El balompié colombiano se enfrenta a grandes retos con la democratización de este deporte. Muchas de las barreras que impiden esta transformación son impuestas por privados y, en últimas, los dueños de los clubes de primera división masculina. Sin embargo, la Copa América Femenina que se celebra este año en nuestro país es una demostración de como las mujeres futbolistas se abren paso en el fútbol nacional, aunque también desenmascara las injusticias de este deporte.
Por: Steve García*. Tal vez no es muy visible que el fútbol profesional colombiano se sostiene en una estructura sorprendentemente precaria. Por ejemplo, para el caso masculino, la liga colombiana sólo tiene dos divisiones profesionales y esto apenas desde 1991, mientras que la liga ecuatoriana tiene fútbol profesional hasta tercera división desde 1971. El grupo de dirigentes de clubes profesionales ha sido conformado por personas condenadas por corrupción, lavado de activos e incluso homicidio; además, presentan un prontuario extensísimo de prácticas ilegales por el manejo de sus equipos: salarios en nómina paralela, contratos que no completan una temporada entera y hasta cobro de dinero a jugadores de divisiones inferiores a cambio de oportunidades.
La crisis del fútbol profesional en Colombia se podría desglosar en una larga lista, sin embargo, este texto que pretende ocuparse de otra cosa. ¿A qué pueden aspirar las futbolistas colombianas de cara a la exigencia de profesionalización de su labor, mientras esta siga dependiendo de una clase dirigencial que, más allá de los ingresos ordinarios de taquilla y televisión, no apuesta ni por lo que se supone que sí es un negocio rentable?
Aquí dos ejemplos más: solamente mirando un año atrás nos encontramos con que la dirigencia del Atlético Bucaramanga anunció la eliminación de sus divisiones inferiores y, peor aún, uno de los equipos más antiguos de nuestra liga, el Cúcuta Deportivo, desapareció por un acumulado de prácticas dirigenciales malintencionadas que lo llevaron a la quiebra.
Lo anterior es una parte importante del contexto para hablar de fútbol femenino. La estructura institucional que se presenta como la que posibilita los insuficientes esfuerzos por consolidar una liga realmente tiene secuestrada la profesionalización de las mujeres futbolistas. Ellos mismos se presentan como una cofradía y actuando como tal, igual que como han impedido la entrada de nuevos clubes a la organización y la creación de una tercera división, han mantenido supeditado la realización de la liga femenina a los clubes ya existentes.
El debut de la selección Colombia en la Copa América femenina 2022 quedará marcado por una de las muestras más claras de este secuestro: las futbolistas profesionales que, más que la misma organización del fútbol colombiano, apostaron por la realización de la copa en Colombia con la esperanza de que esto fuera un impulso para fortalecer la liga, cantan el himno con los puños arriba como protesta por la noticia de una nueva cancelación de la edición del segundo semestre de la competencia. Planes de trabajo, gestión de patrocinios, planes de mercadeo y todas las ideas posibles para mostrar que la competencia es viable –que con toda razón han sido acompañados de la protesta– han sido respondidas por la Federación Colombiana de fútbol con vetos de jugadoras de la selección. Los directivos de los clubes colombianos tienen miedo a que haya nuevas voces opinando sobre sus negocios y sólo han acatado las exigencias de la Conmebol para realizar la liga cuando fueron obligados a tener equipos femeninos como condición para participar en torneos internacionales.
Alguien se atreverá a decir que los clubes hacen un favor al sostener las competiciones de mujeres, pero es fácil demostrar que, incluso antes de la profesionalización, existen instituciones exitosas en el desarrollo de condiciones para el fútbol femenino profesional.
Tal vez el ejemplo más contundente es el Club Formas Íntimas de Medellín, que tiene que someterse a la voluntad de los clubes de la Dimayor (primero Envigado Fútbol Club y ahora Independiente Medellín) para hacer parte de la liga. A propósito, Liliana Zapata, referente del fútbol femenino colombiano y quien preside el Club Formas Íntimas, ha manifestado la intención que tienen para jugar como club independiente de cualquier otro club profesional. Refiriéndose a su intención de participar como Formas Íntimas en la primera liga profesional de fútbol femenino en Colombia, realizada en 2017, dice:
Nosotros desde la primera liga lo pusimos sobre la mesa, les dijimos que vinieran a Medellín, vieran nuestra infraestructura, las jugadoras que tenemos. Pero nos explicaron que eso no se podía: ‘no, porque ustedes no son un equipo profesional y eso pertenece a otra rama’… (Jaramillo Seligman, 2021, p. 82).
