Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Adiós a Carlos Álvarez

Domingo 7 de julio del 2019. Murió Carlos Álvarez, cineasta disidente y rebelde como pocos. El estupor que genera la noticia no deja ningún espacio a los clichés. Acá la conmemoración de Nicolás Herrera Farfán. 

Era 2011 y en Bogotá llovía. No recuerdo quién me había dado el teléfono, pero aún conservo la impresión del primer intercambio que tuvimos: “Nos vemos en la sede de la Bogotá Humana cerca del Consejo de Bogotá, como a eso de las cuatro de la tarde”. Era la campaña que llevaría a la Alcaldía de la capital a Gustavo Petro. Carlos Arturo Álvarez Núñez se notó como era: seco, distante, silencioso, muy desconfiado a la primera de cambio, un poco tosco y bastante huraño, aunque después viví su ternura a prueba de balas, cárcel y exilio, y una devoción (ácida) por sus amigos y compañeros.

De ese fugaz encuentro quedaron como testimonio una fotografía de él posando con un ejemplar del libro Camilo Torres. El amor eficaz y un corto video donde hablaba del asunto que nos convocaba: su proyecto de largometraje documental sobre Camilo Torres, que buscaba reivindicar la figura y promover las ideas políticas del clérigo, desde posiciones de izquierda comprometida y radical.

Carlos Álvez con el libro Camilo Torres. El amor eficaz. 2011. Foto: Colectivo Frente Unido.

Introducción a Camilo

Carlos Álvarez, el cineasta santandereano, se convirtió en uno de los padres del cine disidente de Colombia, que, no en balde, siguió siendo editado en blanco y negro, y su circuito de difusión, producción y distribución, se hacía en sindicatos, centros estudiantiles y organizaciones campesinas[i]. En esta misma senda estaban también otras figuras señeras como Marta Rodríguez y Jorge Silva, Diego León Giraldo, Gabriela Samper y José “Pepe” Sánchez[ii]. Y, sin dudas, él se vinculó a las redes continentales del nuevo cine político latinoamericano que tenía como referencias a sus amigos: el argentino Fernando “Pino” Solanas y el cubano Santiago Álvarez.

Su ambicioso proyecto documental sobre Camilo tenía buena pinta y avanzaba a pasos agigantados. La protagonista de su idea era Isabelita Restrepo, la madre del sacerdote, que aparece en la que será la única entrevista filmada de ella. Ella misma, antes de ir a Cuba, le ofreció unas cintas magnetofónicas con la voz de su hijo.  Esas cintas llegaron a Bogotá y quedaron en manos de Leonor Muñoz, “Cebollita”, amiga de los Torres Restrepo, y fue ella quien quedó responsable de entregárselas a Álvarez.

Pero fue una tarea imposible. Era julio de 1972, cuando Cebollita quiso comunicarse por teléfono con Carlos, del otro lado de la línea atendió una voz agresiva que, con palabras soeces le explicó claramente que no la iba a atender y decidió hacerle un interrogatorio telefónico, que ella interrumpió colgando. Al día siguiente entendió todo: ella había llamado justo en el momento del allanamiento de la casa y posterior detención del cineasta junto a Julia de Álvarez y Gabriela Samper, quienes eran señalados de ser miembros de la red urbana del Ejército de Liberación Nacional (ELN). En los tiempos de los Consejos Verbales de Guerra y de la Justicia Penal Militar, Carlos Álvarez vivió la seguidilla: allanamiento, confiscación, desprestigio, cárcel y exilio[iii].

Al salir de prisión, y antes de irse al exilio, Carlos consiguió que el ejército le devolviera las latas con sus filmaciones (“¡Un milagro!”, recordaba) y logró enviarlas a Cuba. Luego él mismo se fue fleteado por diversos países. El proyecto del documental de Camilo quedó en el limbo, mientras que Francisco Norden lanzaba su “Camilo, el cura guerrillero” (1974).

