la implementación temprana. En algunos puntos que menciono, como el PNIS, que es el Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito, la gente firmó el contrato expresando que se someterían, que se vinculaban a esos procesos de sustitución voluntaria, pero qué ha ocurrido: el Gobierno no les ha cumplido, porque se han dado algunos subsidios, pero eso no es lo que buscaba el programa. Lo que buscaba [el programa] era la sustitución, para eso tenían que haber unos procesos: a medida que se iban sustituyendo iban entrando los proyectos productivos de sustitución. Eso debía tener una garantía jurídica, por ejemplo, a las personas que firmaban el convenio, para eso tenía que hacerse una ley en el Congreso y eso no se hizo. Hoy el tratamiento penal diferencial no está aprobado, por lo tanto, estas personas que firmaron el convenio han sido engañadas, ahí hay una grave problemática. En ese sentido, el incumplimiento del Gobierno a lo largo de más de un año, casi año y medio de la implementación, es de un incumplimiento sistemático. No solamente del Gobierno: del Estado colombiano. Lo hacen como adrede, como a propósito.

¿Si nos faltó más fuerza a las FARC y a la izquierda colombiana? pues, indiscutiblemente lo que se logró en el acuerdo es lo que correspondía a la correlación de fuerzas. Si las condiciones del movimiento social hubieran sido otras, seguramente el resultado del acuerdo sería otro. La izquierda en general, toda la izquierda y todos los sectores sociales, no abrazaron el proceso. Así hayan dicho que es un proceso que estuvo solamente entre dos partes… es que son dos partes las negociadoras. Por el lado de las FARC, obviamente quisimos que eso fuera más amplio, que hubiese mayor protagonismo de los sectores sociales, cuando el Gobierno no quería absolutamente nada de esto, el Gobierno no estaba apostándole a que aquí se lograran recoger las propuestas de la gente, en absoluto.

Las propuestas del Gobierno simplemente eran para que hubiese un desarme «digno», según ellos, y no otra cosa distinta. Ahora, cuando se definió la agenda de los seis puntos, obviamente que no estaba para nada en sus cálculos la participación del movimiento social. Sin embargo, se lograron hacer varios foros temáticos, pero también audiencias con las víctimas, más allá de los foros, incluso audiencias en términos y materia de género, en materia de enfoque étnico. Fue algo que pudimos lograr por la participación de los distintos sectores. Pero la gente no se ha apropiado del conjunto de los acuerdos, y en esto priman muchas cosas, sectarismos…

Yo pensé que el proceso de unidad en Colombia era más sencillo, en serio, lo digo desde mi perspectiva cuando estaba en la montaña. Pero construir la unidad es un proceso muy complejo. Mientras la derecha y la extrema derecha se ponen de acuerdo en unos segundos, la izquierda sigue muy dividida, con muchos egos por delante, con mucha soberbia, diría yo, de parte de muchos sectores, de muchas personas con poco compromiso con la paz y con el futuro de Colombia.

Hay que decir que importantes sectores se movilizaron cuando el tema del No, pero no fue el conjunto del movimiento social. A mí en lo personal eso me sorprendió, más en torno al tema de la unidad

En lo que es la falta de apropiación del acuerdo, obviamente corresponde a una estrategia que ha diseñado el mismo sistema, es decir, el de no hacer pedagogía, de no llegar a los territorios para que la gente lo pelee, lo implemente, lo sienta suyo, lo defienda. Entonces la gente piensa que ya se firmó la paz, que la paz fue desarme y que de aquí en adelante ya no hay más que hacer. Lo que está ocurriendo es que se están perdiendo importantes escenarios de confrontación, peleas y conquistas del movimiento social para mejorar las condiciones de vida de la sociedad colombiana.

La Fundación Paz y Reconciliación establece que en la actualidad podrían ser unos 800 los exintegrantes de las FARC que se reorganizaron de manera independiente, y que están en un proceso de reclutamiento que alcanza a 1200 personas organizadas bajo el rótulo genérico «disidencias de las FARC» ¿cree que hay contexto para que esas expresiones sigan creciendo? A su vez, el ELN parece lejos aún de llegar a acuerdos definitivos sobre desarme ¿cree que seguirá habiendo lucha armada revolucionaria en Colombia más allá del paso de ustedes a la política legal?