El contrasentido se encuentra en la misma estructura del fútbol masculino donde los clubes basados en procesos apoyados por la empresa privada –igual que el Club Formas Íntimas patrocinado por la empresa con el mismo nombre– son probadamente exitosos. Ejemplos hay por montones, como el Bayern Leverkusen que lleva el nombre de la farmacéutica que dio los apoyos para su creación en 1903, y otros más recientes como la lista de los clubes de apellido Red Bull que están por todo el mundo. En América tenemos al Cruz Azul –de una cementera– o al Sporting Cristal –de una cervecera– entre muchos otros. Desde la década de los 70 esta fórmula ha sido probada. Amparo Maldonado cuenta como en los torneos de la liga del Valle, desde el 71 al 74 se conformó un equipo con apoyo de la empresa Águila Roja que salió campeón en 4 ocasiones (Jaramillo Seligman, 2021).
La industria del fútbol masculino está mucho más consolidada, pero esto no significa que su apoyo sea la cuestión definitiva para el éxito. Es fácil reconocer entre las ligas mejor estructuradas de fútbol femenino que hay una participación fundamental de clubes netamente de mujeres, como en la National Women’s Soccer League de EE. UU. y, aunque menos común, casos como el Clube Recreativo e Esportivo de Subtenientes y Sargentos de la Policía Militar del Distrito Federal de Brasil, donde el equipo de mujeres es mucho más representativo y exitoso que el equipo de hombres. Otras instituciones de diversos ámbitos sociales han hecho parte del fútbol profesional y su participación sería fundamental en la restructuración de una liga con garantías.
En los años 90, la liga de Bogotá organizaba un cuadrangular femenino en el que participó la Universidad Nacional de Colombia, institución que, aunque ya no tiene equipo de fútbol profesional, hizo parte de la primera liga profesional masculina en 1948. En estos cuadrangulares de nuevo estuvo presente la empresa privada, con la Industria de Tornillos y Bases (Indutorba). También se ha probado la posibilidad de un modelo mixto como en España, donde existen equipos femeninos de los clubes de La Liga y otros clubes denominados independientes que tienen unos apoyos especiales por parte de la organización para disminuir las posibles brechas. De esta forma sobresalen la Unión Deportiva Granadilla Tenerife, equipo apoyado por la empresa Egatesa de la industria de Cárnicos, así como el Madrid CFF. España también muestra las posibilidades de una gestión independiente desde la gestión de patrocinios de La Primera Iberdrola, nombre de la liga femenina por efectos del patrocinio del grupo empresarial de la industria de comercialización de energía.
En cambio, volver a la situación del fútbol profesional colombiano es encontrar una estructura institucional secuestrada, en la que dueños de clubes han blindado una puerta giratoria que les ha permitido a unos mismos empresarios pasar por diferentes clubes hasta incluso desaparecerlos, unos grupos empresariales que siendo dueños de equipos patrocinan a otros clubes y a la liga misma, y hasta un absurdo manejo de los negocios de derechos de televisión en el que los clubes grandes se perjudican a sí mismos. ¿Cómo pensar la consolidación del fútbol femenino de clubes y selecciones en este escenario?
Al mismo tiempo que jugadoras como Daniela Montoya ponen a celebrar a Colombia y a la federación con sus goles sabe que se queda sin trabajo por la cancelación de la liga, y aunque sale a protestar con los puños en alto, seguro recuerda que antes fue vetada de la selección por Luis Bedoya: preso por corrupción mientras fue presidente de la Federación.
Mientras tanto, el camino para las mujeres futbolistas seguirá siendo de disputa en el corto y puede que mediano plazo, porque un cambio en la estructura institucional acorde a los desafíos se ve lejano. Sin embargo, igual que en muchos otros ámbitos de la sociedad, se abre una oportunidad única en Colombia para la garantía de derechos con la llegada del primer gobierno que reconoce las mayorías populares. Un Ministerio del Deporte que siga poniendo los recursos, pero que además exija las garantías mínimas y sancione la falta de ellas, podría cambiar un poco el escenario.
La estructura del fútbol es un ejemplo excepcional de una organización con un sistema de justicia propio y ha sido un escenario perfecto para limitar el alcance de muchas discusiones y disputas en su interior. Pero, con goles, con puños en alto y con propuestas concretas, como ha sido siempre, seguramente las mujeres futbolistas seguirán avanzando en liberar su profesión del secuestro en el que la organización del fútbol colombiano la ha mantenido.
* Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia.
Referencias
Jaramillo Seligman, Carolina (2021). Balón de cristal. Una historia del fútbol femenino en Colombia. Planeta