La biblia versus la wiphala. Sobre el golpe de Estado en Bolivia

En la situación actual de Bolivia está en disputa mucho más que el control del gobierno, la biblia usada por los opresores e imponiéndose violentamente sobre la combativa wiphala nos trae la imagen de 500 años de dominación colonial. ¿Qué significa este golpe de Estado? 

Ha ocurrido un nuevo golpe de Estado en América Latina. Esta vez fue en Bolivia. Un golpe de Estado contra el movimiento indígena, contra los movimientos sociales, contra los trabajadores, cocaleros, indígenas. Un golpe de Estado impulsado por los Estados Unidos, dueños y señores del negocio global del narcotráfico, exportadores de una política que lo impulsa en todas sus fases, antes que reducirlo.

En una rueda de prensa, Evo Morales primer presidente aymara, indígena, de Bolivía renunció; lo hizo bajo la presión de los sectores derrotados en las elecciones del pasado 20 de octubre. Con asesinatos, torturas, asonadas, legalizados con moderadas sugerencias de los mandos policiales y militares, el gobierno que sacó de la pobreza y el analfabetismo a Bolivia tuvo que renunciar.

Morales, dirigente sindical, cocalero, así mismito, cocalero, logró poner en alto la dignidad del pueblo boliviano, respetando las identidades de los más de 40 pueblos originarios que habitan este país, aunque manteniendo las estructuras de gobierno sustentadas en más de cinco siglos de colonialismo. Morales declaró a Bolivia un Estado plurinacional y multiétnico, declaró sujeto de derechos a la naturaleza, e impulsó el crecimiento económico del país, mejorando las condiciones de vida de la mayoría de los bolivianos.

Dos o tres hechos quisiera destacar de esta situación, lamentable y antidemocrática:

1. En Colombia toda la derecha rancia, y la menos rancia, que ahora se hace llamar de centro, ha salido a decir, hipócritamente, que Evo se quería eternizar en el poder, que era antidemocrático quererse reelegir. Les parece que la democracia es el respeto de unas fórmulas, cada vez más vaciadas de política, más light, más carentes de posturas. Cree que podemos hablar desde el pedestal de la democracia en Colombia: el país de los falsos positivos, de las 8 millones de víctimas, de los 60 años de guerra, de los bombardeos sobre los niños. La democracia no es una formalidad, ni una convocatoria a votar. Es la construcción cotidiana y colectiva de la sociedad en que vivimos. Si de ese hecho nos marginan, como lo han hecho 527 años, entonces no estamos hablando de democracia.

2. Aún admitiendo las discusiones sobre la reelección de Evo, la ingobernabilidad generada por los sectores golpistas ha estado cargada de símbolos que poco tienen que ver con las discusiones sobre fraude. Más parecido a una cruzada religiosa, el Comité Pro Santa Cruz, cuyo escudo son 5 cruces, una corona y la torre de un castillo, ha promovido la quema y la destrucción de la wiphala, símbolo de la resistencia indígena a la violencia de la conquista española, y que el gobierno de Evo incorporó a la institucionalidad boliviana. El odio racista y discriminador de los que impulsan el golpe de Estado, ha llevado la biblia sobre la wiphala, ha impuesto de nuevo, a sangre y fuego, como hace 527 años, el orden colonial clerical, sobre la mirada diversa y amplia. No soy yo el más pachamámico, pero la defensa de la identidad y de la diversidad, de las revoluciones culturales, son indispensables en la construcción de una América Latina soberana. Este poder de las cruces y los evangelios, impuesto con fuego sobre los pueblos del mundo, una vez más contradice la esencia amorosa de la doctrina cristiana.

3. En medio del pulso que vive Bolivia, la coca se convierte en una herramienta de resistencia y de dominación, en objetivo de disputa. Evo Morales representa a las comunidades que reivindican el uso tradicional de esta planta, arraigada en la Bolivia indígena y en sus prácticas culturales; Estados Unidos representa el mercado central del clorhidrato de cocaina, droga procesada con la hoja de la coca. América Latina, primer territorio productor de hoja de coca del mundo, sufre las consecuencias, violentas, devastadoras, de una política antidrogas absolutamente equivocada, liderada por el país del norte, que se queda con la mayoría de las ganancias que deja este sangriento negocio.

La historia, por ahora se repite, pero es tarea de la gente, conocerla y decidirse definitivamente a transformarla. Este 21 de noviembre nos vemos en las calles de las ciudades colombianas, para decirle a este intento mal hecho de gobierno de Iván Duque que se vaya; que como está de moda defender la “democracia” y su desaprobación es casi del 70%, es hora de irse.

VOLVER ARRIBA