Es una cosa muy compleja, muy difícil de prever. Todo esto dependerá de cómo se aborden los problemas fundamentales de la sociedad colombiana. Que existan o no grupos o movimientos armados revolucionarios va a depender del cumplimiento del acuerdo, pero también del avance del proceso con el ELN.

En esta etapa de la vida colombiana y del conflicto colombiano confluyen muchísimos elementos, muy complicados, como el mismo tema del narcotráfico, como las bandas criminales o grupos paramilitares, con otras no necesariamente metidas en el fenómeno del narcotráfico, pero sí de los terratenientes, incluso de las multinacionales que los han sostenido y mantenido justamente para sembrar terror en la población.

Todas esas fuerzas que confluyen en este conflicto hacen esta realidad muy compleja, muy difícil, una guerra asimétrica, desigual en todos los sentidos, para la sociedad colombiana y especialmente para los sectores sociales y populares, porque en últimas siguen asesinando al movimiento social, los líderes y lideresas, siguen matando a la gente que estamos apostando a la paz. Nosotros estamos haciendo toda una apuesta absoluta a la paz; no seremos nosotros y nosotras quienes vamos a retroceder, ni a retornar el conflicto armado ni mucho menos, pero si aquí no hay condiciones específicas, condiciones de cambio, condiciones que renueven esta vida política, económica y social que tiene Colombia, que se hagan cambios estructurales, es muy difícil que demos un salto de página.

Es muy difícil lo de las disidencias, porque hay unas situaciones: es cierto que muchos compañeros y compañeras nuestras expresaron su enorme preocupación ante los incumplimientos del régimen, del Gobierno, y eso es una razón política que no hay que perder de vista. Esos temores a ese incumplimiento los tuvimos nosotros también, aunque nuestra decisión es que eso no nos puede llamar a retornar al monte, porque de lo contrario, entonces, no hubiésemos hecho el acuerdo.

Cuando hicimos el acuerdo sabíamos que nos enfrentábamos a una pelea tenaz, más dura aún, para su cumplimiento, y aun así lo asumimos. Entonces sí hay gente nuestra que tuvo mucho miedo, por ejemplo, con el tema de los incumplimientos del Gobierno, y es posible también que alguno de nuestros compañeros y compañeras que estuvieron en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación también hayan retornado por esos mismos incumplimientos, porque empezaron a apresar gente, no solo quienes ya estaban en las cárceles sino gente que estaba moviéndose.

Seguramente también habrá muchos que no son disidencias, son personas que, como ocurrió en Tumaco, son parte de grupos ligados al narcotráfico. Eso sí no tiene nada que ver, esos grupos no se dieron como disidencia de la organización, sino que fueron promovidos por personas que en algún momento estuvieron y que se abrieron mucho antes del proceso, justamente por la labor que estaban realizando, entonces no se pueden llamar disidencias.

En octubre de 2017, en entrevista con HispanTV, usted afirmó que las mujeres han estado históricamente ausentes de la vida política nacional, y puso como ejemplo el Congreso de la República, señalando que allí solamente el 20% son mujeres. Sin embargo, también entre los diez representantes a la Cámara y al Senado que propone FARC, solo dos son mujeres, usted y Sandra Ramírez ¿qué falta para que el rol de la mujer al interior de su organización sea más visible?

Hay que hablar primero de la ausencia y falta de participación que tenemos las mujeres en la vida pública y nacional. Tenemos que reconocer que Colombia, además de capitalista y neoliberal, tiene un régimen patriarcal, antes que nada, y que ha tenido siempre una particularidad que es la discriminación, la estigmatización, victimización y violencia contra las mujeres. Hay que profundizar en lo que hemos llamado las feministas la feminización de la pobreza, porque efectivamente las mujeres en Colombia y en el mundo siguen siendo más pobres. A eso se suma lo que ocurre en la guerra, que impacta de manera diferencial y desproporcionada a las mujeres.

