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Al pequeño Benjamín

Relatos, cartas, bicicletas. ¿Cómo andar y desandar los tantos caminos que engendran en nosotros el “hombre” que se sabe “hombre”? Una cartografía de sentimientos entre los que se abre paso el dolor. Entre cicatrices y recuerdos una carta “Al pequeño Benjamín”.*   

Cualquier cuidad, 04 de marzo de 2020

Las bicicletas, me gustan mucho las bicicletas. Mi padre me regaló la primera, era azul; azul es el color de los niños. No viví con mi padre. Mi padre se llama Bernardo. “Bernardo y su reloj” se llamaba un programa de la tele inglesa de un niño que podía viajar en el tiempo. A veces me gustaría viajar en el tiempo, como aquí, como viajar en bicicleta.

La bicicleta tenía rueditas, mi padre, desde la distancia, mandó quitarle las rueditas. La distancia y mi padre siempre han estado juntos.

Sin rueditas me caía, caerse duele. Aún me sigo cayendo en bicicleta. Me siguen gustando las bicicletas, me sigue doliendo caerme. Me sigue doliendo la cercanía de Bernardo y la distancia.

Caerse frecuentemente deja cicatrices. Cuando pienso en cicatrices lo recuerdo mucho a él. No me gusta recordarlo. Preferiría que todo fuera una mentira. A veces creo que lo del regalo de la bicicleta también fue una mentira.

Mi padre solía olvidar las promesas que hacía. No se ya si la historia de la bicicleta es real, sé que la bicicleta sí, sé que así la recuerdo, sé que me sigue doliendo como sé que hay muchas de mis prácticas y discursos como “varón”, “hombre”, “macho” que tienen que ver con una presente ausencia de Bernardo. Sé que el tiempo y olvido también son cercanos.

Aunque no tenía rueditas practicaba mucho para, algún día, viajar en bicicleta. Me tuve que caer mucho. Anhelé mucho viajar lejos. Me da mucho miedo parecerme a Bernardo, cada vez estoy unos giros de rueda más cerca de ser como él.

Las bicicletas, me gustan mucho las bicicletas. Mi padre me regaló la primera, era azul; azul es el color de los niños. Yo fui un niño muchas pedaladas atrás.

Yo me llamo Benjamín. Benjamín me lo puso mi padre.

Yo me llamo Antonio. Antonio me lo puso mi madre.

“Aja, claro, lo que tu digas Benjamín” le decía mi madre a mi padre cuando Bernardo le mentía.

* Carta de la serie Cicatrices. Porque hacerse a otro cuerpo, otra piel y otra idea y práctica de implica trabajo, reflexión y, sobre todo, una profunda lucha que deja marcas.