La vida dio vueltas y en una visita de Carlos a La Habana, reconoció sus latas en las oficinas de ICAIC, gestionó que se las devolvieran y con ese material y un recurso económico de Holanda logró reinventar su idea original en un corto documental que se llamó simplemente “Introducción a Camilo” (1978). No era su gran proyecto. Se trataba de un proyecto provisorio que buscaba salir al paso a la visión suavizada y socialdemócrata que consideraban tenía el documental de Norden. Luego habría tiempo para otros planes. Ese documental, marginalizado, se constituye en una verdadera joya testimonial para la memoria rebelde de nuestro continente.

Nuevos reencuentros

Fue difícil volverlo a ver. Después de aquel encuentro de 2011, la comunicación no fue fluida y él se resistía a hablar por teléfono y contestaba poco su celular. Sin embargo, en 2013 nos reencontramos. Esa vez fuimos a su departamento de Chapinero (paradojas de la vida: ¡en la misma cuadra de las oficinas de Cine Colombia!) y hablamos largo y tendido. No hubo grabaciones, sí café, alfajores y algunos mates. Recordaba los cines de la calle Lavalle durante su estancia porteña. Hablábamos de Buenos Aires, de sus noches durmiendo en un colchón en el living del departamento de “Pino” y de la vida cultural metropolitana; también hablamos de historia de Colombia, y de esa otra pasión que tenía: las historietas. Al son de esa animada tarde, él me regaló una joya: el número de Los Agachados del mexicano Rius dedicado a Camilo Torres. Y luego, como si fuera poco, se comprometió a buscar las fotografías que tenía de Camilo para que las pudiéramos escanear. Esas fotos fueron usadas en el documental y en nuestro libro foto-biográfico de Camilo: El revolucionario sonriente.

Portada Los Agachados de Rius.

El proceso siempre era lento con él, no sólo por su natural desconfianza sino por su estado de salud. Su problema de rodillas, lo más evidente, estaba atado, seguramente, a una complejidad mayor, que trataba de disimular y hacerse atender en el servicio médico para los pensionados de la Universidad Nacional, donde él había fundado y dirigido la carrera de cine.

Finalmente se animó en 2015, y fue una jornada hermosísima. Estaba muy contento con la idea del documental sobre Camilo que hacía Diego Briceño Orduz (su exalumno) y en el cual investigábamos Lorena López Guzmán y quien escribe. Consideraba que era la posibilidad de cumplir su sueño, en cuerpo ajeno, del largo documental sobre Camilo. Por ello, se aprestó a facilitarnos las fotografías y a conceder una entrevista filmada, que reposa en nuestros archivos del Colectivo Frente Unido. Pero, además, cumplimos otro sueño: reencontrarlo con Cebollita para que hablaran de aquellas cintas perdidas y pudieran darse el abrazo interrumpido de 1972. En este abrazo histórico estuvo presente el entrañable padre Javier Giraldo.

Carlos Álvarez, Leonor Muñoz (“Cebollita”) y el padre Javier Giraldo. Entrevista colectiva en Cota. Foto: Colectivo Frente Unido.

El rastro de Camilo salió en 2016 y su difusión tuvo una mixtura de estrategias: no sólo se difundió por universidades, iglesias, centros culturales, sindicatos y casetas comunales, sino que salió por Señal Colombia, TeleSur, algunos canales culturales canadienses y estadounidenses, y reposa en la base de datos de investigación ProQuest. Es el punto de diálogo de sus formas militantes con otras formas comerciales de distribución. Creo que él quedó satisfecho, pero como él, nosotros también tenemos nuestro ambicioso plan de un largometraje, donde seguramente aparecerá su voz.

Después de 2016 no nos volvimos a ver. Ayer, por las redes sociales, me enteré que había fallecido. Se fue un imprescindible. Paz en su tumba, maestro, y gratitud eterna por su legado, enseñanzas y generosidad para con nuestro trabajo. No puedo más que estar agradecido con la vida de haber conocido al compañero cineasta Carlos Álvarez, uno de los pioneros del cine político y uno de los ancestros de la búsqueda de Camilo Torres.

_____

[i] http://geografiavirtual.com/2012/04/cine-hegemonico-disidente-en-colombia-por-isabel-restrepo/#_ftn34

[ii] https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/filme-marulanda-en-plena-guerra-articulo-855042

[iii] https://issuu.com/idartes/docs/libropremioensayocine_finalweb2014