Ahorita mismo, en este nuevo Congreso que se acaba de elegir, las mujeres representan el 23%, no ha aumentado respecto a la composición anterior, las únicas que aumentamos esa cantidad seremos nosotras dos, ahora sumaremos 25 mujeres. La subrepresentación en la vida política nacional de las mujeres sigue siendo muy alta.

El otro elemento es que no porque estén mujeres, representen los intereses de las mujeres y de las diversidades y el conjunto de la sociedad. Si fuera así, diríamos que el Centro Democrático sería el más igualitario y equitativo, porque a la hora de la verdad ellos son los que han puesto más mujeres tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, pero hay que ver el tipo de mujeres que ha puesto, que no tienen ninguna identidad con la lucha de las mujeres, que no apoyan ni respaldarían ninguna iniciativa de las mujeres. Por eso el tema no es poner cuotas de mujeres por poner, es importante que haya mujeres, lo que quiero decir es que no porque haya un 50% de mujeres signifique que ese 50%, en la instancia de toma de decisiones, van a defender los intereses de las mujeres.

En el caso nuestro, de la insurgencia, es un fenómeno mucho más complejo, no es tan simple. Nosotros apenas acabamos de nacer, de pasar a la vida política nacional, la vida política legal, abierta. Durante 53 años estuvimos en la insurgencia. En esos 53 años siempre hubo mujeres, claro, no en las mismas proporciones, no en la misma condición, por eso siempre hubo muchos cuestionamientos sobre por qué las mujeres no están en las direcciones.

Hay muchísimas razones, y entre esas razones obviamente hay mucho de patriarcado, de relaciones verticales, de que los jefes fueron los hombres, y de que existe un alto grado de machismo al interior de nuestra organización y al interior de todos los ejércitos, eso no es nuevo para nadie. Es un absurdo pensar que no. Pero también se ha dicho mucho en Colombia y en el mundo que la guerra no es cosa de mujeres, lo que es una falsedad. Que la guerra no está hecha para mujeres. Digo que es una falsedad, y podrían tener razón quienes eso dicen por las dificultades enormes que tienen que atravesar las mujeres que están en la guerra, porque efectivamente las condiciones de la guerra son tan inhumanas, adversas, difíciles, que obviamente a las mujeres que estuvimos nos fue mucho más complejo la permanencia en la guerra.

En la guerrilla nunca fuimos tantas. Nosotras creíamos que sí, por toda la bulla y el peso que teníamos en la organización. Llegamos a pensar que éramos el 35%, nos atrevíamos a decir el 40%, pero realmente no. En el censo que hizo la Universidad Nacional en las Zonas Veredales no alcanzamos siendo el 23%. Entonces estamos hablando de un 23% desde el cual nosotras, que apenas estamos saliendo a estas condiciones de la civilidad y de la construcción de la paz, no podemos pedir el 50%, difícilmente nos queda pedir la paridad, es una cosa absurda, no es lógica.

Obviamente nosotras estamos por la igualdad, esta es una lucha nuestra, de las mujeres insurgentes, de las mujeres guerrilleras. Esto no ha sido algo surgido de los grandes jefes que dijeron vamos a luchar por las mujeres. Fue una lucha nuestra, que la ganamos, pero ninguna lucha se conquista de un solo tajo. Supongamos que somos ese 23% o 25%, donde apenas 1 mujer llegó a estar en el Estado Mayor Central por primera vez en el año 2015, las otras 11 estuvimos después, y esa logró estar en el Estado Mayor en ese año porque lo peleamos las mujeres, porque lo exigimos y porque lo propusimos, no solamente a ella sino a un grupo de compañeras. Pero eso no es fácil, porque la votación para que estuviera en el Estado Mayor la hacían los demás integrantes, que eran todos hombres. Se trataba de una mujer que era tan antigua como muchos de ellos, entonces no tenían ninguna objeción para decir que no podía estar en la dirección nacional.

Hemos dado saltos muy importantes, hoy no se cuestiona si las mujeres estamos o no estamos, somos cada vez más mujeres peleando por estar allí. A los hombres en las direcciones no se les pide capacidad política, organizativa, a los hombres simplemente se les da esa condición. En cambio, a nosotras se nos exige y nos exigimos capacidad: si ponemos mujeres allí tienen que ser mujeres que seamos tan capaces o más, que muchos de los que puedan estar ahí.

Estamos en este proceso de formación, de cohesión, de fortalecimiento, de afianzarnos, de ganar confianza, porque no es un asunto de pedir queremos estar, claro que queremos estar, pero no estamos diciendo tenemos que estar tanto por ciento, no, porque de aquí a mañana la pelea no va a ser por una cuota del tanto por ciento.

Vamos en un ritmo de preparación, organización, fortalecimiento del trabajo con mujeres, y de ganar espacio en la organización. No es fácil, porque los hombres siguen siendo mayoritarios, mayoría en la dirección, y estos hombres no tienen todavía esta concepción a pesar de que el partido, —como conquista nuestra, de las mujeres— se haya declarado un partido feminista, a través de un feminismo insurgente que le hemos llamado, o se haya declarado un partido antipatriarcal con garantía plena y respeto al derecho de las mujeres. Eso es un proceso que hay que construir, hay que formar a esas nuevas generaciones, a esos hombres y mujeres en lograr esos niveles de igualdad.

¿Qué valoración general tiene de este período de negociaciones con las insurgencias, teniendo en cuenta tanto los acuerdos de La Habana, como la mesa aún abierta en Quito con el ELN? ¿cómo cree que este momento político será recordado en el futuro, cómo será incorporado a la historia de Colombia?

La valoración con respecto a estos períodos de negociaciones que se han abierto, primero con el acuerdo de paz con las FARC en La Habana y segundo con este proceso que se está llevando con los compañeros y compañeras del ELN, es que se trata de un momento histórico en Colombia, de mucha trascendencia. En el último medio siglo es lo más importante que ha ocurrido con Colombia, no solamente por la trascendencia y el significado mismo que tienen.

Cuando hubo la negociación con el M-19, con el Ejército Popular de Liberación, con estos otros movimientos insurgentes en los años noventa, se puede decir que quedó más de la mitad de la insurgencia en armas, las dos guerrillas más grandes, más antiguas, las más fortalecidas en ese momento. Si bien en ese momento se dieron pasos importantes como la Constituyente y la Constitución del 91, hubo otros aspectos que no fueron tratados ni resueltos, como los problemas estructurales de la sociedad colombiana, que están relacionados con los aspectos sociales, económicos, políticos de nuestra Colombia sufrida.

En La Habana —yo estuve allí y fui una protagonista de esos acuerdos— desde el principio quisimos que fuera un solo proceso con el ELN, como llegamos a hablar en algunas oportunidades con los compañeros y compañeras. Llegamos a plantear incluso: creemos dos mesas, pero un solo proceso. ¿Cuál era el objetivo de esto? si nosotros habíamos alcanzado una agenda de seis puntos mínimos, pues que pudiéramos apoyarnos con los compañeros y compañeras del ELN para definir, por ejemplo, cuáles iban a ser esos puntos que estaban débiles, y que ellos podrían abordar y retomar, o viceversa. Eso nos hubiera podido hacer mucho más fuertes, pero esa situación no se dio.

Al Gobierno no le interesaba tener eso porque hubiera implicado un proceso mucho más fuerte de nuestra parte. Eso no se dio, pero no por eso el acuerdo de La Habana ha sido menor. Creo que este acuerdo, insisto, es de lo mejor que hemos podido lograr en Colombia. Si en un momento, como sucedió en los noventa, se logró lo de la Constituyente, pues en esta etapa hemos abordado puntos fundamentales de la sociedad. No es lo que queríamos, nosotros íbamos por más, el Gobierno iba por mucho menos, pero en un proceso de negociación eso es lo que hay que buscar: salidas, si se quiere llegar a un acuerdo.

Pudimos lograr un importantísimo avance en materia del problema de la tierra, de la reforma rural integral que es uno de los problemas fundamentales que han originado este conflicto. También el tema de participación política, que es una fuente primaria de la violencia política que existe en nuestro país, o el mismo conflicto de los cultivos de uso ilícito. Otro gran punto, por ejemplo, el tema de las víctimas. Ha sido tan numerosa la cantidad, de un impacto tan desproporcionado, de manera especial en las mujeres. La violencia ha sido una violencia sistemática, desproporcionada, contra la población civil en los territorios, las comunidades rurales, campesinas, indígenas, afrodescendientes, con los pueblos étnicos. Todo esto ha tenido un fuerte impacto en la sociedad colombiana.

Esos puntos, si bien es cierto no eran todos los puntos que hubiésemos querido abordar en La Habana, son puntos fundamentales que sientan las bases para salir de esta guerra tan prolongada. Aquí hubiésemos podido seguir de manera indefinida enfrentándonos, hasta el último mohicano, pero no daba más, ni nosotros avanzábamos ni el régimen había logrado aniquilarnos como había sido su propósito; aún con todos los planes, con todos los dineros que pudo tener, no logró nuestra derrota. Y nosotros tampoco logramos la derrota del régimen como nos lo habíamos planteado.

Para nosotros y nosotras esta siempre fue una opción, fue una búsqueda permanente, una apuesta decidida de Marulanda desde siempre, desde los años de Riochiquito, de Marquetalia, Guayabero. Siempre se estuvo evitando la guerra y no fue posible. Con el Gobierno de Santos podemos decir que encontramos este espacio, le apostamos y pues pudimos concretar el acuerdo, que es el que salió.

Nosotros no hemos renunciado ni a nuestros sueños, ni a nuestros principios ni a nuestros ideales. Obviamente esto no es un asunto que pensemos que lo tenemos que lograr solos, esto es un proceso, por eso le apostamos tanto tiempo. Obviamente que el sueño de una sociedad más justa, socialista, llámese el nombre que tenga pero que sea una sociedad incluyente, donde se garanticen los derechos fundamentales de las personas, que exista la justicia social, que haya equidad, igualdad de género, entre hombres y mujeres, eso es lo que anhelamos, y a eso seguimos apostando. Por supuesto que queremos avanzar en esta vía, ojalá que eso nos evite tanto derramamiento de sangre y tantas vidas que se han perdido a lo largo de esta confrontación.

Con los compañeros y compañeras del ELN no fue posible alcanzar ese solo proceso que queríamos. De todas formas, tenemos esperanzas en que el proceso de Quito prospere. Ojalá queden amarradas bases suficientes para avanzar, para concretar un acuerdo definitivo, también que dé por resultado una paz completa.

¿Sobre cómo será recordado este período en la historia? pues la historia la escriben regularmente los vencedores. En esta oportunidad nosotros aspiramos a que los vencedores, o mejor dicho la vencedora, sea la paz, una paz con justicia social. La historia será escrita y recordada dependiendo de cómo el pueblo colombiano y de cómo todos los sectores sociales podamos participar en ella.

Hay intentos de relatos de la historia, por ejemplo, desde la comisión que se creó en La Habana, que es una comisión importante, de expertos, investigadores, que da elementos significativos del origen del conflicto en Colombia. Pero eso hay que profundizarlo, porque eso fue un trabajo de seis meses de un grupo de investigadores, pero hay que mirar en dónde termina esta historia, y hay que socializarla mucho. No nos podemos quedar en unos textos escritos por expertos allá en los anaqueles de cualquier biblioteca sin que llegue a las escuelas, a los colegios, sin que llegue al lenguaje de la gente del común. Sobre cómo será recordado este período, dependerá justamente de que triunfe o no el proceso de la paz. Si no se dan las garantías o si los Gobiernos venideros no cumplen con lo pactado, como éste ya empezó a incumplir, entonces obviamente que será muy lamentable, será triste que Colombia haya perdido esa gran oportunidad.

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* Victoria Sandino Simanca Herrera (Córdoba, 1965) es integrante de la Dirección Nacional de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC). Fue comandante guerrillera, responsable del relacionamiento político y organizativo de masas en el Comando Conjunto Central Adán Izquierdo. Integró la delegación de paz de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) en La Habana, participó de la Mesa de negociaciones y estuvo al frente de la Subcomisión de Género. Ocupará una banca en el Senado de la República (2018-2022) como parte de las 10 curules que le corresponde a su fuerza política tras la firma de los acuerdos.